«Subrayamos que los Estados que apoyan al terrorismo, arriesgan a convertirse en víctimas del mal que promueven», afirmó el presidente de los Estados Unidos como única opinión frente a los atentados terroristas sufridos por Irán el pasado miércoles 7 de junio. Ataques que tuvieron como objetivo dos símbolos del país persa: un emblema político como […]
«Subrayamos que los Estados que apoyan al terrorismo, arriesgan a convertirse en víctimas del mal que promueven», afirmó el presidente de los Estados Unidos como única opinión frente a los atentados terroristas sufridos por Irán el pasado miércoles 7 de junio.
Ataques que tuvieron como objetivo dos símbolos del país persa: un emblema político como es la sede del Parlamento – Mayles – en el centro de Teherán, la capital iraní y el Mausoleo del Iman Jomeini al sur de Teherán, referente histórico y religioso. Actos de terror que causaron la muerte de 17 personas y heridas a un medio centenar. Las palabras del presidente estadounidense lo retratan como el personaje que es: un ser dotado de escasa inteligencia, de nula diplomacia y sobre todo expresa el tipo de política que desprecia a los pueblos con la nula solidaridad y humanidad frente a hechos que afectan a su sociedad.
Las expresiones de Trump, según declaraciones dadas a conocer por el canciller iraní, Mohamed Yavad Zarif causaron honda indignación «es repugnante en momentos que los iraníes enfrentan el terror apoyad por los clientes de Estados Unidos» Adjetivo que sintetiza la política exterior estadounidense cuando se trata de demostrar la profunda hostilidad frente a las muestras de soberanía y dignidad que ha demostrado irán frente a las agresiones del propio Estados Unidos o los clientes de este como lo señala Zarif. Clientes, aliados, títeres, herramientas del imperialismo en oriente medio como es el caso de la entidad sionista y la Casa al Saud, que con sus ideologías terroristas: sionismo y wahabismo llevan a cabo las políticas dictadas por Washington para esa zona del mundo.
Resulta a todas luces, despreciable, aborrecible, y detestable las expresiones del gobierno estadounidense, como también la conducta de su poder legislativo, el cual en momentos que Irán sufría lo atentados que cegaron la vida de 17 de sus ciudadanos, el Senado norteamericano con 92 votos a favor y 7 en contra votaba por ampliar las sanciones contra la república islámica de irán y que contempla la imposición de sanciones contra personas que estén relacionadas con el programa de misiles de irán, como también contra todo aquel que se relacione con este programa en materias militares o comerciales.
Medidas sancionatorias que también se aplicarían contra el cuerpo de Guardianes de la revolución islámica de irán con relación a embargo de armas. Una votación igual de repugnante, oportunista y despreciable donde los 7 votos en contra no fueron por razones de oposición a las medidas coercitivas, sino que buscaba el aplazamiento de la votación. La única voz disonante en este coro execrable fue la del ex precandidato demócrata a la presidencia por los demócratas , Bernie Sanders quien opinó que no era un buen momento para extender las sanciones contra irán, sugiriendo aplazar la sesión en solidaridad con las víctimas de los atentados en Teherán «Seamos conscientes que hoy en día el pueblo de Irán sufrió un terrorífico ataque terrorista en su capital, Teherán, en el que murieron 12 personas y muchas más resultaron heridas» sostuvo Sanders ante sus colegas. La conciencia y la dignidad no son concepto que apliquen a la política estadounidense.
Las palabras de Trump, no sólo son ofensivas para el pueblo de Irán, que ha demostrado su profunda vocación de paz en una región como Oriente Medio sacudida por guerras de agresión y crimen, justamente promovidas por aquellos que como Estados Unidos hipócritamente señalan a otros como responsables. Gobiernos estadounidenses sin distinción entre republicanos y demócratas, que junto a sus agencias de inteligencia y aliados como Francia y Gran Bretaña junto a sus «clientes menores» como la entidad sionista, Arabia Saudí y gran parte de las Monarquías Ribereñas del Golfo Pérsico han unido sus esfuerzos en guerras de agresión y atropellos contra los pueblos de Palestina, Siria, El Líbano, Irak, Yemen, Bahréin, Afganistán entre otros. Las declaraciones de Trump, indudablemente, son también humillantes para la dignidad del ser humano, para la posibilidad de buscar caminos de entendimiento entre los países. Son insultantes para el trabajo de las organizaciones internacionales como la ONU pero, sobre todo, son ofensivas para la inteligencia humana.
Trump alienta el terrorismo
Si la lógica de la manifestación «intelectual» del multimillonario devenido presidente de Estados Unidos efectivamente se concreta, es decir «aquellos que apoyan el terrorismo arriesgan a convertirse en víctimas del mal que promueven» debemos esperar entonces, atentados – sean estos los primeros o repetitivos – contra las capitales, ciudades, residencias presidenciales, palacios reales, parlamentos y símbolos políticos, militares y económicos de países como Estados Unidos, Inglaterra, Bélgica, Francia, Italia, España, Alemania, Arabia Saudí, la entidad sionista, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Kuwait entre otros. Países cuyos gobiernos de democracia representativa y monarquías han sido los apoyos en la creación, desarrollo y acción de grupos terroristas como Daesh, Fath al Sham, Ahrar al Sham y otros cientos de movimientos y bandas que operan en el Magreb, Oriente Medio y Asia Central. Si existe alguien que efectivamente ha financiado el terrorismo y lo han promocionado en virtud de sus intereses hegemónico es estados Unidos y sus socios. Hay que atenerse entonces, Sr. Trump, a los efectos derivados de esa política nefasta.
Las expresiones de Donald Trump, no sólo reflejan un tipo de política indecente y fuera de toda norma humanitaria, sino que une a lo repugnante la escasa inteligencia y una inmoralidad que debe ser ampliamente rechazada por los países del mundo y sus organizaciones políticas. El atentado criminal en Teherán es la expresión del proyecto criminal dado a conocer por Washington en su visita a sus socios y clientes en Oriente Medio: Arabia saudí y la entidad sionista. Estos recibieron las órdenes de actuar contra Irán directamente de la presidencia estadounidense, de su secretaria de estado y su cartera de guerra. No hubo intermediarios a fines de mayo cuando Trump estuvo en Riad y Tel Aviv. La orden fue atacar a Irán usando para ello a las herramientas de terror con que el Sionismo y el Wahabismo cuentan: las bandas de fanáticos takfirí.
La República Islámica de Irán se levantará de este atentado con la misma fuerza que ha mostrado en su milenaria historia. Sus dirigentes lo han dicho: este es un atentado que se inscribe dentro de la política de hostilidad de Washington y sus aliados sionistas y wahabitas contra la revolución islámica. En ese marco, se han detectado otros planes desestabilizadores, que han sido frustrados. «Esto no fue el primer plan terrorista; durante los últimos dos años se han neutralizado más de 100 actos terroristas» reveló a la prensa el Ministro de Inteligencia de Irán, Seyed Mahmud Alavi. El alto funcionario del gobierno iraní también señaló frente a las afirmaciones de Trump emitidas con relación al atentado y su nula solidaridad con el pueblo de Irán que «al imperialismo mundial, encabezado por Washington, no le importa el derecho a la vida del ser humano. Ellos instrumentalizan los asuntos como los derechos humanos, la lucha contra el terrorismo y la masacre masiva, aprovechan este tipo de conceptos para satisfacer sus propios intereses nacionales. No les importa los derechos humanos, ni el derecho del ser humano y el derecho a la vida»
Los atentados contra Irán no generaron luces solidarias en occidente con la bandera de la nación persa en la Torre de Londres, en el Sidney Opera House, la Puerta de Brandenburgo o la Torre Eiffel. No salieron carteles con inscripciones afirmando Je Suis Teherán mostrando con ello esta visión política y comunicacional de occidente de una doble moral, un doble rasero respecto a que ciertos hechos merecen el repudio y la atención mundial y otros simplemente se dejan pasar como condición natural de lo que es el mundo. Eso es tan despreciable como las declaraciones injuriosas de Donald Trump. Sobre todo porque no ha sido Irán el patrocinador de Daesh u otros grupos vinculados a la ideología takfirí. No ha sido Irán el que agrede a Siria, Libia, Irak, Bahrein o Yemen. No es Irán quien ataca a la población indefensa de palestina, construye asentamientos con colonos extremistas en suelo palestino. No construye muros que segregan, ni establece check points limitando el desplazamiento en los territorios ocupados de Palestina. Irán no envía portaviones ni despliega sistema de misiles en Asia, la frontera con Rusia o planea y ejecuta Golpes de Estado en Latinoamérica, Asia, África o Europa.
Los atentados en Irán no afectarán la seguridad de esta nación y menos aún su estabilidad. Para Bahram Qasemi, portavoz de la cancillería iraní «las acciones terroristas del pasado miércoles 7 de junio en Teherán carecen de cualquier valor operativo y militar. Todo esto se debe a que los enemigos de Irán no pueden soportar la seguridad, la estabilidad y la democracia reinante en nuestro país. La República Islámica de Irán siempre y en todo momento ha tratado desde su origen y raíz el terrorismo en la región pues considera que la expansión de esta lacra pone en peligro todo mundo. El terrorismo tiene sus orígenes en focos determinados y busca un solo objetivo: socavar la libertad, la humanidad y la democracia»
Irán es consciente que su lucha contra los enemigos de la revolución se libra también fuera de sus fronteras. Y, esa certeza es la prueba que el apoyo de la República Islámica de Irán a la lucha del pueblo sirio, el de Irak, su amistad y lucha conjunta con los miembros del Eje de la Resistencia se mantendrá a pesar de sanciones y amenazas. La clara política interna y de apoyo externo iraní permite avizorar, que frente a los crímenes de la triada sangrienta conformada por Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí, se erige un muro de dignidad pero también de poderío militar dispuesto a dar dura batalla contra los intentos hegemónicos de aquellos que han apoyado efectivamente el terrorismo en la región y que más temprano que tarde soportaran, con todas su consecuencias, ese terror en sus propias ciudades.
La torpeza, escasa inteligencia y sobre todo la política repugnante de Trump y sus socios tendrá efectos devastadores para sus sociedades. Esto, porque sus hijos putativo giraran sus armas y bombas contra aquellos que los han mecido desde la cuna, les enseñaron a andar y los han soltado por el mundo como fieras asesinas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.