El Aaiún, 1967 Exfuncionaria municipal Casada y madre de dos hijos Delgada, altísima, aristocrática en su melhfa de colores. Nadie diría que Aminetu Haidar ha sido torturada por defender los derechos humanos en el Sáhara occidental, la tierra que sueña independiente. La Comisión Española de Ayuda al Refugiado y la Fundación CEAR le acaban de […]
El Aaiún, 1967 Exfuncionaria municipal Casada y madre de dos hijos
Delgada, altísima, aristocrática en su melhfa de colores. Nadie diría que Aminetu Haidar ha sido torturada por defender los derechos humanos en el Sáhara occidental, la tierra que sueña independiente. La Comisión Española de Ayuda al Refugiado y la Fundación CEAR le acaban de otorgar el Premio Juan María Bandrés.
Usted comenzó la lucha pronto.
A los 12 años yo era una niña mimada. La primogénita. ¡La primera bofetada me la dio un policía marroquí! Pero a esa edad comprendí que algo pasaba. Oía las bombas. Veía circular a las tropas. Como mi abuelo pertenecía al Ejército marroquí, vivíamos en el barrio militar.
¿Al Ejército marroquí, dice?
Sí. Yo veía vehículos militares llenos de sangre, y le preguntaba al chófer que era aquello. Me di cuenta de que los marroquís habían llegado al Sáhara occidental de manera ilegal. Sentía el miedo. Para oír la radio nacional saharaui teníamos que cerrar las persianas. A los 17 años supe que éramos un pueblo ocupado. Montamos células clandestinas.
Y acabó pasando tres años y siete meses con los ojos vendados.
Yo tenía 20 años. En 1987 nos enteramos de que venía a El Aaiún una comisión de Naciones Unidas para comprobar cuál era la voluntad de los saharauis. Decidimos manifestarnos. Pero los marroquís abortaron la concentración, arrestando a 400 personas. Liberaron a todos menos a 64.
Usted estaba entre ellos.
Sí. A mí me sacaron de casa a las 3.30 de la madrugada. Me llevaron a una sala de tortura, me ataron las manos y los pies con cuerdas y me echaron encima sustancias apestosas. Cuando perdía la conciencia, me despertaban a bofetada limpia, amenazándome con violarme y matarme. Pasé aquellos tres años y siete meses en una mazmorra llena de insectos, sin juicio, sin saber nada del exterior. Me liberaron en 1991.
¿Cómo se sale de algo así?
Enferma. Llena de dolor. Me operaron de la espalda y de las hemorroides, porque durante todo ese tiempo solo comí legumbres secas. La única carne era la de los insectos.
Repugnante. Sin embargo, la experiencia no la arrugó.
No. Construimos comités para denunciar la violación de los derechos humanos y el crimen contra la humanidad cometidos por el Estado marroquí. Cuando pudimos romper el cerco mediático, nos privaron del pasaporte. Y el 17 de junio del 2005 hubo una nueva manifestación.
¿Volvió a ser objetivo?
Me abrieron la cabeza y me dejaron tirada en la calle. En el hospital me dieron 10 puntos pero, antes de recibir el alta, me llevaron a la policía judicial marroquí. Tras tres días de interrogatorios, me negué a firmar un dosier lleno de mentiras.
¿Qué tipo de mentiras?
Escribieron que yo decía pertenecer a una banda criminal y que incitaba a la gente a la violencia. ¡Es el Gobierno marroquí el que ejerce el terrorismo de Estado! Para mí fue un honor estar siete meses en la Cárcel Negra. Pude constatar el sufrimiento de los prisioneros.
Hoy la intifada continúa.
Desde el 21 de mayo del 2005 hay una gran sublevación popular pacífica. Frente a la miseria, frente a la explotación, frente a las violaciones de los derechos de expresión, manifestación y asociación, frente al silencio de la comunidad internacional. Naciones Unidas no ha llegado a una solución del conflicto. Y nosotros nos agarramos a nuestro derecho inalienable de autodeterminación.
Levantando las banderas.
Y repitiendo eslóganes contra la ocupación marroquí. Pero la respuesta siempre es perversa, brutal, salvaje… A base de represión y de silencio, la situación se agravará. No descarto que alguien piense en una acción agresiva… Nosotros invitamos a la calma. Preferimos ser víctimas de la violencia que practicarla.
Usted se queja amargamente de Francia y de España.
Francia, lo sabemos, defiende de manera clara la ocupación marroquí. Pero ¡el Gobierno español tiene una responsabilidad jurídica e histórica hacia nosotros! Fue España quien nos dejó en manos de un ocupante represor. ¡No puede callar!
¿Se explica el desinterés?
Tendrán intereses… Sabemos que el pueblo español nos apoya. Si no existiera su solidaridad, estaríamos muertos. Solo le pedimos al Gobierno español que presione al marroquí para que nos deje ejercer nuestro derecho a la autodeterminación.
No corra tanto riesgo, Aminetu…
Sé que, cuando regrese a casa, me volverán a encerrar en la cárcel. Pero nuestra obligación es sacrificar nuestras vidas para que los otros vivan. Llegar hasta la muerte si es preciso. Preferimos la muerte a vivir con los marroquís.