Francia en Vietnam, tras ocho años de guerra (1946-1954), no solo dejó enterrada su condición de imperio, sino también la vida de 93 mil de sus hombres y el honor de su ejército, si alguna vez lo tuvo. Desde 2013, con la operación Serval, y desde 2014, la Barkhane, intenta proteger los intereses, de las […]
Francia en Vietnam, tras ocho años de guerra (1946-1954), no solo dejó enterrada su condición de imperio, sino también la vida de 93 mil de sus hombres y el honor de su ejército, si alguna vez lo tuvo. Desde 2013, con la operación Serval, y desde 2014, la Barkhane, intenta proteger los intereses, de las empresas francesas que explotan los yacimientos de uranio en la frontera entre Mali y Níger y mantener estabilizado al gobierno pro occidental de Bamako, que tras un golpe palaciego, la invasión de los Tuareg, que pretenden recuperar Azawad, su territorio histórico y la irrupción de la insurgencia wahabita, que a partir de los éxitos en Libia, Irak y Siria se extendía por el Islam, como un mal bíblico el terrorismo religioso, comenzaba a golpear con fiereza en el Sahel.
Dados los resultados el Eliseo, parece estar convirtiendo las arenas del Sahel, en el barro Dien Bien Phu, la batalla decisiva con la que el Viet-minh, expulsaría a Francia de la antigua Indochina.
En la noche del último lunes [25 de noviembre], dos helicópteros franceses, un Puma de ataque y otro tipo Tigre de trasporte de tropa, chocaron a muy baja altura cuando operaban en apoyó de las fuerzas terrestres, que perseguían a un grupo de muyahidines, que se movilizaban en varias camionetas y algunas motocicletas. El «accidente» que dejó al menos trece bajas, se convirtió en el de mayor en número de muertos desde el doble atentado de Beirut, en octubre de 1983, en el que murieron 58 paracaidistas franceses y 200 marines norteamericanos, tras la voladura del edificio de cuatro pisos del cuartel general de la 24 Unidad Anfibia, para lo que el Movimiento para la Revolución Islámica Libre el Yihad Islámica utilizó unos 1200 kilos de explosivos.
El incidente del pasado lunes eleva entre 38 y 41, según la fuente, el número de militares franceses muertos, desde iniciadas las operaciones en Mali en 2013. Un número relativamente bajo, si se tiene en cuenta el tiempo y la cantidad de efectivos destacado para esa misión, unos 4.500 hombres. El área a controlar tiene una extensión de unos cinco millones de kilómetros cuadrados, casi el doble de Argentina, territorio escasamente poblado, y repartido entre Burkina Faso, Malí, Mauritania, Níger y Chad. Francia cuenta con dos bases principales la de Yamena (Chad) donde está establecido el comando de la misión, y Niamey (Níger) base de operaciones de la fuerza aérea, que cuenta con una importante cantidad de aviones cazas, de transporte, helicópteros y drones. En proximidades de la ciudad de Gao (Mali), se ubica una tercera base con una importante dotación de efectivos.
En estos últimos meses en Níger y Burkina Faso, países fronterizos de Malí, aprovechando la porosidad de las fronteras, y el descontrol gubernamental se han multiplicado los ataques tanto contra objetivos militares, como contra la población civil, por parte de milicianos vinculados a organizaciones tributarias del Daesh y al-Qaeda, como Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin (Grupo Apoyo al Islam y los musulmanes o GSIM) o al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), o Daesh del Gran Sahara, que continúan generando miles de civiles muertos y cerca de 300 mil desplazados, además de provocar el recrudecimiento de las milenarias tensiones étnicas y tribales de la región entre pastores y agricultores, que con acusaciones cruzadas de colaborar con los terroristas o con los militares estallaron enfrentamientos que se llegaron a saldar con hasta cincuenta muertos y la destrucción de numerosas viviendas, sembradíos y el robo o la muerte de grandes cantidades de ganado.
Por su parte los ejércitos de Mali y Burkina Faso, solo desde septiembre, han perdido casi 200 hombres, tras la intensificación, de los ataques y atentados de las fuerzas integristas. El más importante se produjo a principios de octubre cuando milicianos del Daesh del Gran Sahara asesinaron al menos a 53 soldados y un civil durante la toma de una base militar en el noreste del país (Ver: Sahel, la tormenta infinita). Mientras que las tropas de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA) ordenada por el Consejo de Seguridad en abril en 2013, murieron en combate 200 cascos azules. Al tiempo que la unidad militar constituida por Malí, Níger, Chad, Burkina Faso y Mauritania o el GS5 (Grupo Sahel Cinco) no está consiguiendo los resultados necesarios, ya que los integrantes de esa coalición son considerados por los militares franceses como ineficientes y corruptos, que sacan grandes ventajas de la impunidad otorgada, donde incluso se produce desvíos de fondos para la compra de insumos militares. De hecho los países del Sahel se ubican entre los más corruptos del mundo según el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional: el Chad aparece en el puesto 165 de 180 y Malí en el 140.
La encrucijada y desgaste
Con la muerte de los trece militares, se abre en Francia una profunda discusión acerca de la conveniencia y las razones de su presencia en el Sahel. Una como ya se dijo es por la protección de los yacimientos y de las plantas de procesamiento de uranio, de las transnacionales francesas como las de Arlit y Akouta en la región nigerina de Agadez, que proveen uranio a las 19 plantas nucleares del territorio francés, las que generan el 78% de la electricidad utilizada en todo el país. Por otra parte Francia ha utilizado toda esa región como basurero nuclear, por las que las autoridades temen que los grupos integristas puedan acceder a esos desechos y construir algún tipo de armamento, para atacar objetivos estratégicos fuera o dentro de Francia.
El deterioro de la situación en el Sahel, pone en evidencia el fracaso de la participación militar francesa, que desde 2013 no ha podido avanzar hacia una solución, sino todo lo contrario, apenas un par de años atrás en Burkina Faso, la presencia o acciones de grupos terroristas era prácticamente desconocida, en la actualidad los ataques se producen de manera cotidiana y lo mismo es para cada uno de los países de la región, e incluso más allá del Sahel, como es el caso de Nigeria, con la agobiante actividad de Boko Haram desde 2009, o los dos nuevos teatros de operaciones del terrorismo fundamentalista, la República Democrática del Congo y Mozambique, países en que las acciones terroristas de estas características eran absolutamente desconocidas , desde principios de 2019, sus acciones en ambos países han comenzado a ocupar cada vez más espacio en los medios periodísticos.
La situación de seguridad tiende a agravarse todavía más a pesar de la presencia francesa todavía está muy degradada hoy, es aún peor en algunas zonas fronterizas, donde los habitantes son los primeros en sufrir. Las más altas autoridades militares francesas son conscientes de que la Operación Barkhane durará mucho tiempo:
Es por estas razones que como lo declaró a principio de 2018, el Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, François Lecointre, meses antes que estallará la crítica situación en el norte de Burkina Faso : «el problema en Mali, se resolverá en diez o quince años».
Mientras se comienzan a analizar las cajas negras de los helicópteros siniestrados, la ministra de Defensa del presidente Macron, Florence Parly, se apuró a declarar intentando salvar el naufragio de Francia en el desierto: «No es el momento de cuestionar el mérito», por el compromiso militar de París en el Sahel. Al tiempo que periodistas, expertos e intelectuales comienzan a condenar la presencia francesa en África.
Según Jeremy Keenan, investigador asociado de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres, opinó que : «Desde el inicio de las operaciones militares francesas en la región, todo empeoró», al tiempo que parlamentarios del partido de izquierdas La France Insoumise (LFI) exigió: «una discusión seria y racional para encontrar una salida a la guerra, cuyo significado se pierde en un gran número de nuestros conciudadanos así como a los propios malienses». Mientras que el general Lecointre, volvió a referirse a la cuestión declaró que «nunca lograremos una victoria definitiva» en el Sahel, aunque opinó que las operaciones militares que Francia está llevando en ese territorio, son «útiles, buenas y necesarias», como la fueron en el barro de Dien Bien Phu.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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