«Un osario de muertos vivientes». Pocos recordaban esta descripción que el preso político saharaui Ali Salem Tamek hizo en 2002 de la siniestra prisión de Inezgane, situada cerca de la sureña Agadir. Ahora, una carta firmada por otros cuatro presos de conciencia ha sacado de nuevo a la luz el infierno que viven quienes allí […]
«Un osario de muertos vivientes». Pocos recordaban esta descripción que el preso político saharaui Ali Salem Tamek hizo en 2002 de la siniestra prisión de Inezgane, situada cerca de la sureña Agadir. Ahora, una carta firmada por otros cuatro presos de conciencia ha sacado de nuevo a la luz el infierno que viven quienes allí cumplen su pena.
Brahim Bara, Zarakia Rifi, Hassan Agharbi y Mohamed Ouahadani, encarcelados tras las manifestaciones del mes de junio en la ciudad de Sidi Ifni, han esbozado un retrato de celdas de 48 metros cuadrados en las que viven y duermen sentados 86 reos con las piernas constantemente encogidas. Así trascurren para ellos 20 de las 24 horas del día. Cuando no toda la jornada, pues los fines de semana los internos no salen al patio.
Las normas internacionales recomiendan que cada persona encarcelada disponga de nueve metros; en Inezgane apenas disfrutan de medio. La situación no es mejor para los 400 menores, de entre 5 y 17 años, que crecen «en seis celdas de menos de 35 metros».
Una celda para los gays
A la falta de espacio, comida e higiene sólo hay 24 duchas de agua fría para 1.400 presos se une una ausencia casi total de cuidados médicos. En Inezgane no hay ni un sólo facultativo a pesar de que en la enfermería vegetan en 24 metros 28 «diabéticos, asmáticos, tuberculosos, sometidos a diálisis y enfermos de sida».
«Una celda se reserva para los homosexuales. La puerta es de hierro y tiene un ventanuco. Se asemeja a un calabozo y se encuentra cerca de otras tres mazmorras sin ventanas, donde la administración encierra a los presos desobedientes. Los homosexuales son continuamente objeto de insultos, burlas y humillaciones», prosigue la carta.
En esta prisión en la que «la hospitalización, las visitas, el acceso a las cocinas o al economato son un asunto de corrupción», los camellos campan. Los firmantes aseguran que los estupefacientes «se venden libremente y en cantidad ante los ojos de los responsables, debido a la presencia de un barón de la droga».
Estas terribles condiciones llevaron a estos 4 presos y a 28 de sus compañeros a ponerse en huelga de hambre el día 13. La protesta duró sólo 24 horas, pero ahora amenazan con tomar «medidas más duras».
La carta ya ha tenido repercusión. La ONG Attac-Marruecos, en la que militan tres de los firmantes, ha llamado en un comunicado a la movilización para que «cese la tortura cotidiana» en Inezgane.
Lucile Daumas, miembro de Attac, deploró en una conversación telefónica con Público que la situación del resto de prisiones marroquíes «no difiera mucho de la de esta cárcel». Incluso el ministro de Justicia marroquí, Abdelouahed Radi, reconoció el año pasado que los centros penitenciarios de su país no ofrecían una » vida digna». Desde entonces, «nada ha cambiado», denuncia Daumas.
Esta denuncia sólo corrobora hechos harto conocidos. Por ejemplo, en cuanto a la corrupción. Hace años se supo que el narcotraficante Mohamed Ouazzani, El Nene evadido de la prisión de Kenitra en diciembre de 2007 disponía a golpe de talonario de tres celdas, televisor de plasma e Internet. Eso por no mencionar cuando invitaba a los guardianes a ir con él de cena o a un burdel.