A sus 75 años, Gonzalves Mandlate se levanta todos los días al amanecer para trabajar en la huerta con la esperanza de mejorar su vida, y la de los cinco nietos que tiene a cargo, marcada por sucesivas desgracias. Los seis integrantes de esta familia de Mozambique están hacinados en una choza de juncos, cuyos […]
A sus 75 años, Gonzalves Mandlate se levanta todos los días al amanecer para trabajar en la huerta con la esperanza de mejorar su vida, y la de los cinco nietos que tiene a cargo, marcada por sucesivas desgracias.
Los seis integrantes de esta familia de Mozambique están hacinados en una choza de juncos, cuyos dos espacios interiores están delimitados por una cortina gruesa como de arpillera.
La mitad que oficia de dormitorio tiene una estera en la que se acuestan y cuelga una harapienta tela mosquitera. En la otra parte comen directamente sobre el piso de arena entre cacharros oxidados y zapatos gastados. No tienen agua por cañería, ni electricidad ni saneamiento.
Para colmo, unos ladrones se llevaron las posesiones más preciadas de Mandlate: una azada, una regadera y una radio.
Pero nada lo venció.
«Improvisé. Usé esto para regar el terreno», relató Mandlate, sosteniendo un recipiente de cinco litros con un pico recortado. «Usé mis manos en vez de la asada. Me llevó más tiempo cultivar, pero lo logré».
Mandalte, viudo desde hace 20 años, cuenta su historia sin rastros de autocompasión, quizá porque toda su vida padeció privaciones.
De niño tuvo que abandonar la escuela para arrear el ganado de su familia. Luego sufrió 16 años de guerra civil, que terminó en 1992, se cobró cientos de vidas y diezmó la producción agrícola.
Mandlate también perdió cosechas a causa de las frecuentes sequías y las devastadoras inundaciones de 2000.
Tres de sus seis hijos murieron por distintas enfermedades.
Tres años después tuvo que hacerse cargo de sus cinco nietos cuando su hijo albañil se fue con su esposa a la vecina y meridional provincia de Gaza en busca de trabajo.
«Tres de los pequeños van a la escuela. No estoy seguro de cuando van a regresar sus padres», señaló Mandlate.
Pero en abril de este año, las cosas cambiaron. Junto a otros 2.250 agricultores de las llamadas «zonas verdes», en los alrededores de Maputo, Mandlate se benefició de una «feria de insumos».
Las ferias forman parte de un programa nacional creado por el Ministerio de Agricultura con apoyo de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), otras agencias de cooperación y organizaciones no gubernamentales, donde los agricultores más necesitados reciben vales en lugar de semillas y herramientas.
Los cupones son para que los beneficiarios compren a las compañías locales los suministros agrícolas que deseen, sólo en esas ferias. Ese mismo día, las empresas cobran los vales.
«Los paquetes que se entregaban antes eran de compañías extranjeras», señaló Laurence Hendrickx, representante de la Agencia de Cooperación Internacional de Flandes, en Bélgica, también colaboradora del proyecto.
«Es una iniciativa con características de emergencia y desarrollo», indicó Hendrickx.
«El gobierno brinda los medios para que los agricultores más necesitados produzcan alimentos para el año próximo y les ofrece otros, al tiempo que estimula la economía promoviendo a las empresas locales», explicó.
Se espera que la economía local se fortalezca en los próximos años mediante la sustentabilidad a largo plazo de los beneficios inmediatos que reciben los agricultores.
La feria a la que fue Mandlate «fue un éxito», señaló Simao Niquisse, jefe del departamento técnico de Ministerio de Agricultura.
«Hay más transparencia con las ferias que con la distribución de alimentos porque están muy bien organizadas», afirmó Nisquisse.
«Trabajamos en conjunto con asociaciones agrícolas y lideres comunitarios, encargados de identificar a los más necesitados. Los agricultores pueden elegir insumos de calidad en la puerta de su casa», subrayó.
Hendrickx, quien concurrió a varias ferias, indicó que se volvieron acontecimientos muy animados con la participación de varios miembros de las comunidades.
Incluso, «un grupo de mujeres de Gaza pidió un préstamo al banco con el objeto de rentar un camión y participar en todas las ferias del país para vender sus cacahuetes», relató la representante de la agencia de cooperación belga.
Otro aspecto importante son las actividades vinculadas con el VIH/sida que se llevan a cabo en las ferias.
Alrededor de 16,6 por ciento de la población mozambiqueña de entre 15 y 59 años es portadora del virus de inmunodeficiencia humana (VIH, causante del sida), según cifras oficiales.
El sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) perjudicó la producción agrícola de este país de África austral.
«En las ferias hay grupos de teatro callejero que realizan obras para generar consciencia sobre la enfermedad y a la gente le gusta mucho. Es una gran oportunidad porque no es fácil reunir a tantas personas», subrayó Hendrickx.
Decenas de miles de agricultores de las provincias afectadas por inundaciones o sequías se beneficiaron del proyecto, implementado en 2003 a escala nacional. Además, se estima que la economía recibió cientos de miles de dólares desde entonces.
Mandlate utilizó sus vales para comprarse una nueva azada y otra regadera.
«Reemplacé las que me robaron y compré semillas de zanahoria. Me hubiera gusta comprar más, pero no tenía suficientes cupones. Estoy contento con las zanahorias, crecen bien. Nunca había cultivado», señaló.
Esperança Lembombo y su esposo Jeremias, a cargo de un nieto huérfano de 11 años, también recibieron vales para la feria de Maputo. Ellos compraron semillas de cebolla, ajo, zanahoria y remolacha.
Esperança, una mujer enjuta de 50 años, está encantada con sus exuberantes plantas de remolacha.
«Elegí ese vegetal porque me enteré que tiene muchas vitaminas y es muy bueno. Solíamos plantar sólo repollo, pero como todos los vecinos cultivaban lo mismo, el precio de venta era muy bajo», relató.
Esperança está deseosa de aprender lo más posible para mejorar su producción y diversificar aún más sus cultivos. Como nunca fue a la escuela, ahora aprende a leer y escribir.
«Tengo que aprender a escribir mi nombre, leer cartas y saber cómo mejorar mis ingresos», señaló.
Moises Sitoe, quien asesora agricultores desde hace 25 años, utiliza terrenos de muestra para enseñarles cómo hacer rendir sus semillas.
La feria de abril mejoró la producción de esta región.
«Fue un buen incentivo para la diversificación de cultivos porque los agricultores pudieron comprar distintas semillas de calidad», comentó Sitoe.
Pero aún quedan muchos desafíos, según Niquisse, del Ministerio de Agricultura. Por ejemplo, faltan sistemas de irrigación para paliar los efectos de la sequía y garantizar que los agricultores accedan a mercados estables.
Resta por integrar a muchos agricultores pobres al programa, añadió.
Niquisse espera que la próxima feria en la zona de Mandlate pueda organizarse en septiembre, a tiempo para cultivar cereales como el maíz.