Las conexiones de Washington con el narco internacional
Santo Trafficante Jr. y Meyer Lansky (Maier Suchowljansky) fueron dos de los más notables criminales en Cuba y Estados Unidos durante medio siglo, hasta que la Revolución cubana les arruinó el negocio de los casinos, los prostíbulos y el mayor tráfico de drogas del hemisferio. Los historiadores los conocen como los jefes de la Cosa Nostra y de la Mafia Kosher. Luego de la Revolución, continuaron sus negocios ilícitos en Estados Unidos, donde prosperaron desde Miami hasta Las Vegas. Muchos testimonios vinculan a estas mafias y al exilio cubano en Florida con el asesinato de John F. Kennedy. Otro poderoso narcotraficante fue el cubano Rolando Masferrer, poderoso empresario y senador antes de la Revolución. Otros eran mandaderos, pero con las mismas aspiraciones de convertirse en millonarios.
Fue el caso de José Miguel Battle. Había sido un policía de Fulgencio Batista, ascendido a la policía secreta, la SIM, que se dedicaba a perseguir y asesinar disidentes. Al mismo tiempo, fue empleado y testaferro para los sobornos de Meyer Lansky. La Revolución no sólo arruinó el negocio de los casinos, la prostitución y el narcotráfico, sino también los sueños de sus empleados más modestos, como Battle, de convertirse en ricos y respetados de la noche a la mañana. Como Martín Fox, un modesto emprendedor en el rubro de juegos La bolita en Matanzas que, en pocos años, terminó convirtiéndose en el propietario del famoso club nocturno Tropicana de La Habana.
En Miami, Battle fue rápidamente reclutado por la CIA y promovido a subteniente en el ejército de Estados Unidos. Meses después se le encomendó uno de los grupos que invadieron por aire Bahía Cochinos. Luego del fracaso y de haberse convertido en un prisionero de guerra en Cuba por más de un año (junto con otros mil camaradas, todos héroes y presos políticos del régimen comunista, para el exilio de Miami) fue liberado. En Union City, New Jersey, el modesto policía cubano convertido en militar y agente de la CIA, fundó el grupo mafioso La Corporación.
En 1977 fue condenado a treinta años por juego ilegal, narcotráfico y asesinato en Estados Unidos, negocios que le proveían de 45 millones de dólares por año. Se declaró culpable de asesinato y, como era de prever, fue perdonado dos años después. En Miami, El Padrino se convirtió en el hombre más rico de Florida y uno de los principales donantes de campañas políticas. En 2004 fue acusado otra vez de asesinato y narcotráfico, negocio que le dejó al modesto policía más de 1.500.000 millones de dólares.
Otro personaje célebre de la larga lista de narcos y terroristas protegidos por Washington, El Mono Ricardo Morales Navarrete, había sido un agente secreto de la G-2 en Cuba hasta 1960 y miembro de “Commandos L” de Miami en 1963. Fue reclutado un año después por la CIA “para actividades paramilitares” en Florida. El Mono se convertirá en una figura central del exilio cubano. Será agente de la CIA en las masacres aéreas del Congo y Angola (a 350 dólares por mes); luego será uno de los jefes de la policía secreta de Venezuela en los 70s; informante protegido del FBI contra sus propios camaradas (a 700 dólares por mes), todo pese a haber admitido en 1972 un asesinato en Florida. Finalmente, se dedicará al narcotráfico, hasta su ejecución, en un bar de Miami, en 1982.
Una serie de documentos desclasificados del FBI (con la aprobación de la CIA) registran múltiples actividades ilegales de dos de los cubanos más admirados en Miami: el empresario gastronómico Mas Canosa (el equipo de fútbol Inter de Miami de Lionel Messi fue fundado por sus herederos) y el terrorista Luis Posada Carriles. Los documentos registran desde una intensa actividad de narcotráfico internacional hasta la creación de campos de entrenamiento paramilitares en Florida; el tráfico continuado de armas desde Venezuela; la colocación de bombas en México y en América Central, y (según otro informe secreto de la CIA del 26 de julio de 1965) el intento de derrocamiento de otro presidente de Guatemala, esta vez el coronel Alfredo Peralta Azurdia, a pedido de otro residente de Miami Beach, el millonario empresario Roberto Alejos Arzú.
Posada Carriles había logrado ascender en los escalafones de la policía secreta de Venezuela al tiempo que complementaba sus ingresos con el tráfico de cocaína colombiana para Miami. Desde hacía muchos años, era un policía destacado y temido en la inteligencia de Caracas.
El rol de Posada Carriles en Venezuela fue similar al de Dan Mitrione en otros países del continente, como Uruguay. En junio de 1967, la CIA terminó su relación laboral con él, aduciendo problemas impositivos y actividades independientes, no reportadas a la Central. En agosto ya estaba trabajando para la Digepol, en Caracas.Mientras fue jefe de la policía secreta de Venezuela, fue conocido como el Comisario Basilio. No sólo se dedicó a supervisar la tortura y desaparición de disidentes venezolanos sometidos a técnicas especiales de interrogación, sino que también facilitó el tráfico de drogas desde Colombia con destino a Miami, como consta en memorándums del FBI de marzo de 1973. Un mes más tarde, la CIA confirmó la conexión de Posada Carriles con el narcotráfico, siendo reportado en compañía de “poderosos jefes del narco”. Los investigadores federales prefirieron no formalizar acusaciones, para mantenerlo como fuente de información. En mayo de 1973, se lo encontró “culpable solo de tener amigos equivocados”. Para marzo de 1976, la DEA continuaba detrás de su esposa, Nieves Elina González, sospechosa de participar en el tráfico de droga de Colombia a Miami a través de Venezuela.
Por décadas, lo que el FBI llamaba “La capital del terrorismo” (Miami) fue el perfecto caos que nadie lograba controlar y menos entender, pero siempre estaban Washington y la CIA detrás. En 1976, el fiscal Jerry Sanford se excusó ante el agente Robert Propper por andar armado.
“Es el primer fiscal que veo armado”, dijo Propper.
“Es que soy el único abogado de la Fiscalía que trabaja en terrorismo cubano” explicó Sanford. “Sólo en los últimos dos años y medio, una docena de importantes líderes cubanos han sido asesinados. Los asesinatos relacionados con el narco suman entre dos y tres muertos por día. No pocas veces son acribillados con metralletas. Unos se han apropiado del tráfico de cocaína y otros se han rebelado contra la CIA y contra cualquier otro exiliado cubano que ellos consideren “anticomunistas demasiado moderados”. El caos es tal que es casi imposible distinguir un asesinato por causas políticas o por un mero ajuste de cuentas relacionado al narco. Es algo muy difícil de resolver cada uno de estos casos…”
“¿Por qué?”
“Los terroristas tienen un gran apoyo de la comunidad” explicó Sanford, “aparte de una gran disposición de dinero que procede del narco y de sus conexiones con grandes negocios. Montañas de dólares van a parar a sus abogados o para corromper a la policía y, probablemente, a algunos jueces también. No es diferente a la mafia de Al Capone en Chicago. ¿Entiende ahora por qué ando armado?”
Los federales no solo habían identificado la ola de atentados terroristas de los exiliados cubanos, sino sus fuentes de financiación, que iban de las donaciones de las grandes (exitosas) empresas hasta el narcotráfico, sobre todo durante el auge de los contrarrevolucionarios somocistas de Nicaragua, reagrupados bajo el nombre de Contras, y el renovado apoyo de la CIA y de la Casa Blanca. En 1981, el investigador T.D. Alleman reportó que la policía federal estimó que el 70 por ciento de toda la cocaína que entraba a Estados Unidos lo hacía por Miami.
“La morgue de Miami” dijo Alleman, “está tan llena de cadáveres del narco, que los municipales deben almacenar cuerpos en camiones con refrigeradoras.
Años después, un memorándum de la CIA registraba que el 6 de septiembre de 1973 la DEA había solicitado información sobre uno de sus colaboradores, Orlando García Vásquez, y otros cuatro cubanos, debido a su participación en el narcotráfico desde Venezuela. García era identificado como amigo cercano de los mayores jefes del narco de la región. La vinculación de la DEA (el departamento de lucha contra el narcotráfico de Washington) y el narcotráfico son históricas por muchas razones. No es solo el dinero, sino sus excusas también.
Las conexiones de Washington con el narco internacional van más allá de la imaginación. Por ejemplo, el agente cubano de la CIA que se atribuye el asesinato de El Che Guevara en Bolivia, Félix Rodríguez, años después fue socio de Luis Posada Carriles en el apoyo que la CIA otorgó a los Contras de Nicaragua, en el financiamiento a través de armas vendidas en secreto a Irán, en los negocios con el narcotráfico de Pablo Escobar en Colombia y, luego, con el Cartel de Guadalajara en México.
Aparte de participar en vendettas internas que terminaron con el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar (quien había descubierto los vínculos de la CIA con el narcotráfico del Patio Trasero) Félix Rodríguez se convertirá en 2005 en presidente de la junta directiva del Museo de Bahía de Cochinos en La Pequeña Habana de Miami.
Uno de las múltiples marionetas psicópatas de Washington, Manuel Noriega, era un fiel colaborador a sueldo de la CIA desde los años 50, cuando fue reclutado en la Escuela Militar de Chorrillos de Perú. El joven bajito y de la cara picada tenía el perfil apetecido por la CIA: ambicioso, sin escrúpulos, con problemas psicológicos pero consistentes y predecibles, es decir, con una baja probabilidad de traicionar a sus altos mandos. Por entonces, Noriega tenía un salario registrado en la CIA de más de cien mil dólares anuales, los que complementaba con el narcotráfico, sabido y aprobado por la CIA. Tampoco era un empleado desconocido para el director de la Agencia en 1976, George H. Bush, quien se reunió con Noriega en Washington en 1976 y en 1989, como presidente de Estados Unidos, lo secuestró de Panamá, dejando cientos de muertos en una invasión llamada Causa Justa. Durante los debates presidenciales de 1988 contra Michael Dukakis, el vicepresidente y candidato a la presidencia negará varias veces conocer a su amigo y colaborador de la cara picada y las mujeres bonitas. Es más, lo acusará ante el pueblo estadounidense de ser un narcotraficante. Latino y narco.
En 2018, luego de que el presidente Maduro de Venezuela fuese reelegido, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA), envió a agentes encubiertos a Venezuela inventar casos contra el gobierno de Nicolás Maduro por narcotráfico. Según el memorándum filtrado en 2023, para la operación, la oficina de la DEA de Miami reclutó a un mafioso internacional acusado de estafar 800 millones de dólares del sistema cambiario de Venezuela.
Tres años después de ser secuestrado en el golpe de Estado de 2002, Hugo Chávez expulsó a la DEA de Venezuela, bajo la acusación de espionaje.
Más que espionaje, siempre fue sabotaje. Sabotaje internacional y sabotaje de la opinión mundial.
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