Recomiendo:
0

La profecía auto-realizada del apoyo al mal menor

¿Una república de derecha?

Fuentes: CounterPunch

George Bush derrotó apenas a John Kerry en el Colegio Electoral, pero ganó el voto popular por un margen considerable de 4 millones en todo el país. Los republicanos aumentaron su mayoría en el Congreso y votantes en 11 estados votaron por prohibir los matrimonios del mismo sexo. Y el referéndum en California contra las […]

George Bush derrotó apenas a John Kerry en el Colegio Electoral, pero ganó el voto popular por un margen considerable de 4 millones en todo el país. Los republicanos aumentaron su mayoría en el Congreso y votantes en 11 estados votaron por prohibir los matrimonios del mismo sexo. Y el referéndum en California contra las leyes que sentencian por «Three strikes» [a la tercera va la vencida] también fue derrotado.

Los republicanos – y los conservadores sociales – barrieron en la elección 2004, a pesar de la extrema polarización de la población del país.

Nadie puede acusar esta vez a Ralph Nader. El medio millón de votos de Nader no tuvo influencia en el resultado de esta elección. Los demócratas se aseguraron de que así fuera, dedicando meses de esfuerzos para que el nombre de Nader no apareciera en las papeletas en estados populosos en todo el país.

¿A quién culpar, entonces? Desgraciadamente, las primeras conclusiones provenientes de la izquierda ABB (CMB – Cualquiera Menos Bush) parecen echar rápidamente la culpa a la propia población de EE.UU.

Por ejemplo, el artículo de Justin Podur: «La mañana después», publicado en Znet, argumenta:

Es hora de admitir una cosa. La principal línea divisoria en el mundo de hoy no es entre la elite de EE.UU. y su pueblo, o entre la elite de EE.UU. y los pueblos del mundo. Es entre el pueblo de EE.UU. y el resto del mundo. En la primera elección, no eligieron a George W. Bush. Cuando Estados Unidos lanzó bombas de racimo sobre todo Afganistán, desbarató los esfuerzos de ayuda en ese país, mató a miles de personas y ocupó el país, podía ser interpretado como acciones de un grupo ilícito que se robó las elecciones y pasó a utilizar el terrorismo como pretexto para ir a la guerra. Cuando Estados Unidos invadió Irak, matando a 100.000 según los cálculos más recientes, se podía argumentar que nadie había consultado realmente al pueblo estadounidense al respecto, y que le habían mentido. Cuando Estados Unidos secuestró al presidente de Haití e instaló una dictadura paramilitar, se podía argüir que fueron acciones de un grupo no elegido que menosprecia la democracia.

Con esta elección, todas esas acciones han sido justificadas retroactivamente por la mayoría del pueblo estadounidense.

Mucha gente será influenciada por estos argumentos porque la dimensión de la victoria de Bush fue mucho más grande que lo que nadie había pronosticado. El columnista del New York Times Nicholas Kristoff, por ejemplo, opinó el 3 de noviembre: «los demócratas trafican con temas y los republicanos venden valores. Consideren las cuatro G: [en inglés «God, guns, gays and grizzlies»; en castellano: «Dios, fusiles, gays y osos pardos»]

Es verdad que la votación conservadora y republicana fue mayor que en 2000. Se ha había considerado generalmente que una participación electoral de un 55% (mayor que el 51% de 2000, pero ni cerca del 60% que había sido pronosticado) ayudaría a conducir a Kerry a la victoria. Pero muchos de los nuevos votantes, movilizados por los republicanos, votaron por Bush: Florida, Georgia, Virginia y Kentucky – que se hicieron republicanos – tuvieron participaciones récord. Por otro lado, la población en edad estudiantil enlistada por los demócratas se quedó en casa en aproximadamente la misma gran proporción que en 2000. Y a más no llegó el beneficio de la campaña de Michael Moore y Bruce Springsteen por Kerry.

Bush también consiguió importantes votos de la tradicional base – en rápido deterioro – del Partido Demócrata. Veamos algunas estadísticas iniciales (basadas en sondeos de salida de urna de CNN, y que por lo tanto pueden cambiar) que dan una idea del derrumbe de la base tradicional demócrata:

– un 23 por ciento de los gays votaron por Bush

– un 36 por ciento de los miembros de sindicatos votaron por Bush (tal como lo hicieron un 40% de los que tienen miembros de los sindicatos en su familia.)

– De los que ganan entre 15.000 y 30.000 dólares, un 42% votó por Bush.

– Un 11 por ciento de los negros votó por Bush.

– un 44 por ciento de los latinos votó por Bush.

Gran parte de la izquierda CMB concluirá desdeñosamente que los estadounidenses obtuvieron lo que se merecen – cuatro años más de George Bush. Muchos en el sector dominante del Partido Demócrata concluirán que los demócratas deben orientarse más a la derecha para atraer a la mayoría conservadora en EE.UU. Después de la elección, Kristoff argumenta: «La primera prioridad del Partido Demócrata debe ser reconectarse con el corazón de EE.UU.»

La profecía auto-realizada del mal menor

Estas dos conclusiones se basan en la suposición de que la mayoría de los estadounidenses son incurablemente conservadores – y que la izquierda de EE.UU. está condenada en el futuro previsible a seguir siendo una ínfima minoría en un mar de conservadorismo. Sobre esta base, la izquierda apoyó a Kerry en 2004, como el demócrata más «elegible».

Toda la suposición de la lógica del mal menor, desde luego, es que lo mejor que podemos esperar en EE.UU. es la elección de una versión un poco mejorada del candidato republicano. El mal menor se convierte en una profecía auto-realizada cuando nunca se forma un partido de izquierda que desafíe el sistema bipartidario.

Las elecciones de 2004 pusieron al desnudo la lógica inversa empleada por la izquierda CMB – cuando la «elegibilidad» de Kerry (es decir su similitud con Bush) no consiguió que se le eligiera. Es decir cómo, en un país en el que la mayoría de la población considera la guerra de Irak como un error, el hombre que condujo al país a esa guerra utilizando premisas falsas logró salirse con la suya y obtener una victoria.

Utilizando la misma estrategia utilizada anteriormente por Gore y Clinton, Kerry abandonó a la base tradicional del Partido Demócrata para atraer a votantes vacilantes /es decir la clase media blanca). Eso quiso decir que Kerry permitió que Bush definiera el marco del debate, que en este caso fue el terrorismo. Kerry ni siquiera habló de los dientes para afuera del movimiento sindical, mientras se distanciaba lo más posible de los derechos al aborto y se oponía directamente a los matrimonios del mismo sexo. Su oposición a la guerra de Irak fue tan condicional, contradictoria y confusa – ya que fue un candidato a favor de la guerra – que desperdició la enorme oportunidad de fusionar el masivo sentimiento contra la guerra en una oposición electoral coherente.

La estrategia republicana, por su parte, se concentró en el fortalecimiento de su base electoral cristiana conservadora. Cuando Bush propuso el año pasado una prohibición de los matrimonios gay, fue parte de una estrategia calculada para dar una sensación de urgencia en esta elección a los votantes socialmente conservadores. Bush nunca perdió de vista su base electoral. En realidad, los republicanos lanzaron referéndum prohibiendo los matrimonios gay en 11 estados para atraer a los conservadores sociales a las urnas – para que luego depositaran un voto por Bush.

Por ello, durante las últimas semanas de la campaña, mientras Bush se ocupaba de reforzar su base, Kerry trató de atraer a la ínfima fracción de votantes indecisos que trataban de decidir si apoyaban a Bush o a Kerry. Mientras Gore se las arregló para sonar un poco populista durante las últimas semanas de la campaña de 2000, Kerry no hizo el menor esfuerzo de hacerlo.

Tiempo de reevaluar

Debido a la estrategia electoral de Kerry, la agenda de Bush determinó los parámetros políticos de la campaña. Es decir, la agenda derechista de Bush no encontró una oposición coherente – sino que tuvo un débil eco por parte del neoliberal favorable a la guerra, John Kerry.

Si la izquierda CMB busca a quien culpar por la victoria de Bush, debería echarse una buena mirada a sí misma – y a su rendición incondicional ante un candidato tan derechista como Kerry. En lugar de presionar a Kerry desde la izquierda, la izquierda CMB dedicó la mayor parte de su energía a atacar a Ralph Nader y a los que trataban de edificar una genuina alternativa de izquierda a los demócratas.

Además, la campaña por Kerry llevó a que los movimientos contra la guerra, femenino, gay y sindicalista abandonaran toda lucha de importancia. Esto fue no sólo porque dedicaron su tiempo, su dinero y su energía para trabajar por Kerry, sino porque la lucha habría requerido una crítica de las propias posiciones de Kerry a favor de la guerra y otras de carácter retrógrado. La tortura en Abu Ghraib, que podría haber llevado a tormentosas manifestaciones de masas de activistas contra la guerra, apenas provocaron un pitido del movimiento contra la guerra – o de John Kerry.

Por lo tanto, la elección fue conducida sin oposición al status quo republicano, permitiendo que el debate político dominante siguiera basado en los términos de Bush – es decir, sobre una base derechista. Por ejemplo, el debate sobre los matrimonios gay no fue entre dos partes, una que lo apoyaba y otra que se le oponía, sino entre dos candidatos que se oponían ambos. Y estos parámetros fijaron el debate sobre los matrimonios gay para la masa de la población de EE.UU.

La conciencia de la masa, sin embargo, no es un estado mental permanente, sino algo que se encuentra en condición de cambio continuo. Cuando existe una izquierda fuerte y que se hace oír, y los movimientos crecen basados en la lucha, la conciencia de la masa cambia. Es ciertamente la lección de los años 60 y de comienzos de los 70, cuando la izquierda creció y la conciencia de la masa también derivó hacia la izquierda – con amplios márgenes a favor de los derechos al aborto y de los derechos humanos.

Además, la conciencia es dispareja dentro de la población en su conjunto. Sólo una minoría de estadounidenses en edad de votar votó efectivamente por Bush o contra los matrimonios gay el 2 de noviembre, ya que más de un 45 por ciento de los estadounidenses en edad de votar se quedó en casa. E incluso dentro de las cabezas de cada individuo, la conciencia se mezcla y a veces se contradice – la única manera posible de explicar los numerosos gays, por ejemplo, que votaron por Bush.

El voto es la forma más baja de expresión política, especialmente en Estados Unidos, dominado por dos partidos corporativos. Fue aún más el caso en 2004, cuando la capitulación abrumadora de la izquierda ante Kerry denegó a la mayoría de la gente la oportunidad de poder escuchar siquiera un punto de vista de izquierdas.

Lo que podemos concluir de los resultados de la elección de 2004 es lo siguiente: una oposición izquierdista es desesperadamente necesaria en EE.UU. para que la masa de la población, que es explotada y oprimida por el sistema, tenga medios de expresión política. Por desgracia, esta elección fue un verdadero contratiempo al respecto.

La izquierda amplia se derrumbó como oposición y la política dominante se orientó hacia la derecha en esta elección, por todas las razones mencionadas.

Pero eso no significa que la conciencia no pueda cambiar en la dirección opuesta – y probablemente mucho más rápido de lo que supone la mayoría de la gente. Podemos esperar que Bush, con su nuevo «mandato» del voto popular, parta a la ofensiva. Pero, como Newt Gingrich hace un decenio, Bush encontrará oposición. Si decide volver a lanzar una prohibición federal contra los matrimonios gay, provocará a la mayoría de la gente que continúa oponiéndose a la discriminación contra lesbianas y gays. Si trata de ilegalizar el aborto, hará estallar un movimiento femenino. Si lanza una ofensiva contra Faluya, lo que es muy probable en el futuro muy cercano, irritará a millones de personas opuestas a la guerra.

En la mayoría de los aspectos, esta elección fue una simple distracción de las crisis muy reales enfrentadas por la mayoría de los estadounidenses en este mismo momento: la guerra, la falta de atención sanitaria, trabajos mal pagados y masivos recortes presupuestarios. Estas crisis no desaparecerán sin una lucha desde la base.

Si queremos evitar que se repita este guión deprimente en cada ciclo electoral, la izquierda tiene que analizarse profundamente – y aceptar la responsabilidad por su propio papel en la reelección de Bush en su celo por apoyar al mal menor.

———————-

Sharon Smith escribe para Socialist Worker.

http://www.counterpunch.org/smith11042004.html