El fuego de la metralla con la que cayó en la emboscada del 4 de octubre pasado la patrulla conjunta del comando norteamericano SOC África-(Comando de Operaciones Especiales para África) y tropa del poderoso Batallón nigerino de Seguridad e Inteligencia (BSR), en la región suroccidental de Tillabery, próxima a la frontera con Mali (Ver Níger: […]
El fuego de la metralla con la que cayó en la emboscada del 4 de octubre pasado la patrulla conjunta del comando norteamericano SOC África-(Comando de Operaciones Especiales para África) y tropa del poderoso Batallón nigerino de Seguridad e Inteligencia (BSR), en la región suroccidental de Tillabery, próxima a la frontera con Mali (Ver Níger: Cacería en el Sahel) en la que murieron cuatros efectivos norteamericanos y cinco del ejército africano, ha llegado hasta Washington, buscado la rubicunda y fláccida anatomía del presidente Donald Trump.
Con el ataque reivindicado por Jamaat al-Nasr Islam wa al-muminin (Grupo para la victoria del Islam y de los fieles), o Nusrat al-Islam, la coalición conformada en abril último, por varias organizaciones fundamentalistas de activa presencia en el Sahel, quedó al descubierto para la opinión pública que el Pentágono realiza más acciones, por lo menos en Níger, junto a la frontera con Mali, epicentro del accionar de bandas vinculadas fundamentalmente con al-Qaeda global, pero donde el Daesh, también ha ganado muchos seguidores.
Myeshia Johnson, que no es la jefa de ninguna organización wahabita, sino la viuda del sargento La David Johnson, atacó duramente a Trump, al revelar el lunes pasado los términos y la torpeza del presidente al comunicarse telefónicamente con ella para brindarle el pésame oficial por la muerte en acción de su marido. Los dichos de la viuda en diferentes programas de televisión han generaron una controversia nacional, que es motivo de análisis y asombro en gran cantidad de medios norteamericanos y del resto del mundo.
La viuda, quien tiene dos hijos del sargento y está embarazada del tercero, declaró que el llamado le agregó mayor dolor a su pérdida, ya que el magnate y presidente ni siquiera supo el nombre del sargento muerto en las arenas africanas y agregó que aunque el sargento de 25 años conocía los riesgos «igual su muerte es dolorosa». Tras las revelaciones de la viuda, Trump salió a desmentir los dichos de la viuda, aunque fue inmediatamente desmentido por la congresista demócrata Frederica Wilson, quien estaba junto a la familia en el momento del llamado, de cinco minutos, del presidente dijo que Trump carecía del tacto que estas situaciones requieren.
El senador republicano y ultra conservador John McCain, veterano y «héroe» de la guerra de Vietnam, salió a sacar ventaja de su rival político, con quien compite por colocarse más a la derecha frente a la sociedad norteamericana, diciendo que la Casa Blanca carece de información sobre lo que realmente sucedió en el desierto de Tillabery. MCcain, el veterano de guerra más famoso del país, cuyo bombardero fue derribado en Vietnam, por lo que sufrió graves heridas y permaneció seis años prisionero en lo que se conocía como Hanoi Hilton, reprochó a Trump por carecer de antecedentes militares ya que de los cinco llamados que recibió para alistarse para combatir en Vietnam, cuatro los postergó por estudios y el último por «espolones óseos» en sus talones.
La muerte de estos cuatro militares apunta a convertirse en un escándalo mayúsculo, en un gobierno que a pesar de no cumplir el año establecido, no ha dejado de producirlos de modo industrial.
Para impedir que el escándalo se desmadre, el jefe de Defensa, el general James «Perro Loco» Mattis, debió visitar el Congreso para entrevistarse y calmar al senador McCain, quien había amenazado con judicializar el caso para que se conozca lo ocurrido en Níger. Tras la reunión, el senador por Arizona dijo que tenía 100 preguntas que los funcionarios no podían responder, para terminar agregando: «fue más fácil con Obama averiguar sobre operaciones militares activas».
A medida que se conocen los detalles de la operación en la que fueron muertos los cuatro «boinas verdes», se producen cada vez más interrogantes ya que la caravana atacada llevaba solo armamento liviano, sus camionetas no eran artilladas y los hombres viajaban sin el uniforme reglamentario que incluye chalecos antibalas y cascos entre otros elementos de seguridad, sino que lo hacían con camisetas y gorras de béisbol.
El Departamento de Defensa anunció que está llevando una investigación sobre el incidente en que se vieron involucrados una docena de soldados norteamericanos y 40 nigerinos. A su vez el senador demócrata Jack Reed también ha realizado un pedido de informes al respecto.
Sin bien todas las fuentes coincidían, desde que se conoció la emboscada, que las bajas norteamericanas eran tres: el sargento Bryan C. Black, sargento del personal Jeremiah W. Johnson y Sargento del personal Dustin M. Wright, recién se supo casi doce horas más tarde de la desaparición de un cuarto hombre que justamente era el sargento La David Johnson y recién dos días más tarde, cuando ya había llegado a Niamey, la capital de Níger, comandos norteamericanos desde las bases Sigonella (Italia) y Djibouti. Un anciano de una aldea cercana informó a soldados nigerinos, que el cuerpo se encontraba en un bosque cercano al lugar del ataque.
Funcionarios del Pentágono dijeron que necesitarían entre 30 y 60 días para concluir la investigación, que estará liderada por el general de división del ejército Roger L. Cloutier Jr., jefe de personal del AFRICOM (Comando militar de África) con sede en Stuttgart, Alemania, aunque también corre el rumor que alguna oficina del FBI sea encargada de la investigación.
Todavía se desconoce cómo Johnson se perdió de sus compañeros, aunque se sospecha que habría sufrido torturas e incluso la decapitación ritual practicada habitualmente por los fundamentalistas, ya que se le ha impedido a la familia del sargento ver el cuerpo e incluso, más allá del derecho de los familiares a hacerlo, el Pentágono lo ha desaconsejado.
Un ambiente operativo volátil, incierto, complejo y ambiguo.
Con la excusa de perseguir a los terroristas que estén huyendo desde Medio Oriente, a África, el Pentágono justifica la presencia de sus hombres en el continente, aunque fue una sorpresa para todos que solo en Níger haya 800 militares norteamericanos, lo que obligó al senador demócrata por Virginia Tim Kaine, a reconocer que el Congreso no estaba «completamente» informado.
Que dicha presencia solo haya sido descubierta por la operación de combate más letal para soldados norteamericanos en los nueve meses que lleva la administración Trump, en un país donde las fuerzas norteamericanas no tienen una misión activa de combate directo, ha puesto la lente en la atención no solo de los políticos, los medios y la sociedad norteamericana, sino de potencias que tienen importantes intereses económicos en el continente como lo es China y de modo menor Rusia.
Hasta ahora se sabía que la presencia de Estados Unidos en Níger; además de la remanida excusa de «asesoramiento», montaba una planta de drones «Reaper» para controlar las operaciones en el conflictivo norte de Mali y áreas colindantes, pero nada se decía de la posibilidad de que sus hombres entrasen en combate.
Tras el incidente de principio de octubre el gobierno de Trump se amparara en la ley de apenas 60 palabras, promulgada en 2001, bajó el gobierno de George W. Bush conocida como AUMF (Autorización de uso de la fuerza militar) que Bush utilizó para atacar Afganistán, que evita los «engorrosos» trámites burocráticos como el de pasar por el Congreso, para autorizar una medida semejante. Y en estos últimos 16 le permitió a Washington operar sin resquemores en gran parte del mundo.
Se cree que un número importante de personal militar y mucho más después de la emboscada de Tillabery están próximo a ingresar Níger, para articular junto a las fuerzas francesas de la operación Barkhane (Duna Movediza) desde 2014 dispone de unos 14 mil hombres en el norte de Mali, contradiciendo la resolución 2085 del Consejo de las Naciones Unidas que sólo autoriza la intervención de fuerzas militares africanas.
Los Estados Unidos ya tienen desplegados en el continente unos 6500 hombres, pasando de realizar 172 ejercicios, programas y operaciones al año hace una década a 3500 en la actualidad, es decir unas 10 misiones al día, que abarcan toda la franja del Sahel desde Camerún a Somalia que en marzo último fue designada «zona de actividades hostiles»; e incluyendo Djibouti, donde cuenta con la base Camp Lemonnier, (hasta ahora la más importante con que Washington cuenta en África) y la conflictiva Libia o lo que queda de ella.
En todo ese amplio sector del continente la presencia de cuerpos de operaciones especiales como SEALS de la Marina y Boinas Verdes del Ejército de Tierra, tienen cada vez más injerencia. En ese «ambiente operativo volátil, incierto, complejo y ambiguo, en la zona gris entre la paz y la guerra tradicionales» como definió ese territorio el general al mando de esas operaciones especiales, el brigadier general Donald Bolduc, en 2015.
Quizás la emboscada en que cayó el último 4 de octubre el presidente norteamericano Donald Trump, la pueda reconvertir en una excelente excusa para concretar sus planes sobre África.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.