La nación más poderosa se arma como si estuviera realmente en peligro. Los gastos en defensa y la baja de los impuestos a los millonarios los van a pagar los pobres y los enfermos Estados Unidos es la economía más grande del mundo, y por lo tanto, todo allí es grande. Pero en algunos casos, […]
La nación más poderosa se arma como si estuviera realmente en peligro. Los gastos en defensa y la baja de los impuestos a los millonarios los van a pagar los pobres y los enfermos
Estados Unidos es la economía más grande del mundo, y por lo tanto, todo allí es grande. Pero en algunos casos, no tendría por qué serlo en tal magnitud. El presidente George Bush presentó ayer ante el Congreso el proyecto de Ley de Presupuesto Federal para el próximo año fiscal, que va de octubre a septiembre, con un total de gastos de 2.900.000.000.000 de dólares (sí, leyó bien, dos billones novecientos mil millones de dólares), algo así como el quince veces el Producto Bruto Interno de Argentina. Lo más destacable de este acto obligatorio es el párrafo dedicado a los gastos totales en Defensa (fuerzas armadas y de seguridad): la Administración republicana pidió para este rubro la friolera de 661.900 millones de la moneda verde. Esta es la auténtica carrera armamentista.
El proyecto enviado al Capitolio tiene un horizonte de previsión hasta el año 2012, tres años después de que Bush haya abandonado la Casa Blanca. El aumento de los gastos en guerras y sus preparativos no va a salir del bolsillo de los multimillonarios, ya que el presidente anunció su intención de convertir en definitivos los recortes impositivos a las fortunas más abultadas que estableció en su primer año de administración, allá en 2001. Los que van a pagar este festival de gastos son los pobres, los desocupados y los enfermos (en definitiva, el mismo grupo social).
Volviendo al tema armamentístico, es bueno recordar que Washington acusa casi a diario a ciertas naciones definidas como «díscolas» de iniciar una «carrera armamentista». El último país que ha recibido esta calificación ha sido la Venezuela gobernada por el presidente Hugo Chávez, que ha gastado en los últimos cuatro años alrededor de unos 4.300 millones de dólares en nuevo equipamiento… cifra irrisoria en relación a los números de Estados Unidos.
El Presupuesto establece una suba del 62 por ciento de los gastos dependientes del Departamento de Defensa desde que Bush se halla en funciones, y de 10,5 por ciento con respecto al período anterior. A los 624.000 millones de dólares que dispondría el secretario de Defensa, Robert Gates, se les deben sumar los gastos para las operaciones en Afganistán, Irak y la guerra global contra el terrorismo o todo aquello que se le parezca. Para este renglón, Bush pidió 285.000 millones para este año y los próximos dos períodos, aunque los gastos van a realizarse en forma decreciente.
Con estos números, los ciudadanos estadounidenses se encuentran más que seguros. Su país gasta más que el resto de las naciones del mundo… ¡sumadas! Si consideramos que la nación que le sigue en este rubro por nivel de egresos, China, gasta -según informaciones no oficiales- unos 70.000 millones al año, la ventaja que las Fuerzas Armadas norteamericanas tienen sobre cualquier otra las vuelve casi invencibles.
Descontada una inflación de un 2,5 por ciento, como la alcanzada el año pasado, el nuevo Presupuesto significa un recorte en términos reales de los desembolsos para programas de vivienda, protección del medio ambiente y de educación, entre otros. La propuesta republicana incluye, además, una reducción en 66.000 millones de los gastos previstos en el programa de salud para los ancianos, conocido como Medicare, en los próximos cinco años, así como 12.000 millones de ahorro en Medicaid, el seguro de salud para los pobres.
Como se mencionó, el proyecto prevé transformar en definitivos los recortes en los impuestos a la renta, que benefició sólo al 1 por ciento de los 300 millones de estadounidenses… pero al 1 por ciento más rico. Se trata de 1,6 billones de dólares menos en los próximos diez años, y para paliar este desequilibrio, se pretende ahorrar 78.000 millones en los principales programas de salud.
La política fiscal de los «necon» (neoconservadores) se basa en cierto aumento del gasto y baja de impuestos. Gracias a esta estrategia, el déficit de caja ha crecido a niveles alarmantes: 239.000 millones de dólares para el año entrante. Bush y sus secretarios pretenden eliminarlo paulatinamente y arribar a un superávit en 2012 de 61.000 millones, aunque los necon -quizás- ya no estén en la Casa Blanca.
En síntesis, la Administración Bush va a limitar el incremento de gasto en programas federales -a excepción de los rubros Defensa y Seguridad- a un 1 por ciento, pero como la inflación esperada es de 2,5 por ciento, esa suba se va a licuar. Su presidencia había heredado superávits de la anterior legislatura, pero los recortes en los impuestos, la desaceleración de la economía, y el aumento del gasto en defensa y seguridad nacional tras el inicio de la guerra global contra el terrorismo acabaron con el superávit en 2002.
Lo paradójico es que, a pesar de estos gastos monumentales, parecerían ser insuficientes, de acuerdo con la mirada ultraconservadora y a la luz de los resultados. Los halcones ya planean la invasión a Irán y un posible desembarco en Corea del Norte, y estas operaciones necesitan de recursos que deben aportar los contribuyentes norteamericanos.
Dentro de las implicancias para nuestra región, Bush recortó la ayuda para el combate del narcotráfico a los países andinos (principalmente Bolivia y Ecuador), eliminó la correspondientes a Venezuela pero incrementó los gastos del denominado «Plan Colombia», a la vez que prometió extender esta iniciativa. El subsecretario de Estado, Nicholas Burns, dijo que la Casa Blanca pedirá esa ampliación, por tiempo no especificado debido a los «progresos» que ha significado la aplicación del plan mencionado, que Estados Unidos ha financiado en los últimos seis años con unos 4.000 millones de dólares.
No obstante, la aprobación de este Presupuesto no está exenta de dificultades. Se trata del envío de la primera «ley de leyes» a un Capitolio dominado por el Partido Demócrata, que desea volver a la Casa Blanca a fines de 2008. El partido del burro en su emblema critica la estrategia en Irak, el recorte de impuestos y la baja de los gastos sanitarios.
Esta, y no otra, es la auténtica carrera armamentista. Con este nivel de gastos, nadie puede asustarse de nada. Y cualquier otra preocupación por el «rearme» latinoamericano, árabe, africano, asiático o alienígena queda absolutamente desvirtuada.