Hay un consenso general en que la crisis económica actual es consecuencia directa de las políticas neoliberales aplicadas en la mayoría de los países, avanzados o no, desde finales de los años 80 del pasado siglo: desregularización de los mercados, generalización de productos financieros incomprensibles, privatizaciones de servicios públicos, acuerdos comerciales abusivos,… Sin embargo, las […]
Hay un consenso general en que la crisis económica actual es consecuencia directa de las políticas neoliberales aplicadas en la mayoría de los países, avanzados o no, desde finales de los años 80 del pasado siglo: desregularización de los mercados, generalización de productos financieros incomprensibles, privatizaciones de servicios públicos, acuerdos comerciales abusivos,… Sin embargo, las consecuencias han sido, y son, distintas en el mundo desarrollado respecto a los países con ingresos más bajos
Los países de ingresos altos han entrado, o han estado a punto de entrar, en recesión económica. El desempleo ha subido, hay fuertes presiones para el recorte de derechos sociales (pensiones, subsidios de desempleo), se han producido multitud de quiebras (tanto de grandes multinacionales como de medianas y pequeñas empresas), se han endurecido las políticas migratorias… Sin embargo, aparte del suicidio de algún banquero al que no le salían las cuentas, no se ha descrito un aumento de la mortalidad, o graves consecuencias en la salud de las personas. La situación en África, y en general en los países en vías de desarrollo, es bien distinta.
En un reciente artículo publicado en The Lancet1, una de las más prestigiosas revistas médicas, se analizan las consecuencias, y las causas, de la aplicación de las políticas neoliberales a los sistemas de salud de los países en vías de desarrollo. Una estimación conservadora basada en modelos matemáticos cifra en 153.000 las vidas de niños perdidas cada año por la introducción de las tasas por utilización de servicios2 (user fees, o, como se dice en España elípticamente, sistemas de co-pago), una de las medidas «estrella» de las reformas en salud promovidas por las políticas neoliberales. Si éstas medidas no se hubiesen aplicado los últimos 20 años, se habrían producido en el mundo 3 millones de muertes de niños menos. Todas en una parte del mundo, claro, que casualmente no era de dónde provenían dichas políticas.
Lo interesante del hecho, y quizás también lo más triste, es el cómo estas políticas fueron teorizadas, e incluso «demostradas», para llegar así a cambiar el discurso todavía dominante en salud a finales de los años 80, basado en la Conferencia de Alma-Atta, y con un lema que pocos podían discutir: Salud para todos para el año 2000. El punto de inflexión fue la publicación en 1987 del informe anual del Banco Mundial (Financiando sistemas de salud en países en vías de desarrollo: agenda para la reforma).3 La solución propuesta para la financiación de unos servicios públicos de salud aún muy precarios fue, cómo no, que los usuarios pagasen por dichos servicios. Para justificar la idea, a posteriori se construyó el armazón teórico: que era una medida eficaz (se recaudaría más), eficiente (se evitan consultas superfluas) y equitativa (con los fondos adicionales se construirían Centros de Salud para los más pobres). Y de mucho repetir la mentira, la mentira fue creída. Y, aún peor, aplicada.
Las consecuencias de la introducción del, digamos, «pagar por ir al médico», fueron todo lo contrario de lo teorizado por la ideología neoliberal. No se recaudó más (un aumento del 5% de la recaudación de media en 19 países africanos)4, se dejaron de utilizar los servicios médicos (en República Democrática del Congo la media en la que se acude a un Centro de Salud es de cada 6 años y medio)5 y los pobres fueron los más perjudicados (en Sierra Leona ninguno de los «exentos de pago por pobreza» resultó ser del quintil más pobre de la población, según mostró una encuesta de Médicos sin Fronteras)6. Es decir, las reformas neoliberales fueron ineficaces, ineficientes, e inequitativas.
Las tasas por utilización de servicios, por otro lado, no venían solas. El paquete neoliberal incluía privatización de servicios, ajustes estructurales, presupuestos congelados,… Probablemente no podamos calcular el impacto total que tuvieron en África el conjunto de las medidas, tanto en mortalidad como en morbilidad o en la respuesta a las epidemias emergentes como el VIH/SIDA. Y no fue hasta que la ola neoliberal comenzó a remitir (o a estar más ocupada teorizando sobre «guerras preventivas» y demás) cuando el lenguaje y la acción en cooperación redescubrieron sus objetivos: políticas pro-pobres, equidad, solidaridad, y, de nuevo, salud para todos, pero esta vez para el año 2020.
La actual crisis económica puede, sin embargo, hacer peligrar nuevamente los logros de los últimos años. El recorte de fondos a la cooperación internacional, las medidas proteccionistas de los países más ricos, los intereses económicos de compañías farmaceúticas y, sobre todo, una ideología que se resiste a morir, postulando viejas recetas fracasadas como fórmulas nuevas (co-pagos, o separación de la provisión de servicios, por ejemplo, son disfraces actuales de las tasas de utilización de servicios y de las privatizaciones) son peligros todavía muy presentes.
La defensa de unos principios claros en salud (accesibilidad, equidad, cobertura universal), la aplicación de políticas públicas basadas en dichos valores, y la implicación de la sociedad civil en los mismos (tanto de los países más ricos como de los menos avanzados) serán ,por tanto, las condiciones necesarias para lograr, por fin, salud para todos. Aunque sea en el 2020.
[1] www.thelancet.com published online April 14, 2009
[1] Impact on child mortality of removing user fees: simulation model. BMJ 2005 ;331:747-49
[1] Financing health services in developing countries: an agenda for reform. World Bank, 1987
[1] www.thelancet.com published online April 14, 2009
[1] Ministry of planning. Kinshasa, RDC 2006
[1] Financial access in healthcare in post-war in Sierra Leone. MSF, Nov 2006
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