Hace pocos meses que resido en Guinea Ecuatorial, varios años después de la última vez que pisé esta ex colonia española. Quizás por este motivo, amigos y familiares me han reenviado, una y otra vez, un «artículo» de Fernando Gamboa («Demonios en el paraíso») sobre la situación actual de Guinea Ecuatorial y su última novela, […]
Hace pocos meses que resido en Guinea Ecuatorial, varios años después de la última vez que pisé esta ex colonia española. Quizás por este motivo, amigos y familiares me han reenviado, una y otra vez, un «artículo» de Fernando Gamboa («Demonios en el paraíso») sobre la situación actual de Guinea Ecuatorial y su última novela, ambientada allí. El artículo se puede encontrar también ampliamente distribuido en internet, en sitios tan diversos como la propia rebelión.org [i] .
El texto pretende describir la situación actual de Guinea. La descripción que realiza es, sin duda, aterradora: «la familia Obiang se queda con ABSOLUTAMENTE TODO lo que pagan gobiernos y petroleras extranjeras por los derechos de extracción», o «mientras lees esto una anciana agonizando de malaria pide un médico que nunca llegará; un niño está preguntando dónde están sus padres desaparecidos; una mujer implora a Dios que la mate, mientras es violada y torturada salvajemente en una comisaría». Tópicos, típicos, verdades y exageraciones se entremezclan brindando un cuadro desolador, casi apocalíptico, de realidad de Guinea Ecuatorial.
Sin querer juzgar la calidad literaria de la novela promocionada (que no he leído) o del propio artículo, si que se puede realizar una valoración de la forma y fondo de los contenidos del mismo. Porque nuevamente nos encontramos ante el reiterado discurso occidental del África atrasada, pasiva, tribal, contada a través de generalizaciones y dramatizaciones de dudoso gusto; tópicos, por otra parte, utilizados también de forma constante por los medios de comunicación españoles [ii] y/o europeos, y que tan poco ayudan a la comprensión o divulgación de las distintas problemáticas o conflictos africanos.
La realidad de Guinea es compleja. Una dictadura con una larga trayectoria de violaciones de los derechos humanos, personalizada en Teodoro Obiang Nguema y su familia, rige los destinos de la pequeña ex colonia española. Los petrodólares (se extrae un barril de petróleo/persona/día) financian amplias redes clientelares patrimoniales (el sistema actúa como una pirámide a la hora de repartir los beneficios del petróleo: en la cima el presidente y su familia, luego la tribu, el «clan de Mongomo», allegados y amigos, cargos públicos, funcionarios, policías y militares,…hasta que al ciudadano de a pié apenas le llegan las migajas del pastel).
El modelo de desarrollo, neoliberal, prioriza la inversión y gestión privada (en un contexto de corrupción endémica), de tal forma que mientras se abandonan los hospitales públicos se construye uno privado (Centro Médico La Paz) con casi 100 sanitarios expatriados y la última tecnología en salud [iii] , inexistente en el resto del país («escáner»,…), a un precio de 30.000 CFAs (45 euros) una simple consulta (¿no recuerda esto, por cierto, a los modelos que se quieren implementar en España, en las Comunidades gobernadas por el Partido Popular?).
Lo mismo sucede con las escuelas públicas, olvidadas en beneficio de las de la Primera Dama, o con el modelo de urbanización, siendo Seseña el referente, a tenor del tan cacareado desembarco del «Pocero» en Guinea.
En Guinea se violan los derechos humanos, se tortura impunemente [iv] , mientras una minoría se enriquece a costa del resto del país, con complicidades externas (EEUU, China, España, basadas en diferentes intereses) e internas (élites, funcionarios rentistas, empresarios beneficiados por el régimen), mientras el país crece a un ritmo de dos dígitos anuales, se construyen infraestructuras sobredimensionadas, y se reciben miles de inmigrantes de los países vecinos que acuden como mano de obra, atraídos por el dinero abundante.
Guinea es hoy en día un país de contrastes, con algún claro ( Ley 6/2006 sobre la Prevención y Sanción de la Tortura, crecimiento económico) y muchos «oscuros», pero en todo caso no es el tópico que nos venden los medios occidentales de África: los niños con moscas en la cara, o cualquier otra simplificación.
La toma de conciencia no debe venir de la manipulación, sino de la educación y sensibilización para el desarrollo, desde el respeto a la dignidad de las personas y de los pueblos. Ya el código de conducta de las principales ONGs del Estado Español [v] reconoce que hay que evitar los mensajes e imágenes catastrofistas, idílicas, generalizadoras y discriminatorias, o presentar a la gente del «Sur» como objetos de nuestra pena y no como socios en el trabajo conjunto de desarrollo. Este rigor, por desgracia, todavía no ha llegado al periodismo.
Si queremos que guineanos, españoles y demás personas relacionadas con Guinea Ecuatorial actuemos como verdaderos agentes de cambio social, podremos en primer lugar huir del tópico, y buscar información. Encontraremos desde la página de la oposición en el exilio (www.asodegue.org), hasta análisis fundamentados de la realidad de la cooperación española en Guinea (España-Guinea Ecuatorial: el timo de la cooperación [vi] ), o delirantes entrevistas a músicos trasnochados [vii] , pasando por el último informe de la visita a Guinea del relator de NNUU para la tortura [viii] . Y ante esta realidad, compleja, actuar. Porque, entonces sí, nuestro silencio nos haría cómplices.
Antonio Luria es periodista, psicólogo y escritor.
[i] http://www.rebelion.org/
[ii] Malas noticias de África. Antoni Castel. Biblioteca de Estudios Africanos. Ed. Bellasterra, SL, 2007
[iii] http://www.lapazge.com/pages/
[iv] www.amnesty.org/es/region/equa
[v] www.fcmc.es/documentos/D_
[vi] http://www.rebelion.org/
[vii] http://www.elperiodico.