Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
¿Recordáis los buenos tiempos en los que la amenaza económico era sólo una recesión? La Reserva Federal estimulaba la economía con bajos tipos de interés hasta que la economía se sobrecalentaba. Los precios aumentaban, y los sindicatos hacían huelgas para mejorar las prestaciones. Entonces la Reserva Federal apretaba los frenos y elevaba las tasas de interés. El aumento del suministro de dinero disminuía. Los inventarios crecían, y causaban despidos. Al enfriarse la economía, el ciclo se reiniciaba.
Lo lindo de las recesiones del Siglo XX era que los puestos de trabajo volvían cuando la Reserva Federal reducía las tasas de interés, al aumentar la demanda de los consumidores. En el Siglo XXI, los puestos de trabajo han sido llevados al extranjero para no volver. Más de tres millones de puestos manufactureros de EE.UU. fueron perdidos con Bush en la Casa Blanca. Esos puestos de trabajo representan ingresos de consumidores y oportunidades profesionales que EE.UU. nunca volverá a tener.
En el Siglo XXI la economía de EE.UU. sólo ha creado nuevos puestos de trabajo globales en tareas domésticas de baja paga, como ser meseras, cantineros, personal sanitario, y oficinistas en el comercio minorista. Trabajos que ofrecían posibilidades de movilidad ascendiente hacia la clase media están siendo exportados u ocupados por extranjeros que llegan con visas de trabajo. Actualmente, cuando alguien compra algo con marca estadounidense, está apoyando el crecimiento económico y los ingresos de consumidores en China e Indonesia, no en Detroit y Cincinnati.
En el Siglo XX, el crecimiento económico resultaba de la mejora de tecnologías, de nuevas inversiones, y de aumentos en la productividad del trabajo, que aumentaban los ingresos de los consumidores y su poder de compra. Al contrario, en el Siglo XXI, el crecimiento económico ha resultado de la expansión de la deuda.
La mayoría de los estadounidenses han visto poco, si algún, aumento de sus ingresos en el Siglo XXI. En su lugar, los consumidores han mantenido en marcha la economía utilizando al máximo sus tarjetas de crédito y refinanciando sus hipotecas a fin de consumir el valor de sus casas.
Los que han recibido mejoras de sus ingresos en el Siglo XXI han sido los altos ejecutivos corporativos, los accionistas de corporaciones que subcontratan en el extranjero, y corporaciones financieras.
Mediante el reemplazo de mano de obra estadounidense a 20 dólares por hora por la china a 1 dólar por hora, los beneficios de las corporaciones que subcontratan en el extranjero han prosperado muchísimo, haciendo subir los precios de las acciones y bonificaciones por «rendimiento» de los presidentes de las corporaciones. Con Bush/Cheney, los republicanos han resucitado su política de favorecer a los ricos por sobre los pobres. John McCain hizo suya la actual clase de altos ingresos con su pulla de que eres de clase media si tienes un ingreso anual de menos de 5 millones de dólares.
Las compañías financieras han logrado enormes beneficios securitizando flujos de ingresos contra riesgos desconocidos y vendiendo valores respaldados por activos a fondos de pensión y a inversionistas dentro y fuera del país.
La actual recesión es sólo una pequeña parte de la amenaza que enfrentamos. La desregulación financiera, las bajas tasas de interés de Alan Greenspan, y la creencia en que el mercado es el mejor regulador de riesgos, han creado una pirámide de riesgo altamente apalancada sin el respaldo adecuado de capital o colateral del riesgo. Consecuentemente, una amplia variedad de instituciones financieras están amenazadas por la insolvencia, amenazando con un colapso comparable a las quiebras de bancos que redujeron el suministro de dinero y de crédito y produjeron la Gran Depresión.
Washington ha tardado en reconocer el problema actual. Una rueda de molino alrededor del cuello de cada institución financiera es la regla de ajuste al mercado, una
«reforma» inconsiderada de una crisis previa por la que se culpó a la contabilidad fraudulenta que sobre-evaluó activos en los libros. Como resultado, las instituciones actuales tienen que evaluar sus activos al valor del mercado actual.
En la actual crisis esa regla ha resultado ser una maldición. Valores respaldados por activos, como ser las obligaciones hipotecarias colateralizadas, enfrentaron su ajuste a precios de mercado en circunstancias motivadas por el pánico. El propietario de un bono respaldado por 1.000 hipotecas no sabe cuántas de las hipotecas son buenas y cuántas son malas. La inseguridad erosiona el valor del bono.
La insolvencia surge amenazante cuando cantidades importantes de tales valores no-probados forman parte del balance. Los bonos son vendidos bajo su valor a fin de conseguir una parte de su valor. Merrill Lynch vendió sus valores respaldados por activos a veinte centavos por dólar, aunque es poco probable que un 80% de los instrumentos hayan carecido de valor
La regla de ajuste al mercado, junto con los valores sospechosos de los valores respaldados por activos y obligaciones de deuda colateralizada y swaps, permitieron que vendedores al descubierto ganaran fortunas haciendo bajar los precios de las acciones de los bancos de inversión, empeorando así la crisis. Con la reducción de su capitalización, los bancos de inversión ya no pudieron pedir prestado. Las autoridades tardaron bastante antes de detener las ventas al descubierto, y éstas deben recomenzar el 3 de octubre o cerca de esa fecha.
Si se hubiera suspendido la regla de ajuste al mercado y prohibido las ventas al descubierto, la crisis podría haber sido mitigada. En su lugar, la crisis se intensificó, provocando que el Tesoro de EE.UU. propusiera tomar la responsabilidad por 700.000 millones de dólares más en instrumentos financieros con problemas, aparte de los planes de rescate de Fannie Mae, Freddie Mac, y AIG. Al parecer las garantías del Tesoro también se extienden a fondos del mercado monetario.
Todo esto tiene sentido a un cierto nivel. ¿Pero qué pasará si los 700.000 millones de dólares no detienen la marea y se necesitan otros 700.000 millones? ¿En qué punto erosiona la asunción de obligaciones por el Tesoro su propia imagen crediticia?
Esta crisis llega en el peor momento posible. Guerras injustificadas y gastos militares en busca de la hegemonía mundial de EE.UU. han inflado el déficit del presupuesto federal, que aumenta aún más con la recesión. Masivos déficit comerciales, aumentados por la subcontratación en el extranjero de bienes y servicios, no pueden ser eliminados por la capacidad de exportación de EE.UU.
Estos grandes déficit son financiados por extranjeros, y la intranquilidad extranjera han llevado a una disminución del valor del dólar de EE.UU. en relación a otras divisas negociables, metales preciosos, y petróleo.
El Tesoro de EE.UU. no tiene a mano 700.000 millones de dólares para comprar los activos conflictivos de las instituciones problemáticas. El Tesoro tendrá que pedir prestados los 700.000 millones de dólares en el extranjero.
La dependencia del plan de rescate del Secretario del Tesoro Paulson de la disposición extranjera de absorber más papel del Tesoro a fin de que éste tenga el dinero necesario para rescatar a las instituciones con problemas es una prueba concreta de que EE.UU. está en una posición dependiente en lo financiero que es incongruente con el estatus de «superpotencia» de EE.UU.
EE.UU. no es una superpotencia. EE.UU. es un país dependiente en lo financiero que dirigentes extranjeros pueden cerrar cuando quieran.
Washington aún no lo sabe. La arrogancia estadounidense puede llevar al gobierno y al Congreso a una solución de salvataje que el resto el mundo, que tiene que financiarla, podría rechazar.
Actualmente la lucha entre el gobierno y el Congreso respecto al plan de rescate tiene que ver con si el salvataje va a incluir a los electores potenciales pobres de los demócratas así como a los ricos de los republicanos. Los republicanos, en su mayor parte, y los embaucadores de los medios, hacen lo posible por excluir al estadounidense de a pie del plan de rescate.
Una característica menos apreciada del plan de rescate de Paulson es su demanda de libertad de responsabilización. El Congreso se negó a aceptar la demanda de Paulson de que la conducción del salvataje por parte del poder ejecutivo no sea verificable por el Congreso o los tribunales: «Las decisiones del Secretario en conformidad con la autoridad de esta Ley no son verificables y sometidas a la discreción de la agencia.» Sin embargo, el Congreso sustituyó para su propia autoridad un «consejo» que posiblemente consistirá de las partes rescatadas, con lo que quiero decir los electorados republicanos y demócratas. El control sobre el sistema financiero que daría el salvataje al poder ejecutivo significaría, en efecto, capitalismo de Estado o fascismo.
Si agregamos el capitalismo de Estado al éxito del gobierno de Bush en la erosión de la Constitución de EE.UU. y del poder del Congreso, podríamos estar presenciando la muerte definitiva del gobierno constitucional responsable.
EE.UU. podría estar a un paso de una decisión de prestatarios extranjeros de dejar de financiar a un país que pretende ser una potencia hegemónica con el derecho y la virtud de imponer su voluntad al resto del mundo. EE.UU. puede estar en guerra en Iraq y Afganistán y puede iniciar enfrentamientos con Irán, Pakistán y Rusia, porque los chinos, los japoneses y los fondos de riqueza soberana de los reinos petroleros financian las guerras y los presupuestos militares de EE.UU. Aparte de armas nucleares, que también poseen otros países, EE.UU. no tiene activos propios que le sirvan para continuar su control sobre el mundo.
EE.UU. no puede ser una potencia hegemónica sin financiamiento extranjero. Todo indica que el resto del mundo se está cansando de la arrogancia de EE.UU.
Si la asunción por el Tesoro de EE.UU. de responsabilidades por el rescate se hace excesiva, el dólar de EE.UU. perderá su papel de moneda de reserva. El minuto en que eso ocurra, cesará el financiamiento extranjero de los déficit mellizos de EE.UU., así como del salvataje. El gobierno de EE.UU. tendría que recurrir a la impresión de papel moneda como lo hizo la Alemania de Weimar.
Por ahora, este problema pendiente está oculto a la vista, porque en tiempos de pánico, la tradición es huir hacia la «seguridad», es decir, hacia obligaciones de la deuda del Tesoro de EE.UU. La seguridad de los títulos de deuda del Tesoro será revelada por la dimensión del salvataje.
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Paul Craig Roberts fue secretario adjunto del Tesoro en el gobierno de Ronald Reagan. Asimismo, fue redactor jefe asociado del Wall Street Journal, en su sección de editoriales, durante 16 años columnista de Business Week, y columnista de Scripps Howard News Service and Creator’s Syndicate en Los Angeles. Ha ocupado numerosas cátedras universitarias, incluyendo la Cátedra William E. Simon Chair en Economía Política, Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, Universidad de Georgetown e Investigador Invitado Sénior, Hoover Institution, Universidad Stanford. Fue condecorado con la Legión de Honor por el Presidente de Francia y con la Medalla de Plata del Tesoro de EE.UU. por «sobresalientes contribuciones a la formulación de la política económica de EE.UU.» Es co-autor de «The Tyranny of Good Intentions.» Para contactos, escriba a: [email protected]
http://www.informationclearinghouse.info/article20854.htm