El 15 de Enero de 2009 Marruecos rompe sus relaciones diplomáticas con Venezuela y el 06 de marzo del 2009 la misma decisión es tomada contra la republica Islámica de Irán. En las normas que rigen las relaciones diplomáticas entre los estados, tal decisión, es un último recurso rayano al casus belli, al que solo […]
El 15 de Enero de 2009 Marruecos rompe sus relaciones diplomáticas con Venezuela y el 06 de marzo del 2009 la misma decisión es tomada contra la republica Islámica de Irán.
En las normas que rigen las relaciones diplomáticas entre los estados, tal decisión, es un último recurso rayano al casus belli, al que solo se recurre después de un deterioro sin paliativos en las relaciones y la frustración de intentos colosales para enmendarlos. Por ello, la decisión Marroquí y la ligereza con la que se ha tomado dejan perplejo a cualquier observador.
Empero, para los conocedores de los entresijos del conflicto Saharaui-marroquí es una actitud clásica de la amalgama, la confusión y la distorsión que han caracterizado a la diplomacia jerifiana desde los comienzos del conflicto en 1975. En todos sus movimientos en la escena Internacional, Marruecos intenta suplir su falta de argumentos legales por presentarse como la victima indefensa e inocente, acosada siempre por enemigos externos, y se esfuerza por pintar a los saharauis y su causa como un «mal» que merece extirpar por el peligro que entraña.
De una simple cuestión de descolonización como es el caso del Sahara occidental, Rabat intentó transmutarla dependiendo de la dirección de los vientos que azotan, una vez, en el fantasma del Comunismo que amenaza a su seguridad y a la seguridad de los países occidentales, otras veces en una amenaza Libia, cuando Gadafi era considerado por la administración Regan como la persona más peligrosa del mundo, y a veces, para colmo de lo ridículo que los saharauis son simplemente refugiados del Níger y Malí perseguidos por la sequía y reclutados como mercenarios por Argelia con fines hegemónicos. También la amenaza y el chantaje han sido un arma favorito en el arsenal propagandístico y especialmente con Europa y con España en particular. Amenazas de manera explícita, y por lo general a Sotto voce como queriendo decir: «apoyad mi posición o ateneos a las consecuencias de mi exportación de drogas inmigrantes y terroristas».
La rapidez y fluidez de la información en estos momentos -parte positiva de la globalización- disipó ignorancia y desmoronó gran parte de esta letanía de argumentos y clichés al despejarse las nubes de la mentira y la desinformación en la que Marruecos envolvía su perniciosa propaganda.
Sin embargo y contra viento y marea el mantra se repite. Hoy intenta de nuevo metamorfosear a los saharauis en terrorista por la sensibilidad del tema en los países occidentales y se esfuerza por descubrir nuevos surcos por los que encauzar una nueva versión de su trasnochada propaganda.
La ruptura de las relaciones con Venezuela e Irán testimonia la bancarrota de la diplomacia y lo falaz de la argumentación marroquí. Pocos creen ya en cuentos de hadas o confunden gigantes con molinos. Sin embargo Marruecos persiste.
La Decisión de la ruptura con estos dos países de peso en la escena mundial, demuestra por una parte, la búsqueda desesperada de nuevos argumentos y la defunción de los esgrimidos hasta el momento, y por otra, refleja un pánico -quizás desmesurado- por el cambio de la administración en dos países aliados cuyo sostén es vital para la supervivencia de la agresión y parcial ocupación ilegal Marroquí del Sahara occidental: Estados Unidos e Israel. No es menos preocupante el relevo del enviado especial de las UN Peter Van Walsun por Christopher Ross y la falta de garantías – por el momento- del apego de este ultimo a la tesis Marroquí tal y como demostró su predecesor.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca es también, todavía, un enigma para Marruecos. Rabat, conoce muy bien, que al menos el oído del nuevo presidente americano ya no es únicamente un monopolio del lobby marroquí en lo que a la cuestión Saharaui Occidental se refiere -como en tiempos de la administración Bush -. Amigos del pueblo saharaui, influyentes en el Senado y en el Congreso fueron muy decisivos en la elección de Obama y son muy allegados a este. Más preocupante todavía, es el ascenso de una nueva generación de líderes que se aproximan a los centros de poder y de decisión en Israel; Lideres proveniente de la diáspora judía rusa liderados por Liberman, líder ultra conservador del Partido (Israel Beituna) que casi convierte su lema político en «el mejor árabe es el árabe muerto» y que inexorablemente restan influencia de judíos de origen Marroquí y de lideres conocidos con los que la monarquía Alauita mantiene esotéricas relaciones.
Este nuevo terreno inexplorado forzó la precipitada decisión de la ruptura. Marruecos tiene que ofrecer algo nuevo al son de los nuevos vientos, no puede presentarse burdamente ante la nueva administración de Obama e Israel con los ya dejá vue argumentos y exigir de nuevo el oro y el moro.
Marruecos reconoce sobradamente que Irán y Venezuela son dos llagas que acongojan a cualquier nueva administración tanto en Estados Unidos como en Israel: Venezuela por su intrepidez en condenar a Israel de manera rotunda y sin tapujos durante la última masacre de Gaza contra los palestinos, -con más contundencia que cualquier país árabe- y el efecto contagioso de Chávez en América Latina que amenaza con una rebelión en masa del continente contra la tradicional hegemonía Americana. Irán no menos culpable – a ojo de las dos nuevas administraciones- por su osadía en intentar ingresar en el club atómico y romper el monopolio de la energía nuclear en el medio oriente, que por el momento, sólo Israel se reserva la exclusiva. Tanto los Estados unidos como Israel seguirán teniendo como estrategia el conjurar el peligro de Chávez, contener y aislar a Irán de su entorno, y evitar que este alcance preeminencia en la región. A todo esto se añade el pavor de los países Árabes del Golfo que ven en el ascenso de Irán una nueva amenaza y despierta los recelos y demonios de la ancestral rivalidad Arabo-Persa, que para algunos, es mucho más perniciosa que la ocupación israelí de territorios Árabes. La reciente declaración de un clérigo iraní de que Bahrein formaba parte del territorio Iraní- desmentida oficialmente por el gobierno- alimentó aun más esta ansiedad.
Pero ¿qué tiene que ver todo este culebrón con la causa Saharaui?
Marruecos tiene ante si este escenario: Acoso de la crisis económica internacional, situación política y seguridad interna incierta, conflicto del Sahara occidental estancado por la falta del reconocimiento internacional de la soberanía marroquí sobre el territorio y el fracaso de su propuesta de autonomía, todo ello concomitante con la preparación a marchas forzadas de una nueva aventura militar probablemente dirigida a ocupar los territorios liberados de la República Saharaui. Ante esta situación no nos sorprendemos de que Marruecos no puede encarar tantos desafíos y planes temerarios sin sentirse arropado por las dos administraciones que él siempre considera claves para su supervivencia.
La embajada Marroquí coexistió con la Saharaui en Caracas desde los comienzos de la década de los 80 y la Venezuela de Chávez no fue la que otorgo el reconocimiento diplomático a la República Saharaui. Respecto a Irán, es probable que pocos conocen que la embajada Saharaui en Teherán fue cerrada a comienzo de los años 90 por iniciativa Iraní,- por razones que solo Irán conoce- y desde entonces Teherán hizo de Rabat su principal base diplomática en el Norte de África. De todas maneras, no nos debe sorprender la desfachatez, declaraciones y argumentación sin sonrojo del Gobierno Marroquí (amenaza a la integridad territorial, la amenaza del Chiísmo, o el apoyo a la causa Árabe…). La decisión Marroquí forma parte de la clásica estela de la pérfida y mendicante diplomacia de Rabat.
La ruptura pues, es más que un guiño, es el intento de saltar en el vagón de la estrategia de la nuevas administraciones americano-Israelí, y al mismo tiempo garantizar el flujo financiero proveniente de los países del Golfo que históricamente ha sido y sigue siendo uno de los pilares fundamentales que sostienen los esfuerzos de la agresión Marroquí.
La decisión Marroquí es aún más peligrosa de lo que simplemente aparenta. No se trata solo de una ruptura de relaciones diplomáticas, sino de la preparación de una nueva aventura en el Sahara occidental cuyos perfiles ya se vislumbran: Asegurar más respaldo para continuar en su intransigencia, más desafío impune a la legalidad internacional y nulas perspectivas de una solución justa al conflicto que garanticen el derecho del pueblo Saharaui a la autodeterminación e incluso arrastrar a la zona hacia una nueva conflagración regional.
A toda acción obedece una reacción. Si Marruecos pretende ir más allá del Rubicón, el pueblo Saharaui debe entender que es una llamada a las armas y sus amigos y aliados al igual que la comunidad internacional asumir la responsabilidad que la gravedad de la situación les exige.