Traducido por Caty R. y revisado por Ferran Muiños Ballester
Este artículo se publicó en el n° 44 de septiembre/octubre de 1999 de Rwanda-Libération (revista mensual independiente publicada en Kigali)
«Che Guevara, argentino de pasaporte, se convirtió en cubano de adopción por la sangre y el sudor que derramó por el pueblo cubano. Y sobre todo era ciudadano del mundo libre, ese mundo que juntos estamos construyendo. Por eso decimos que Che Guevara también era africano. […] Che Guevara llamaba a su boina ‘la boïna’. Un poco por todas partes África conoció esa boina y su estrella. De norte a sur, África recuerda al Che Guevara»
(Thomas Sankara, Uagadugú, 8 de octubre de 1987, una semana antes de su muerte durante el golpe de Estado).
Casi treinta años después de la muerte del «Che», las autoridades cubanas hicieron público este documento que faltaba en la biografía del «guerrillero heroico» añadiendo a su historia lo que era un interrogante, el año 1965, aunque en África los veteranos de las guerras pasadas estaban informados.
El Che estaba entonces en Congo Leopoldville como combatiente internacional para apoyar al movimiento revolucionario congoleño en su lucha contra el gobierno de Moise Tshombe a quien respaldaban las potencias occidentales y los mercenarios blancos belgas, franceses, americanos, rodesianos, británicos, etc. ¿Qué pasó durante los meses de la presencia del Che en territorio africano? ¿Cómo vivió su lucha contra el neocolonialismo de la época? ¿Cuáles fueron sus relaciones con los combatientes congoleños y ruandeses que lucharon a su lado?
Intentamos aclarar un poco más sobre ese año 1965 que, además del hecho de que el Che combatió en las tierras africanas, vio en otras latitudes, los asesinatos de Mehdi Ben Barka y Malcolm X.
África, una preocupación del Che Guevara.
Al amanecer del 1 de abril de 1965 en Cuba Ernesto Guevara, acompañado de dos convencidos revolucionarios cubanos (Víctor Dreke y José Martínez Tamayo), partió en un avión de La Cubana (líneas aéreas cubanas) hacia Moscú. Después de un largo periplo que pasó por varias capitales de la Europa del Este, Argel, El Cairo y Nairobi, los tres hombres aterrizaron de incógnito en Dar es Salaam (Capital de la colonia alemana de África Oriental, desde 1974 Tanzania, N. de T.). Su presencia era secreta; el Che iba camuflado, maquillado por los servicios secretos cubanos y naturalmente viajaba con una identidad falsa. Incluso sus antiguos camaradas de lucha en Cuba no lo reconocieron bajo aquel disfraz.
El Che contaba con varios recursos: su interés por África, donde numerosos países luchaban entonces contra las potencias neocolonialistas, su conocimiento del francés -hablado y escrito- que le servirá y será fundamental para su nueva lucha y, sobre todo, su experiencia en la guerra de guerrillas.
Aunque el Presidente Nyerere había dado el visto bueno a la participación cubana y la utilización de su territorio para el transporte de combatientes, armas víveres y diversos materiales por los cubanos para ayudar a la lucha en curso en el Congo, no estaba informado de la presencia del Comandante Guevara. El embajador cubano en Dar es Salaam, Pablo Rivalta, hizo todo lo posible para mantener en secreto la presencia del revolucionario de origen argentino.
Su presencia en el territorio congoleño duró hasta el 21 de noviembre. En el proyecto del libro titulado «Pasajes de la guerra revolucionaria, Congo», que el Che redactó, el revolucionario dio pruebas de lucidez y autocrítica; he aquí las primeras líneas:
«Esta es la historia de un fracaso. Va hasta el detalle anecdótico en los episodios de la guerra, pero hay que matizarla de observación y espíritu crítico ya que considero que si el relato puede tener una determinada importancia, será la de permitirnos extraer una serie de experiencias útiles para otros movimientos revolucionarios. La victoria es una gran fuente de experiencias positivas, pero la derrota también lo es y todavía más según creo cuando, como es el caso aquí, los protagonistas y los informadores son extranjeros que llegaron para arriesgar su vida en un país desconocido, donde se habla otra lengua y al que están unidos solamente por los vínculos del internacionalismo proletario. […] Esta historia es, más exactamente, la de una descomposición».
Pero antes de llegar a esta conclusión, ¿cuál fue la implicación del Che en las luchas de liberación africanas?
El asesinato de Lumumba, un trauma para el Che
Antes de poner el pie en el Congo (Leopoldville), el Che ya había demostrado su solidaridad con el África en lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo de la época. Numerosos discursos y escritos lo demuestran. El más destacado es un discurso que expuso personalmente en la Asamblea General de las Naciones Unidas del 11 de diciembre de 1964 donde dice exactamente:
«Los pueblos de África están obligados a soportar que todavía sea oficial en el continente la superioridad de una raza sobre otras y que se asesine impunemente en nombre de esta superioridad. ¿Las Naciones Unidas no van a hacer nada para impedirlo? Quiero hablar muy especialmente del doloroso caso del Congo, único caso en la historia mundial que demuestra cómo se pueden atropellar los derechos del pueblo con la impunidad más absoluta y el cinismo más insolente. Las inmensas riquezas que posee el Congo y que las naciones imperialistas quieren conservar bajo su control son los motivos directos. […] Pero la filosofía del saqueo no ha cesado; incluso es más salvaje que nunca y por eso los mismos que utilizaron el nombre de las Naciones Unidas para perpetrar el asesinato de Lumumba asesinan en nombre de la raza blanca a millares de congoleños. ¿Cómo podremos olvidar la forma en que se ha traicionado la esperanza que Patrice Lumumba depositó en las Naciones Unidas? […] Es necesario vengar el crimen del Congo. […] Un animal carnicero que se alimenta de los pueblos indefensos, […] ésta es la definición del ‘blanco’ imperial».
Durante esa estancia en Nueva York es cuando el Che se entrevistó con Malcom X y al final, por razones obvias de seguridad, renunció a participar en una reunión con el líder negro estadounidense en Harlem. Escribió un mensaje que Malcom leyó en aquella reunión. Las relaciones entre los dos hombres se llevaron a cabo a través del intermediario Babu, revolucionario de Zanzíbar y ministro de Tanzania que después tendría que exiliarse por orden de Nyerere.
Según Pierre Kalfon, autor de la mejor biografía del guerrillero, durante esa estancia «Malcolm X habló al Che de su proyecto de crear una brigada de voluntarios negros afroamericanos para ayudar a los congoleños». Con la perspectiva, parece más que probable que los contactos entre los dos revolucionarios asustasen a las autoridades estadounidenses y que el FBI de John Edgar Hoover decidiera entonces que Malcom X tenía que morir dos meses después.
Se inician diferentes contactos
Más allá de las palabras están los actos. Cuando el Che decidió llevar su ayuda a las «otras tierras del mundo que reclaman la contribución de mis modestos esfuerzos» como escribió en su carta a Fidel Castro de la que después hablaremos más, empieza a establecer numerosos contactos con los dirigentes progresistas africanos, para lo que efectuó varios viajes a diferentes países del continente.
Así, de diciembre de 1964 a febrero de 1965, Ernesto Guevara realizó una «gira africana» que le llevó a Argelia (varias veces), Malí, Congo Brazzaville, Guinea Conakry, Ghana, Dahomey y Tanzania, con un paréntesis en China a principios del mes de febrero, y finalmente a Egipto. Además de ver a Ahmed Ben Bella, Modibo Keita, Alphonse Massemba-Debat, Sékou Touré, Kwame Nkrumah, Julius Nyerere y Nasser, los presidentes respectivos de estos países, aprovechó su viaje para entrevistarse con varios dirigentes revolucionarios del continente como por ejemplo Amilcar Cabral en Conakry, Samora Machel, Marcelino Dos Santos, Agostinho Neto en Brazzaville, y también con algunos dirigentes del movimiento revolucionario congoleño (Soumaliot, Kabila, Muyumba y Tchamlesso) en Dar es Salaam.
Apenas dos meses después el Che regresó, esta vez de incógnito, a la capital tanzana.
Estos encuentros en la capital de Tanzania le sirvieron para escribir algunas notas que resultaron premonitorias a la vista de las consecuencias:
«La visita a Dar es Salaam se reveló especialmente instructiva. Una cantidad considerable de «Freedom Fighters» (guerrilleros mercenarios, N. de T.) allí residentes que, en su mayoría, viven convenientemente instalados en hoteles e hicieron de su situación una verdadera profesión, un empleo a veces lucrativo y casi siempre fácil, […] solicitaron generalmente un entrenamiento en Cuba y una ayuda económica; ese era el leitmotiv de casi todos»
El «discurso de Argel»
Es también durante este viaje cuando pronunció el famoso «discurso de Argel» que realmente le costaría ser «sacrificado» en la selva boliviana en el altar de las relaciones entre Cuba y la URSS. El discurso del Che es un verdadero alegato por el Tercer Mundo y su libertad. El Che no se mordió la lengua y fustigó la actitud de los países de la Europa del Este. He aquí algunos fragmentos de este discurso histórico que posiblemente selló el destino del Che y su muerte en Bolivia:
«La práctica del internacionalismo proletario no sólo es un deber para los pueblos que luchan por un futuro mejor, también es una necesidad ineludible. […] Tenemos que sacar una conclusión de todo esto: el desarrollo de los países que se comprometen en la vía de la liberación debe ser pagado por los países socialistas. […] Creemos que es con este espíritu como se debe asumir la responsabilidad de ayudar a los países dependientes y que ya no se trata de desarrollar un comercio para el beneficio mutuo sobre la base de precios amañados a costa de los países subdesarrollados por la ley del valor; […] debemos reconocer que los países socialistas son, en una determinada medida, cómplices de la explotación imperialista. […] Se puede alegar que el volumen del comercio con los países subdesarrollados supone un porcentaje muy pequeño del comercio exterior de esos países. Es verdad, pero eso no cambia en absoluto el carácter inmoral de este comercio. Los países socialistas tienen el deber moral de zanjar su complicidad tácita con los países explotadores del Oeste».
Este discurso, que le puso tan enfrente de los países socialistas de Europa del Este como ya lo estaba de los imperialistas, no dejó indiferentes a las autoridades soviéticas que acusaron al Che de «desviación ideológica».
Queda claro hoy que lo que se podría calificar como pensamiento guevarista o «guevarismo» estaba más dirigido al Tercer Mundo que hacia la ideología comunista ortodoxa, ese modelo de «gran hermano» soviético que se había vuelto caduco a los ojos y el pensamiento de Guevara tras su gira africana. El Che en ese momento tomó conciencia de que la lucha por la independencia total del continente africano (y también de América del Sur y Asia) estaba en la vanguardia del combate contra el imperialismo, o más bien contra los imperialismos.
Algunos días más tarde Ernesto Guevara se encontró de nuevo con Nasser en El Cairo. Le expuso su proyecto de ir a ayudar al movimiento revolucionario congoleño. El Rais, le confesó sus dudas al comandante cubano: «Usted me asombra ¿Quiere convertirse en un nuevo Tarzán, un blanco que va a instalarse entre los negros para guiarlos y protegerlos? […] Eso no saldrá bien. Como blanco se le situará fácilmente […] y proporcionará a los imperialistas la ocasión de decir que no hay diferencia entre ustedes y los mercenarios.
Llegada a Tanzania y salida para Kigoma
El Che Guevara llegó a Tanzania el 11 de abril. Cuba envió al Congo, a través de este país, a los combatientes cubanos negros que se reunieron poco a poco y se agruparon en la embajada cubana de Dar es Salaam antes de entrar en el Congo. Armado con un diccionario francés-swahili, el Che se convierte en «Tatu», Leonard Dreke es «Moja» y se bautiza a José Martínez Tamayo como «Mbili», aunque el verdadero «número uno» sin duda es el Che. Por tanto todos los cubanos fueron bautizados con un nombre de guerra en swaili.
El 20 de abril un primer grupo de catorce cubanos, incluido el Che, partió de Dar es Salaam para el Congo acompañado de dos conductores, Tchamlesso y un policía tanzano para pasar más fácilmente el control de carretera. El viaje era largo, de casi 1.800 kilómetros. El 22 de abril el pequeño grupo llegó a Kigoma, sobre el lago Tanganica.
El Che escribió en su diario que «la ciudad es un lugar tranquilo donde los desafortunados pueden vivir al margen de los avatares de la guerra. La dirección revolucionaria nunca tendrá bastante en cuenta el papel de Kigoma con sus burdeles, sus bares y sobre todo el hecho de que es un lugar innegable de refugio».
El Che Guevara frente a la realidad congoleña
Cuando el Che llegó a Tanzania el 11 de abril su optimismo estaba justificado. Cuba había enviado al Congo, a través de este país, a los combatientes cubanos negros, por una parte «para confundir al enemigo» y por otra para sensibilizar a estos combatientes hacia una lucha que debía desafiarlos por «solidaridad internacionalista» ya que África era su continente de origen. El Che era entonces el único blanco que participaba en esta lucha. Para encubrir su identidad -y su importancia- hicieron de todo para volverlo invisible a los ojos y oídos de los servicios secretos imperialistas. Desde que llegó a Tanzania el Che se convirtió en «Tatu».
Después de pasar una noche en la residencia del gobernador de Kigoma hizo por fin la travesía del lago Tanganica para llegar a Kibamba (Congo). Fue una travesía peligrosa, el viento arreció y las barcas prestadas a los 13 combatientes cubanos y el Che estaban en mal estado. Una vez en Kibamba el Che anotó que entre los combatientes congoleños: «Al lado de personas muy poco preparadas, sin duda campesinos, se observan otras más cultivadas, vestidas de otra manera y que conocen mejor el francés; entre ambos grupos hay una distancia evidente». Otro de los soldados cubanos presentes (Emilio Mena) también anotó: «Experimentamos una frialdad […] y nos preguntamos: ¿Será porque hay blancos entre nosotros? ¿O simplemente por el hecho de que seamos todos extranjeros?»
Durante los primeros días Ernesto Guevara chocó con la realidad congoleña. Descubrió que entre los combatientes congoleños y su estado mayor o sus dirigentes existía una clara hostilidad. En efecto, los dirigentes pasaban casi todo su tiempo en Kigoma o Dar es Salaam y por eso eran criticados por los hombres que en el frente no vivían tan confortablemente. Además las visitas prometidas por Kabila a menudo, no se cumplían. La comida era escasa y los cubanos descubrieron el «bucali» (ugali) y el «zombe» (isombe).
Pero lo que más preocupaba al Che era la práctica de la «dawa», un jugo elaborado por un «muganga» a partir de diferentes plantas con el que se regaban los combatientes porque creían que los protegía de las balas enemigas. «Siempre estoy temiendo que esta superstición se vuelva contra nosotros y nos haga responsables del fracaso de un combate en el que habría muchas muertes», escribe, «por eso intento hablar con diferentes responsables para ver si consigo convencerlos de que abandonen esa práctica. Pero es imposible, es una verdadera profesión de fe».Los días pasaban. Mientras esperaba a Kabila el Che, que tenía orden de no moverse antes de encontrarse con él, organizó la vida en la base de Kibamba instaurando formaciones militares para los congoleños y cursos de francés o swahili para los cubanos y construyó aulas de clases y un hospital rudimentario.
Tchamlesso volvió a Dar es Salaam para informar a Kabila de la llegada de los cubanos y de la presencia del Che. Después dijo: «Fui a Dar es Salaam y hablé con Kabila. Estaba tan asustado como yo, todo el mundo estaba asustado […] pero aceptó el desafío y pidió silencio, que no dijésemos nada a los tanzanos».Para matar el tiempo el Che volvió a ejercer la medicina y comenzó a tratar a los campesinos y a los combatientes congoleños. Observó que entre estos últimos muchos estaban infectados de enfermedades venéreas adquiridas en los burdeles de Kigoma. También se ocupó de muchas intoxicaciones producidas por el «pombe» mal preparado. Los aldeanos, con quienes el Che consiguió establecer buenas relaciones, le pusieron el apodo de «Tatu Muganga».
Mientras esperaba a que Raúl Castro, ministro de Defensa cubano (y hermano de Fidel), enviase un segundo grupo de un centenar de soldados cubanos al Congo, el Che aprendió cosas todos los días y descubrió a los ruandeses que vivían en el Congo y se dedicaban a criar ganado: «Esta comunidad nos permitía recurrir a la preciosa carne de buey que lo cura todo, hasta la nostalgia», escribió Guevara en su diario.
El Che descubrió también que existían numerosas disensiones entre combatientes ruandeses y congoleños, lo que no facilitará la lucha.
El 2 de mayo el Che se enteró de la llegada de un segundo grupo de 18 cubanos y con gran sorpresa encontró entre ellos a Osmany Cienfuegos. Osmany le comunicó la muerte de su madre, que él sabía enferma. Entonces escribió: «En lo que me concierne personalmente, Osmany me ha dado la noticia más triste de la guerra».
Los guerrilleros cubanos llegaron a continuación de manera escalonada, lo que hizo subir su personal a poco más de 120 hombres.
La desmoralización acecha
El comandante Ernesto Guevara y los militares cubanos se hundían poco a poco en una rutina desmoralizante. Kabila, varias veces anunciado, nunca llegaba para encontrarse con el Che en el frente y esto paralizaba toda acción de combate.
Lo que podría levantar la moral de los guerrilleros serían las acciones contra el enemigo imperialista. El Che envió soldados cubanos a diferentes frentes (Kibamba, central eléctrica de Bendera y Fizi Baraka) para ayudar a una organización más eficaz de la rebelión o en misiones exploratorias.
Las noticias del extranjero no eran buenas. Las disensiones en el seno del estado mayor de la rebelión congoleña se hacían cada día más evidentes.
Por fin Mitoudidi llegó al frente. Leonard Mitoudidi, que había luchado en otro frente junto a Pierre Mulele, fue probablemente la persona en la que Che puso más esperanzas para ayudar a reorganizar la rebelión. Mitoudidi reorganizó el campo de base de Kibamba exigiendo más disciplina, prohibió el alcohol y suprimió la distribución de armas y municiones a diestro y siniestro. Unos días después se ahogó al cruzar el lago. El Che escribe en su Diario: «Así, estúpidamente, se murió el hombre que había empezado a poner orden en el terrible caos que era la base de Kibamba. […] La única persona que tenía autoridad ha desaparecido en el lago».El testimonio del Che de sus primeras semanas en el Congo es amargo; según él, faltaba «una autoridad central única» y los «mandos carecen del nivel cultural apropiado y de la fidelidad absoluta a la causa de la Revolución»; además las armas pesadas se dispersan demasiado y no hay disciplina en las unidades, que «carecen completamente de preparación».
Cubanos y ruandeses en «Front de Force»
Ernesto Guevara también conoció al comandante ruandés Mundandi que estaba destinado en Front de Force. He aquí cómo lo describió el Che: «Mundandi, el comandante ruandés de Front de Force había estudiado en China y daba una impresión muy agradable de seriedad y firmeza, pero durante nuestra primera conversación me contó que en una batalla había infligido treinta y cinco pérdidas al enemigo, […] yo simplemente le dije que eso era mentira. […] El incidente quedó cerrado».Los dos hombres estudiaron juntos un plan de ataque a la central eléctrica situada sobre el río Kimbi.
William Gálvez escribe en su libro El sueño africano del Che: «Extrañamente, el Che no se dio cuenta de que […] las fuerzas voluntarias más numerosas eran las de los internacionalistas ruandeses y cubanos; los dirigentes congoleños no arriesgaban a sus hombres en este combate».
El 23 de junio un pequeño grupo de cubanos se añadió a los combatientes ruandeses destacados en el frente. Los tres días siguientes se consagraron a la preparación del ataque (limpieza de las armas, entrenamiento de los ruandeses). Algunos días después los ruandeses y los cubanos se despegaron sobre el terreno. El ataque comenzó hacia las cinco de la mañana del 29. Todo parecía bien organizado. Se tendieron algunas emboscadas sobre los distintos accesos que conducían a la central y se dispusieron algunas piezas de artillería alrededor de la pequeña guarnición compuesta de soldados congoleños y mercenarios.
Un grupo cubano-ruandés dirigido por el cubano Martín Chibas (Ishrini) atacó la bomba que suministraba el agua a las turbinas protegida por un nido de ametralladoras.
Otro grupo capitaneado por el teniente cubano Israel Reyes Zayas (Azi), que murió en Bolivia con el Che, cruzó el río Kimbi con el fin de atacar las posiciones fortificadas y tomar el aeropuerto. Azi escribió en su informe: «Los cuarenta y nueve ruandeses y los cinco cubanos cruzaron el río, […] a las cinco […] disparamos el cañón, los morteros y las ametralladoras […] hacemos fuego sin tregua contra la infantería. Todas las armas alcanzan su objetivo; seguimos disparando sin interrupción hasta las seis. […] Yo me desplazo un poco y observo que muchos ruandeses ya no están allí. A las diez sólo quedan cuatro ruandeses, entre ellos un oficial». El teniente Azi recibió la orden de replegarse el 30 de junio a las seis de la mañana.
Finalmente un tercer grupo conducido por Norberto Pio Pichardo (Inne), armado con un cañón de 75 debía impedir cualquier movimiento de tropas desde Lulimba. Para este grupo fue un fracaso total. Cuatro cubanos, incluido Inne, y al menos catorce ruandeses, entre ellos el hermano de Mundandi, perecieron bajo un diluvio de artillería.
Doble fracaso y baja moral
Por tanto esta operación fue un fracaso. No se tomó la central y las pérdidas fueron numerosas. Además, otro ataque que estaba previsto en el mismo momento contra el cuartel de Katenga por una tropa compuesta de congoleños y cubanos, también resultó un fracaso. El Che escribió en su diario:
«De los ciento sesenta hombres, sesenta abandonaron antes de que comenzasen las operaciones y lo que es más, no dispararon ni una sola vez. A la hora convenida, los congoleños hacen fuego contra el cuartel, pero disparan casi todo el tiempo al aire ya que la mayoría de ellos aprietan el gatillo […] cerrando los ojos. Al principio la derrota se achaca a la ineficacia del brujo por haberles administrado un mal ‘dawa’. […] Este doble fracaso [de Front de Force y Katenga] siembra un gran desaliento entre los congoleños y ruandeses. Incluso abate a los cubanos. […] Mundandi se reconoce completamente desalentado. Tuve que enviarle una misiva llena de consejos para intentar levantarle la moral. Estas cartas no son más que la señal precursora de la descomposición que se extenderá a todo el Ejército de Liberación y afectará a las tropas cubanas».
Mientras Kabila anunciaba en sucesivas ocasiones su llegada para primeros de julio a Kibamba y nunca llegaba, Mundandi escribía numerosas cartas a Tatu en las que se lamentaba de la pérdida de sus combatientes en el Congo pero añadía que eso no le impediría ir a luchar a Ruanda, proyecto que tenía en la cabeza y que confió al Che. Cuando el comandante cubano pidió que volvieran a Front de Force para recuperar a los heridos, los ruandeses se negaron y Mundandi explicó al Che que «es una cuestión política, mis hombres se niegan a actuar porque están desalentados por la poca cooperación congoleña».
La fractura entre congoleños y ruandeses cada día se hacía más grande y Ernesto Guevara escribió: «La situación de los ruandeses es muy extraña; por una parte a los cubanos nos dan señales de mayor confianza y aprecio que a los congoleños, a quienes, por otra parte, hacen responsables del desastre. Los dos clanes libran una increíble guerra de insultos. Es una pena que no reserven su energía para utilizarla contra el enemigo».
Pero para el Che lo más inquietantes es la desmoralización de los combatientes cubanos, algunos de los cuales reclamaban la vuelta a Cuba.
Por fin llegó Kabila
Por fin el 7 de julio, acompañado de Massengo, Kabila llegó a Kibamba y se encontró con el Che a quien comunicó su deseo de ir personalmente al frente. Las impresiones del Che en cuanto al personaje recién conocido fueron contradictorias. Feliz de poder compartir por fin sus planes con un dirigente congoleño, Guevara encontró a Kabila «cordial pero huidizo […] Kabila demostró que conocía la mentalidad de sus hombres; vivo y agradable, […] hizo hablar a los campesinos, dio respuestas rápidas que satisfacían a la gente. […] desplegaba una intensa actividad, daba la impresión de que quería recuperar el tiempo perdido. Propuso organizar la defensa de la base y pareció devolver el valor a todo el mundo».
Pero eso no duró. Cinco días después Kabila anunció al Che que debía volver a Kigoma para encontrarse con Soumaliot y solucionar algunos problemas, pero que no sería más que un día. El capitán cubano Roberto Sánchez (Changa), responsable de la navegación sobre el lago Tanganica, se planteó así esta cuestión sobre Kabila: «¡Dada la cantidad de botellas de wisky que se ha llevado este hombre, es evidente que se ha ido para cinco días!»En realidad Soumaliot estaba en Dar es Salam, Kabila dejó escapar esta noticia en la conversación. Guevara comenzó a tener dudas sobre el dirigente congoleño: «Cuando nos hemos enterado de la noticia de la partida de Kabila, los congoleños y los cubanos han cedido al desaliento». El Che intentó comunicar sus dudas al congoleño. Escribió en su diario:
«Kabila está desacreditado, la situación será insalvable si no regresa inmediatamente. Tuvimos una última conversación durante la que hice alusión a este problema lo más delicadamente posible; intercambiamos algunas observaciones y me preguntó indirectamente, como una hipótesis, cuál sería mi posición en caso de escisión. Le respondí que no había ido al Congo para intervenir en sus asuntos de política interna, que sería una mala idea, pero que fui enviado aquí por el gobierno [cubano] y que intentaríamos ser honrados con él y con el Congo. Añadí que si tuviese dudas sobre su posición política le hablaría francamente, a él y a cualquiera otra persona. E insistí en que la guerra se gana en el campo de batalla y no en conciliábulos».
Por tanto Kabila partió de nuevo a Tanzania y la base recayó en el ritmo habitual, mezcla de ociosidad y semiletargo.
El Che se mueve por los distintos frentes
El comandante Guevara por fin tenía luz verde para moverse por los diferentes teatros de operaciones. Lo que vio confirmó sus temores. La falta de organización y coordinación entre los distintos grupos era obvia.
El 23 de julio un grupo de veinticinco cubanos y veinticinco ruandeses tendieron una emboscada en la carretera de Front de Force a un convoy de camiones de transporte del ejército congoleño. El éxito fue fácil pero los camiones contenían víveres, cigarrillos, cajas de botellas de cerveza y whisky… y «en pocas horas los combatientes estaban todos borrachos bajo la mirada de nuestros hombres a quienes les está prohibido beber. […] En el camino de regreso el capitán ruandés Zakarias, borracho, chocó contra un campesino y le mató de un disparo de fusil acusándole de espía», cuenta el Che.
El Che analiza esta «victoria» pero se plantea algunas cuestiones:
«Esta primera victoria habría podido reducir un poco la amargura que nos dejaron las primeras operaciones. Pero hay tantas cosas por hacer que estoy empezando a revisar mis previsiones; cinco años para llevar a término la revolución congoleña es una previsión muy optimista, hay que contar con el desarrollo de estos grupos armados antes de poder considerarlos un ejército de liberación digno de este nombre y, a menos que las cosas cambien en el ámbito de la dirección de la guerra, esto parece cada vez más lejano».
El guerrillero no podía estar más acertado. Los tres meses siguientes fueron en la misma línea y a los problemas que ya había sobre el terreno se añadieron los factores externos de las disensiones en el seno de la dirección (de las direcciones, habría que decir) de la rebelión congoleña.
Aunque la guerrilla consiguió algunos éxitos sobre el terreno (emboscadas en Front de Force, en Katenga…), éstos seguían siendo menores y no sirvieron de «cemento revolucionario» entre los distintos grupos rebeldes, como predijo el Che, que también tenía en cuenta que ellos no tenían servicios secretos mientras que el ejército gubernamental congoleño parecía disponer de toda la información que deseaba sobre las actividades de la rebelión.
Luchas internas
La dirección del movimiento revolucionario congoleño estaba inmersa en las disputas personales entre los dirigentes. Las divergencias entre Soumaliot, Massengo, Kabila y Gbenye cada día era más importantes.
A principios de septiembre el Che recibió una carta de Massengo en la que acusaba a Gbenye: «Para mantener el colonialismo en el Congo, los imperialistas prometieron a Gbenye dejarle la libertad de constituir un gobierno si conseguía enterrar la Revolución y reagrupar […] a todos los agentes del imperialismo. Gbenye aprovechó la reunión de los jefes de Estado de África del Este (Tanzania, Uganda y Kenia) para comunicar que nosotros mismos debemos solucionar nuestros problemas con Leopoldville y comprometernos a constituir una federación con sus estados tras la reconciliación».
Después de la lectura de esta carta el Che duda de la veracidad de los escritos de Massengo. Además, se enteraba regularmente por el embajador Pablo Rivalta de que numerosos dirigentes congoleños se volvían hacia La Habana o Pekín para reclamar armas, entrenamiento, material… A Guevara le no gustaba mucho este desfile en el que los participantes encubrían la realidad de la situación sobre el terreno mintiendo, describiendo victorias aplastantes sobre las fuerzas imperialistas.
Para Guevara, a quien le que le horrorizaba la mentira y luchaba para formar un núcleo sólido «del Ejército de Liberación», todo esto era un absurdo y un sinsentido que podía poner en peligro hasta los pequeños resultados de su trabajo.
Contraofensiva gubernamental
Hacia finales del mes de septiembre el gobierno congoleño lanzó una contraofensiva a la vez militar y política. Los aviones enviados al este del país servían al mismo tiempo para espiar la lucha de la guerrilla y para «bombardear» de octavillas a la población. Estos instrumentos de propaganda repetían fotos (borrosas) de muertos y heridos atribuidos a los guerrilleros, acusaban a Cuba y China de enriquecerse rapiñando las riquezas del Congo y prometían una vida segura y la libertad a todos los portadores de estas octavillas que se alistasen en el ejército de Tschombe.
El 29 ó 30 de septiembre los mercenarios tomaron Baraka, después Fizi, alrededor del 15 de octubre. Lubondja, Lulimba, Front de Force y Kabimba también fueron cayendo uno tras otro durante este mes.
A eso se añadió un nuevo factor. El 13 de octubre Kasavubu decretó en Leopoldville el final del «mandato transitorio» de Tschombe. Evariste Kimba se encargó de formar un gobierno de reconciliación nacional. Para muchos hombres alistados en las fuerzas revolucionarias la lucha ya no tenía justificación porque ellos estaban combatiendo contra quien consideraban el asesino de Patrice Lumumba.
La carta de adiós del Che a Fidel
Es también durante ese mes de octubre cuando el Che sufrió lo que, visto en perspectiva, se puede considerar una puñalada en la espalda infligida por Fidel Castro. A raíz de los rumores incesantes lanzados entre otros por la CIA (el Che se había vuelto loco, Fidel había ordenado que lo mataran por sus discrepancias, etc.), el «líder máximo», en la primera reunión del Comité Central del Partido Comunista Cubano, hizo pública la carta de adiós que Ernesto Guevara le dejó antes de partir. El argentino escribió esta carta con el fin de eximir a Cuba de cualquier responsabilidad si muriese o fuera apresado. En ella el Che escribió, especialmente, que renunciaba oficialmente a todas sus responsabilidades en Cuba (a la dirección del partido, a su puesto de ministro e incluso a la nacionalidad cubana).
«Otras tierras del mundo reclaman la ayuda de mis modestos esfuerzos. […] Dejo el pueblo que me adoptó como a un hijo; una parte de mi corazón se desgarra. En los nuevos campos de la batalla llevaré […] el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo allá donde se encuentre. […] Repito que descargo a Cuba de toda responsabilidad, excepto la inspirada por su ejemplo».
Por tanto, para todo el mundo, parece que el Che está muerto. De hecho, voluntaria o involuntariamente, Castro negó a Guevara cualquier posibilidad de volver a la vida pública en Cuba. El Che volvería, pero de forma clandestina.
Dariel Alarcón Ramírez (Benigno), que estaba al lado del Che cuando éste se enteró de la noticia por Radio Habana Cuba, confió a Pedro Kalfon que Guevara reaccionó diciendo que «esta carta no debía publicarse hasta después mi muerte, no es agradable que te entierren en vida. Intencionadamente o no, me han borrado de la escena internacional». Según Benigno, además el Che lanzó esta frase pensando en Castro: «¡El culto a la personalidad no murió con Stalin!».
¿Castro quiso deshacerse políticamente de un hombre más que popular en Cuba? ¿Pretendía complacer a las autoridades soviéticas que ya no veían con buenos ojos a Guevara, especialmente desde el discurso de Argel? ¿O cometió una torpeza monumental?
En cualquier caso eso no debió de ayudar a remontar la moral, bajo mínimos, del guerrillero.
Retirada de los ruandeses y los cubanos
El final de ese funesto mes de octubre de 1965, que vio el 28 la desaparición en París y el asesinato de Mehdi Ben Barka, opositor progresista al rey (dictador) de Marruecos, Hassan II, es también cuando comenzó la ofensiva de las fuerzas gubernamentales congoleñas. La descomposición del Ejército de Liberación del Congo ya era imparable.
Tanto desde el punto de vista político como militar Kasavubu tenía a su favor, especialmente después de la reunión de los jefes de estado de la OUA (Organización para la Unidad Africana, N. de T.) en Accra, donde se decidió la salida de las fuerzas extranjeras del Congo, tanto a los mercenarios progubernamentales como a los combatientes internacionales cubanos que ayudaban a la rebelión. El mismo Nyerere pidió a los cubanos que se retirasen.
Con todo, los mercenarios y el ejército gubernamental estrecharon el cerco alrededor de las fuerzas de la guerrilla.
El 16 de noviembre, cuando el plan de retirada de los cubanos se estaba negociando entre La Habana, Dar es Salaam y Kigoma, Ernesto Guevara recibió esta carta de Mundandi:
«Camarada Tatu:
Por lo que se refiere a la situación, que es muy grave, le hago saber que soy incapaz de mantener la posición y garantizar la defensa. La población ya nos ha traicionado, ha depositado su confianza en los soldados enemigos que están mejor dirigidos que nosotros y tienen una buena información sobre nuestra posición. Le ruego que me comprenda. He decidido batirme en retirada. No abandono a los camaradas cubanos pero debo encarar mis responsabilidades con el pueblo ruandés. No puedo exponer todas las fuerzas de los camaradas ruandeses a una posible destrucción, eso no sería propio de un buen comandante revolucionario. Un revolucionario, además marxista, debe analizar la situación y evitar un combate de desgaste. Si todos los camaradas perecen sería por mi culpa; quise ayudar a esa revolución para poder hacer una en mi país. Si los congoleños ya no pelean prefiero morir en nuestra tierra, la del pueblo ruandés. Si morimos en el camino también estará bien.
Reciba mis sentimientos revolucionarios, Mundandi»
La salida de los combatientes ruandeses se efectuó el 18 de octubre. Tanzania, que acababa de bloquear en su territorio varios convoyes de armas y material destinados a la guerrilla, también claudicó. Massengo también propuso detener la lucha.
El Che tenía que entrar en razón y comenzar la evacuación de los cubanos. Por su parte pensaba incorporarse a otro frente, el de Mulele en Kasai. Reflexionó durante una noche entera y finalmente tomó la decisión de retirarse.
«Mi tropa (cubana) es un conglomerado heterogéneo. Según mis cálculos podría conseguir hasta veinte hombres que me siguieran aunque, en adelante, sin entusiasmo. ¿Y qué haría después? Todos los jefes se retiran, los campesinos cada vez nos demuestran más hostilidad. Pero la idea de abandonar completamente el lugar e irnos como hemos venido […] me resulta profundamente dolorosa. […]. En realidad, la idea de permanecer en el Congo me ha perseguido hasta las últimas horas de la noche».
Por tanto, se decide la evacuación
Una evacuación poco gloriosa
Mientras las fuerzas gubernamentales y los mercenarios avanzaban cada vez más, los cubanos embarcaron al alba del 21 de noviembre para Kigoma. Llevaban con ellos a seis o siete congoleños y ruandeses que se mostraron valientes durante la guerrilla, así como a Massengo y Tchamlesso. Para Guevara fue un «espectáculo doloroso, lamentable, ruidoso y sin gloria». Quedaron tres cubanos a los que se evacuaría más tarde.
¿Y después?
Los combatientes cubanos evacuados volvieron a Cuba o fueron a apoyar los movimientos de liberación de las antiguas colonias portuguesas (Angola, Mozambique y Guinea-Bissau).
El Che pasó cuatro meses en Dar es Salaam, en la embajada de Cuba, clandestinamente. Durante esos cuatro meses trabajó de nuevo en su diario e hizo el análisis «del fracaso» congoleño. Obligado a la clandestinidad desde que se hizo pública su carta de adiós a Fidel, pasó otros cuatro meses en Praga antes de volver a entrar clandestinamente en Cuba.
También es durante este año cuando realmente comienza el compromiso «comunista» (soviético y cubano) en África: en Etiopía, Angola, Mozambique, Zimbaue… que no se romperá más que con la caída del imperio soviético.
¿Qué queda hoy? No mucho, tratarán de decirnos; pero la ayuda cubana a Angola consiguió frenar a la Sudáfrica del apartheid y a la UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola, N. de T.) de Savimbi. Las colonias portuguesas accedieron a su vez a una tardía independencia. También se apagaron los regímenes pretendidamente marxistas de África dejando tras ellos la muerte de millares de opositores y ejemplos de culto a la personalidad de los que Eyadema, Mengistu o Kabila son ejemplos perfectos.
Kabila, sustituyó en su puesto a Mobutu y hoy sigue la política de su antecesor: corrupción, nepotismo, ayuda a los genocidas ruandeses… Y su ignominia política está avalada por dirigentes que se proclaman marxistas, como los de Angola o Zimbaue.
En cuanto al Che, siguiendo con su huída hacia delante, permaneció en la clandestinidad hasta su asesinato el 9 de octubre de 1967 en la pequeña escuela de Higuera en Bolivia. Su aventura boliviana se llevó a cabo en condiciones mucho peores que las del Congo y tras la lectura de su «Diario de Bolivia» es inevitable pensar en una especie de suicidio consciente.
Para terminar, esto es lo que el Che escribió como conclusión del episodio congoleño de su vida:
«Durante estas últimas horas en el Congo, me he sentido solo como nunca me había sentido, ni en Cuba ni en ningún otro sitio, a lo largo de mi vida errante por todo el mundo. Podría decir: nunca como hoy, en este momento, sentí hasta qué punto mi camino es solitario».
Texto original en francés: http://rwanda.free.fr/docs2_h
*Jean-Luc Chavanieux es el responsable de Survie Haute-Normandia (http://assoc.orange.fr/survie
Caty R. y Ferrán Muñios Ballester pertenecen a los colectivos de Rebelión, y Cubadebate . Caty R. además es miembro de Tlaxcala . Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, la traductora y la fuente.