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La nueva rebatiña de Africa

Fuentes: Página12

Al fragor de la guerra en Irak y Afganistán, con prolijidad silenciosa, la Casa Blanca amplía su presencia militar en el continente africano. El pretexto es el de siempre: combatir al terrorismo. El subtexto es el de siempre: petróleo y gas natural. La base militar norteamericana más importante en el continente negro está radicada en […]

Al fragor de la guerra en Irak y Afganistán, con prolijidad silenciosa, la Casa Blanca amplía su presencia militar en el continente africano. El pretexto es el de siempre: combatir al terrorismo. El subtexto es el de siempre: petróleo y gas natural.

La base militar norteamericana más importante en el continente negro está radicada en Djibouti, es permanente y facilita a EE.UU. el control del Golfo de Adén por donde pasan los buques-tanques que transportan a Occidente el 25 por ciento de la producción petrolera mundial. Eso en Africa del Este. Desde el 2003 a esta parte, el Comando norteamericano en Europa con sede en Stuttgart, Alemania, ha incrementado su actividad en Namibia, Senegal, Malí, Ghana y otros países del Africa occidental, en marzo del 2004 llevó a cabo operativos militares en el Sahel, instala un sistema costero de seguridad en el Golfo de Guinea y entre otras cosas proyecta construir una poderosa base naval en Santo Tomé y Príncipe que no dejará nada que desear en comparación con la de Diego García en el Océano Indico. Curiosamente -o no- se trata de naciones africanas con grandes reservas energéticas, algunas descubiertas no hace mucho.

Los gigantes petroleros de siempre acumulan inversiones en Africa y demandan la presencia de más militares norteamericanos para evitar sobresaltos. Las operaciones de «mantenimiento de la paz» son otro pretexto para introducirlos en un continente asolado por el hambre, la pobreza, el sida, las guerras civiles, y el Departamento de Estado -no muy conocido por sus actividades pacifistas- ha llevado el presupuesto para tales operaciones de 30 millones de dólares en 2004 a 133 millones en 2005, un aumento del 440 por ciento en sólo un año. Es que la ExxonMobil, por ejemplo, participa en la explotación de cinco yacimientos marinos en Angola, cuyas reservas estimadas equivalen a 11.500 millones de barriles, y anunció el descubrimiento de otros 38. «El petróleo africano es de interés estratégico nacional para nosotros y lo será más aún en el futuro», aclaró el entonces subsecretario de Estado para Africa, Walter Kansteiner (The Time, 29-7-02).

A veces el Pentágono es más directo: ofreció invadir la provincia sudanesa de Darfur con más de 20.000 efectivos de EE.UU. y de sus aliados para ocuparla militarmente y poner fin a la guerra civil (PL,12-6-06). La Unión Europea enviará 2000 hombres a la República Democrática del Congo, comandados por el teniente general alemán Karlheinz Viereck, para asegurar -se dice- la realización de las elecciones previstas a fines de noviembre (The Financial Times, 14-6-06). No sorprende: el informe del Consejo de Relaciones Internacionales de Nueva York titulado «Más que humanitarismo: un enfoque estratégico de EE.UU. para Africa» establece que «a fines de la presente década, el Africa subsahariana se convertirá probablemente en una importante fuente de importaciones energéticas estadounidenses» (www.cfr.org, 12-5). Se estima que sólo del Golfo de Guinea partirá en el 2010 el petróleo que cubrirá del 15 al 20 por ciento del consumo estadounidense, proporción que llegaría al 25 por ciento en el 2015. La paradoja es que la Casa Blanca anda hoy de buenas con Angola, que padeció una guerra civil de tres decenios instigada por EE.UU.

China no está ausente del paisaje africano: más del 25 por ciento de sus importaciones de oro negro proceden sobre todo de Angola, Sudán y el Congo, en el 2004 prestó a Angola 2 mil millones de dólares a bajo interés permitiéndole resistir las pretensiones del FMI, proporciona jugosos subsidios y vende cazas a Nigeria, se ha convertido en el mayor inversor extranjero en Sudán, ha triplicado sus importaciones de Africa en los últimos cinco años, y «educa a las futuras élites africanas en sus universidades y escuelas militares» (The Wall Street Journal, 25-4-06). Esto preocupa al Consejo de Relaciones Internacionales -y no sólo-, que preconiza un mayor despliegue operativo de tropas estadounidenses en Africa: «China -señala en el informe mencionado- alteró el contexto estratégico de Africa… EE.UU. y Europa ya no pueden considerar que Africa es su coto de caza privado». Valga la definición.

La anterior rebatiña del castigado continente comenzó el día de 1879 en que Henry Stanley, el que encontró en Tanganica al perdido Livingstone, declaró que el valle del río Congo era propiedad del rey de Bélgica y no vaciló en asesinar a miles de sus habitantes para imponer ese dominio. Francia entonces invadió Argelia y luego Túnez y Marruecos, Gran Bretaña entró en Egipto y ambos en Sudán, Italia ocupó Libia, Portugal se apropió de Angola, etc. El 90 por ciento del territorio africano era gobernado por africanos el día que Stanley tuvo la ocurrencia, convenientemente financiada por el rey Leopoldo II de Bélgica. En 1900, la proporción era exactamente inversa. Ahora la colonización tiene otro rostro y consiste en lo de siempre: el saqueo de las riquezas ajenas perpetrado por el llamado Primer Mundo. Dígalo Irak.