Ha pasado un año desde que Donald Trump asumiera el cargo de presidente de Estados Unidos. Para tener una idea de hacia dónde se dirige la administración Trump y cómo se puede construir una alternativa progresista, hablamos con el autor y activista socialista John Catalinotto (*). Conversamos sobre la necesidad de construir un movimiento contra […]
Ha pasado un año desde que Donald Trump asumiera el cargo de presidente de Estados Unidos. Para tener una idea de hacia dónde se dirige la administración Trump y cómo se puede construir una alternativa progresista, hablamos con el autor y activista socialista John Catalinotto (*). Conversamos sobre la necesidad de construir un movimiento contra la guerra, sobre la oposición organizada por el Partido Demócrata y más allá de eso, sobre la resistencia contra la (racista) violencia policial y la política exterior de Estados Unidos bajo Trump. Hace un año, usted expresaba serias dudas sobre la idea de que la política exterior estadounidense se volvería menos agresiva. En cambio, hemos visto una multiplicación de amenazas explícitas contra Venezuela, Irán o Corea del Norte. Esto confirma su evaluación…
En este momento, el Pentágono está asentado firmemente en la Casa Blanca. Tres generales están manejando el espectáculo. Es posible que los generales no puedan controlar lo que Trump tuitea, pero tienen carta blanca para hacer su política militar sin consultar a los civiles.
Han intensificado el numero de tropas en Afganistán y la activa intervención militar en África, y además de lo que usted mencionó, apoyan a Arabia Saudita en Yemen. El trabajo de Trump es vender armas fabricadas en Estados Unidos a Japón, Corea del Sur y Arabia Saudita.
La amenaza del imperialismo estadounidense pone de relieve la necesidad de construir un movimiento contra la guerra, como hemos visto en otros contextos históricos como la década de 1960. ¿Cómo se está desarrollando este movimiento? ¿Cuáles son sus principales obstáculos?
En lugar de ser antiguerra, el movimiento anti-Trump está mucho más orientado a resistir su racismo, su misoginia, sus políticas antiinmigrantes y últimamente sus amplios ataques contra la clase trabajadora – lo cual incluye el ataque fallido contra «Obamacare» y un nuevo plan de impuestos que ayuda a los súper ricos y promete agotar los servicios para los pobres.
Las fuerzas antiguerra han estado organizándose, han realizado manifestaciones y convocado conferencias. Se oponen a las amenazas contra la Corea Popular, Venezuela e Irán. Una manifestación en las calles sobre estos temas despierta poca oposición pero también poco interés entre las masas. En el amplio movimiento anti-Trump que describí antes, hay mucha menos actividad en el frente antiimperialista. Temen lo que pueda hacer Trump, temen que pueda twittear a su estilo hacia una guerra nuclear. Pero no están preparados para protestar contra esta posible guerra en las calles, por lo menos no es el caso todavía.
Un obstáculo es que – aparte de las declaraciones más violentas de Trump – la clase dominante de EE. UU. apoya las aventuras imperialistas de Washington. El Partido Demócrata es tan proimperialista como los republicanos; los Demócratas simplemente afirman que sus intervenciones son «humanitarias».
¿Cómo analiza la histeria mediática actual sobre los supuestos vínculos entre los miembros de la administración Trump y Rusia?
Para el sector de la clase gobernante que se opone a Trump y quiere alejarlo o al menos controlar su administración, atacarlo sobre la base de vínculos reales o presuntos con Rusia es el problema perfecto. Les permite movilizar fuerzas contra Trump sin adoptar una posición progresista. Si se movilizaran contra el racismo o en defensa de un salario mínimo más alto, podrían aprovechar un movimiento de masas que causaría problemas a los intereses de la clase dominante.
En su lugar, recurren a la mentalidad de la Guerra Fría alimentada por la confrontación de clases de los Estados Unidos con la URSS y que aún motiva a secciones del Departamento de Estado y el Pentágono, aunque la Rusia actual sea un rival capitalista y no un enemigo socialista.
No me sorprende que el New York Times y el Washington Post y los políticos del Partido Demócrata impulsen la conexión con Rusia. Su posición siempre fue anti-URSS y quieren un gobierno ruso completamente subordinado al imperialismo estadounidense, como lo fue el de Yeltsin.
Entonces podemos decir que los medios están reciclando sus propios cuentos de hadas contra los rusos. ¿Cómo deberíamos reaccionar a esta propaganda?
Lo que es un problema para nosotros en la izquierda, es cuando la oposición masiva socialdemócrata a Trump, ataca a Trump por querer llegar a un acuerdo con Rusia. Lo que debería hacer es luchar contra él por su racismo, sus ataques contra las mujeres, los mexicanos, los musulmanes o sus ataques contra la clase trabajadora en general.
Protestas durante la toma de posesión de Trump
¿Dónde están actualmente las fuerzas progresistas?
Primero definamos a qué nos referimos con fuerzas progresistas. Voy a dividir esas fuerzas en dos grupos, que fueron definidos por las dos manifestaciones en el momento de la inauguración de Trump. El 20 de enero, un movimiento radical formado por fuerzas antifascistas, orientadas tanto por anarquistas como por comunistas, combatió en las calles de Washington y fue atacado por la policía. El 21 de enero, la marcha de las mujeres fue mucho más amplia, pero su política estaba mucho más cercana al Partido Demócrata.
Este grupo más amplio, aunque era principalmente femenino, probablemente estaba más cerca de Bernie Sanders que de Hillary Clinton en sus políticas. Yo dir ía que millones de personas se han vuelto políticamente activas para trabajar contra Trump. Es un fenómeno nuevo en los Estados Unidos. Medio en broma se llaman a sí mismos «la Resistencia», ya que gran parte de su trabajo se limita a lograr que los demócratas sean elegidos y reemplacen a los republicanos en el Congreso y en las oficinas estatales y locales.
Más allá de las limitaciones del partido Demócrata, ¿estos grupos pueden desempeñar un papel significativo en los asuntos clave?
Sí . En realidad, también emprenden acciones independientes del Partido Demócrata, por ejemplo, la defensa de los derechos de los inmigrantes que el gobierno intenta expulsar del país. También se mostraron muy activos apoyando la Ley de Asistencia Asequible, conocida como Obamacare, y ayudaron a evitar que el Congreso aprobara severos recortes a la atención médica. Algunas de esas fuerzas son desviadas por quienes se centran en la supuesta intervención rusa en las elecciones estadounidenses como arma legal contra Trump.
Aunque este amplio grupo anti-Trump tiene algo así como lo que en Europa se consideraría una política socialdemócrata (es decir, antes de que todos los partidos «socialistas» europeos se identificaran con la economía neoliberal), su actividad continua crea un gran espacio para más intervención radical en la lucha, porque alimentan la ira contra el presidente. Esta ira puede volverse contra la clase dominante en su totalidad. Trump, después de todo, representa a esta clase dominante, pero lo hace de una manera tan descarada que cualquier persona decente en los Estados Unidos que no sea racista puede verlo claramente.
El lado malo de que Trump sea un monstruo es que, al expresar abiertamente su racismo, chovinismo y misoginia, ha abierto un espacio para que elementos supremacistas y fascistas blancos hablen y se movilicen pública y abiertamente. Lo vimos el fin de semana del 12 de agosto en Charlottesville, Virginia. En respuesta, el ala más radical de las fuerzas anti-Trump ha comenzado a enfrentarse a los fascistas, a luchar contra los fascistas en las calles. Entre ellos hay muchos que se han convertido en anticapitalistas y un número menor que son prosocialistas, procomunistas, que comienzan a leer a Marx y a Lenin y buscan una respuesta revolucionaria.
Marcha «Unite the Right» en Charlottesville
¿Podrán construir una alternativa?
Te daré un ejemplo de mi propio partido, Workers World Party. Durante la mayoría de los 26 años transcurridos desde la desaparición de la URSS, apenas pudimos reclutar nuevos camaradas jóvenes. En los últimos dos años, hemos duplicado en tamaño, con la mayoría de los jóvenes que han estado activos en el movimiento Black Lives Matter, en el movimiento antifascista y en todo lo opuesto a Trump.
Este crecimiento está ocurriendo entre todas las tendencias políticas a la izquierda de Sanders. La izquierda revolucionaria aún no puede jugar un papel estable en el movimiento anti-Trump más amplio que describí antes. No es porque sea un error hacerlo, sino porque todavía somos demasiado pequeños para influir en este movimiento, excepto en los momentos clave.
Por ejemplo, en Boston, en agosto, algunos tipos fascistas que pretendían ser «de ultraderecha» (alt-right, ndlR) intentaron organizar una manifestación pública y decenas de miles de personas marcharon y los detuvieron. La gente de Black Lives Matter y los movimientos LGBTQ lideraron la marcha.
Hay un n ú mero considerable de personas latinoamericanas en los Estados Unidos. Trump hizo declaraciones muy hostiles contra los trabajadores latinos y juró expulsarlos al otro lado de la frontera … Estas declaraciones tenían el objetivo de movilizar a un grupo de trabajadores contra otro, basado en una visión étnica. ¿ Le ha funcionado?
Trump fue elegido en base al racismo y la misoginia, junto con un creciente desencanto hacia los políticos del establishment. Aunque ha seguido perdiendo apoyo general en la actual atmósfera política -su índice de votos es del 38 por ciento- la mayoría de las investigaciones afirman que las personas que lo apoyaron con entusiasmo cuando votaron por él volverían a votar por él. Para mí, si eso es cierto, significa que mantiene el control de los elementos racistas en su base de apoyo.
Cuando insulta a los mexicanos, ataca a los inmigrantes e insulta a los portorriqueños (que son ciudadanos estadounidenses), está reforzando el racismo de su base política y utilizando el racismo para reforzar su apoyo hacia él. Lo mismo es cierto cuando ataca a los musulmanes o prohíbe la inmigración desde países mayoritariamente musulmanes. Desde un punto de vista diplomático parece estúpido. No hace nada para detener el «terrorismo» ya que quienes cometen la mayoría de los asesinatos en masa en EE. UU son en su mayoría hombres blancos nacidos en EE. UU.
Hace un año, usted mencionó que hubo un notable aumento en la violencia policial contra las comunidades negras. ¿Cómo ha evolucionado esto después de los años de Obama?
La violencia policial ha continuado al mismo ritmo aun cuando la resistencia ha continuado. La policía ve a Trump como un aliado. La comunidad Negra y la resistencia radical lo ven como un enemigo.
El racismo en los Estados Unidos está estrechamente relacionado con el color de la piel debido a la historia de la esclavitud y la continua opresión de los afroamericanos. Entonces, cuando Trump tuitea ataques contra los atletas que «se ponen de rodillas» durante la emisión del himno nacional para protestar por la brutalidad policial, Trump marca un punto directo en direcci ón de quienes est á n infectados con esa ideología racista. En efecto, polariza a la sociedad estadounidense al tratar de mantener a los racistas movilizados detrás suyo.
En las elecciones de 2017, las llamadas elecciones «fuera del año» («off-year», ndlR) porque pocas son para puestos importantes, los demócratas ganaron el puesto del gobernador en Virginia y Nueva Jersey. Hubo algunas otras elecciones que mostraron un modesto giro respecto a Trump.
Marcha de Black Lives Matter
Volvamos a la política exterior. El «mal ejemplo» que Venezuela representa en el «patio trasero» de Estados Unidos lo ha convertido en un objetivo central para Estados Unidos, principalmente a través del apoyo a ciertas «ONG». Después del éxito del chavismo en elecciones recientes, y teniendo a la oposición venezolana más débil que nunca, también hemos visto un enfoque más descarado con Trump, sugiriendo incluso una posible intervención militar. ¿Qué estrategia podemos esperar de la administración Trump en el futuro?
No puedo predecir pasos específicos de la administración Trump con respecto a Venezuela que sean diferentes a los que ya había hecho cada administración anterior. Los estrategas del imperialismo de Estados Unidos ven al gobierno bolivariano como su enemigo y han estado probando diversas tácticas para eliminarlo. Hasta ahora, estas tácticas se han basado principalmente en la oposición proimperialista en Venezuela y el estado cliente de EE.UU. que es Colombia. Las ONG solo son efectivas si existe una oposición. Con la oposición derechista desorganizada, Washington puede intensificar la intervención directa. En la medida de nuestras posibilidades, demostraremos solidaridad con la Venezuela bolivariana.
El voto de la ONU respecto al bloqueo de Estados Unidos contra Cuba produjo un rechazo casi unánime del mundo entero, con la excepción de Estados Unidos e Israel. ¿Qué tan importantes son los grupos anticubanos y su cabildeo entre la administración Trump? ¿Cree que la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba est á en peligro?
En cuanto a Cuba, es algo más claro. Trump ha comenzado a revertir los pasos que Barack Obama tomó en la apertura de las relaciones con Cuba con su discurso del 17 de diciembre de 2014. Trump está habl ándole a la parte más reaccionaria de la comunidad cubanoamericana, los «gusanos» originales -terroristas y gánsteres contrarrevolucionarios- que han estado intentando y fracasaron en derrocar a la Revolución cubana desde 1959. Obama reconoció que esta política fue un fracaso desde el punto de vista de Washington.
Trump tiene como objetivo interrumpir las relaciones con Cuba. Pero tiene problemas con eso. Uno es que la mayoría de los cubanoamericanos prefiere una normalización de las relaciones con Cuba: quieren visitar a sus familiares y enviarles dinero. Otro es que hay negocios de EE. UU. que pueden beneficiarse de las relaciones económicas con Cuba.
*John Catalinotto ha militado activamente en contra de las políticas imperialistas desde la Crisis de los Misiles en octubre de 1962. Desde 1982 es director de Workers World, el último periódico procomunista que todavía se publica semanalmente en papel en Estados Unidos. Fue coorganizador del Tribunal de Crímenes de Guerra en Yugoslavia celebrado en Nueva York en junio de 2000 y del Tribunal de Crímenes de Guerra en Iraq celebrado en Nueva York en 2004, ambos junto con el International Action Center, una organización estadounidense fundada por el activista de los derechos humanos Ramsey Clark. Ha publicado y colaborado en dos libros, Metal of Dishonor about depleted uranium y Hidden Agenda: the U.S.-NATO Takeover of Yugoslavia. Está escribiendo el libro, Turn the Guns Around: Mutinies, Soldier Revolts and Revolutions.
Alex Anfruns es conferenciante, periodista y redactor jefe del medio independiente Investig’Action de Bruselas. En 2007 fue ayudante de dirección del documental Palestina, la verdad asediada. Voces por la paz (disponible con subtítulos en catalán, castellano, inglés y árabe). Entre 2009 y 2014 hizo varios viajes a Egipto y a los territorios palestinos ocupados. Desde 2015 edita cada mes Journal de Notre Amérique.