Hace siglos millones de jóvenes y sanos africanos fueron vendidos como ganado por las potencias europeas y árabes. A continuación Europa se repartió el continente y como su propietario hizo lo que le vino en gana con él. Hoy oficialmente los diferentes países africanos son independientes, y oficialmente la esclavitud no existe. Pero África y […]
Hace siglos millones de jóvenes y sanos africanos fueron vendidos como ganado por las potencias europeas y árabes. A continuación Europa se repartió el continente y como su propietario hizo lo que le vino en gana con él.
Hoy oficialmente los diferentes países africanos son independientes, y oficialmente la esclavitud no existe. Pero África y sus habitantes siguen siendo esclavos. Se esquilman (explotan) sus riquezas: petróleo, diamantes, coltan, recursos pesqueros, etc., y sus tierras fértiles y exuberantes, sólo se utilizan para los monocultivos destinados a la exportación: café, cacao, algodón, etc. Es sólo una nueva forma de esclavitud.
Los países del África negra, enormemente endeudados con las potencias occidentales son rehenes de esas deudas. Esos prestamos van unidos a políticas impuestas desde el FMI, BM y los distintos acreedores. Muchos de estos países están gobernados por políticos y oligarcas corruptos, muy sumisos ante las imposiciones exteriores. Otros muchos no corruptos, se ven obligados a cumplir lo que se le impone desde las IFI’s (instituciones financieras internacionales).
El paradigma de toda esta vergüenza lo tenemos entre otros sitios ahora mismo en Madagascar. Corea del Sur, a través de grandes corporaciones internacionales como Daewoo ha comprado un 40 % del territorio fértil de Madagascar. Este territorio se dedicará en exclusiva al cultivo de grano para la exportación, casi todo transgénico.
El movimiento campesino, muy organizado en Madagascar, principalmente a través de Vía Campesina, defiende la soberanía alimentaria, algo que choca frontalmente con los principios del gran capital, que condenan al hambre a millones de personas, para llenar nuestros obesos estómagos, y la insaciable voracidad de agrocombustibles de nuestros vehículos. Y de camino especular y hacerse ricos con los stocks agrícolas.
El gobierno manda cargar contra los manifestantes pacíficos que protestan en contra de esta venta. Ya van varios cientos de muertos, muertos absolutamente invisibles, absolutamente inexistentes para nosotros. Aquí, no interesa que se sepa, que no sólo matan las políticas capitalistas salvajes, condenando al hambre y a la miseria a tantos pueblos, en este caso a través de un gobierno vendido, sino que esas políticas salvajes y esos gobiernos vendidos, matan directamente con las armas a los pueblos para acallarlos.
Si la naturaleza y la humanidad tienen un futuro, ese pasa entre otras muchas cosas por cambiar el modelo que nos quieren imponer de agricultura intensiva, con enormes plantaciones de monocultivos, en muchos casos transgénicos, que no hacen sino esquilmar (explotar) las tierras y dejarlas desérticas. Enormes plantaciones dedicadas en exclusiva para la exportación, para cuyo transporte se consumen ingentes cantidades de carburante a la vez que dejan a los pueblos sin los medios de subsistencia tradicionales.
Una agricultura sostenible y una soberanía alimentaria, son hoy no solo deseables, sino absolutamente imprescindibles si queremos combatir el hambre y el cambio climático. Pero desde luego, esto no es algo que en algún momento contemplen los países poderosos. Pero pensemos, ¿cuantas personas tienen que morir aún sin que nos demos por enterados?, ¿a quien le importa África y sus habitantes?
Ana María Rueda Alegre es secretaria de Acción Social CGT Córdoba.