Traducción para Rebelión de Susana Merino
«De Sidi Bou Zid a Sidi Bou Said» podríamos subtitular bastante fácilmente lo que ocurrió en el lujoso local del club Elyssa, en el que el 18 de noviembre de 2016 se reiniciaron los testimonios de las víctimas.
Uno de los símbolos del poder mafioso y criminal del clan de Ben Ali y su mujer Leila Trabelsi, actualmente ocupado por militantes, periodistas e invitados dispuestos a transcurrir otra larga jornada escuchando testimonios de las víctimas Fragmentos de historia que se escuchan ávidamente y con respeto mientras han comenzado ya contra los testigos ataques dignos de la dictadura. Desde los que se burlan de las madres de las víctimas de la revolución por su forma de vestir hasta Taher Ben Hassine, político y periodista cercano a Nidaa Tounes, partido en el poder, que afirma que Gilbert Naccache no fue torturado. Están también los que, no teniendo mucha simpatía por la presidente de Instancia Verdad y Dignidad, Sihem Ben Sedrine, consideran mucho más importante apoyar la andadura, apenas iniciada, de la justicia de transición. Hay también algún «laico» o «modernista» que se ha deshecho en lágrimas al escuchar el relato de las torturas sufridas por Sami Brahim, simpatizante islámista. Otros han elegido callar por respeto a las víctimas.
Llega el turno de Bechir Laabidi, maestro y sindicalista, militante de izquierda de Redeyef, en la región de Gafsa, y de su mujer Leila Khaled.
«Decidí dar testimonio porque la historia ha sido falsificada, para dar a conocer, más allá de lo quemi familia y yo hemos padecido, la situación de marginalización de la región de Gafsa y restituir a las generaciones futuras la verdad sobre lo que sucedía bajo Bourghiba y Ben Alí y aún después de la revolución. En Gafsa nada ha cambiado.»
La revolución, según Bechir Laabidi, se inició en 20008 con las revueltas y las huelgas en la cuenca minera contra la sistemática corrupción que falseaban los concursos para ingresar en la CPG (Compañía Tunecina de Fosfatos). A diferencia del 2010/2011, en esa época no existían medios ciudadanos que difundieran la insurrección y por lo tanto era mucho más fácil reprimir a los revoltosos. Tras los disturbios del pan de 1984 fue el movimiento de protesta más importante producido en Túnez. https://halshs.archives-ouvertes.fr/file/index/docid/410622/filename/Chouikha_Gobe_Tunisie_Gafsa_elections_2009.pdf).
«Fui detenido en la escuela y arrastrado por los pies, delante de todos, delante de mis hijos, unos 300 metros hasta la comisaría mientras los policías me molían a golpes. Inconsciente fui llevado a Gafsa.»
Mientras las mujeres encabezaban las manifestaciones para pedir la libertad de los militantes presos muchos jóvenes trataron de «emigrar» a Argelia a modo de protesta, pero fueron arrestados, entre ellos el hijo de Bechir Laabidi, Moudhafer.
«Resulta difícil entender lo que significa hallarse preso con el propio hijo, pasar la hora de patio junto a él y a mis alumnos… golpeado y amenazado continuamente con ser violado delante de él o con violarlo a él delante de mí. Moudhafer se hallaba en una celda inmediata a la mía y podía escuchar sus gritos y sus lamentaciones mientras lo torturaban. Y el sentimiento de orgullo por no haberme sometido se transformó en un sentimiento de culpa por haber sido de algún modo la causa de sus sufrimientos»
En los traslados de una cárcel a otra no le fue ahorrado ningún mal trato y una grave enfermedad le hizo perder 30 kilos. Habiendo estado cuatro meses encadenado a la cama, tuvo que ser llevado al tribunal de Gafsa en ambulancia.
Leila Khaled, 34 años al lado de Bechir y «de la justicia», toma la palabra y describe las persecuciones y las humillaciones que tuvo que sufrir.
«Cuando iba a visitar a mi marido a la cárcel de Gafsa, me seguía siempre un auto de la policía, más tarde me impidieron ir a Túnez a la cárcel de Mornaguia. Encontraba a la policía en la casa de mis padres y a mis hijas les negaban la inscripción en la escuela.»
Moudhafer, con la cara hinchada y lleno de moretones, le decía a su madre que mantuviera bien alta la cabeza y que no llorara. Él no aparece en el film, pero su historia y las de Bechir, Leila, Adnen, Adel y Haroun han sido magníficamente llevadas a la pantalla por Sami Tlili en el documental «Maldito sea el fosfato»
El segundo testimonio atañe al homicidio de NabilMarakati y es su hermano Ridha el que comienza con un homenaje a las víctimas de la revolución tunecina.
Nabil Marakati , ingeniero de Garfour, región de Siliana, era un militante del Partido Comunista Obrero de Túnez (POCT).
«Mi hermano era una persona amable, abierto al diálogo con todas las tendencias políticas, con grandes deseos de saber, había elegido permanecer como maestro en nuestra región, aun habiendo tenido la posibilidad de radicarse en Túnez.»
Detenido el 29 de abril de 1987 por haber distribuido volantes que denunciaban la política represora de Bourghiba, Nabil, que en 1983/84 había participado activamente en la «revolución del pan», fue torturado por el jefe de la policía local y por otros dos agentes: violencia sexual, cabellos quemados, uñas arrancadas mediante pinzas a fin de obligarlo a denunciar a sus compañeros, cuyos nombres jamás serían pronunciados por el militante comunista.
El 8 de mayo de 1987 se encontró su cuerpo en una alcantarilla con un impacto de proyectil en la sien y un revolver a su lado, en una burda tentativa de simular un suicidio.
«Su cara parecía una máscara mortuoria de la época púnica… El amaneceer, cuyos maticesd rosados cantan los poetas, se han convertido para mí, acostumbrado como campesino a levantarme temprano porque amaba ese momento particular del día, en una visión horrorosa, en un infierno que seguirá siéndolo para mí hasta el día de mi muerte, hermano.»
Durante muchos días su familia y los militantes encabezaron las protestas en Garfour y el ministro del Interior de ese momento, un tal Ben Ali, decretó el toque de queda durante 15 días. Para calmar la ira popular, el jefe de la policía fue juzgado y condenado a 5 años de cárcel por abuso de poder. Pero la familia Marakati seguirá siendo perseguida durante mucho tiempo por la policía. Ridha Marakati pide que la comisaría de Garfour se convierta en sede de las asociaciones locales y declara:
«la responsabilidad de lo sucedido no es solo de los que lo mataron sino también de los que callaron»
Sólo el pasado mes de julio el presidente de la República proclamó el 8 de mayo como día nacional contra la tortura.
No tenemos tiempo ni para respirar. La próxima audiencia será una de las más duras de escuchar: se refiere al asesinato de Faycal Baraket, militante del partido islamista Ennahdha, y a los padecimientos de toda su familia. La familia Baraket tuvieron la valentía de buscar la verdad aún en tiempos del régimen de Ben Alí, elevando denuncias ante el Comité de las Naciones Unidas contra la Tortura en 1994: en consecuencia todos sus miembros sufrieron vejaciones, detenciones y violencias. Hablan la madre Khira y el hermano Jamel:
«Mi hijo Faisal ya había sido encarcelado y torturado durante cinco meses en 1987 bajo Bourghiba y fue liberado al tomar el poder Ben Ali en 1987, que había prometido hacer tabla rasa con el pasado. Faisal, siempre brillante en los estudios, debió abandonar la universidad luego de dos años en los que extrañamente no pudo aprobar ningún examen.»
El 1 de octubre de 1991, la policía fuerza las puertas e irrumpe en la casa de la familia Barraket buscando al hijo de Khira. Cuatro de ellos, pistola en la sien, son arrestados y llevados a la comisaría. El 8 de octubre de 1991, Faysal muere horriblemente torturado en las celdas secretas de la comisaría, frente a su hermano Jamel. Le habían introducido en el ano un garrote de unos 15cm que le produjo la laceración de la conexión rectosigmoidea. La policía declarará que Faysal murió en un accidente vial. Mientras Jamel se encontraba aún encarcelado y bajo tortura, se les dice a los padres, como siempre, que no se halla en una de las cárceles de la gobernación de Nabeul.
Khira , enjugándose las lágrimas le pasa el micrófono a Jamel, que hablará, según sus propias palabras, en el doble papel de hermano de Faisal y de víctima él mismo de las torturas. Durante su exposición sus ojos permanecen brillantes. Dos meses de infierno, encarcelado en Nabeul y luego cuatro meses más en los subterráneos del Ministerio del Interior.
«Sonaba una timbre para advertirnos que vendrían a buscar a los detenidos para llevarlos a las audiencias procesales, pero al mismo tiempo llegaba el equipo de torturadores… Todavía hoy con solo ver un policía que dirige el tránsito me pongo a temblar… A veces elegían a alguno de nosotros para torturarlo delante de los demás… recuerdo que un hombre perdió un riñón a causa de los bastonazos y que cuando salió de la cárcel se volvió totalmente loco.»
Jamel prosigue afirmando que recogió muchos testimonios de lo que le hicieron a su hermano, pero que solo en 2013 su familia, apoyada por la Organización contra la Tortura en Túnez, obtuvo la reapertura del caso. Cuatro médicos nombrados por el Comisariado de la ONU para los Derechos Humanos y de Amnesty Internacional obtuvieron la exhumación del cadáver y la consiguiente comprobación de las torturas a que fuera sometido.
En Menzel Bouzelfa ha sido consagrada una plaza a la memoria de Faysal Baraket
Los siguientes testimonios se refieren al militante islámista Kassem Al Chamki, que murió torturado en Nabeuf el 27 de octubre de 1991, en la misma comisaría en que había sido asesinado Faysal Baraket y Basma Albali obligada a los 17 años a lavar en el piso la sangre de Faysal Baraket.
Y por primera vez da testimonio público un antiguo combatiente contra la colonización francesa, perteneciente al movimiento yousefista, Hamadi Garess, de 84 años muy bien llevados. Con gran orgullo Garess recuerda algunos terribles episodios de la lucha contra los franceses, como la ocupación de la aldea de Tazarka en la que, según su relato, fueron violadas las mujeres y asesinados los recién nacidos. Fue este el episodio clave que hizo rechazar a Salah Ben Youssef las negociaciones que en cambio Bourguiba había entablado con los franceses, dispuestos a pactar a cambio de la entrega de la armas por parte de los tunecinos. Fue así como Bourghiba, con engaños, consiguió que le entregaron las armas los partidarios de Ben Youssef.
«La misión por la cual estoy hoy aquí es la de requerir a las instituciones judiciales la reapertura de los expedientes relacionados con las víctimas pertenecientes al movimiento de Salah Ben Youssef, la puesta en marcha de una nueva investigación sobre los procesos y condenas de estas personas, estén vivas o muertas, a fin de conocer los nombres de quienes impartieron las órdenes en el período 1955-56.»
Recordemos que Salah Ben Youssef, de aliado de Bourghiba, se convirtió en su enemigo, fue expulsado del partido Destour durante el congreso que el partido llevó a cabo en noviembre de 1955 e instó a la lucha contra Bourghiba en el sur del país. Dos veces condenado a muerte, entre 1957 y 1958, huyó de la cárcel y se refugió en Libia, Egipto y finalmente Alemania. El 12 de agosto de 1961 fue asesinado en Francfurt por dos sicarios de Bourghiba.
Hamadi Garess afirma que entre los ocupantes franceses y el Comandante Supremo (como le gustaba llamarse a Habib Bourghiba) existían acuerdos para romper los últimos focos de resistencia en el país. Lo más grave fue que, después de la proclamación de la independencia del país, las tropas francesas permanecieron en el territorio y continuaron atacando a los resistentes refugiados en los bosques y bombardeando los montes donde se habían refugiado.
«¿Cómo pudo suceder? ¿Eran bombardeos realizados con el aval de Bourghiba? Estoy seguro de que aún están en las montañas los cuerpos de aquellos combatientes…»
«Les pregunto a nuestros gobernantes ¿cómo es posible que aún exista en el centro de Túnez una calle dedicada a De Gaulle?
Así concluye la segunda jornada de audiencias públicas, otro pedazo de historia que, a contracorriente del tiempo, va encajando en ese puzzle que parecía sin solución antes del certero trabajo de reconstrucción de la Instancia Verdad y Dignidad. De las madres de los mártires de la revolución del 2010/2011 hasta los panarabistas de Salah Ben Youssef, Túnez ha comenzado finalmente a mirarse en el espejo para desmitificar más de sesenta años de ocultamiento de la verdad.
A partir de mañana nada será como antes.
Fuente original: http://www.tunisiainred.org/ti