Con una inflación acumulada que llega a 1,600%, con los precios de los productos de primera necesidad que aumentan a una velocidad inversamente proporcional al ingreso de los habitantes de un país que, en su momento, tuvo el sobrenombre de «la canasta de África», la antigua Matabeland está sumida en una crisis. ¿Qué ha sucedido […]
Con una inflación acumulada que llega a 1,600%, con los precios de los productos de primera necesidad que aumentan a una velocidad inversamente proporcional al ingreso de los habitantes de un país que, en su momento, tuvo el sobrenombre de «la canasta de África», la antigua Matabeland está sumida en una crisis.
¿Qué ha sucedido en ese país, que en 1979 rompió con el protectorado opresor de la minoría blanca que gobernó la antigua Rodesia como si se tratara de un inmenso feudo, y que inspiró a sus vecinos sudafricanos para soñar con que la libertad era posible?
Salvador de la patria
En primer lugar, Robert Mugabe, el primer jefe de gobierno de la Zimbabue libre, elegido en elecciones multipartidarias en 1980, asumió el papel que muchos líderes africanos han querido tener en la etapa postcolonial en sus países: el de un Mesías ideológico sin quien es imposible concebir el desarrollo político y económico de África.
Y eso se explica por el pasado histórico del país. Lo que hoy es Zimbabue fue refugio, desde comienzos del siglo XIX, de miles de miembros de la etnia Ndebele, que huyeron de una Sudáfrica fragmentada y en guerra consigo misma.
Junto a los indígenas Shona, crearon, sin quererlo, un país que luego sería botín de los colonos británicos, que llegaron a ejercer su poder económico y estratégico en los confines del sur del continente, para de paso llevarse sus riquezas.
Cecil Rhodes, ese controvertido aventurero británico, logró que su empresa, la British South Africa Company, obtuviera permiso para colonizar lo que es hoy Zimbabue, Zambia y Malawi.
Los tres territorios fueron unidos en una federación artificial que se desintegró cuando Zambia y Malawi declararon su independencia a mediados del siglo pasado.
En 1964, Ian Smith se convirtió en primer ministro y al año siguiente declaró la independencia unilateral, bajo el poder de la minoría blanca y en medio de la condena internacional y las sanciones económicas.
Ni sus amos británicos, ni la guerrilla hostil que lo acechaba, aceptaron tamaño atrevimiento. Vencido por el peso de los acontecimientos, Smith dejó en manos de la nueva mayoría negra, elegida en sufragio universal, los destinos del país. En 1987, el entonces primer ministro cambió la Constitución y se convirtió en presidente ejecutivo.
Una canasta vacía
Zimbabue es un país rico en minerales, además de productos agrícolas, con una producción que en su momento fue la envidia de sus vecinos, porque alcanzaba para alimentar a su población y exportar a quien lo necesitara.
Las cataratas Victoria, «descubiertas» por el explorador escocés David Livingstone han sido objeto de la admiración del turismo que viene de Europa y Estados Unidos.
Hoy la expropiación de las haciendas, la mayoría de las cuales quedó en manos de los agricultores blancos después de la independencia, y la inestabilidad política han hecho que la producción agrícola haya caído de forma estrepitosa, mientras que el único ruido que se escucha en los hoteles y cabañas de Victoria es el de las aguas vecinas.
El gobierno habla de «indigenisation of the economy», una expresión intraducible que más o menos consiste en crear una economía propia, con la participación de «todos los sectores de la sociedad» y en la que la redistribución de la tierra es «la forma más alta de entrega de poder» al pueblo.
Pero en una economía agrícola acostumbrada a la experiencia administrativa y comercial de la minoría blanca, los trabajadores negros que en muchos casos se han apoderado de las fincas sin mayores protocolos, carecen de la práctica, el crédito económico y la tecnología necesarios para mantener la producción de alimentos.
La concentración de propiedad rural en pocas manos era una asignatura pendiente en la estructura postcolonial de Zimbabue, pero lo que muchos critican no es la redistribución de la tierra como tal, sino la arbitrariedad y la violencia con la que esta se está aplicando.
Mediador impaciente
Sudáfrica siempre ha sido considerada como la única interlocutora válida en esta parte convulsa del continente.
Por lo pronto, ya se ha visto afectada por la crisis de su vecino díscolo, pues está inundada por más de un millón de refugiados políticos y económicos, que huyen de la pobreza y la represión.
El argumento del gobierno de Pretoria sobre el poder de la diplomacia para convencer antes que presionar al régimen de Harare, suena hueco, inútil y francamente inaplicable. Mugabe no escucha.
De manera que el presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, parece estar perdiendo la paciencia y ya le exigió a su homologo de Zimbabue que reflexione.
En 2002, la UE impuso prohibiciones de viaje y embargo de armas sobre más de 120 representantes gubernamentales de Zimbabwe, incluyendo al presidente Mugabe. Además congeló sus cuentas bancarias después de ser acusados de suprimir los derechos económicos y políticos de la población de Zimbawe. Desde entonces, los representantes del régimen de Mugabe no han podido conseguir permisos para entrar en Europa, EEUU o Australia
Y ha insinuado que se presentará nuevamente como candidato cuando su actual mandato termine en 2008.
En todo caso, parece que el descontento ha superado a la intimidación. Y para muchos, el fin de un sistema que despertó tanto entusiasmo, es sólo cuestión de tiempo.
La alternativa a Mugabe
Morgan Tsvangirai es un experimentado sindicalista considerado como la única personalidad política suficientemente carismática como para competir con Robert Mugabe.
Nacido el 10 de marzo de 1952, hijo de un carpintero, Tsvangirai fue el mayor de nueve hermanos y, a causa de la pobreza de su familia, no puedo ir a la Universidad. Miembro de la etnia mayoritaria shona, no fuma ni bebe. Está casado y tiene siete hijos.
En sus inicios trabajó como obrero de la industria textil y como contramaestre en una mina, pero pronto comenzó una carrera sindical que lo llevó, en 1988, a convertirse en el secretario general de la poderosa Confederación de Sindicatos de Zimbabwe (ZCTU).
Durante este período, fue detenido en dos ocasiones, la primera en 1989, por haber calificado de «manifestación de la creciente represión del Estado» el cierre de la Universidad tras los enfrentamientos entre la policía y estudiantes. En aquella ocasión fue acusado de ser un «espía sudafricano».
Tres años después, fue detenido por violar la prohibición de manifestarse contra las reformas económicas y las nuevas leyes sociales, que reducían la influencia de los sindicatos.
En 1997, escapó a la muerte «cuando un grupo de agresores desconocidos entró en su oficina y trató de arrojarlo por la ventana desde la décima planta», según su biografía oficial.
Entre 1997 y 1998, Tsvangirai demostró su capacidad de movilización lanzando una serie de huelgas generales contra el gobierno. En 1999, en lo más alto de su popularidad, fundó el Movimiento para el Cambio Democrático (MDC).
A diferencia de la mayoría de los políticos zimbabwenses, el líder de la oposición no participó en la guerra de la independencia contra el régimen de la minoría blanca, una situación que Mugabe no deja de reprocharle. Sin embargo, durante un tiempo fue miembro y responsable del partido presidencial, el ZANU-PF.
Generalmente se le compara con el ex presidente de Zambia Frederick Chiluba, antiguo sindicalista que ganó las presidenciales en 1991, derrotando al padre de la independencia de este país, Kenneth Kaunda, durante las primeras elecciones plurales de la historia de Zambia.
En junio de 2000 su partido obtuvo poco menos de la mitad de los votos en las elecciones legislativas, lo que le abrió el camino a su candidatura presidencial en marzo de 2002.