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Parole, parole, parole

Fuentes: Rebelión

Creo recordar que era Mina quien la cantaba y no estoy seguro si Adriano Celentano, siempre un poco simple, gritón y pesado, intervenía en alguna de las versiones. Sea como fuere, Parole, parole, parole… fue muy oída por una generación ahora bastante madurita. Si no ando errado, la canción comentaba con sarcasmo la distancia entre […]

Creo recordar que era Mina quien la cantaba y no estoy seguro si Adriano Celentano, siempre un poco simple, gritón y pesado, intervenía en alguna de las versiones. Sea como fuere, Parole, parole, parole… fue muy oída por una generación ahora bastante madurita. Si no ando errado, la canción comentaba con sarcasmo la distancia entre las usuales palabras masculinas llenas de pasiones eternas y entregas sin límites, y el alejado mundo de unos hechos neta y perceptiblemente inconsistentes con esas declaraciones de intenciones y sentimientos profundos.

La distancia, esa abismal distancia, no sólo era y acaso es divisa usual de las fogosas declaraciones masculinas. En algunas instancias de la política institucional, es sabido, es moneda corriente. Un ejemplo que afecta al corazón del gobierno «de izquierdas y nacionalista» catalán nos servirá de ilustración.

Hace aproximadamente tres meses se celebraron en Santa Coloma de Gramenet, en los institutos Terra Roja y Puig Castellar, unas jornadas dedicadas a la programación libre. «Tecnolliure» tomaron como nombre. No costaron ni dos euros al erario público. Horas de esfuerzo, de dedicación, de buen hacer, de trabajo voluntario y extraacadémico de los organizadores; materiales reciclados; colaboraciones voluntarias de los intervinientes, algunas de ellas, sin exageración, fui testigo presencial, magistrales; participación mejorable, eran las primeras, de alumnos, familiares y profesores. Largo etcétera, y todo él positivo, sin sombras al acecho.

Las jornadas las inauguró el conseller de Educación, que estuvo acompañado del alcalde de la ciudad, el señor Muñoz, y de unos cuantos asesores del departamento que alentaban sus ocurrencias y reían sus bromas sin gracia. El conseller, por cierto, no quiso entrevistarse esa misma tarde, con unos estudiantes de nocturno del instituto Puig Castellar que querían entregarle una carta y comentarle, sólo comentarle, sin tomates escondidos en su mochila, la conveniencia de que el nocturno desapareciese en su centro de estudios. Sin comentarios, sin ningún temblor por parte de un conseller que no tiene tiempo para esas minucias.

Pues bien, el señor Conseller, en su intervención en las Jornadas, apostó claramente, o dijo apostar claramente, por la programación libre, por el software libre. La administración, esta vez en serio, no tenía dudas, «no fem broma». No eran declaraciones vacías para salir del paso. Lo dijo varias veces, lo repitió convencido y convenciéndonos. Estábamos encantados de habernos conocido.

No se engañen: una vez más, parole, parole, parole… Pues hete aquí que hace apenas unos días el señor Steve Ballmer y el señor president José Montilla han firmado un acuerdo para «llevar ordenadores táctiles a las aulas». Con luz, cámaras, radios y declaraciones. En una de ellas, por ejemplo, el señor Ballmer, el segundo, casi primero en activo, de Microsoft (¡de Microsoft!), dijo que quiere ayudar a mejorar el sistema educativo catalán, el sistema educativo de un país que probablemente no sepa situar en el mapa. Ballmer dijo alegrarse de la oportunidad de aplicar las nuevas tecnologías «en la mejora de la educación en Catalunya», y aseguró, con la seriedad que la ocasión requería, que su empresa quería ayudar a mejorar el sistema educativo catalán, que estaba a su servicio. Se trata, además, dijo Ballmer de un proyecte líder que más adelante podrá exportarse. Se centrarán en la relación entre alumno y docente, y en la creación de una red que unirá alumnos, maestros y familias.

En definitiva, parole, parole, para los medios; el disparate inadmisible de pensar que la mejora de la enseñanza, de la instrucción pública en Catalunya, pasa esencialmente por la incorporación de nuevos aparatos y el anuncio de nuevas redes que ya no serán nuevas sino viejas. Una red de esas características ya existe en Santa Coloma de Gramenet: se llama Xeill (Xarxa educativa i lliure, Red educativa y libre), y, como su nombre indica, no es privativa sino libre.

De este modo, el gobierno de Catalunya y Microsoft, una de las grandes corporaciones del mundo con peor curriculum, amiga del Pentágono, adversaria de todo control, innovadora de la nada, con oscuros sistemas operativos, colaborarán en un proyecto piloto para dotar de ordenadores con pantalla táctil a las aulas de un instituto de Lleida. Se implantará un nuevo proyecto de aula experimental, según un acuerdo firmado el 20 de febrero de 2009, si no ando errado, entre el president José Montilla y el director ejecutivo de Microsot, Steve Ballmer. El acuerdo, no se lo pierdan, incluye la traducción de materiales de Microsoft al catalán y la colaboración -¡tiemblen!- de Microsoft en la confección de contenidos digitales para las escuelas catalanas. En definitiva, sin poder informar del coste de la operación, mayor penetración en el sistema educativo público catalán de la primera corporación mundial defensora del software libre, por métodos legítimos y no legítimos, alentado el acuerdo por un gobierno que dice defender, por boca de su máximo responsable de educación, la programación libre.

El president de la Generalitat, el señor José Montilla, declaró algo tan novedoso como que el acuerdo afectaba a dos pilares básicos (tomen nota: básicos ambos) de la sociedad, la educación y las nuevas tecnologías, y que era necesario reducir la distancia entre educación y tecnología, como si esa distancia fuera un problema sustantivo hoy en la educación catalana y supongo en la española. Parole, parole, parole,… discurso escrito por un asesor poco (o sesgadamente) documentado.

El conseller de Educación, Ernest Maragall, el mismo conseller que dijo apostar por el software libre, aseguró que se trataba de un día «importante para nuestra educación’ y que el acuerdo «era un cambio que ya estaba sucediendo en todos los sistemas educativos del mundo», finalizando su intervención con unas palabras que no pueden sino hacer temer lo peor de lo más negativo: según el conseller, tenemos que reaccionar con rapidez y ponernos de acuerdo en qué quiere decir «enseñar y aprender» en el nuevo contexto creado por las «nuevas tecnologías» que a veces son presentadas por si fueran la piedra filosofal de los alquimistas. Aun más, según el conseller, no hacerlo, no se lo pierdan, sería poner «barreras a la capacidad de los jóvenes y en la potencia de les nuevas tecnologías’.

Déjenme ser mal educado: no tienen ni idea, no saben de que hablan, o quizá lo sepan, lo que es peor en este caso. Cualquier profesor o profesora que tenga contacto con jóvenes estudiantes preuniversitarios, especialmente de sectores sociales triturados cultural, política y socialmente por el neoliberalismo de un empresario rancio y sin alma en sus venas neofranquistas, sabe perfectamente que el problema no está en el alejamiento de esos jóvenes de las «nuevas tecnologías», que desde luego ya no son tan nuevas, sino en el uso de esas herramientas y en la necesidad de una formación básica, crítica, realmente formativa, que les permita una utilización fructífera de esos instrumentos, y de otros muchos (por ejemplo: libros, artículos, cine y teatro de interés, así de simple) y no el atontamiento, con restos, de navegaciones absurdas por páginas no menos idiotizantes para seguir permaneciendo presos de la nadería más absoluta con la vista puesta, consciente o inconscientemente, en un puesto de trabajo, mal pagado, alienante, en precario y con fecha de caducidad temprana, que obligue a otro puesto de trabajo no menos alienante y con explotación creciente, y así hasta que el cuerpo, la salud y la mente aguanten. El futuro, definitivamente, ya no es lo que era al menos que hagamos algo con urgencia

No solo eso. El Departament de Educación y la industria editorial, sí la industria, tal como suena, promoverán contenidos educativos digitales en catalán, luego privados y con ánimo de lucro, que se adecúen a los temarios de los cursos escolares. Microsoft, además de todo lo anterior, ofrecerá su tecnología privatista para la creación de este material digital. Eso sí, según los responsables del acuerdo, los contenidos digitales educativos no estarán ligados a Microsoft y, por tanto, serán «compatibles con cualquier otro sistema operativo». La música de siempre. Mientras tanto, en el 90% de la administración catalana, y me quedo corto, el sistema operativo que de hecho se utiliza -apenas hay cursos de preparación de otros sistemas después de décadas de imposición de un único sistema operativo, el Sistema se decía- es el sistema de los señores Gates y Ballmer. Eso sí, ya se ha dejado claro, los ordenadores táctiles que se incorporarán a las aulas incorporarán las aplicaciones de Microsoft.

¿Por qué ese acuerdo? Ignoro si hay cláusulas oscuras; desconozco si el departament se ha molestado en buscar buena información sobre otras posibilidades, aunque conociendo el autoritarismo del conseller es probable que no, «escuchar» no es un verbo que se conjugue en su habla; no sé si es un simple pero significativo deslumbramiento ante la presencia y modernidad de las grandes multinacionales y la firma de acuerdo con el 2 casi 1 de Microsoft les haya obnubilado la consciencia y la racionalidad, pero es obvio que a Microsoft no le cuesta nada, nada de nada, regalar unos cuantos equipos a cambio de la publicidad que consiguen con ello o de futuros contratos que en su día conoceremos. Los contenidos digitales se escribirán, como se señaló, por editoriales y es muy probable, por no decir casi seguro, que su licencia no sea libre.

Lo de la interoperatibilidad es el cuento de siempre, señala un competente informático que organizó aquellas jornadas de «Tecnolliure», el cuento de nunca acabar: «en principio, ellos dicen no poner trabas a que se use cualquier software para trabajar con esos contenidos; en la práctica probablemente los formatos propios y el apartarse de los estándares haga que sea difícil o imposible utilizar esos materiales fuera de sus sistemas». ¿Existen alternativas no fantasiosas, más allá de las críticas? Existen: equipos con software libre; redes que todos los ciudadanos pueden utilizar; servicios realmente abiertos, y frente a materiales cerrados, aportaciones de los docentes, aportaciones que podrían estar promovidas por el propio departament si el departamento, claro está, estuviera en otras manos y estuviera dirigido con otras finalidades y otra perspectiva.

En definitiva, en este gobierno tripartito, que no quiere ser llamado tripartito, el sector nacionalista, ERC, hace su trabajo, una parte de él con luz, cámaras, y justificación frente a la opinión pública, y otra parte de él, acaso la más sustantiva, oculta u ocultada, pensando más «en el país» y en el futuro desarrollo histórico de España y Catalunya. El PSC se mueve entre el pragmatismo más pétreo que uno pueda imaginarse, incapaz de enfrentarse una tarde y durante diez minutos a los grandes poderes (línea claramente representada por el president Montilla) y un neoliberalismo trasnochado que toma los valores, los criterios y los procedimientos de la empresa privada como paradigma de gestión y de hacer económicos, externaliza todo lo que puede y un poco más (a empresas amigas o del propio partido), jamás transita por senderos contrarios a los negocios privados y no le importa en lo más mínimo liquidar conquistas sociales, no hay en ello temblor en su pulso. El Sr. Maragall, no es el único, el hermano del ex president, es un representante destacado y con poder en plaza a pesar de haber dado alas a las dos huelgas, la tercera está en marcha, de la enseñanza preuniversitaria más importantes, más masivas y con mayor participación en Catalunya en estas últimas décadas.

¿Y la tercera fuera política en el gobierno, qué hace ICV-EUiA? No seré yo quien niegue algunas interesantes intervenciones en el ámbito de los transportes y la velocidad, a pesar de las risas indocumentadas de sus supuestos aliados, no negaré sus apoyos a intervenciones en el ámbito de la recuperación de una memoria histórica que la izquierda entregó con funda, ropa y bagaje, y tras largos años de esfuerzo, hace unas tres décadas a la derecha neofranquista y nacionalista, pero, en general, se mire como se quiera mirar, no cuentan en las grandes cuentas y en los núcleos del poder real.

Cabe, desde luego, la pregunta del millón, ¿y entonces qué pintan unas fuerzas como ésas, supuestamente antisistema, ecologistas y transformadoras, defensoras de la educación y sanidad públicas, en lugares gubernamentales como esos? Nada o casi nada. Pero el paraguas institucional, los puestos de trabajo políticos, el alimento financiero para sus propias organizaciones, exige sacrificios de principios y de finalidades. La política realista, para algunos, es eso; lo otro, esto mismo que aquí se ha señalado, son majaderías ilusorias de pijos, incapaces del cuerpo a tierra que exige la política y que, además, y por si fuera poco, no se enteran de nada. Pues será eso.