Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Lo que saudíes y emiratíes no están dispuestos a tolerar es que un gobierno civil independiente y representativo se ponga en marcha en Sudán.
La acampada de protesta de los revolucionarios sudaneses, que dura ya un mes, ha ido fraguando un pequeño distrito a un kilómetro y medio del centro de Jartum con sus barricadas, tiendas de campaña, rincón del arte y un sistema de transporte que cada día trae nuevos compañeros y sistemas de sonido.
Los Jóvenes del Túnel que golpean las vías de un puente ferroviario que pasa por arriba y las chapas de hierro por abajo se han convertido en una especie de metrónomo de la revolución.
Se niegan a irse hasta que las fuerzas armadas entreguen el poder a un gobierno civil y están preparados para soportar temperaturas de horno durante el Ramadán para mantener firmes las presiones.
Pero también son importantes los sonidos más tranquilos y las reuniones que se producen entre bambalinas.
Aplastando la revolución
La semana pasada se informó de que una delegación conjunta saudí-emiratí había llegado a Jartum para reunirse con miembros del consejo militar de transición de Sudán, aunque no se han hecho públicos, a nivel oficial, los nombres de los integrantes.
En Yemen, Egipto, Túnez y Libia, emiratíes y saudíes han tratado de aplastar los levantamientos populares contra unos dirigentes atrincherados desde hace tiempo en el poder y los sistemas a los que sirven.
Y ahora, precisamente ahora, le ha tocado el turno a Sudán. Su plan es doble: reforzar y armar a los hombres clave en el ejército que están negociando con los manifestantes, y utilizar a los líderes civiles que están surgiendo para eliminar a todos los islamistas del ejército, del gobierno, del funcionariado público y de los tribunales.
Una vez que lo consigan, su hombre fuerte sudanés tomará el poder, directamente del cuaderno de jugadas egipcio o incluso libio. Lo que no quieren en absoluto es que un gobierno civil independiente y representativo vuelva a la vida en Sudán.
El dinero habla
Disponen de un activo que Sudán necesita desesperadamente después de perder la mayor parte de sus ingresos petroleros, y ese activo es el dinero.
Durante décadas, la única forma de obtener transferencias de dinero dentro y fuera de Sudán (las sanciones económicas y comerciales de Estados Unidos se levantaron tan solo hace dos años) era a través de dos bancos: uno saudí, el Banco Islámico Faisal de Sudán y el otro emiratí, el Banco Nacional de Abu Dabi.
El final de las sanciones no consiguió aliviar la situación, e incluso cuando el expresidente, Omar al-Bashir, se vio sometido a fuertes presiones internas para sacar a las tropas sudanesas del Yemen, donde constituían el grueso de los combatientes extranjeros, no pudo hacerlo porque necesitaba dinero.
Al igual que la mayor parte de los vecinos de Arabia Saudí, temía también la pérdida de remesas de los grupos de expatriados sudaneses que trabajaban en el Reino saudí.
Los tentáculos de la influencia saudí y emiratí llegan muy lejos y sus vínculos fueron forjándose hace mucho tiempo.
Se ha sabido que uno de los miembros de la delegación de Arabia Saudí es Taha Ozman al-Hussein. Al-Hussein era un oficial de inteligencia sudanés que se ganó el interés de Bashir al descubrir un presunto intento de golpe de Estado por parte de un exjefe de inteligencia sudanés, Salah Gosh, lo que le llevó a convertirse rápidamente en la mano derecha de Bashir. «No soy el director de la oficina del presidente Al-Bashir, sino más bien su hijo», declaró en una ocasión.
Al-Hussein solía ir de acá para allá entre Arabia Saudí y los Emiratos, pasando pronto a ser considerado como el hombre de los saudíes en Sudán. Se le reconoció haber reactivado la presencia de los Emiratos Árabes Unidos en Sudán y de haber allanado el camino para una visita de Bashir a los Emiratos en 2016.
Cuando el príncipe heredero de la Corona saudí Mohammed bin Salman necesitaba un mentor en África, al-Hussein era el hombre. También se le atribuyó haber influido en la decisión estadounidense de levantar las sanciones tras efectuar una visita a Washington y reunirse con miembros del Congreso.
Al-Hussein fue defenestrado en circunstancias muy llamativas. Le arrestaron en el aeropuerto, en junio de 2017, cuando se disponía a abordar un avión hacia Riad, un mes después de que la agencia oficial de noticias qatarí fuera pirateada, se cortaran las relaciones diplomáticas y comenzara el bloqueo del Golfo contra Qatar.
Se pensó que llevaba con él los documentos que saudíes y emiratíes necesitaban para afirmar que Qatar apoyaba el terrorismo.
A Al-Hussein se le permitió salir de Sudán, pero hoy está de vuelta.
Un pasado sangriento
Mohamed Hamdan Daglo, más conocido por su apodo Hemeti, es otro general cuyo pasado parece haberse limpiado y que es una figura clave en el plan emiratí para Sudán.
Hemeti, comandante del grupo paramilitar llamado las Fuerzas de Apoyo Rápido, consiguió llamar la atención de los manifestantes concentrados haciéndose pasar por un buen tipo al afirmar que se le había ordenado limpiar la plaza de manifestantes sin tener en cuenta el coste de vidas humanas que pudiera conllevar, algo que se negó a hacer, procediendo además a arrestar a su comandante y a establecer un consejo militar de transición.
Desde entonces, Hemeti ha entrado en los corazones de la plaza y, como jefe adjunto del consejo militar, está ejerciendo bastante influencia en las negociaciones con la Asociación de Profesionales Sudaneses (APS) y las Fuerzas para la Declaración de Libertad y Cambio (FDLC), que están negociando en nombre de los manifestantes.
Pero, ¿debería estar realmente allí?
Hemeti tiene un pasado muy sangriento, como señala en su blog Eric Reeves, experto y observador de Sudán. El líder adjunto del consejo militar no es ninguno de los cinco sudaneses -incluido Bashir- para los que la Corte Penal Internacional (CPI) ha emitido órdenes de arresto por la masacre de aldeanos desarmados en Darfur.
Pero Human Rights Watch, que había documentado graves crímenes cometidos por las Fuerzas de Apoyo Rápido en Darfur, declaró que el nuevo rol de Hemeti no debería volverle inmune frente a la responsabilidad por los crímenes de las fuerzas que comandaba.
Las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) se convirtieron en el principal instrumento de Bashir para reprimir la rebelión en Darfur, ya que contaban en sus filas con un número significativo de milicias Janjaweed, y cuando Bashir, en los últimos meses de su gobierno, comprendió que se hallaba inmerso en una situación problemática, las FAR se convirtieron en su guardia pretoriana.
«Los informes apuntan sistemáticamente a los principales generales de las Fuerzas Armadas de Sudán Abdual-Aziz y Mohamed Hamdan Dagolo, conocido como Hemeti, como comandantes de las FAR, junto al general Ali al-Nasih al-Galla, un funcionario de alto rango de los NISS [siglas en inglés de los Servicios de Seguridad e Inteligencia Nacional], que conserva el mando y el control general», decía el fiscal de la CPI en un informe al Consejo de Seguridad de la ONU.
Hemeti estableció fuertes relaciones con saudíes y emiratíes en el Yemen, ya que las FAR proporcionaron el grueso de soldados sudaneses que luchaban allí contra los hutíes. Hemeti provocó una controversia al anunciar que habían muerto en Yemen 412 soldados, lo que hizo que el pueblo sudanés exigiera la retirada de sus tropas de ese país.
Fuentes del ejército sudanés afirman que los emiratíes están financiando a Hemeti y que le están proporcionando artillería pesada.
Cortejando a la oposición
Pero también se han apuntado a otra táctica, consistente en tender la mano a diferentes elementos de la amplia coalición de figuras de la oposición, incluida Maryam Sadiq al-Mahdi, presidenta adjunta del partido Umma e hija del ex primer ministro.
Maryam admitió por televisión haber ido a los Emiratos Árabes Unidos tras la caída de Bashir, pero alegó que lo hizo para agradecerles el hecho de haber recibido a su padre cuando fue derrocado en un golpe de Estado.
Por otra parte, el New York Times informó que cinco fuerzas sudanesas de la oposición, que incluyen facciones armadas, habían visitado recientemente Abu Dabi para negociar sobre la posibilidad de incorporarse a un gobierno dirigido por los militares. Tanta gente se fue a Abu Dabi tras la caída de Bashir que en Jartum se hablaba de «la migración».
Poco después, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos se comprometieron a enviar 3.000 millones de dólares en ayuda a Sudán.
Una lucha por poderes
Hay peligros obvios de convertir la revolución sudanesa en una lucha por poderes entre los saudíes y los emiratíes que apoyan a los generales y a las fuerzas laicas, mientras que Turquía y Qatar respaldan a los islamistas.
Para evitarlo, todo va a depender de quienes están golpeando las vías de ese puente ferroviario y se niegan a moverse de allí.
Sudán ha sufrido ya un sinfín de golpes y guerras civiles. Los islamistas llevaron a Bashir al poder pero una de las facciones lo lamentó después.
Lo mismo sucedió con los comunistas.
Los dictadores solo se sirven a sí mismos. En esta ocasión depende del movimiento de protesta asegurar que se establezca una democracia genuinamente representativa en nombre de todas las tendencias y facciones del pueblo sudanés.
Excluir a alguien es volver a repetir el pasado en un bucle sin fin.
De lo contrario, seguirán el mismo guion que a tal efecto se utilizó en Egipto. Exactamente lo mismo podría suceder en Sudán. El próximo Sisi o Haftar de Sudán está ya preparado, dispuesto y a la espera.
David Hearst es redactor-jefe del Middle East Eye. Con anterioridad trabajó en The Guardian y The Scotsman.
Fuente: https://www.middleeasteye.net/opinion/sudan-quiet-way-derail-revolution
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