Hace 10 días se publicó en Francia Droites populistes en Europe. Les raisons d’un succès (Derechas populistas en Europa. Las razones de un éxito), escrito por Elisabeth Gauthier, Joachim Bischoff y Bernhard Müller y editado por Collection Espaces Marx / Le Croquant. La importancia de este libro (de 140 páginas) salta a la vista pues […]
Hace 10 días se publicó en Francia Droites populistes en Europe. Les raisons d’un succès (Derechas populistas en Europa. Las razones de un éxito), escrito por Elisabeth Gauthier, Joachim Bischoff y Bernhard Müller y editado por Collection Espaces Marx / Le Croquant.
La importancia de este libro (de 140 páginas) salta a la vista pues responde a la pregunta que nos hacemos todos sobre el éxito que han tenido las ultraderechas europeas en los últimos años, incluso opacando a los partidos socialdemócratas que, en un pasado no muy lejano, fueron los principales partidos políticos en ese continente: gobernaron en 11 de las 15 naciones que formaban la Unión Europea antes de admitir a varios de los países de Europa oriental.
Otro hecho sobresaliente que aumenta la importancia del libro mencionado es la lección intrínseca o indirecta sobre el ascenso de la ultraderecha también en Estados Unidos. Las simpatías por Donald Trump en ese país no pueden ni deben ignorarse, como si fuera un tema anecdótico. Sus posiciones racistas, que mejor deberíamos llamar xenófobas, y especialmente antimexicanas, no son exabruptos ni puntadas de un millonario loco. Sabe lo que está haciendo y que su posición está en el mismo tono de las ultraderechas europeas que, en cuestión de inmigrantes, no son muy diferentes a las de amplios sectores de la población de Estados Unidos. Así como muchos reprueban que un blanco mate a un negro o a un latino, hay otros muchos que aplauden el hecho aunque sea sólo en su pensamiento. Trump ha tenido buen cuidado de no rechazar a la población llamada afroamericana, incluso se identificó con el discurso de Obama en relación con la matanza de Charleston en junio pasado (véase nota de Scott en CNN-México del 1/7/15). El foco de Trump se ha centrado en los latinos, en los mexicanos y en México. El discurso europeo es contra los inmigrantes de color (no caucásicos), particularmente musulmanes; y así como hay muchos que incluso les han ofrecido su hogar, por ejemplo a los sirios, otros los ven como intrusos en sus países de blancos y cristianos, según piensan y sienten (la arenga ultraderechista está más dirigida a los sentimientos y emociones de la gente que a la inteligencia y la razón).
El discurso de los ultraderechistas tanto europeos como estadunidenses es contra aquellos inmigrantes «que les quitan el trabajo a los blancos pobres e ignorantes», que se cuentan por millones por culpa de la economía y su globalización que sólo ha favorecido a los grandes capitalistas y no a los modestos empresarios ni a los trabajadores. El crecimiento de partidos como el Nacional Británico -cuya consigna en 2009 era british jobs for british workers (empleos británicos para trabajadores británicos), o el más reciente Partido de la Independencia del Reino Unido (que está por el control fronterizo de los movimientos migratorios, que han aumentado en los últimos años), son dos de los ejemplos de la ola antinmigrantes que viven los europeos y que revive en Estados Unidos el magnate Trump.
Pero estos ejemplos se repiten en Francia (Frente Nacional), en Alemania (Alternativa para Alemania, contrario también a la Unión Europea), en Italia (Liga Norte) y en muchos otros países, incluso en los escandinavos, que tenían fama de ser más abiertos y democráticos. Sobra decir que algunos de esos partidos en ascenso son francamente fascistas y que casi todos son antimusulmanes. Al igual que en Estados Unidos, su clientela política está formada principalmente por trabajadores blancos (con o sin empleo) y pequeños empresarios.
El fenómeno Trump, en el Partido Republicano de Usamérica (Castañón), no es un accidente. Él sabía, con el cinismo-pragmatismo que le es característico, que sus declaraciones contra los mexicanos y México provocarían un cierto escándalo entre amplios sectores de opinión, incluidos músicos y actores famosos, no necesariamente latinos, pero a la vez muchas simpatías entre aquellos que no tienen los medios para hacerse oír, pero que piensan y, sobre todo, sienten que los latinos les «están restando oportunidades». El «pelos de ixtle» enfocó sus baterías contra los mexicanos por la misma razón que Hitler lo hizo contra judíos, gitanos y comunistas: inventar un enemigo para ganar adeptos y para que éstos tuvieran a quién culpar de su situación sin cuestionar lo fundamental en cada caso.
Lo mismo hizo Bush el pequeño después del 11 de septiembre contra los terroristas que, como bien se sabe, eran todos los árabes o que parecieran tales. Y así podrían ponerse muchos otros ejemplos que hermanan a las ultraderechas con el racismo y la intolerancia hacia el otro, por su religión, color de la piel o costumbres. Si Trump no se ha expresado contra los negros es porque, aun en su estrechez mental, no es tan estúpido: el presidente de su país es negro y sería políticamente incorrecto atacarlo por ahí cuando una mayoría (que trata de ganarse desde la oposición republicana) votó por él dos veces. El chiste, como decimos en México, era dar la nota, de preferencia estridente. La cuestión, sin embargo, es que se está moviendo en la misma lógica que ha llevado a los partidos de ultraderecha europea a tener más éxitos de los que hubiéramos imaginado entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y el del siglo XX. Digamos que, asesorado o no, entendió uno de los signos de los tiempos que vivimos o se viven en los países más desarrollados del mundo: el rechazo a los inmigrantes, especialmente no blancos, y más si son ilegales. No es gratuito que, por ahora, esté a la cabeza de los contendientes que aspiran a gobernar ese país con el Partido Republicano.
rodriguezaraujo.unam.mx
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/09/10/opinion/022a1pol