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Cronopiando

La casa blanca y el presidente negro

Fuentes: Rebelión

Hasta hace unos años, los negros no podían hacer teatro en los Estados Unidos. Ni siquiera podían subir a un escenario a interpretar el papel de negros. Los personajes negros los representaban actores blancos, previo tiznado de cara y acento. Los únicos negros presentes en un teatro eran los acomodadores y el personal de limpieza. […]


Hasta hace unos años, los negros no podían hacer teatro en los Estados Unidos. Ni siquiera podían subir a un escenario a interpretar el papel de negros. Los personajes negros los representaban actores blancos, previo tiznado de cara y acento.

Los únicos negros presentes en un teatro eran los acomodadores y el personal de limpieza.

Los negros tampoco podían ir a las mismas escuelas y hospitales que los blancos, ni montar en autobuses, ni jugar al béisbol. Eran, cuando eran, ciudadanos de segunda, buenos, finalmente, para la guerra, el boxeo y el trabajo, una vez aceptada su condición y trato, y a los que, en todo caso, sólo su música reivindicaba.

Desde la Casa Blanca, mientras tanto, los dueños del negocio y el mercado, a los que nadie había votado ni elegido, regían los destinos del mundo.

Pero los tiempos cambian. También los Estados Unidos, nos dijeron, y entre el funeral de Martin Luther King y el entierro de Malcom X, que no todos los negros supieron amoldarse al rigor de los cambios, la comunidad negra en los Estados Unidos fue tomando posiciones y ganando espacios.

Aumentó su poder adquisitivo, como no podía ser menos y comenzaron los negros a sentirse ciudadanos sin necesidad de subir al ring o tocar como nadie la trompeta.

La Cruz Roja estadounidense había terminado aceptando que la sangre de un negro también podía servir para hacer transfusiones y, además

de las tradicionales medallas olímpicas por correr y saltar, negros como Arthur Ashe subían al podium por ganar al tenis.

Desde la Casa Blanca, mientras tanto, los dueños del negocio y el mercado, a los que nadie había votado ni elegido, regían los destinos del mundo.

Pero los tiempos cambian. También los Estados Unidos, nos dijeron y, entre nuevos funerales y entierros de tantos negros muertos en las tantas guerras del imperio, años después, al margen de que algunos blanquearan su rostro y sus facciones para ganar tiempo y permisos, y de lo concurrido que seguían estando los corredores de la muerte de condenados negros, otros se coronaban como reyes del golf o estrellas de la televisión, o eran puestos en órbita, llegando a ocupar y presidir, incluso, la Secretaría de Defensa del país. Colin Powell fue el primer ministro de Defensa negro en la historia de los Estados Unidos.

Desde la Casa Blanca, mientras tanto, los dueños del negocio y el mercado, a los que nadie había votado ni elegido, regían los destinos del mundo.

Pero los tiempos cambian. También los Estados Unidos, nos dijeron y, no obstante seguir contribuyendo generosamente desde Bagdad, Kabul o Nueva Orleáns al inventario de damnificados y desaparecidos, no conforme con los logros obtenidos, la comunidad negra aún fue capaz de llegar más lejos y, recientemente, era nombrada Secretaria de Estado una mujer negra. Condoleezza Rice ha sido la primera secretaria de Estado negra de los Estados Unidos.

Desde la Casa Blanca, mientras tanto, los dueños del negocio y el mercado, a los que nadie había votado ni elegido, regían los destinos del mundo.

 

Los tiempos cambian. También los Estados Unidos, nos dicen. Obama promete el cambio. Quiere cambiarlo todo. Cambiar su país, cambiar el mundo. Obama es hoy el primer presidente negro de los Estados Unidos.

Pero… ¿y la Casa Blanca? ¿Va a seguir siendo blanca?