Los que durante tanto tiempo silenciaron las legítimas razones del Pueblo saharaui y su profundo grito de angustia y de dolor. Los que sistemáticamente silenciaron las atrocidades de la jerarquía civil, militar y religiosa del Majzén marroquí contra el Pueblo saharaui. Los que desviaron y acallaron el clamor soliviantado del Pueblo español en apoyo de […]
Los que durante tanto tiempo silenciaron las legítimas razones del Pueblo saharaui y su profundo grito de angustia y de dolor.
Los que sistemáticamente silenciaron las atrocidades de la jerarquía civil, militar y religiosa del Majzén marroquí contra el Pueblo saharaui.
Los que desviaron y acallaron el clamor soliviantado del Pueblo español en apoyo de sus hermanos saharauis.
Los que pergeñaron oscuras alianzas con un régimen corrupto, criminal, colonial-imperialista y genocida.
Los que incluyeron al Sáhara Occidental y a su población autóctona en el «paquete» del pensamiento único y neocon franco-estadounidense.
Los que pretendieron «encapsular el conflicto del Sáhara» para poder entregarse de lleno a otros asuntos más rentables.
Los que asesoraron y financiaron la construcción y armamento del mayor Muro militar de nuestra Era y el ingente minado del territorio saharaui.
Los que establecieron acuerdos con el fatuo e irredentista Gobierno marroquí para expoliar las riquezas naturales del Sáhara Occidental.
Los que planificaron fríamente, desde siniestros despachos y gabinetes, la ignominiosa Marcha Verde y los infames, ilegales, inmorales y políticamente suicidas Acuerdos Tripartitos de Madrid de 1975.
Los que, cuando les convino, dieron públicamente la razón al Pueblo saharaui, le alentaron en su lucha contra el invasor y le aseguraron que «su Partido» estaría con ellos hasta la victoria final; y, después, le olvidaron y abandonaron en las garras de un régimen criminal y sus aliados «africom».
Los que gestionaron la «modélica» Transición española a la Democracia y olvidaron la memoria histórica, renunciando a anular los Acuerdos Tripartitos del tan denostado régimen franquista y a reconocer a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) como Estado de Derecho, independiente, soberano y libre de verdugos, expoliadores y criminales.
Los que silenciaron la masacre genocida del Pueblo saharaui, ametrallado en su huida y bombardeado con napalm, fósforo blanco y bombas de fragmentación, desde aviones fabricados en Estados «democráticos».
Los que condecoran a presuntos criminales y venden y regalan armamento al régimen alauita, con nocturnidad y alevosía, violentando la legalidad y la voluntad silenciada de la inmensa mayoría del Pueblo español.
Los que tan pronto olvidaron que el movimiento solidario con el Pueblo saharaui es «lo más noble y lo más bueno» que tiene la sociedad española, en palabras ya gastadas del líder del PSOE y ex presidente del Gobierno de España, Sr. Felipe González.
Los que eluden sus responsabilidades históricas, morales, legales y políticas, no exigen el respeto y la aplicación terminante de la legalidad internacional, y pretenden dar lecciones de «moral en la Hamada».
Los que, a pesar de todos sus intentos de escamotear la realidad de los hechos y la verdad histórica, reconocen ahora que la Ley y la Justicia está de parte del Pueblo saharaui, pero se doblegan una y otra vez ante lo que ellos denominan «realidad política» (consentida y fomentada), esto es, el imperio de la fuerza, la invasión y ocupación militar del Sáhara Occidental, el asentamiento ilegal de cientos de miles de colonos extranjeros, la feroz y sistemática represión cotidiana contra la población civil saharaui.
Los que han intentado y siguen intentando, de cualquier forma y manera, tachar de «terrorista» al Frente POLISARIO y al más pacífico y paciente de los pueblos del Mundo.
Los que han intentado engañar y dividir -con argucias, silencios y mentiras- al movimiento de solidaridad con el Pueblo saharaui.
Los que jamás han sabido cómo coser un botón en el desierto, al que sólo conocen de las películas visionadas desde su cómodo sillón de burócratas metropolitanos, y no han padecido -o lo han olvidado- hambre y sed de Justicia.
Los que generosamente han puesto sus medios de desinformación al servicio de los voceros majzenarios (mercenarios) y sus aliados imperiales, negando la voz y la palabra a los defensores de la Justicia y la Legalidad internacional.
Los que obligaron a la dimisión de James Baker y ocultaron y silenciaron las denuncias y testimonios de autoridades en la materia, como los del ex embajador estadounidense Frank Ruddy y tantos otros.
Aquellos altos funcionarios colocados al frente de la MINURSO con la explícita misión de impedir el nacimiento de un Estado genuino, libre e independiente al Sur de la frontera de Marruecos, y que cumplieron tal misión «con mucho gusto».
Aquellos a quienes jamás importó la vida de un niño o niña saharaui, ni de mujeres, ancianos, ni nada de nada, salvo sus intereses, su bienestar, su seguridad y sus beneficios, y que ahora claman, hipócritamente, por el padecimiento de los niños saharauis en la Hamada, el más duro e inhóspito de los desiertos.
Los que, careciendo ya de «argumentos» auténticos y creíbles, utilizan ahora a los niños saharauis como «nuevo argumento» para intentar doblegar al Pueblo saharaui y hacerle renunciar a sus legítimos e inalienables derechos, reconocidos desde 1960 por la ONU, la OUA/UA y la Comunidad Internacional, sin ni siquiera mencionar a los culpables, responsables y causantes de la tragedia ocasionada, sufrida exclusivamente por el Pueblo agredido y masacrado, tragedia a la que gustan disfrazar con el eufemismo de statu quo.
Los que no han aportado ni una sola escuela o instituto de enseñanza, ni siquiera un mísero profesor de lengua española (o de cualquier otra cosa) para preservar el idioma de Cervantes en los atormentados campamentos de los refugiados saharauis, único Pueblo árabe que mantiene el español como lengua oficial del Estado.
Los que ahora se rasgan las vestiduras -así nos lo quieren hacer creer- ante el enorme sufrimiento de ese Pueblo tan generoso, hospitalario y agradecido, y cuya paciencia y ansias de paz han demostrado hasta los límites de la extenuación.
Los que jamás han aportado un euro para alimentar al depauperado Pueblo saharaui (la utilización del hambre como arma militar y política), ni han puesto una pegatina, ni repartido un manifiesto de denuncia de ese statu quo o de apoyo a la Causa Saharaui, y tan generosamente prestan su voz a los deseos del Majzén.
Los que han guardado, y hecho guardar, un bendito silencio ante los desmanes y la permanente violación de los Derechos Humanos, por parte de las autoridades marroquíes, en los Territorios Ocupados del Sáhara Occidental.
Los que niegan el visado a dirigentes saharauis con la finalidad de impedirles asistir a la Conferencia Internacional de Juristas por el Sáhara, en Las Palmas de Gran Canaria, para no disgustar al régimen alauita o simplemente «cumpliendo órdenes» de la superioridad.
Los que amontonan en el cajón de la Redacción, o directamente tiran a la papelera, las incontables cartas y escritos de los lectores o ciudadanos indignados con la situación, el silencio o la tergiversación de las cuestiones que realmente importan a la opinión pública, y no tienen el coraje de buscar la verdad y proclamarla, tal cual es, a los cuatro vientos.
Los que, para evitarse problemas, ellos, han optado por someterse al diktat del Majzén, del Gobierno ultra y neocon del Imperio y de sus elitistas y refinados aliados franceses.
Quienes se han valido de, o han aceptado sin rechistar, toda la batería de artimañas del invasor-genocida-ocupante ilegal para impedir la descolonización de la última colonia en África, utilizar al Pueblo saharaui como moneda de cambio y hacer buenos negocios a su costa y a sus espaldas.
Quienes aparentan dolerse ahora por la situación de los más pequeños de ese Pueblo expulsado de su tierra, y llevan treinta y tres años sin mover sus labios para denunciar las atrocidades de los responsables marroquíes.
Quienes pretenden engañar a la opinión pública diciendo o insinuando que el Frente POLISARIO es el responsable de esta calamitosa situación, cuando es precisamente el Frente quien lleva más de tres décadas protegiendo a su Pueblo, denunciando la situación ante la comunidad internacional, construyendo un Estado en el exilio, una sociedad libre y democrática, y buscando incansablemente una solución legítima, digna y duradera acorde con los principios más elementales de la legalidad internacional.
Quienes engañan al Pueblo marroquí y desvían su atención de sus verdaderos intereses y de la causa y origen de sus auténticos problemas, enardeciéndolo y haciéndole creer que el Sáhara le pertenece, en contra de todas las resoluciones y dictámenes de las instancias internacionales.
Quienes quieren hacernos creer que el Frente POLISARIO -movimiento de liberación nacional- debe ocuparse también, ¡además!, de «democratizar» el difícilmente calificable régimen político marroquí, contraviniendo así -como ha venido haciendo históricamente la CIA & Co.- el principio internacionalmente reconocido de no injerencia en los asuntos internos de otros países y eludiendo mencionar -quienes así sueñan- cómo «trata» el régimen alauita a quienes osan pedir justicia y libertad para su Pueblo, ya sea el saharaui o el marroquí. Esta responsabilidad, que debiera incumbir, si acaso, a instancias internacionales y a las grandes potencias, ¡se la dejan de propina al Frente POLISARIO!
Quienes eluden plantear una solución similar a la aplicada para la descolonización de Timor Oriental, la antaño colonia portuguesa invadida por Indonesia y hoy nación libre, independiente y soberana gracias a la tan dolorosa lucha del Pueblo timorense y a la corrección de los errores pretéritos de la metrópoli, Portugal. Incoherente, absolutamente incoherente, el que los dirigentes portugueses rehúyan hoy tratar del mismo modo al Sáhara Occidental; pero «comprensible», teniendo en cuenta la foto de las Azores.
Quienes aplican el capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas al caso de Kuwait o al de los barcos piratas en el Índico y se niegan a aplicar esas mismas disposiciones legales internacionales a los piratas del Majzén, exigiendo y obligando al Gobierno de Marruecos a retirarse de la colonia invadida y ocupada ilegal e ilegítimamente, a sangre y fuego, y a consentir de inmediato la celebración del referéndum de autodeterminación mandatado por la ONU («MINURSO»), con todas las opciones abiertas y todas las garantías legales y democráticas.
Quienes imponen la independencia de Kosovo, al margen de la legalidad internacional, y niegan siquiera la posibilidad de esa opción a un Pueblo que tiene todos los avales legales de la comunidad internacional.
Los cavernícolas, ignorantes y reaccionarios de la España profunda que, todavía hoy, en pleno siglo XXI, se atreven a culpar al propio Pueblo saharaui de su trágica situación «por haberse querido independizar de los españoles», ignorando la historia de tantos procesos de descolonización (un millón de muertos en el caso de Argelia) y la típica «reacción reaccionaria» (contra la Historia) de las metrópolis; y creyendo, todavía hoy, que los pueblos colonizados le deben la vida a la metrópoli.
Los que, en lugar de hacer buen uso de los instrumentos legales de que se ha dotado la Humanidad (como el Capítulo VII de la Carta de la ONU) para la resolución pacífica y efectiva de «conflictos» como el del Sáhara Occidental (tan obvio que los juristas lo califican de res ipsa loquitur, la cosa habla por sí misma), pretenden hacernos tragar la farsa de sentar en una mesa de «negociación» a dos partes absolutamente desiguales: una, a todas luces culpable (res ipsa loquitur), prepotente, armada hasta los dientes y con la ocupación ya consumada y financiada; y la otra, absolutamente inerme y desprotegida, con las únicas armas de la fuerza de la razón, la legalidad internacional, la experiencia histórica de todas las descolonizaciones y el inmenso apoyo de la sociedad civil y del movimiento internacional de solidaridad con la Causa del Pueblo Saharaui.
A todos ellos, este insignificante ciudadano del Mundo, exclusivamente en su propio nombre y bajo su exclusiva responsabilidad, les acusa por acción o por omisión, y les llama simplemente hipócritas.
Luis Portillo es doctor en Ciencias Económicas, funcionario del Estado y ex profesor de Estructura Económica Internacional en la Universidad Autónoma de Madrid.