A pesar del menor crecimiento de su PIB medio en estos últimos años (3,4% y 2,2% en 2015 y 2016, a causa, entre otras, de la caída, desde 2014, de los precios de las materias primas, del petróleo, del que dependen varias economías todavía monoproductoras) respecto al que había alcanzado en los primeros años de […]
A pesar del menor crecimiento de su PIB medio en estos últimos años (3,4% y 2,2% en 2015 y 2016, a causa, entre otras, de la caída, desde 2014, de los precios de las materias primas, del petróleo, del que dependen varias economías todavía monoproductoras) respecto al que había alcanzado en los primeros años de la década (alrededor del 5%), la situación económica de África en este siglo XXI es objeto de un discurso muy diferente, incluso contrario al que había dominado durante las décadas post-coloniales del siglo XX. En particular durante las décadas 1980-1990, caracterizadas por la imposición de políticas de ajuste estructural neoliberal, remedio al endeudamiento crítico de los Estados del Tercer Mundo, y de África en particular.
No sólo la tasa de crecimiento medio del PIB de esta región del mundo se situó, desde los primeros años del nuevo siglo, por encima de la media mundial, aunque inferior a las tasas de crecimiento de las economías de China, India o Singapur; también ha dado pruebas de resilencia frente a la crisis que ha golpeado al centro tradicional de la economía capitalista mundial, al que está muy ligado o es bastante dependiente.
Además, aunque este crecimiento del PIB se explica sobre todo por las inversiones directas extranjeras (IDE), atraídas por una bastante buena rentabilidad de las inversiones, no se puede ignorar la visibilidad adquirida durante el mismo período por empresas africanas consideradas rentables según los criterios de la economía capitalista. Empresas africanas, no sólo en el sentido de empresas instaladas en África, sucursales de empresas extranjeras, sino empresas que pertenecen o son controladas por gente africana, de Mauricio a Marruecos pasando por Kenya y Nigeria. Empresas individuales o familiares cuyos resultados, capitalistas se entiende, se reflejan en el interés que les conceden empresas consultoras, expertas en capitalismo, como McKinsey o el Boston Consulting Group, o en la entrada de algunos de sus propietarios o accionistas mayoritarios en las listas de las mayores fortunas mundiales publicadas por revistas estadounidenses, como Forbes.
Se puede decir que es uno de los efectos del ajuste estructural neoliberal, de la neoliberalización de la mundialización. Invalidando el diagnóstico y el pronóstico sobre la burguesía africana que enunció Frantz Fanon −partiendo de lo que era observable entonces en América Latina−, desde los primeros años post-coloniales: «en el seno de esta burguesía nacional no hay ni industriales ni financieros. La burguesía nacional de los países subdesarrollados no se orienta hacia la producción, la invención, la construcción, el trabajo. Se canaliza por completo hacia actividades de tipo intermediario. Estar en la trama, ésta parece ser su vocación profunda» (Los Condenados de la tierra, 1961). Lo cual −si no hubiera habido el discurso dominante, desde los años 1990, sobre el «fin de las ideologías«, el «fin de la historia«, o dicho de otra manera, la victoria final del capitalismo− habría podido relanzar el debate de los años 1950-1960, e incluso 1970, sobre la cuestión de la existencia o no de clases sociales en África, dentro del cual se planteaba también, para los defensores de su existencia, el papel de la burguesía africana en el contexto post-colonial. Al mismo parece responder uno de los capitalistas africanos más mediáticos, el propietario de Heirs Holdings y Transcorp, Tony O. Elumelu, al añadir a capitalismo el prefijo «afri» (idéntico a «afro») −considerado positivador por el nacionalismo cultural negro-africano, la «diáspora» (negro-)africana−, formándose el africapitalismo, una práctica africana del capitalismo de naturaleza pretendidamente diferente a la dominante en la tradición capitalista: un «capitalismo inclusivo» en vez de exclusivo, que supuestamente aporta «prosperidad económica y riqueza social» a África [1] .
Voy a presentar sólo una panorámica de algunas características de esta clase dominante −características marcadas por las particularidades de cada historia nacional, y también de sus relaciones con el resto del mundo, que no van a ser abordadas aquí−, en este contexto de reestructuración de la economía capitalista mundial, caracterizada entre otras cosas por la emergencia de nuevas potencias capitalistas, no europeas/no occidentales, principalmente China; comenzando por recordar de forma resumida el debate sobre las clases sociales.
El interés de este artículo para el CADTM [Comité pour l’Abolition des Dettes Illégitimes, Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas], más allá del papel jugado por la crisis de la deuda y el consiguiente ajuste estructural neoliberal, puede estar en que es imposible lograr el objetivo fijado (contribuir a «poner en marcha alternativas que liberen a la humanidad de todas las formas de opresión: social, patriarcal, neocolonial, racial…») si no se interesa por, o no se tiene en cuenta, esta dinámica capitalista africana que es estructurante de la vida cotidiana de centenares de millones de africanos, oprimidos de formas diversas, los actuales condenados de la tierra, de Port-Louis a Túnez, pasando por Lilongwe y Kinshasa, aunque, repito una vez más, no se va a analizar una cincuentena de sociedades (países) africanos, sino tan sólo algunas características generales [2] .
Sobre la existencia o no de clases sociales en África
En un período que se extiende sobre todo entre los años 1950-1970, esto es, de la víspera del acceso masivo a la independencia de las colonias europeas de África a las dos primeras décadas de la llamada independencia, intelectuales y mujeres y hombres políticos africanos, así como africanistas extra-africanos, opinaron, discutieron sobre la existencia o no de clases sociales en África. De hecho, sobre el papel que debería jugar o no la lucha de clases en África durante la lucha por la independencia, y sobre todo en la llamada África post-colonial, pues a la existencia de las clases sociales están ligadas, inseparablemente, sus luchas.
Ateniéndonos a algunos actores políticos africanos, entre los principales protagonistas de este debate, grosso modo, estaban por un lado quienes como Léopold Sédar Senghor, Jomo Kenyatta, Julius Nyerere, Kwame Nkrumak, que partiendo del conocimiento que tenían de las sociedades africanas precoloniales así como de la división principal de la sociedad colonial, en colonos y colonizados/indígenas, afirmaban que la existencia de las clases sociales era una realidad de las sociedades europeas, desconocida en el África pre-colonial, más o menos transportada por la estructuración colonial, aunque mucho menor respecto a la división entre opresores coloniales y oprimidos/explotados indígenas. A pesar de la existencia bajo la colonización de afinidades entre el capital colonial y algunas categorías sociales de colonizados, éstos tenían un interés común en liberarse de la dominación colonial y, una vez adquirida la independencia, construir la nación post-colonial, en interés de toda la población, volviendo a conectar con las supuestas tradiciones comunitarias africanas o valores tradicionales africanos dominados durante el período colonial, excluyendo el principio de la lucha de clases, sin hacer en todo caso tabla rasa de la sociedad construida por, y heredada de, la colonización, de su estructuración social. Todas las personas descolonizadas debían tener el mismo interés en la construcción de la nación post-colonial, a pesar de las diferenciaciones sociales jerárquicas heredadas de la sociedad colonial: todas las capas sociales deberían comulgar en esta «unión nacional». Lo que Léopold Sédar Senghor, por ejemplo, teorizó bajo la denominación de «socialismo africano» y que supuestamente practicó como presidente del Senegal. En cuanto a Kwame Nkrumh, que le precedió como jefe de Estado, en Ghana, y figura principal del panafricanismo −panafricanismo compartido también por Senghor y muchos otros, con quienes llegará a fundar la Organización de la Unidad Africana (OUA)−, elaboró, sobre las mismas bases del comunitarismo pre-colonial, adaptado a la era post-colonial, una «filosofía y una ideología para la descolonización y el desarrollo» denominada «conciencismo» (El Conciencismo, 1964) [3] . Incluso en la segunda edición de El Conciencismo (1969), esta ideología está llamada a «reconstituir la sociedad igualitaria» pre-colonial.
Por otro lado estaban quienes, como Frantz Fanon, comprometido en la guerra de liberación nacional argelina, Mehdi Ben Barka, tercermundista marroquí, Amilcar Cabral, dirigente del Partido africano para la independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC) −que también eran panafricanistas−, sostenían que en período colonial y post-colonial había clases sociales indígenas, y después nacionales, con intereses divergentes, aun cuando no se trataban de calcos de las sociedades «occidentales»: por ejemplo, inexistencia general de fracción indígena de la clase capitalista durante la colonización, pese a la existencia a veces de algunos individuos.
Por ejemplo, para Fanon, además de su caracterización −inspirada, como hemos dicho, en la realidad de la llamada América Latina post-colonial− de la burguesía africana post-colonial (cf. arriba) como burguesía compradora («intermediaria»), la clase revolucionaria en África no era el proletariado (urbano, relativamente privilegiado, aunque no tanto como la pequeña burguesía urbana y rural) sino el pequeño campesinado pobre. Según Ben Barka, había entonces en Marruecos una gran burguesía, no progresista y ligada al «semi-feudalismo», una media y pequeña burguesía titubeante en relación a la continuación de la lucha nacional, a la revolución, un pequeño campesinado sin tierra que ganaría acercándose a la clase obrera, fuerza revolucionaria en esta sociedad [4] . Cabral, por su parte, hablaba de la «dominación neocolonialista […] que permite el despertar de la dinámica social (conflictos de intereses en las capas sociales autóctonas o lucha de clases)», de «seudo-burguesía local» que «cualquiera que fuera su grado de nacionalismo», vista su infeudación con el imperialismo «no puede orientar libremente el desarrollo de las fuerzas productivas: en una palabra, no puede ser burguesía nacional» [5] .
Sin embargo, tras el golpe de Estado militar que lo derrocó −que plasmaba una coalición de intereses de clase locales (empresarios privados, pequeña burguesía, oficiales superiores del ejército ghaniano, jefes tribales−, Nkrumah reconsideró su opinión sobre las clases sociales y su lucha [6] , acercándose a los Fanon, Ben Barka, Cabral, Samir Amin [7] , afirmando, por ejemplo, en una obra con significativo título, La Lucha de clases en África: «se ha sugerido que las clases sociales que existen en otras partes del mundo eran desconocidas en África. Nada más lejos de la verdad» [8] , porque las sociedades africanas de su tiempo están estructuradas en campesinado, proletariado, pequeña burguesía, burguesía nacional y autoridad tradicional, con intereses muchas veces divergentes. Incluso antagonistas: «África es actualmente el teatro de una violenta lucha de clases. Basta con mirar a nuestro alrededor. Como ocurre en todas partes, se trata esencialmente de una lucha entre opresores y oprimidos […] África posee un núcleo central de burguesía, poco diferente de los colonizadores y colonos por las posiciones privilegiadas que ocupa y que constituye una minoría egoísta, interesada, reaccionaria, en medio de las masas explotadas y oprimidas» [9] . No se trataba ya de oponerse únicamente al imperialismo, como en El Imperialismo, último estadio del neocolonialismo−que junto a El Conciencismo y África debe unirse constituyen las obras de referencia de cierto panafricanismo, un panafricanismo sin determinación social/de clase−, sino también a la burguesía local, en desarrollo. Dicho de otra manera, había que salir de ese panafricanismo nostálgico de una mítica África pre-colonial, fundamento del proyecto de conciliación de las clases sociales. Forma de panafricanismo que en estos últimos tiempos goza de una nueva juventud, en editoriales y en internet.
Por desgracia, La Lucha de clases en África no ha formado parte de las obras de Nrumah reeditadas por Presencia Africana en los años 1990-2000. ¿Será porque suele ser ignorada por los panafricanistas, continuadores de la tradición de ocultación de la lucha de clases entre africanos? ¿O porque no resultaría sexy ni rentable reeditar una obra cuyo primer párrafo afirma que «El objetivo principal de los revolucionarios del Mundo Negro debe ser la liberación y la unificación totales de África bajo un gobierno panafricano socialista» [10] , precisando que esos objetivos deben ser articulados con el triunfo de «la revolución socialista internacional» que «hará progresar al mundo hacia el comunismo» (p. 108), cuando ya desde los años 1980 la temática de las clases sociales, de sus luchas, sufría una marginación editorial en Europa en general, y en Francia (donde se localiza el editor) en particular, consolidada por la destrucción del Muro de Berlín y el final de la URSS? Una situación de la que todavía cuesta salir, a la vista de la persistente soledad de la ideología neoliberal del «fin de la historia», que sigue imponiendo en la lectura del África actual, recubierta de un culturalismo/racialismo centrado, por ejemplo, en el prefijo racializado «afro» /» afri».
Aunque se puede ver que, hoy día, en África existe objetivamente, grosso modo, un pequeño campesinado agrícola independiente; un proletariado, por lo general más urbano que rural agrícola, que vive de la venta de su fuerza de trabajo al capital privado y estatal, con ingresos que le permiten reproducir su fuerza de trabajo y acceder, apretándose el cinturón, a algunos esparcimientos de la sociedad de consumo, y al que pueden ser asimiladas algunas categorías de personas empleadas, tanto en el sector público como en el privado; personas que comercian en los mercados de las calles, y personas activas en pequeños oficios o pequeñas actividades artesanales, incluidas en el llamado sector informal, de tintorería, de zapatería, peluquería, costura, albañilería, carpintería, restaurantes/cantinas, soldadura, mecánica, etc., en condiciones de vida que oscilan entre el lumpenproletariado y el proletariado; una pequeña burguesía (o «clases medias») constituida por la pequeña propiedad de medios de producción o de comercios −una parte de los cuales dentro del sector informal− utilizando principalmente mano de obra familiar o mínimamente mano de obra asalariada, incluso aprendiz, una gran parte de los agentes de la función pública y de las empresas estatales, cuadros de empresas privadas, miembros de las llamadas profesiones liberales (médicos privados, abogados, notarios, contables), pequeños propietarios; una burguesía capitalista: propietarios de empresas que utilizan mano de obra asalariada en las (pequeñas, medianas, grandes) empresas de diferentes sectores, de la explotación petrolera a los servicios, pasando por el gran comercio, el transporte, la construcción, la hostelería, la importación.
Esta clase de antigua y nueva gente rica, minoritaria en todo el país, es la dominante, porque la economía e incluso la sociedad están organizadas en función de sus intereses. En esta clase no sólo está la representación del capital extranjero, sobre todo el occidental, que sigue siendo el principal en África, sino también capitalistas autóctonos [11] −los términos «africapitalismo» y su derivado «africapitalista» tienen el mérito de reconocer al menos la existencia de esta clase social− que ejercen, de manera subordinada consentida o en relativa competencia con el capital extranjero, una influencia cierta sobre los y las dirigentes políticas (gobierno, parlamento) −algunos de cuyos miembros pueden ser miembros de esta clase social− y por tanto sobre la existencia de centenares de millones de personas que viven en África.
Una vieja tradición en África
Esta participación de los indígenas de África en la dinámica del capital es muy anterior al período post-colonial, hay que seguir recordándolo a la vista del discurso mentiroso, o ignorante, sobre el momento actual como el de la «integración de África en la mundialización», se sobreentiende que del capital.
Grosso modo, la gente negro-africana ha contribuido a la larga marcha del capital, no sólo como esclavos en la Américas −a su costa−, sino también como empresarios de la captura (desde las tierras interiores hasta la costa) de otra gente africana destinada a la esclavitud [12] . Dignatarios de los reinos costeros, celebrados todavía hoy por algunos nacionalistas africanos, fueron actores o supervisores, y por supuesto beneficiarios. Más tarde, con la prohibición de la trata de esclavos en el siglo XIX, algunos africanos, incluyendo antiguos esclavos regresados de Brasil, pudieron hacer fortuna participando en los circuitos clandestinos de la trata. En algunos países del golfo de Benín, algunas familias de la actual clase dominantes son descendientes de estos traficantes de los últimos tiempos de la trata negrera atlántica. Y también, en otra configuración, una parte de la actual burguesía mauriciana, de vieja ascendencia francesa, desciende de los antiguos propietarios de esclavos de los siglos XVIII y XIX en el océano Índico.
También el período colonial (incluyendo los protectorados), pese a las restricciones prácticas, produjo capitalistas africanos [13] . Entre los capitalistas a los que se refería Fanon se pueden incluir comerciantes nigerianos como El Hadj Alhassan Dantata (1877-1855, fundador de Alhassan Dantata & Sons) [14] , un intermediario de la Compañía del Niger, considerado el africano más rico de las colonias británicas de África occidental −uno de sus biznietos, Aliko Dangote, es hoy día el hombre más rico de África, dirigiendo un grupo multinacional. Al igual que la cúspide de comerciantes nigerianas de tejidos, tanto locales como los de fabricación industrial colonial llamados tejidos/taparrabos africanos (java, wax): «las mujeres más industriosas poseían uno o dos camiones» [15] , así como sus colegas de Togo: «En los años 1950, existían al menos tres categorías de revendedoras. El primer grupo incluía a aquellas cuyo volumen de negocios era superior a diez millones de francos CFA» [16] −las llamadas Nana Benz−, propietarias indígenas de tierras de Kenya (colonial). Así, a diferencia de algunas biografías falsificadas, que los presentan como self-made men/women, algunas figuras actuales de esta clase dominante son herederas de capitalistas, de familias pequeño burguesas o de notables de aquel período.
En el período postcolonial, anterior a la neoliberalización, hubo en varias sociedades africanas una política de apoyo o creación de capitalistas autóctonos, de indigenización por medio de la reglamentación de las inversiones: topes máximos a inversores extranjeros en algunos sectores económicos, exclusividad autóctona de algunos sectores económicos, incluso a costa de los empresarios originarios de otros países africanos. Fue el caso en Kenya de Jomo Kenyatta (el padre de Uhuru), en Zaire de Mobutu y la zairianización, o la indigenización en Nigeria por los sucesivos generales-presidentes [17] . Dicho de otra forma, una nueva fase, una ampliación de la llamada acumulación primitiva del capital privado local con ayuda del Estado nacional, una expresión de sólidos vínculos entre la clase política y los miembros autóctonos de la clase socio-económicamente dominante. Una de cuyas consecuencias fue que una parte de los créditos concedidos por bancos públicos a empresarios, próximos a gobernantes o haciéndoles de testaferros, no fue devuelta por los citados empresarios, contribuyendo así, durante los años 1980, a los déficits o quiebras bancarias. La crisis de estas economías neocoloniales, una de cuyas principales manifestaciones fue la crisis de la deuda pública exterior, llevó al ajuste estructural neoliberal, la solución standardizada impuesta a los Estados sobreendeudados de África, América Latina y Asia por las instituciones financieras internacionales, de acuerdo con el Consenso (unilateral) de Washington. Que se sigue aplicando actualmente, con una evidente violencia social, en Grecia.
La neoliberalización de la mundialización: producción de una nueva clase dominante en las sociedades africanas
Es innegable que hubo capitalistas, embriones de burguesía nacional, en la mayor parte de las sociedades africanas durante el primer período post-colonial, lo que no obsta sin embargo para que este dinamismo de la nueva clase dominante −con excepción de sociedades con vieja burguesía, como la sudafricana, la egipcia, la mauriciana− sea sobre todo una consecuencia de los dictados de las instituciones financieras internacionales, de su imposición del ajuste estructural neoliberal en los Estados africanos, como solución a su endeudamiento crítico. Estados cuyos gobernantes no se oponían en principio a la neoliberalización [18] . La deseaban por interés, aunque sin los factores de contestación social popular que suscitaba. En cuanto a las oposiciones políticas, se asociaban por lo general a la definición de democracia que hacía circular el Banco Mundial y otros: democracia = economía de mercado + partidismo + activismo de la «sociedad civil». Esta última no era considerada como expresión de intereses divergentes, cuando es también un espacio de la lucha de clases (asociaciones patronales y sindicatos obreros, por ejemplo, forman parte de la sociedad civil).
Hubo que privatizar las empresas públicas estratégicas, liberalizar los mercados. Profundizarlo donde ya ocurría antes: en Costa de Marfil, en Egipto, en Ghana, en Kenya, en Túnez, en Zaire, por ejemplo. Este proceso todavía está inacabado. Los beneficiarios han sido los inversores extranjeros, los famosos «inversores estratégicos». Pero no se debería identificar la privatización, la liberalización, con una recolonización [19] , porque aquí y allí, en casi toda África, miembros de la clase política, capitalistas ya instalados −los de la primera década postcolonial− o han adquirido acciones en empresas públicas privatizadas, acciones que eran propiedad de los Estados, o han adquirido otras ex−empresas públicas, o bien han creado nuevas, privadas. Empresariado autóctono que se encontraba en posición favorable, o seguro de estarlo, en la asignación de las concesiones públicas, por el hecho de la proximidad entre la clase política / los y las gobernantes presentes o incluso pasados, con la clase social dominante. Un capitalismo de connivencias [20] .
En Sudáfrica, donde desde final del siglo XIX existía una clase capitalista que era considerada muy dinámica, y para cuyos intereses fue constitucionalizado el apartheid, se trató de reforzar a esta clase después del apartheid, favoreciendo el desarrollo de capitalistas negros, con el Black Economic Empowerment (discriminación positiva, en favor de la pequeña burguesía negra en materia económica/empresarial, por ejemplo en forma de adquisición de acciones en los sectores económicos más importantes, como el minero), iniciado bajo la presidencia de Nelson Mandela (con el apoyo, cuando no la inspiración, de algunos elementos «ilustrados» de la burguesía blanca sudafricana).
Todo ello con el aliento cierto de las instituciones financieras internacionales, vigilando que la neoliberalización (económica) siguiese un curso normal y se hiciese efectiva en todo el mundo. La presión sobre los Estados se ha ejercido, entre otros medios, con el acceso a la financiación, los informes anuales emitidos por el Banco Mundial, el Doing Business que clasifica a los Estados en buenos, medios y malos alumnos en materia de institución de las condiciones más favorables para los negocios y las inversiones, como más exenciones fiscales o bajos tipos impositivos (alrededor de 28% de media, 15% en Mauricio, 13,6 en Lesoto). Tanto para los capitales autóctonos como para los provenientes de otros sitios, preferentemente sin distinción de origen en el sentido neoliberal de la igualdad entre David y Goliat.
Actualmente, esta clase dominante autóctona está activa en buen número de sectores (alimentación, seguros, construcción y trabajos públicos, enseñanza, finanzas, inmobiliario, medios de comunicación, farmacéutico, extracción de recursos naturales −minas e hidrocarburos−, transporte, telefonía, textil, etc.). Aunque siga apostando por «estar en la trama», porque se trata de una práctica inherente al capitalismo, ya no se puede hablar de esta clase como de simples « intermediarios » [21] .. Ninguna de estas empresas forma parte todavía del top 500 (mundial) de empresas, pero las empresas africanas, según África CEO Forum, contribuyeron en 2013 «a casi el 23% de las inversiones en el continente [8% en 2007], están en segunda posición tras las inversiones de las empresas de Europa occidental […], son también la segunda fuente de creación de empleos en el continente» [22] . Su crecimiento, sus resultados, son cada vez más celebrados en la prensa, no sólo africana, y por las consultoras que se encargan de la propaganda del crecimiento capitalista neoliberal.
Cada país africano posee hoy día −además de cámaras de comercio e industria− su/sus organizaciones patronales, para la defensa de los intereses de esta clase. Es cierto que participan también miembros no autóctonos de la clase, pero suelen estar dirigidas por autóctonos, sin que esto signifique un predominio del capital autóctono sobre el alóctono. Las políticas económicas y sociales nacionales se organizan también en función de los intereses del capital autóctono, además del, más estructurante, capital internacional (no africano). Estos miembros autóctonos de la clase dominante ejercen una presión sobre los gobernantes políticos (ministros, parlamentarios −figurantes rentables en aquellos sitios donde llegan a registrar proyectos de ley−, gobernadores, etc.) [23] que además, y de manera general, hacen de su paso por el poder un momento de acumulación primitiva −los sobornos recibidos, el robo de dinero público, la autoconcesión de privilegios, mercados para sus empresas y de sus testaferros, etc.− de adquisición de acciones [24] , o incluso de constitución de grupos económicos. Esto crea una gran complicidad, connivencias, una imbricación entre dirigentes políticos y dominadores económicos [25] .
Cada vez más miembros de esta clase capitalista se transforman en actores políticos. En los siete últimos años (2004-2011) de la presidencia de Hosni Mubarak, el gobierno se caracterizó, entre otras cosas, por nombrar a reconocidos empresarios capitalistas para ministerios muy ligados a sus intereses privados, individuales o familiares: Comercio y en Industria, Turismo, Agricultura, Salud [26] . Algunos empresarios han conseguido hacerse elegir a la cabeza de Estados, como Marc Ravalomanana (el «Berlusconi malgache») en Madagascar, Adama Barrow en Gambia, o Patrice Talon en Benín, uno de cuyos desafortunados competidores es Sébastien Ajavon, un empresario capitalista tanto en Benín como en Francia −rivalidad política entre capitalistas que se manifiesta también en Kenya entre Uhuru Kenyatta (un heredero de la dinámica empresarial capitalista de los Kenyattas desde la presidencia del padre, Jomo) y Ralia Odinga −cuya elección a la presidencia habría mejorado probablemente la situación de sus negocios, considerados menos prósperos en 2017. El Estado sudafricano corre el riesgo de ser dirigido desde el próximo año por una de las personas más ricas de Sudáfrica, su actual vicepresidente Cyril Ramaphosa. En RDC, el hombre de negocios Moïse Katumbi está en la lista de pretendientes a la sucesión de Joseph Kabila, que tiene fama de haberse enriquecido escandalosamente, junto a miembros de su familia y colaboradores políticas, e invertido también en el empresariado.
Un capitalismo transnacional africano
Algunos de los miembros de esta clase dominante que no se contentan con invertir localmente, están a la cabeza de empresas presentes en varios países africanos. Son, por ejemplo, Elsewedy Electric, el grupo Dangote presente con sus cementeras y otras actividades en todas las sub-regiones de África −recurriendo también a la subcontratación−, el grupo Orascom de Osni Sawiris y sus hijos, el grupo Mansour, bancos africanos (Attijariwafa Bank, Ecobank, Nedbank, United Bank of África, etc.), la sociedad de inversión Heirs Holdings, Transcorp (citada en nota de la página anterior) del adalid del africapitalismo Tony Elumelu, Econet del zimbabwense Strive Masiyiwa. Una sesentena, o incluso un centenar de multinacionales a la africana, como dijo un miembro de su serrallo [27] , que invierten fuera de su país de origen, en su sub-región y en otras sub-regiones. Ello favorece el proceso de integración africana, y la existencia de diversos reagrupamientos sub-regionales sirven de referencia a las organizaciones de defensa de los intereses de esta clase dominante. Como la Federación de organizaciones patronales de África del Oeste (FOPAO), en el espacio de la Comunidad Económica de Estados de África del Oeste (CEDEAO), la Unión de patronales de África Central (UNIPACE) en la Comunidad Económica de Estados de África central (CEEAC). Aunque la FOPAO se quejaba recientemente de cierta persistencia en la «protección de los mercados locales» en el seno de la CEDEAO.
A nivel regional, las organizaciones patronales nacionales se reagrupan en Business África (antigua Confederación patronal de empleadores, sección regional de la Organización Internacional de Empleadores, OIE). Esta organización patronal panafricana tiene como misión, entre otras, «mejorar la posición de las empresas en las instancias continentales, como la Comisión de la Unión africana, la Comisión económica de las Naciones Unidas para África (CEA), la Oficina regional de la OIT para África, el Banco africano de desarrollo y otras instancias continentales» [28] . Lo cual no exige un esfuerzo particular, vista la adhesión de estas instituciones al neoliberalismo [29] −digamos al «social-liberalismo» en el caso de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) −, su creencia en el sector privado como «motor del desarrollo» de África, también en «asociación público-privado», ese artilugio de los desarrolladores neoliberales.
Así, esta parte de la patronal africana, las multinacionales africanas, está muy interesada en la integración económica de África bajo la forma de un mercado único, la zona de libre cambio continental (ZLEC), proyecto iniciado en 2012 por la Unión Africana y que debería ser efectivo en 2017, aunque acusa cierto retraso. Para no prolongar este retraso, algunas de estas multinacionales [30] , con el viento en popa, han creado el Club Afrochampions (presidido por Aliko Dangote y copresidido por el antiguo Jefe de Estado sudafricano y adalid del Renacimiento africano, Thabo Mbeki). Esta parte de la clase dominante africana pretende ser, en cierta manera, panafricanista, un panafricanismo claramente capitalista: tener un peso importante en el mercado africano, incluso conseguir una posición dominante. Sin limitarse a ello.
En efecto, aún con el recurso a una adaptación para África de la definición de multinacional, algunas empresas africanas han superado las fronteras continentales, invirtiendo en Europa, en América, en Asia, en Oceanía. África no se limita por tanto a recibir inversiones directas extranjeras, también es un punto de partida, aunque las salidas sean inferiores a las entradas. Los flujos de inversiones directas africanas fuera de África, según los informes anuales de la CNUCED sobre la inversión en el mundo, de 2011 a 2016, han sido: en 2011 de 23.000 millones de dólares americanos frente a 66.000 recibidos, en 2012 34.000 frente a 77.000 recibidos, en 2013 casi 38.000 frente a 74.000 recibidos, en 2014 28.000 frente a 71.000 recibidos, en 2015 18.000 frente a 61.000 recibidos, en 2016 18.000 frente a 59.000 recibidos.
Teniendo en cuanta las relaciones históricas entre las antiguas colonias y sus metrópolis coloniales/neocoloniales y la dominación simbólica mantenida por éstas, las relaciones entre capitalistas están hoy día bastante establecidas. Business África habla de «la continuación de su colaboración con grupos de empresas europeas y americanas» −por «americanas» hay que entender las de Estados Unidos y Canadá, no las de la llamada América latina.
Por ejemplo, sobre las inversiones en el sentido considerado inhabitual (África => Europa), «Entre 2007 y 2012, durante la peor recesión de la economía global de Europa, las inversiones africanas crecieron siete veces, alcanzando los 77.000 millones de euros» [31] . Estos últimos años, han tenido bastante cobertura mediática la adquisición de participaciones importantes en grandes empresas de Portugal por la multimillonaria angoleña Isabel Dos Santos; la adquisición por Media Global Networks de la familia Sawiris del 60% de participaciones de la cadena de televisión europea Euronews; la compra, entre otras empresas europeas, de la segunda empresa francesa de electrodomésticos Fagor/Brandt por el grupo Cevital del multimillonario argelino Issad Rebrab [32] . Desde luego, no se trata de un vuelco de la tradicional dominación de los capitales occidentales (estadounidense, europeo) en África, de un «imperialismo al revés» (Charles-Albert Michalet [33] ), porque el stock de inversiones africanas en Europa y Estados Unidos está lejos de toda comparación con los de Estados Unidos, Reino Unido y Francia, pelotón de cabeza en stock de inversiones en África.
Se suele hablar, por ejemplo, de las inversiones chinas o indias en África, pero mucho menos de las inversiones africanas en China. Aunque en Johannesburg, en 2013, «durante una mesa redonda organizada con ocasión de la primera reunión del Consejo de negocios de los BRICS en Johannesburg […] el empresario africano Tony O. Elumelu, presidente de Heirs Holdings, llamó a los empresarios de los países BRICS a hacer sitio a las empresas africanas que quieren extender sus actividades fuera del continente en los BRICS» [34] , existen sin embargo inversiones africanas en estas potencias capitalistas emergentes. En lo que se refiere a la primera de ellas, «siguiendo el desarrollo de la economía africana y la progresión del mercado chino, empresas africanas han invertido más activamente en China. Isla Mauricio, Sudáfrica, las Seychelles, Nigeria y Túnez son los principales inversores africanos en China. A finales de 2009, las inversiones directas africanas en China, acumuladas, representaban 9.930 millones de dólares, sobre todo en los sectores de petroquímica, maquinaria, electrónica, transporte y comunicaciones» [35] . Tres años más tarde se constataba un alza nada despreciable: «en 2012, África había invertido un total de 14.200 millones de dólares, lo que supone un aumento del 43% respecto a 2009 […] Sólo en 2012, las inversiones directas africanas en China […] se han elevado a casi 1.400 millones de dólares» [36] . En 2015, representaban la mitad de las inversiones chinas en África, 15.000 millones frente a 30.000 −no confundir las inversiones directas chinas en África con las cifras de las relaciones comerciales afro-chinas, los préstamos chinos [37] y los servicios chinos en África, como construcción de infraestructuras. En India, se ha hablado de inversiones africanas del orden de «170 millones de dólares acumulados entre 2000 y 2010» [38] . El capital sudafricano era, a finales de 2013, el más dinámico en las sociedades compartidas con las BRICS, con sus 36 empresas en China frente a 72 chinas en Sudáfrica, 54 en India frente a 115 indias en Sudáfrica, 25 en Brasil y 12 en Rusia frente a respectivamente 4 brasileñas y 12 rusas en Sudáfrica. Pero parece que, a pesar de la referencia frecuente a las relaciones Sur-Sur en la era de la mundialización neoliberal, las relaciones intercapitalistas no están muy desarrolladas, como lo deja entender Business África que «pretende establecer asociaciones con federaciones de empresas surgidas de economías emergentes como China, India, Brasil y Rusia».
Sin embargo, sin negar de ninguna manera la jerarquía intra-capitalista, con sus banderas nacionales, heredada de la historia y actualmente en reestructuración, con pequeños puntos marcados por algunas empresas africanas frente a algunas multinacionales clásicas que operan en África, la compartimentación bajo las banderas nacionales debería ser relativizada, porque no hay muralla china entre capitales en la época de la neoliberalización de la mundialización. Hay participaciones estadounidenses, europeas, en empresas chinas, indias, etc., y recíprocamente participaciones chinas, indias, etc. en empresas estadounidenses, europeas. Hay también participaciones africanas en empresas europeas y estadounidenses: las IDE africanas estarían bastante orientadas hacia Europa y los Estados Unidos. Participaciones asiáticas, entre ellas las de países del Golfo (situados en Asia occidental) en empresas africanas: por ejemplo, las consideradas asiáticas Olam (Singapur) y Wilmar (Malasia-Singapur), segunda y primera empresas mundiales de producción de aceite de palma, tienen acciones en su colega costamarfileño SIFCA; el Qatar National Bank es el primer accionista en Ecobank, el llamado «banco panafricano», con el 23% de participación (seguido por el banco sudafricano Nedbank, con el 20%); en 2015, el banco chino Industrial and Commercial Bank of China adquirió el 20% del sudafricano Standard Bank. El gran banco británico, con muy mala fama, Hong-Kong and Shanghai Banking Corporation (HSBC) (sólo) posee el 0,039% de las acciones de Dangote Cement, menos que el 1,4% de Souvereign Fund Investment Corp of Dubai, mientras que Cascade Investment, L.L.C. de Bill Gates, es uno de los tres inversores estadounidenses que compraron, en 2013, una participación de mil millones de dólares en Orascom Construction Industries de los Sawiris [39] (inversor en telecomunicación en Corea del Norte, en asociación con dicho Estado −OCI ha anunciado recientemente su proceso de retirada de este país, relacionado al parecer con la actual tensión con los Estados Unidos de América); la fundación de los Zuckerberg (Facebook) ha adquirido participaciones en Ándela (Kenya, Nigeria), etc. También está en desarrollo una asociación entre bancos africanos y chinos. Así, esta parte de la clase dominante africana puede ser considerada como partícipe en la formación de lo que algunos denominan la «clase capitalista transnacional» [40] , la «clase transnacional y dominante» a nivel mundial.
¿Una clase dominante fundamentalmente diferente?
El crecimiento de esta clase no sólo es celebrado por las fortunas que genera, como una especie de prueba de la capacidad de los africanos para triunfar económicamente como los de otras partes −una consideración que reacciona contra la ideología de la humanidad inferior de los (negro-)africanos−, hasta presentar a África como «la última frontera del capitalismo» [41] , sino también porque se supone que esta vez pondrá a África en la vía de salida del subdesarrollo. El desarrollo de esta clase estaría destinado a derramar sobre las otras capas sociales −más allá del tramo superior de la «clase media» − de las sociedades africanas «prosperidad económica y riqueza social», como le gusta decir al adalid del africapitalismo.
En Sudáfrica, vista su importancia en la actividad económica, el capital privado sudafricano no sólo es localmente un gran empleador, sino el principal empleador privado. Lo mismo ocurre en la sociedad egipcia con el grupo Orascom, considerado el primer empleador privado. No obstante, es una creación de empleos que resulta insuficiente, como se lamentó, ante la élite nigeriana de la empresa privada, la tecnócrata nigeriana, antigua directora del Banco Mundial, y entonces Ministra de Finanzas de Nigeria, Ngozi Okonjo-Iweala: «Quienes estáis en esta sala: si no asumimos este problema, que necesitamos crear puestos de trabajo y no solo crear riqueza, descubriréis que es la economía en su conjunto la que está en peligro» [42] . Prioridad al enriquecimiento, a la acumulación, sobre la creación de empleos, que es natural a la lógica capitalista, pero puede ser factor de levantamientos populares −a la vista de lo que acababa de pasar en Túnez y Egipto−. Porque los empresarios privados no crean empleos por patriotismo ni por humanismo, sino para la acumulación de las riquezas, del capital. Poseer capital no basta, para que produzca enriquecimiento hay que explotar la fuerza de trabajo, en la producción industrial y en el BTP, incluso en los telecoms y el sector financiero, hace falta empleados que hagan vivir la empresa −esperando los tiempos poco probables de la robotización integral−, también en el comercio [43] . Los trabajadores producen la riqueza, no los poseedores del capital solos con sus capitales (edificios y máquinas incluidas). Una evidencia cada vez más olvidada.
Esta explotación del trabajo, de la que depende esta clase dominante, se realiza actualmente en el marco neoliberal establecido por los programas de ajuste estructural de los años 1980-1990, incluyendo, entre otros, la «reforma» de los códigos o legislaciones laborales, a costa de los trabajadores, en beneficio de los «inversores», de la patronal. Una flexibilización forzada del trabajo, anterior y de la misma naturaleza de la que acaba de confirmar en Francia el gobierno de Emmanuel Macron, después de la de François Hollande, sin haber encontrado por desgracia verdadera resistencia. Peor aún, las relaciones de complicidad, de corrupción, de identidad de clase, entre los inversores privados y los gobernantes, incluso la corrupción que se ha vuelto cosa corriente en las direcciones sindicales, favorecen la violación de estas disposiciones legales que ya eran sin embargo favorables a la patronal. Pero todo esto no parece suficiente, como lo expresa regularmente el Forum económico mundial de Davos, referido a Sudáfrica, con su supuestamente rígida legislación laboral −a pesar de la tragedia de Marikana [44] . Quienes aplauden a estos empresarios millonarios y milmillonarios, se olvidan de decir que éstos lo son porque practican, entre otras, la sobreexplotación de sus obreros y empleados. Así, el colectivo de trabajadores de la fábrica senegalesa más mediática de esta clase dominante, en un comunicado que explicaba que iba a la huelga, revelaba que cobraba «los salarios más de 20 días después de fin de mes y siempre con el temor de no percibir nuestros salarios mensuales. Después de cinco meses de trabajo en la fábrica todavía no disponemos de nuestros contratos, a pesar de diversas gestiones ante la inspección de trabajo. Por ello no disponemos de ninguno de los acuerdos regulados por la legislación senegalesa» [45] , sin cobrar indemnizaciones por transporte, «horas suplementarias», «cuidados médicos», etc. Existía además una discriminación entre trabajadores, susceptible de producir algún tipo de chovinismo: «En esta fábrica donde los extranjeros indios, chinos y egipcios son mayoritarios y mejor tratados que los nacionales experimentados, está plenamente justificada la frustración de los senegaleses. Por ejemplo, todos los extranjeros reciben su salario a más tardar el día 2 de cada mes». Como paréntesis, el capitalismo africano ha tenido que recurrir, en algunos sectores, a extranjeros, sobre todo entre cuadros, invocando la falta de competencias locales necesarias en algunos países. Esto se va reduciendo, dando lugar a una «gestión mixta» [46] . Sin embargo, por ejemplo, en Mauricio las obreras inmigradas de la industria textil, provenientes de Bangladesh, son más sobreexplotadas que privilegiadas. En otras fábricas del mismo «tycoon» africano, la situación está lejos de ser envidiable. Así, en Zambia, donde se ha llegado a considerar la situación de sus trabajadores comparable a la de los esclavos [47] . La sobreexplotación contribuye por tanto al liderazgo de los multimillonarios africanos. Lo cual no tiene nada de excepcional, es más bien una regla −bajo formas diversas y variadas− del capitalismo.
Ciertamente se han creado empleos, no ya sólo de forma insuficiente, sino que además no pueden ser considerados como «decentes» en la acepción de la onusiana Organización Internacional del Trabajo. Según el director del Bureau Afrique de la OIT, Aeneas Chuma, que considera el estímulo desde 1965 a la creación de empleos decentes como una de las realizaciones de la OIT en África: «El trabajo decente es un trabajo productivo y correctamente remunerado, acompañado de condiciones de seguridad en el lugar de trabajo y de una protección social para la familia; un trabajo que da a los individuos la posibilidad de desarrollarse y de insertarse en la sociedad, así como la libertad de expresar sus preocupaciones, de sindicarse y de tomar parte en las decisiones que tendrán consecuencias sobre su existencia; un trabajo que supone una igualdad de oportunidades y de trato para mujeres y hombres debería estar en el centro de todas las estrategias de desarrollo» [48] . Claro que, tomando esta definición al pie de la letra, el trabajo decente es históricamente un género muy raro en las empresas privadas, a nivel mundial. Al margen de cualquier problematización del «trabajo productivo», de la decencia y del desarrollo en el trabajo asalariado, y más aún en la empresa privada, África estaba todavía recientemente en el pelotón de cabeza de los empleos no decentes y vulnerables en el mundo −algunos Estados incluso consideran inútil tener estadísticas en esta materia, no siendo la situación social de la población una de sus preocupaciones prioritarias.
Con el avance del neoliberalismo la situación sólo puede ser peor, aun cuando en las páginas de la revista del FMI , Finances & Développement, se llega a reconocer, más vale tarde que nunca, aunque sin explicarlo de forma consistente, que «la parte del trabajo en la renta, a saber la fracción de la renta nacional que vuelve a los trabajadores en forma de salarios y prestaciones, baja en todo el mundo, mientras aumenta la parte del capital […] el capital está concentrado entre las familias más ricas» [49] .
Se desarrolla, en general, el fenómeno de los trabajadores pobres. Aunque los trabajadores en situación de pobreza extrema en África están tendencialmente en un muy ligero descenso, del 29,3% (125,3 millones) en 2016, al 28,2% (124,1 millones) en 2017, la tendencia es al aumento en la categoría de trabajadores en situación de pobreza moderada, del 28,3% (121,2 millones) al 28,7% (126,4 millones) [50] . Grosso modo, 2/3 de los trabajadores en África son trabajadores pobres. La situación en África subsahariana es mucho peor que en el norte de África.
Se suceden así en África luchas por una reducción de la explotación. Según la edición de 2017 de Perspectives économiques en Afrique (pp. 144-145), «se han contabilizado más de 3.600 protestas civiles motivadas por consideraciones económicas y políticas […] entre 2011 y 2016. […] Las motivaciones que hay tras las protestas han sido recogidas y analizadas en detalle: entre 2014 y 2016, alrededor del 33% de estas incidencias han sido motivadas por cuestiones ligadas al empleo (salarios, condiciones de trabajo y paro)», colocándolos «en cabeza de los factores de protesta». Las reivindicaciones de aumento salarial afectan también al sector público/de Estado, pero son más importantes en el sector privado, tanto en el período 2011-2013 como en el período 2014-2016. Nada indica que se trate de trabajadores de empresas o multinacionales no africanas.
Aparte de una ínfima minoría de los llamados empleos «decentes» para la pequeña burguesía de gestores −celebrada en el discurso sobre el «boom de las clases medias en África−, el crecimiento del capitalismo indígena muestra ser un fracaso en materia de empleos, como ya lo había planteado la entonces ministra nigeriana Okonjo-Iweala hablando del peligro que hacía correr al conjunto de la economía este crecimiento que enriquece a una minoría sin crear empleos −una conciencia de las posibles consecuencias de las protestas antes citadas, después de los levantamientos populares en Túnez, Egipto y Marruecos−, y también Business África parece ser consciente de ello. Sobre cuya dimensión social, sobre todo las huelgas. no se suele insistir.
Business África −junto a la OIE (Organización mundial de la salud animal) y la OIT, con la participación entre otros, además de casi veinte asociaciones patronales nacionales, de la FOPAO (Federación de asociaciones patronales de África del Oeste), de la Organización regional africana de la Confederación Sindical Internacional y la Organización de la unidad sindical africana−, organizó en diciembre de 2015 en Casablanca, una Cumbre de participantes sociales por el Empleo en África. Como resultado de la misma se editó un Libro Blanco que, por ejemplo, llama a los «participantes sociales» −patronal, sindicatos, trabajadores− a un «espíritu de responsabilidad, por una y otra parte, para actuar contra la lacra que constituye la falta de creación neta de empleos decentes en África» [51] . Parece sin embargo que la preocupación por «el empleo y la empleabilidad», la instauración de un «diálogo constructivo», basado, entre otras, en «cuentas oficiales y transparentes», expresadas en la «II Declaración de Casablanca por el empleo y la empleabilidad en África», corren el riesgo de no materializarse. Al no ser obligatorias las recomendaciones, al guiarse cada empresa por la búsqueda del beneficio, el mayor beneficio posible, y no por la realización de un vago «proyecto societal de renacimiento africano en el horizonte 2063», la juventud y las mujeres de África, que al parecer preocuparon en particular a los organizadores de esta cumbre, van a tener que esperar probablemente mucho tiempo. En este período, una buena parte del capital africano, incitado por el discurso tanto de las agencias onusianas (CNUCED, PNUD , OIT) como de instituciones financieras «panafricanas» [52] /internacionales, se muestra más preocupado por una «integración de las cadenas de valor mundiales».
Ironía de la historia, esta cumbre, que debía hacer emerger «un verdadero programa pragmático del tipo « Plan Marshall «», se celebró en el momento en que llegaba a término la agenda del trabajo decente en África (2007-2015) de la OIT, a la que no se hizo ninguna referencia en los documentos publicados. Habrá sin duda otros encuentros sobre el trabajo decente en África, con posteriores jornadas reservadas habitualmente a las reuniones y recomendaciones o resoluciones internacionales relativas al progreso social de los condenados de la tierra, a los problemas ecológicos.
Estos capitalistas africanos han aprendido bien de los señores del capitalismo mundial, de la burocracia internacional, que mostrar en la escena internacional buenas intenciones sobre estas materias −gastando importantes sumas para organizar la participación en este tipo de acontecimientos ilusionistas− tiene mucha más importancia que intentar hacerlas realidad. ¿Cómo se puede desarrollar la creación de empleos decentes, si la flexibilidad del trabajo, o dicho de otra manera el bajo coste de la fuerza de trabajo, es uno de los criterios de atracción de las inversiones? ¿No habría que reformar, en el otro sentido, los códigos/legislaciones laborales reformados de manera socialmente regresiva (para los trabajadores) por el ajuste estructural neoliberal, en vez del «respeto y la aplicación del código laboral» (neoliberalizado) recomendados por la II Declaración de Casablanca? Dicho de otra manera, que las organizaciones patronales africanas acepten el principio de una reducción de su parte en las riquezas producidas, por un supuesto buen reparto entre el capital y el trabajo. Una especie de restauración de lo que estaba en vigor durante los «Treinta gloriosos» en algunas sociedades capitalistas desarrolladas, principalmente las del norte de Europa. Lo que hoy día sería descrito como «socialismo», aún sin apropiación social de las grandes empresas y de los grandes medios de producción. De hecho, el «capitalismo inclusivo» con que algunas buenas almas capitalistas, como los africapitalistas, nos calientan las orejas. ¿Sería esto posible sin que los trabajadores instauren otras relaciones de fuerza, tanto a escala local como mundial, distintas que las actuales, de acompañamiento del neoliberalismo por las burocracias sindicales llamadas, con toda razón, «colaboradores sociales» de la patronal?
En el límite, algunos miembros de la citada clase, imitando a sus predecesores de otros sitios −principalmente a las fundaciones estadounidenses, asociadas de inicio a los nombres de los «barones ladrones» de comienzos del siglo XX (Carnegie, Rockefeller, etc.) −, incluso las esposas de los jefes de Estado africanos expresan su sensibilidad a la situación de los condenados de la tierra creando fundaciones filantrópicas. Así ocurre, de la Tony Elumelu Foundation a la Sawiris Foundation for Social Development, pasando por la Khayelitsha Motsepe Foundation, la Rose of Sharon Foundation de Folorunsho Alajika (multimillonario nigeriano), o la Mansour Foundation for Development. El sudafricano Patrice Motsepe colocó la mitad de su fortuna, obtenida principalmente en la explotación minera, gracias al Black Economic Empowerment, ese sustituto neoliberal al principio de la Carta de la Libertad −que guio la lucha de la corriente hegemónica del movimiento anti-apartheid, identificado con el ANC, y que fue finalmente echado a la basura por el ANC y sus aliados llegados al umbral del poder− según la cual «La riqueza mineral del subsuelo, la banca y los monopolios deben ser propiedad del pueblo en su conjunto; todos los demás sectores y el comercio deberán controlarse para que obren en pro del bienestar del pueblo». Tanto la fortuna de Motsepe como la existencia de familias pobres a las que aporta asistencia, son productos de la opción por el neoliberalismo por parte del ANC de Nelson Mandela. Al igual que la situación de Nigeria, que hace intervenir a las fundaciones participadas por Dangote y Bill Gates, es la consecuencia del «capitalismo de connivencias» nigeriano sin el cual Dangote no sería lo que hoy es, de apropiación privada de la riqueza pública que afecta gravemente a los sectores sociales (salud, educación, empleo, etc.), produce una pobreza masiva, agravada por el ajuste estructural neoliberal servido por las instituciones financieras internacionales como solución a la crisis del capitalismo dependiente nigeriano. La generosidad de Dangote y Bill Gates se manifiesta en sectores que les interesan como inversores: el agro-alimenticio, donde uno es accionista del productor de semillas Monsanto, muy activo en la campaña por la utilización de las semillas OGM en África, y el otro un industrial del sector alimentario; la salud, donde la fundación Gates, accionista en la industria farmacéutica, ha hecho entrismo para adaptar la OMS al neoliberalismo y Dangote ha decidido invertir financiando (1,5 millones de dólares estadounidenses) el nacimiento de la Coalición africana de empresas de salud (ABC Health) cuyo espíritu está bastante bien definido por uno de sus dirigentes: «Para el copresidente de su Consejo de administración, Aigboje Aig-Imoukhuede, el proyecto de una coalición africana de empresas de salud es un medio de responder a los desafíos que en se presentan a la empresa: en conjunto, tenemos la ocasión de demostrar cómo invertir en salud y crear poblaciones más sanas puede ayudar a las empresas a maximizar el valor para los accionistas, acelerar el crecimiento económico y hacer más rentable la entrada en nuevos mercados» [53] . Como ya hemos señalado más arriba, la finalidad no es el bienestar de los humanos, éstos sólo son interesantes como medios al servicio del crecimiento, de los mercados.
De forma general, esta generosidad filantrópica, que ciertamente contribuye a salvar vidas humanas y acceder a la instrucción, es un sustituto de respuesta a la deficiencia social de los poderes públicos producida por el capitalismo dependiente, de connivencias, y la imposición neoliberal de las instituciones de Bretton Woods (Banco Mundial, FMI) y otros donantes de fondos. Deficiencia cuyas consecuencias habrían sido relativamente reducidas si −haciendo abstracción de los reflejos de ladrón de los gobernantes− las grandes empresas no practicasen, casi sistemáticamente, el fraude, la evasión y la optimización (reducción al mínimo) fiscales, a pesar de que la «parte de los impuestos directos en el PIB alcanza como media el 6% en África contra el 22% en los países desarrollados» (Perspectives économiques en Afrique 2017, pg. 74), siendo la tendencia general en África a una imposición regresiva. Pero las empresas parecen querer más bien una generalización a toda África de la realidad de paraíso fiscal de países como Lesoto, Namibia, Mauricio, Túnez.
El Estado ghanés afirma perder en fraude y evasión fiscales el equivalente al 50% de su presupuesto. Por su parte, según el FMI, citado por Oxfam, «Nigeria debe a las prácticas fiscales abusivas de las empresas, entre ellas el fraude relativo a los impuestos de la industria extractiva y otras formas de actividad ilícita, que representan la mayor parte de los flujos financieros provenientes de África (30,5%), una parte correspondiente al 12% de su PIB» [54] .
Pero no se trata de un deporte exclusivo de las transnacionales de origen extra-africano. Las empresas africanas, cuyos dirigentes son permanentemente aplaudidos en la prensa económica, en los think-tanks, las consultorías, también lo practican.
Así, en 2009, el que era considerado como la segunda fortuna de Nigeria, Mike Adenuga (activo en telefonía móvil, hidrocarburos, etc.) fue «condenado por no haber pagado 610 millones de dólares en impuestos» [55] . A la vez que denunció el enriquecimiento sin creación suficiente de empleos, la tecnócrata neoliberal, entonces Ministra de Finanzas de Nigeria, Okonjo-Iwela lo hizo también con la situación fiscal: «the minister said, nothing that 75 percent of registered businesses do not pay taxes» [56] . Cuatro años más tarde no ha cambiado casi nada, si creemos al Consejo Económico Nacional de Nigeria que, en marzo de 2017, había «acusado de evasión fiscal a las grandes fortunas y a las multinacionales presentes en el país» por haber instaurado desde hace varios años «mecanismos fraudulentos, incluyendo paraísos fiscales, con el fin de escapar al fisco» [57] .
Dicho de otra manera, una evidente pérdida para el tesoro público, un factor de agravación de la incapacidad de los poderes públicos para financiar de forma mínimamente viable la salud y la educación públicas. Nigeria está en el pelotón de cola en la financiación de la salud pública: «dedica menos del 1% de su PIB a la salud. Los gastos de salud son inferiores al 15% del umbral de gastos públicos prescrito en el título del Acuerdo de Abuja de 2001» [58] , firmado por los Estados africanos.
Esta evasión fiscal constituye de hecho un rechazo por parte de los miembros de la clase dirigente, guiados por la fiebre de la acumulación y del consumismo, a contribuir a la caja común (nacional). Un desprecio de clase que, por desgracia, no es específico de Nigeria. En su informe antes citado, Oxfam afirma que «las élites africanas organizan fugas de capitales más importantes, en comparación con el PIB, que sus homólogos del resto del mundo» [59] . Una situación que favorece la connivencia del empresariado económico con las autoridades políticas [60] que, a su vez, en tanto que parte del sector empresarial, suelen ignorar sus obligaciones fiscales, viviendo en una contradicción entre su condición de gobernantes y de empresariado económico. En cada revelación sobre paraísos fiscales (Panama Papers. Paradise Papers, etc.) aparecen tanto los nombres de algunos capitalistas africanos como de sus compadres políticos de clase.
Desde luego, la clave principal de la cuestión de las desigualdades sociales en África no está en la recaudación de los impuestos (directos) por los Estados africanos. Pero aunque esta clase dominante africana no practicase también la delincuencia fiscal, en diferentes formas, y aunque la gente que gobierna dejase de robar y desviar el dinero público [61] −un factor del endeudamiento público exterior, que se ha vuelto crítico, por ejemplo en África central, en los Estados de la Comunidad económica y monetaria de África central (CEMAC), usuaria del Franco CFA−, la acción de las fundaciones filantrópicas, su supuesta generosidad, no podría reemplazar a algunos deberes de los poderes públicos.
Estos actos de generosidad, convertidos casi siempre en espectáculo, sin poner a disposición del público elementos que permitan comprender el proceso, contribuyen además a la propaganda del sistema económico dominante: es el triunfo del sector privado, la resolución de algunos graves problemas sociales depende de la existencia de una clase de personas ricas o del enriquecimiento de algunas individualidades. Con la dimensión racial «misionera» que pueden tener las acciones caritativas de un Bill Gates o de una Madonna [62] . Mientras que, con el crecimiento del PIB africano medio durante una década, este crecimiento de millonarios y multimillonarios africanos, hombres y mujeres, no deja de ahondar las desigualdades sociales en África, mucho más que en otras partes.
De las diecinueve sociedades más desigualitarias del mundo, diez son africanas, entre ellas Sudáfrica, Namibia, Bostwana, Lesoto, Suazilandia, Rwanda, cuyos indicadores económicos suelen ser por lo general muy apreciados en las calificaciones capitalistas [63] . Nigeria [64] y Egipto [65] , con sus millonarios y multimillonarios, son también muy desigualitarias. Como en cualquier otra parte del capitalismo neoliberalizado, también en África las personas ricas se vuelven cada vez más ricas y las pobres son cada vez más pobres. En concreto, se podría reducir el actual crecimiento del capitalismo africano a esta regla del capitalismo normal, a pesar de la cháchara alimenticia de cierta prensa sobre el «africapitalismo», habiendo quedado pasada de moda la palabrería sobre el «socialismo africano».
Dominación, cultura, panafricanismo
La dominación de esta parte africana del capitalismo se beneficia del favor de la casi totalidad de la prensa africana, de su fervor por el capitalismo en general. Desde la decana de la prensa panafricana Jeune Afrique a África Business, pasando por African Manager, Les Afriques, Forbes África, se celebra el crecimiento económico africano, los resultados de las empresas africanas, y sus propietarios. También lo hacen, en ediciones consagradas a África, algunos diarios franceses, como La Tribune (La Tribune Afrique). Le Point (Le Point Afrique). Periódicos africanos, incluso editados en Ginebra o París, participan de esta dinámica, aun cuando el dominio de las empresas africanas sobre los medios de comunicación no es por lo general comparable por ejemplo a lo que pasa en Francia [66] .
El Grupo Jeune Afrique, como empresa, es la iniciadora del África CEO forum, esa misa mayor del capitalismo africano con la participación de capitalistas no africanos, operando o no en África [67] . Su larga experiencia le permite no tener que expresar en sus publicaciones otros valores que los del capitalismo o que no le son ni incompatibles ni fundamentalmente críticos. Esto también es válido tanto para los medios de comunicación del grupo sudafricano Naspers (del multimillonario Koos Bekker) como para los del senegalés Groupe Futur Media (del riquísimo cantante Youssou Ndour). La creación, en 2016, por Media Globe Networks, de la familia Sawiris, de la cadena de televisión panafricana Africanews, provisionalmente instalada en Ponte-Noire (Congro Brazzaville) −aprovechando el impulso de su adquisición de la mayoría (60%) de acciones de Euronews (1915), seguido un año más tarde por el despido de una treintena de asalariados−, está llamada a ser, por su difusión en inglés y francés en 33 países africanos (ninguno del norte de África) un poderoso vector de la visión burguesa del mundo contemporáneo, no estando organizado en absoluto su programa para una concienciación emancipadora de los telespectadores.
Como ocurre en casi todas partes, difusión de imágenes del mundo, competiciones deportivas en fase con los mercados, pasando por información habitualmente superficial −no sin presentación de algunos hechos, por lo general descontextualizados y sin historia, que pueden suscitar indignación pasajera−, las entrevistas con Jefes de Estado (por regla general, ladrones o/y criminales respecto a los derechos humanos), las innovaciones tecnológicas, la cultura krtsch/embrutecedora. Para confortar a los telespectadores de la clase dominante, incluso de las llamadas clases medias superiores, a la espera de promoción social, y suscitar en las clases populares ganas de integración en el «way of life» burgués. No basta con decirse altermundista, anti-neoliberal, feminista o anticapitalista, para escapar a esta influencia. Sin tener que llegar a una retirada solitaria de la sociedad, la conciencia crítica debería afectar también a su propia relación cotidiana con las delicias corruptoras del capital, a sus imágenes estructurante del imaginario. Sobre todo, en nuestras sociedades africanas, desprovistas de espacios de culturas alternativas (radicales) al sistema.
Los valores de esta clase dominante, sus efectos de desviación de la concienciación crítica pasan también, por ejemplo, por la producción cinematográfica africana, objeto de consumo popular. A semejanza de la producción video nigeriana, la llamada Nollywood −considerada «la mayor fuente de empleo después de la agricultura» en ese país−, muy presente en los mercados africanos subsaharianos y que, como ha dicho el dramaturgo nigeriano Femi Osofisan, «En efecto, esta es la crítica real a Nollywood, que se han negado a abordar problemas sociales desde una perspectiva racional. Todo va de misterios, milagros y esas cosas. Esto es todo y es una lástima.» [68] . Por ello, no sorprende que estas películas, como las de la misma calaña producidas en otros países africanos (a la industria cinematográfica vecina, de Ghana, se le llama Ghollywood) sean programadas en algunas cadenas televisivas difundidas en África. Y que Jefes de Estado africanos estén interesados en creer a su entonces colega de Nigeria, Goodluck Jonathan: «Cada vez que viajo al extranjero, muchos colegas me preguntan por Nollywood» [69] . No suele ser raro oír explicaciones místicas de la victoria de tal candidato en tales elecciones (de las presidenciales a las municipales), de la nominación a tal puesto de dirección, del carácter inquebrantable de tal camarilla financieramente depredadora y particularmente represiva en el poder, o del éxito del tal persona riquísima en los negocios. Así predomina en algunos palacios y gobiernos africanos, incluso ligados unos con otros, una francmasonería sincrética, siendo así asimilada popularmente la francmasonería a una especie de brujería con sus encantamientos y sacrificios humanos para protegerse o triunfar en los negocios, como muestran las películas de Nollywood. No es por tanto sorprendente encontrar en esta clase dominante africana a pastores neo-pentecostistas o neo-evangélicos exorcistas, a bendecidores que al mismo tiempo son empresarios millonarios. Su influencia en las sociedades africanas de gran población cristiana es hoy día mucho peor que en los tiempos en que Nkrumah denunciaba «el evangelismo» como «uno de los métodos más insidiosos empleados por el neocolonialismo» (El neocolonialismo, último estadio del imperialismo). La cuestión de las desigualdades sociales queda reducida al nivel individual. La salida de la pobreza es una cuestión individual, de fe individual, siendo el enriquecimiento material o pecuniario una bendición divina, según la corriente de la Iglesia de la prosperidad. La organización colectiva para luchar contra las desigualdades sociales, las injusticias sociales, está fuera de cuestión. Incluso cuando resulta que la dinámica de las conversiones, más masiva a partir de los años 1980-1990, está ligada a la crisis social, a las incertidumbres del futuro, a la fragilidad de algunas posiciones en sociedades que se caracterizan por subjetividades encorsetadas −a falta de mejor expresión− y afectadas por la publicidad del consumismo, ilustrado por la ostentación de la riqueza material por parte de algunos pastores. La revista estadounidense Forbes tiene también su lista de pastores evangélicos africanos millonarios.
El mismo desemparo es factor de aumento de la devoción entre la población musulmana, de la que los medios de comunicación sólo parecen interesarse por la ínfima minoría que pasa a la violencia armada yihadista, de Somalia a Túnez pasando por Nigeria. Mientras que por lo general, las autoridades religiosas musulmanas, algunas de las cuales pertenecen también a la clase dominante, además de ser líderes de opinión, no son evidentemente favorables a una crítica del capitalismo, más allá de algunas de sus costumbres, consideradas como muestra de la supuesta cultura occidental más que de la dinámica cultural del capital o del poder del dinero −que no pueden criticar como tal, considerando los lazos históricos entre Islam y comercio. Amalgamando estas costumbres con las de la lucha de emancipación humana en general, y de las mujeres en particular. Este encuentro entre la religión y el capital, que tan bien encarna Sanusi Lamido Sanusi, el actual emir de Kano, antiguo gobernador del Banco Central de Nigeria y actual presidente del consejo de administración de Black Rhino, la rama africana del primer fondo de inversiones mundial Blackstone, un «fondo buitre» [70] . Otro tanto se puede decir de los jefes/reyes y reinas «tradicionales», algunos de los cuales descienden (biológicamente) de los empresarios de la captura durante la trata negrera y que han sido citados al comienzo.
Sin considerarlos como miembros de esta clase dominante, aunque se comportan como si fueran sus aliados, están los mantenedores de discurso panafricanista, bastante pequeño burgués, como ya se ha señalado antes, muy sonoro en este momento, y que aun denunciando de manera impresionista la dominación «occidental» o imperialista, sirve a esta clase por el hecho de ocultar la divergencia, el antagonismo de los intereses de esta clase con los de las clases populares (proletariado, pequeño campesinado, capas precarias del sector informal) [71] , su papel en la reproducción de las injusticias y de las desigualdades sociales en África. Como si no fuera ya lo bastante evidente que esta parte africana de la clase dominante en África, a pesar de su subordinación relativa a la estructuración de la economía mundial organizada por el centro tradicional de la economía capitalista mundial, no es, por sus prácticas en la jungla de la concurrencia, nada portadora ni siquiera de un «capitalismo con rostro humano» como se había dicho del capitalismo de las sociedades de la Europa nórdica. Aunque se añada «afri» a «capitalismo», el africapitalismo, en el que se han formado hoy los jóvenes por el Tony Elumelu Entrepreneurship Programme [72] no cambiará la naturaleza del capitalismo, hecha de violencia respecto a la naturaleza y a los humanos −la fuerza de trabajo explotada, los desposeídos−, incluso entre capitalistas (en competencia) −con repercusiones, evidentemente nocivas, sobre los y las asalariadas−, como van a sufrirlo inexorablemente numerosas empresas africanas, a consecuencia de los Acuerdos de Asociación Económica (APE) y de la Zona de libre cambio continental.
Por ejemplo, la quinta edición del África CEO Forum que pretendía «Reinventar un African Business Model«, o dicho de otra forma el africapitalismo, sólo ha proyectado finalmente lugares comunes del discurso neoliberal sobre el crecimiento [73] : acentuar el uso empresarial de las tecnologías de la información y de la comunicación (lo que no desagradará a Bill Gates y a Mark Zuckerberg, ya en campaña en África con este tema), la producción energética y la electrificación (Barack Obama y Tony Elumelu habían confraternizado sobre esto), «inversiones crecientes en Agrobusiness» (el jefe de la patronal costamarfileña, un agro-businessman, ha pedido un tipo impositivo del 0% para «abonos, semillas, máquinas», sintonizando así con la Alianza para una revolución verde en África / Alliance for a Green Revolution in África (AGRA) financiada por la USAID, su equivalente británica, el Departamento para el desarrollo internacional (DFID), la Fundación Bill y Melinda Gates −accionista de la transnacional campeona mundial de las semillas genéticamente modificadas−, la Fundación Rockefeller), subordinar la educación escolar a las necesidades de las empresas (la «adecuación formación-empleo» exigida por el Capital a los Estados), el extractivismo.
En relación a esto, según los periodistas del grupo iniciador del citado Forum: «si hiciese falta una prueba de que las industrias extractivas conservan, a pesar del duro golpe sufrido desde 2014, un gran poder de atracción sobre los gobernantes y los inversores, el panel dedicado a este sector convencerá al observador más escéptico». Un gobernante de Ruanda (muy cotizado durante estos últimos años por Doing Business, por sus reformas a favor de la inversión privada), afirmó que «hay que preparar la inserción de las empresas africanas en la cadena de valor energética y minera mejorando la formación de los hombres y la transparencia».
Como se puede dar cuenta, incluso por la referencia hecha al «duro golpe» (caída de precios de los hidrocarburos y otras materias primas en el mercado mundial y sus consecuencias para los productores) por los periodistas de Jeune Afrique, esta reinvención africana del capitalismo ignora realmente lo que el crecimiento ha hecho a la naturaleza no humana y humana, los graves riesgos que su continuación hace correr. Aunque «Kodeidja Diallo, directora de operaciones con el sector privado de la Banca Africana de Desarrollo (BAD)», al «asegurar que su institución acompañará con su financiación y sus consejos la esperada recuperación», ha considerado útil añadir que esto será «de manera que ni la población ni el medio ambiente sean dejados en manos de los pozos, de los sondeos y de las plantas de refinado o enriquecimiento», sólo se trata de un toque de preocupación social y ecológica, que se ha vuelto ritual en las instituciones internacionales, bajo un paradigma del crecimiento ecocida y reproductor acentuado de las desigualdades sociales. Una mentira destinada a los ingenuos, respecto a las prácticas realmente apoyadas por esta institución y otras de la misma calaña, incluidas agencias de las Naciones Unidas. A la vista de su dinámica concreta, de este capitalismo africano sólo se puede decir que es «llanamente, estúpidamente, cínicamente burgués» (Frantz Fanon).
Ni del capitalismo africano, ni del de las nuevas potencias del Sur, las llamadas emergentes, ni de las transnacionales de origen extra-africano, dominantes, se puede esperar la emancipación de los pueblos africanos de la dominación, de las diversas opresiones. Solo de las luchas actualmente llevadas por una reducción de la explotación y de las opresiones articuladas en proyectos de salida del capitalismo, socialmente nocivo, ecocida y reproductor de antiguas opresiones. Así, el carácter panafricano de algunas empresas africanas y la presencia de las transnacionales de origen extra-africano son una oportunidad que hay que abordar para la construcción de las solidaridades, de las luchas comunes de sus explotados en África, y también en otros sitios.
Traducido por: J. Casilla Campos
Notas:
[1] Tony O. Elumelu, Africapitalism. The Path to Economic Prosperity and Social Wealth, The Tony Elumelu Foundation, http://www.tonyelumulufoundation.org7
[2] Marruecos, cuya economía está considerada como una de las más dinámicas de Africa, no se menciona en esta presentación, porque es objeto de una presentación, ilustración, por Omar Aziki: «Maroc: tremplin pour les conquêtes néocoloniales de l’Afrique», 17/11/2017. http://www.cadtm-org/maroc-tremplin-pour-les-conquetes
[3] La define así: «el conciencismo es el conjunto, en términos intelectuales, de la organización de las fuerzas que permitirán a la sociedad africana asimilar los elementos occidentales, musulmanes y euro-cristianos presentes en Africa y transformarlos de manera que se inserten en la personalidad africana. Esta se define a sí misma por el conjunto de principios humanistas en que se basa la sociedad africana tradicional» (p. 98).
[4] Mehdi Ben Barka, «Option révolutionnaire au Maroc» (1965), en Mahdi Ben Barka (recopilación de textos, introducidos por Bechir Ben Barka), Ginebra, CETIM, 2013 (p.66-68), p. 78 para las clases.
[5] Amilcar Cabral, «Fundamentos objetivos de la liberación nacional y estructura social» (La Habana, 1966), en Cabral, Unité et Lutte, París, Maspero, (p. 148-170), cita de la p.161.
[6] Para un resumen de la evolución no lineal de Nkrumah en este tema, por ejemplo entre la primera edición de Le Consciencisme (1964) y la segunda (1969/1970), cf. las páginas que le dedica Paulin J. Hountondji en Sur la «philosophie africaine», París, Maspero, 1976, p. 153-179.
[7] Autor en los años 1960 de Le développement du capitalisme en Côte d’Ivoire, París, Minuit, 1967; «Le développement du capitalisme en Afrique noire», L’Homme et la societé, Revue International de Recherches et de Synthèses sociologiques, nº 6, 1967, p. 107-119; «La bourgeoisie d’affaires sénégalaise», L’Homme et la societé, nº 12, 1969, p. 29-41.
[8] Kwame Nkrumah, La Lutte des classes en Afrique, París, Présence Africaine, 1972 [Londres, Panaf Books Ltd, 1970, traducido del inglés por Marie-Aïda Bah-Diop], p. 10 y 13. En un texto anterior a La Lutte des classes en Afrique, Nkrumah había expresado una conciencia de las relaciones precoloniales no idílicas entre africanos: «Hoy, la expresión «socialismo africano» parece compartir el punto de vista de que la sociedad tradicional africana era una sociedad sin clases imbuida del espíritu humanista y manifestar nostalgia por aquel espíritu. Esta concepción del socialismo convierte en fetiche la sociedad africana comunal. Sin embargo, la visión de una idílica sociedad africana sin clases (en la que no había ricos ni pobres), que gozaba de una serenidad dopada, es sin duda una burda simplificación; no hay pruebas históricas ni antropológicas de la existencia de tal sociedad. Me temo que la realidad de la sociedad africana era algo más sórdida. Todas las pruebas disponibles de la historia de África hasta la víspera de la colonización europea demuestran que la sociedad africana no carecía de clases ni de una jerarquía social. En algunas partes de África existía el feudalismo antes de la colonización; y el feudalismo implica una profunda estratificación social explotadora, basada en la propiedad de la tierra. Cabe señalar asimismo que en África ya existía la esclavitud antes de la colonización europea, aunque el anterior contacto con los europeos confirió a la esclavitud en África algunos de sus rasgos más perniciosos. No obstante, lo cierto es que antes de la colonización, que no se expandió en África hasta el siglo XIX, los africanos estaban dispuestos a vender, por no más de treinta monedas de plata, a compañeros de tribu e incluso a miembros de la propia «familia extensa» y del clan» K. Nkrumha, African socialism revisited (1967), ponencia presentada en el Seminario de África celebrado en El Cairo por invitación de At-Talia y Problems of Peace and Socialism,
[9] idem, p. 13.
[10] Hacemos la opción de no discutir aquí la confusión tradicional entre panafricanismo y pan-negrismo, que al integrar a los negros de todas partes −con excepción de los autóctonos del mundo oceánico−, sobre una base racial, lleva implícitamente a hacer discutible la africanidad de las poblaciones no negras de Africa, presentes, más allá del norte de Africa, en todas las otras subregiones de Africa (incluídas la insular, evidentemente).
[11] El estudio del Banco africano de desarrollo, de 2011, sobre las «clases medias» (Mthuli Ncube, Charles Leyeka Lufumpa, Désiré Vencatachellum, The Middle of the Pyramid: Dynamics of the Middle Class en Africa, p. 3-4; www.afdb.org) hablaba de una «clase rica» que constituía casi el 5% de la población. The Africa 2016 Wealth Report habla de 165.000 millonarios en Africa, poseedores de 860.000 millones de dólares estadounidenses.
[12] Tidiane Diakité. La traite des Noirs et ses acteurs africains du XV℮ au XIXe siècle, París, Berg International Éditeurs, 2008
[13] La situación de países como Egipto (formalmente independiente en 1922/1936), de las colonias de repoblación como la sudafricana, la mauriciana, es muy diferente de las otras.
[14] Había sido nombrado por la colonial Compañía del Níger como uno de los comerciantes indígenas que compraban para ella cacahuete a los productores indígenas.
[15] Catherine Coquery-Vidrovitch, Les Africaines. Histoires des femmes d’Afrique subsaharienne du XIXe au XXe siècle, París, La Découverte, 2013 [Desjonquères, 1994], p. 162.
[16] C. Coquery-Vidrovitch, ídem, p. 166.
[17] En Egipto, después de la crisis de Suez (1956), el régimen de Nasser procedió a una nacionalización estatal de las empresas privadas, incluso de la burguesía local. El empresario Osni Sawiris se exilió en Libia, no volviendo a Egipto hasta que el régimen de Sadat restauró el liberalismo económico en los años 1970.
[18] El Estado de Botswana procedió a la neoliberalización de su economía, al mismo tiempo que las otras economías africanas, pero sin pasar por el endeudamiento crítico que caracterizaba a éstas y que les había hecho sufrir la imposición del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
[19] En las colonias de África, de manera general, no se trataba de estimular la constitución de una fracción indígena de la clase capitalista.
[20] Cf., por ejemplo, la muy breve presentación del caso egipcio por Samir Amin, en «Capitalisme libéral, capitalisme de connivences et lumpen-développement: Quelles réponses inmédiates?», Pambazuka News, 19/11/2012, http://pambazuka.org/fr/category/..
[21] Ciertamente, todavía existen intermediarios, pero algunos combinan las actividades de intermediación con otras llamadas «productivas». Por ejemplo, la familia egipcia Mansour −de la que forma parte Mohamed Mansour, séptima fortuna de África−, hizo su fortuna como distribuidor agregado de General Motors, Caterpillar, Philip Morris, Michelin, etc., en varios países de la sub-región. Entre las actividades del argelino Issad Rebrah (el más rico de Argelia, propietario del multisectorial Cevital), está también la venta de coches de la coreana Hyundai. El Grupo de Inversores del Maghreb y de Oriente Medio (GIMMO), del argelino Djilali Mehri, comprende Pepsi Cola Algérie. El capitalista y dirigente del sudafricano ANC, antiguo dirigente sindical, Cyril Ramaphosa, es también representante de Coca Cola y McDo en Sudáfrica
[22] Africa CEO Forum (co-organizado por el grupo Jeune Africa, la suiza Rainbow Unlimited y la Banca Africana de desarrollo, a los que se acaba de sumarse la Societé Financière International, perteneciente al grupo del Banco Mundial), L’entreprise, moteur de la croissance africaine. Construire une Afrique forte grâce au secteur privé, 2014, p.22, disponible en www.theafricaceoforum.com. Sin embargo, las dos primeras empresas africanas son empresas estatales, la argelina Sonatrach (Societé Nationale pour la recherche,la production, le transport, la transformation et la commercialisation des hydrocarbures), una transnacional activa en una decena de países de Africa, América y Europa, y la angoleña Sonangol (Societé Nationale Angolaise des hydrocarbures), activa también en Africa, América, Asia, Europa.
[23] Por ejemplo: «En cuanto Peter Anyang Nyongo, cercano al líder de la oposición Raila Odinga, fue elegido gobernador de Kisumu en agosto, tuvo que hacer frente a las presiones de los inversores de su condado. Éstos le plantearon un ultimátum: o renunciaba a apoyar a Odinga en su contestación al resultado del escrutinio presidencial, o retiraban las inversiones en el condado», «Kisumu entre le marteau d’Odinga et l’enclume des invertisseurs», La Lettre de l’Océan Indien, 25/08/2017, p.2.
[24] Por ejemplo, en el contexto de la privatización, «En 2004, élites económicas fundaron una empresa, Transnational Corporation (Transcorp), para adquirir las antiguas empresas públicas, y de la cual era accionista el propio Presidente en aquella época, Olusegun Obasanjo. Éste habría adquirido entre 200 y 600 millones de acciones de Transcorp. Su lanzamiento tuvo lugar en 2005 desde la residencia presidencial. Obasanjo le concedió cuatro bloques de exploración de petróleo», Olabisi Shoaga, La responsabilité sociales des entreprises an Nigérie depuis la crises del Ogonis: de la realité au discours, tesis para el doctorado en Ciencias Políticas, Universidad de Bordeaux, 2014, p. 77; http://tel.archives-ouvertes.fr/te... Como Jefe del Estado federal nigeriano, Obasanjo había aceptado, del gobernador de un Estado federado, la atribución, con gran disgusto de la población local, de una propiedad (pvidada) de 10.000 hectáreas de bosque destinadas antes a la conservación. La había revendido a continuación al número 1 mundial del aceite de palma, Wilmar International, cuyos principales accionistas son los multimillonarios malayo Robert Kuok y singapuriano Martua Sitorus y la transnacional de origen estadounidense Archer Daniel Midlands (ADM). Una empresa que arrastraba una mala reputación (cf., por ejemplo, Amnesty International, Scandale de l’huile de palme. Les grandes marques tirent profit de l’exploitation des ouvriers, noviembre 2016. www.amnesty.org.fr).
[25] Siguiendo con Nigeria −la sociedad que produce más millonarios y multimillonarios africanos−, el mismo investigador habla de algunas «élites económicas» que «se han constituído en un comité de recogida de fondos bajo el nombre de Corporate Nigeria, durante las últimas elecciones presidenciales de 2011, a pesar de la ley que prohibe a las empresas contribuir a campañas políticas», entre las cuales hay figuras de la lista de Forbes: Aliko Dangote, Femi Otedela, Mike Adenuga, Tony Elumelu (Shoaga, ídem, p. 95). La mayor parte de los miembros del citado comité habrían comprado empresas públicas durante el programa de privatización. Hicieron falta cuatro días de huelga general para anular la adquisición por Dangote de dos refinerías de Estado, como regalo de fin de mandato del presidente Olusegun Obasanjo, un acto comprobado de la acumulación (privada) por desposesión (de la propiedad de Estado o pública), una característica de la neoliberalización.
[26] Amr Ady, «Too Big to Fail: Egypt’s Large Enterprises After the 2011 Uprising», Carnegie Middle East Center, 2/03/2017, http://carnegie-mec.org/2017/03/27...
[27] «Definimos una multinacional como una sociedad que tiene su sede en Africa y opera al menos en otros tres países africanos fuera de su sede doméstica. Desde luego, es una definición simplista según las normas mundiales […] Las mayores multinacionales africanas −las que tienen una cifra de negocios anual superior a los mil millones de dólares− son más o menos unas 60 y tienen unos ingresos brutos combinados de 200.000 millones de dólares. Si se rebaja el umbral de los mil millones de dólares, hay más de cien empresas africanas que tienen una impronta regional; son los principales motores de la reciente explosión de inversiones intra-africanas», «Les multinationales africaines contribuent de bien des manières à la transformation de leur continent» (Michael Kottoh, director general de la consultoría Konfidants y de estrategia de Initiative AfroChampions, entrevistado por La Tribune Afrique, 27/10/2017, https://afrique.latribune.fr/entr...). Poniendo el umbral en 500 millones de dólares estadounidenses, son unas 700 (Perspectives économiques en Afrique 2017).
[28] Extracto de la presentación de Business Africa en la sede de la OIE (http://www.ioe-emp.org/...)
[29] El PNUD se adhiere, al igual que el Banco africano de desarrollo y la OCDE, a la religión del crecimiento, considerando −tras haber citado rápidamente (en 20 líneas) el desarrollo humano como «un fin en sí mismo»− que «como mostrará este capítulo, el desarrollo humano es más que una emancipación social −es también un inductor de crecimiento», «el desarrollo humano es un motor del crecimiento», «el desarrollo humano es un medio para acelerar la diversificación económica y las cadenas de valor», hablando de «la visión estratégica común de Africa en favor del desarrollo humano para favorecer al empresariado» (Grupo del Banco africano de desarrollo, Organización de cooperación y de desarrollo económicos, Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo, Perspectivas económicas en Africa 2017, Tema especial: Empresariado e industrialización, 2017, p. 110, 111 y 130), o dicho de otra manera, la finalidad no es el «desarrollo humano», sino el crecimiento, la reproducción del capital.
[30] Se trata por el momento de veinte empresas, según Michael Kottoh (op.cit.). Entre otras razones del poco entusiasmo manifestado en el seno de la patronal multinacional africana, parecen estar las consecuencias de los acuerdos de libre comercio entre algunos Estados africanos con la Unión Europea (como los Acuerdos de Colaboración Económica, el Acuerdo de libre cambio completo y profundizado en negociación entre Tunez y la UE) y los Estados Unidos. Algunas empresas africanas se arriesgan a sufrir la competencia de mercancías y servicios procedentes de Estados Unidos, de la UE, etc. La competencia no tiene la misma realidad en los diferentes sectores. Hay ya empresas, en el seno de la CEDEAO, por ejemplo, que no están en condiciones de soportar la competencia de los productos, de las inversiones, provenientes de otro país miembro de este reagrupamiento sub-regional
[31] PANA, «la UE niega haber perdido el compercio africano y la batalla de las inversiones», 31/03/2014, http://www.panapress.com/L-UE..
[32] Dangote ha anunciado grandes inversiones en Europa y en los Estados Unidos durante los próximos años.
[33] Citado por Pierre Dockès, «Mondialisation et «impérialisme à l’envers»», en La mondialisation, stade suprême du capitalisme? En hommage à Charles-Albert Michalet, Presses Universitaires de Rennes, 2013, http://books.openedition.org/pupo/2740.
[34] «El señor Elumelu llama a los empresarios africanos a hacer negocios con los BRICS», African Press Organization (APO), 27/08/2013, https://www.financialafrik.com/2013...
[35] Xinhua, «Livre blanc: nouvelles caractéristiques des invertissements entre la Chine et l’Afrique», Le Quotidien du Peuple on-line, 23/12/2010, http://french.peopledally.com.cn/Ec... Se indica en su presentación que es también «consejero (adviser) de la United States Agency for International Development (USAID)’s Private Capital Group for Africa».
[36] Bo Li, «L’Afrique aussi investit en Chine», Afrique Renouveau, agosto 2015, p. 30.
[37] A propósito de los préstamos, no se limitan a los Estados, porque Dangote obtuvo en 2016 un préstamo chino de 2.000 millones de dólares estadounidenses, cf. Bandiare Ndoye, «Nigeria: Dangote bénéficie d’un prêt de 2 milliards de dollars de la Bank of China», Financial Afrik, 13/04/2016, https://www.financialafrik.com/2016... Un préstamo interesante para el capital chino, pues además del banco crediticio, la construcción de nuevas cementeras que justifican este crédito ha sido confiada a la sociedad china Sinoma International Enginnering Co, con la cual Dangote había firmado el año anterior «contratos por un valor global de 4.340 millones de dólares […] para la construcción de nuevas fábricas en ocho países de Africa y Asia», Agence Ecofin, «Dangote signera pour 4,34 milliards $ avec le chinois Sinoma pour construire des usines en Afrique», 26/08/2015. Sinoma ya estaba subcontratada para su cementera en Zambia (2012-2013)
[38] ChineInde/MaPadioleau, «L’Afrique, una priorité pour l’Inde», www.chineinde.info/blog/afr...
[39] Mfonobong Nsehe, «Bill Gates And Other U.S. Investors Buy $ 1 Billion Stake in Egyptian Construction Firm», Forbes, 19/01/2013, https://www.forbes.com/sites/mfono...
[40] Leslie Sklair, «The Transnational Capitalist Class and the Discourse of Globalization», Cambridge Review of International Affairs 2000, https://www.globalpolicy.org/global... Cf. también, por ejemplo, Giulio Azzolini (traducido del italiano por Livio Boni, Raffaelo Cucciniello), «Sur la nouvelle classe capitaliste, transnationale et dominante?», Actuel Marx, 2016/2, nº 60, p.28-42. http://www.caim.info/revue-actuel...
[41] Fórmula que se encuentra tanto en el africapitalista Tony O. Elumelu como en el afropolitano Achille Mbembe (cf., por ejemplo, Achille Mbembe (recogido por Christophe Ayad, Cyril Bensimon, Christophe Châtelot y Serge Michel), «Venez en Afrique, venez chez nous!», Le Monde, número especial: Africa en alza (p. 6-11), p.10 para la expresión.
[42] AFP, «Economic growth not meeting needs of poor, says Okonjo-Iweala», Vanguard, 9/12/2013, http://www.vanguardngr.com/2013/12...
[43] En el caso de las Nana Benz, como escribe Comi Toulabour refiriéndose a la estructuración de su comercio, «en la base de la pirámide plateada se encuentra un enjambre de pequeñas vendedoras ambulantes […], producto del fenómeno del masivo éxodo rural femenino […] así como del tráfico de niños que afecta al Golfo de Guinea. Remuneradas a veces con tirachinas, y viviendo en condiciones de precaridad «subhumana», forman el lumpenproletariado, la cara espantosa de esta economía informal de la que la literatura sólo muestra su lado noble y glorificado. El conjunto de la profesión emplea un efectivo que puede estimarse entre dos y cuatro mil personas, cuyas franjas superiores forman la burguesía compradora que sabe reproducirse notablemente pasándose el timón de madres a hijas», Comi Toulabor, «Les Nana Benz de Lomé, Mutations d’une bourgeoisie compradore, entre heurt et décadence», Afrique Contemporaine, 2012/4 (p.68-80), p. 72 para la cita.
[44] Los mineros reivindicaban una remuneración superior a la que estaba entonces en vigor, o dicho de otra manera, una menor (sobre-)explotación de su fuerza de trabajo.
[45] Comunicado del colectivo de trabajadores de la cementera Dangote, «Alioune Ndiaye de la 2Stv s’est mouillé», leuksenegal.com, 17/04/2015, http://www.leuksenegal.com/...
[46] Christopje Le Bec y Stéphane Ballong, «Stratégie: comment les entreprises africaines montent en puissance face aux multinationales», Jeune Afrique, 11/01/2016, http://www.jeuneafrique,com/mag/289…
[47] «Dangote workers being treated like slaves», Zambian Watchdog, 25/01/2016, https://www.zambiawatchdog.com/dang...
[48] Aeneas Chuma (recogido por Franck Kuwonu), «Afrique: une croissance sans emploi», Afrique Renouveau, abril 2015 (p. 26-27), p. 26 para la cita, disponible en: www.un.org/africarenewal/fr.
[49] Maria Jovanovic, «Le travail en perte de vitesse», Finances & Développement, setiembre 2015 (p. 34-35), p. 35 para la cita.
[50] International Labour Office, World Employment and Social Ourlook: Trends 2017, Ginebra, 2017, p. 15-19.
[51] Organización Intrnacional de Empleadores, Business Africa y Organización Internacional del Trabajo, Livre Blanc du Sommet des partenaires sociaux pour l’Emploi en Afrique, Casablanca, 15/12/2015, p. 13, www.ioe-emp.org
[52] De los 78 Estados accionistas del Banco africano de desarrollo, 25 son no africanos, y entre ellos Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia y Japón poseen el 25% del capital de esta institución llamada panafricana.
[53] Citado por Ristel Tchounand, «Fondation Dangote: 1,5 million de dollars pour la création de la Coalition africaine des entreprises de la santé (ABCHealth)», La Tribune Afrique, 20/09/2017.
[54] Oxfam, «Parlons argent: l’Afrique invitée du G7», junio 2015, p. 4, www.oxfam.org
[55] Shoaga, op.cit., nota infra pagina 371, p. 98. Se exilió entonces en Londres, bajo la presidencia de Musa Yar Adua (2007-2010), que acabó por concederle el perdón, permitiendo así su vuelta al redil. En 2016, el fiscal federal precintó las oficinas de su empresa de telefonía móvil, nº 2 en Nigeria, por lo pagar el IVA evaluado en 24.300 millones de nairas (67 millones de dólares estadounidenses). Nicholas Ibekwe, «Adenuga’s Mountain of debt: Several firms, AMCON chasé billionaire for unpaid bills», Premium Times, 27/06/2016, https://www,premiumtimesng.com/news..
[56] AFP, «Economic growth not meeting needs of poor, says Okonjo-Iweala», Vanguard, 9/12/2013, http://www.vanguardngr.com/2013/12...
[57] La Tribune Afrique, «Nigeria: multinationales et personnes fortunées accusées d’évasion fiscal», 17/03/2017, https://afrique.latribune.fr/econom... En esta ocasión no se dieron nombres, pero menos de un año antes en los Panama Papers, aparecieron nombres, entre ellos el de Dangote, de usuarios de paraísos fiscales, a través de sociedades pantalla: «Premium Times was able to uncover several Nigerian business players associated with shell companies», Joshua Olufemi, Emmanuel Mayah, «Web of intrigue: Panama Papers reveal shell companies linked to Africa’s richest man Dangote», Mail & Guardian, 15/04/2016, http://mgafrica.com/article/2016-04...
[58] Perspectives économiques en Afrique 2017, p. 11
[59] Oxfam, op.cit., p.3. Tras la expresión «fuga de capitales» puede haber un horizonte económico-social…
[60] Siguiendo con Nigeria −la sociedad que produce más millonarios y multimillonarios africanos−, el mismo investigador habla de algunas «élites económicas» que «se han constituído en un comité de recogida de fondos bajo el nombre de Corporate Nigeria, durante las últimas elecciones presidenciales de 2011, a pesar de la ley que prohibe a las empresas contribuir a campañas políticas», entre las cuales hay figuras de la lista de Forbes: Aliko Dangote, Femi Otedela, Mike Adenuga, Tony Elumelu (Shoaga, ídem, p. 95). En Egipto, bajo el régimen post-Mubarak de Mohamed Morsi, el fiscal egipcio consideró al grupo Orascom responsable, por fraude fiscal, de mil millones de dólares, que pagó. Ya había sido objeto, algunos años antes en Argelia, de una revisión fiscal (de cinco años) de cerca de mil millones de dólares estadounidenses.
[61] Los Estados de Kenya, Suazilandia, Tanzania, han podido recaudar más impuestos estos últimos tiempos, pero nada indica todavía que eso haya tenido efectos positivos en materia de política social a favor de las clases sociales populares.
[62] En Malawi −una de las sociedades más pobres de Africa, dependiente principalmente de la producción y la exportación de tabaco−, mientras se agravaba la situación social de las clases populares, y los dirigentes desviaban dinero público, toda una tradición (Nick Wright, «Who’ll remember Cashgate?», African Arguments, 3/09/2015, http://africanarguments.org/2015/09... ), lo mediático era la acción filantrópica (construcción de aulas y donación de camas al hospital principal) de Raising Malawi, la fundación de la cantante estadounidense Madonna.
[63] Ayodele Odusola, Giovanni Andrea Comia, Haroon Bhorat y Pedro Conceiçao (dir.), Inégalités de revenus en Afrique subsaharienne. Tendances divergentes, déterminants et conséquences. Aperçu général, New York Programme des Nations Unies pour le développement Bureau régional pour l’Afrique, 2017, p.3.
[64] Oxfam, «Inequallity in Nigeria. Exploring the Drivers», mayo 2017, www.oxfam.org
[65] Maram Mazen, «Égypte: les riches se barricadent, les inegalités s’accentuent» La Voix du Nord, 17/06/2017, http://www.lavoixdunord.fr/19413/...
[66] «¡El 90% de los diarios nacionales vendidos cada día pertece a 10 oligarcas! Según los cálculos de Basta!, los mismos poseen televisiones y radios que totalizan el 55% y el 40% de las audiencias», Agnès Rousseaux, «Le pouvoir d’influence dérirant de dix milliardaires que possèdent la presse française», Basta!, 5/04/2017, http://www.bastamag.net/Le-pouvoir... El semanario Le Point que se ha puesto a publicar Le Point Afrique, pertenece a la séptima fortuna de Francia, François Pinault. En cuanto al diario Le Monde, tiene como copropietario (de tres) a la undécima fortuna francesa, Xavier Niel. Publica Le Monde Afrique con el apoyo de la Agencia francesa de desarrollo, del Banco Mundial, de la fundación (Bill) Gates y la Open society Iniciative for West Africa del financiero multimillonario George Soros.
[67] Este forum parece haber eclipsado al forum Forbes Africa/Afrique organizado por la revista epónima a partir de 2012 en Brazzaville, bajo el alto patrocinio del Jefe de Estado, y que fue paralizado en 2015, después de cuatro ediciones. ¿Tendrá que ver con la situación de tensión que imperó durante la campaña pro/contra la revisión constitucional?
[68] Femi Osofisan (entrevistado por Yinka Fabowale), «Nollywood has good actors, but… – Femi Osofisan», Nigerian Films, 20/05/2010, http://www.nigerianfilms.com/news/76... Lo explica así: «Nollywood está patrocinado principalmente por distribuidores de repuestos, ellos son los que lo financian y no están interesados en las cosas serias por razones comprensibles. Simplemente son gente de negocios y quieren recuperar su dinero lo más rápido posible. No están interesados en esas consideraciones de cultura ni nada. Entonces, es como las comidas rápidas, solo quieren hacer películas y ganar dinero al día siguiente. Entonces, debido a eso, no están interesados en cosas serias y no puedo culparlos porque es una ley de negocios»
[69] Citado por Rebecca Moudio, op. cit., p. 25.
[70] Cf., por ejemplo, Fátima Martín, «En Espagne, les fonds vautours dévorent l’habitat, le pain et l’électricité», en CADTM, Les autres voix de la planète: Fonds vautours. Les ailes de la dévastation, 4º trimestre 2017, p. 61-63; Éric Toussaint, «Les «fonds vautour» prospérent sur la mirère en spéculant sur l’endettement des particuliers», Basta!, 8/12/2017. https://www.bastamag.net/Les-fonds...
[71] Sigue teniendo una gran actualidad la observación del activista panafricanista caribeño Walter Rodney: «La ocultación de la noción de clase en el Africa post-independencia ha hecho del panafricanismo un slogan inofensivo para el imperialismo, aunque chovinistas y reaccionarios africanos lo hayan reivindicado», W. Rodney, «Panafricanisme et lutte des classes», Période, 12/06/2017 (Texto escrito en 1974 y publicado por primera vez en 1975 en «Pan-Africanism: Struggle against Neo-colonialism and Imperialism – Documents of the Sixth Pan-African Congress», Horace Cambell, ed., Afro-Carib Publications, Toronto, 1975, p. 18-41, traducido del inglés por Leila Khoulalene, a partir de la versión retranscrita por Susan Campbell y puesta a disposición en la web marxists.org: https://www.marxists.org/subject/af.. ). Hoy día, no es sólo la pequeña burguesía la que habla en nombre de Africa, también la clase capitalista africana, al servicio de la cual también se ha puesto desde su desarrollo −al que ha contribuído también la pequeña burguesía como clase dirigente post-independencia.
[72] Según la Tony Elumelu Foundation (TEF), «El programa consiste en el compromiso de 10 millones de dólares estadounidenses en 10 años [o sea, 100 millones] de la TEF para identificar, formar, encuadrar y financiar a diez mil empresarios africanos en el horizonte 2024», que deberán crear un millón de empleos. 3.000 jóvenes empresarios, originarios de 54 países africanos, han sido formados de 2015 a 2017.
[73] Fuente: artículos publicados por el citado Forum por la prensa pro-capitalista africana, principalmente el de Alain Faujas y Stéphane Ballong: «Africa CEO Forum: à la recherche dùn nouveau modèle pour l’Àfrique», Jeune Afrique, 28/03/2017, http://www.jeuneafrique.com/mag/421... Y el publicado por la BAD: «5e édition de l’Africa CEO Forum à Genève: Réinventer le Business model africain», 20/03/2017, https://www.afdb.org/fr/news...
Jean Nanga es militante del CADTM África, colabora regularmente con la revista Inprecor.