El triunfo de Barack Hussein Obama ha sido presentado como la victoria del cambio y la ilusión, pero para ilusión la que ha venido albergando el propio Obama desde hace años. Toda su carrera política ha estado marcada por la búsqueda de su propio acomodamiento en las instituciones y el sistema actual, más que a […]
El triunfo de Barack Hussein Obama ha sido presentado como la victoria del cambio y la ilusión, pero para ilusión la que ha venido albergando el propio Obama desde hace años. Toda su carrera política ha estado marcada por la búsqueda de su propio acomodamiento en las instituciones y el sistema actual, más que a buscar cualquier transformación del mismo.
El triunfo de Obama ha estado basado en varios pilares. Una campaña casi «perfecta» (uso de Internet, movilización de voluntarios, marketing), las grandes dotes comunicativas (como orador y escritor) del candidato, las grandes sumas de donaciones y dinero que ha recibido (claves en las primarias) y una coyuntura política y económica favorable (la crisis financiera de septiembre, cuando las encuestas auguraban un vuelco favorable a McCain, y ser el candidato anti-Bush).
El hecho de que se convierta en el primer presidente negro de EEUU es un factor importante, pero los que tenían esperanzas en un cambio profundo pueden esperar sentados. Los discursos de Obama no varían en el fondo de lo que han defendido sus antecesores en el cargo, y su oposición a Bush era táctica (críticas a los errores y el coste…) más que objeciones morales o éticas.
Como han señalado algunas voces críticas en EEUU, «Obama ha sido el candidato de las clases dominantes». Los que manejan la política y la economía en el país impedirían que cualquiera que ponga en duda la «jerarquía dominante y sus doctrinas» llegara a la Casa Blanca. Y no debemos olvidar que Obama ha recibido ingentes donaciones económicas de esos sectores, así como el apoyo de los medios de comunicación del establishment.
La anécdota de color, con un presidente negro en la Casa Blanca, no significará una mejora sustancial para la minoría negra, ni el racismo estructural que domina la sociedad cambiará. El futuro presidente de EEUU, definido con ironía como «republicrata» (por su capacidad por absorber los discursos de los dos partidos mayoritarios y dominantes) protegerá los privilegios de las élites y de las poderosas corporaciones, todas ellas dominadas mayoritariamente por blancos.
A partir de ahora el color del dinero en EEUU será el verde del dólar, el de su presidente, negro, pero el de la Casa Blanca, y los pilares que sustentan a ésta, seguirán siendo blancos. La obamanía y las ilusiones que se han creado se irán diluyendo en los próximos meses, dando paso a la fotografía completa de este «histórico acontecimiento».
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)