Traducido para Rebelión por Caty R.
Hamma Hammami, portavoz del Partido Comunista Obrero de Túnez y director del diario Al Badil, prohibido desde 1990, ha pasado diez años en las cárceles de Burguiba (anterior presidente de Túnez, N. de T.) y Ben Ali y otros diez en la clandestinidad…
Hamma estaba sentado, luego se levantó. Atreverse a luchar. Atreverse a vencer. Atreverse a desafiar. ¿Cómo superar su miedo al fracaso? Sólo tenía deudas, por lo tanto, nada que perder. Era el momento ¡A vida o muerte! Y se fue. Loco, atolondrado, todo lo que queráis, pero gracias a él hemos resistido. Se fue a la clandestinidad. Le golpearon en el aeropuerto de Cartago. Le acusaron de haber masacrado a un matón. La «Crim» (policía criminal) le busca por todas partes. Es un criminal peligroso. El enemigo público número 1. Normal. A través de Al Jazeera, acaba de denunciar al mundo a su cómplice: Ben Ali. En Túnez, el jefe de la «Crim» y de los criminales es él. Él, Dios, ¡claro! Hamma Hammami, portavoz del Partido Comunista Obrero de Túnez (PCOT, no reconocido) y director del diario Al badil (La alternativa), prohibido desde 1990, ha pasado diez años en las cárceles de Burguiba y Ben Ali y otros diez en la clandestinidad…
¿Tiene previsto participar en las presidenciales de 2009?
¿Las elecciones presidenciales del próximo octubre? ¡No habrá tal cosa! Se trata simplemente de una «moubayaa» (plebiscito). ¿Quién puede dudar de la victoria del general con un resultado cercano al 100%? Todo se hace para que Ben Ali, el autor del golpe de Estado «médico» (Ben Alí anunció al país el relevo del presidente Burguiba ante la «senilidad y el agravamiento de su estado de salud», N. de T.) del 7 de noviembre de 1987, se quede como presidente de por vida. Todo lo demás, entre otras cosas la presencia de tres candidatos «designados» por Ben Ali, no es más que decoración.
¿En qué contexto se desarrollan las elecciones de 2009?
Ni el contexto político ni el contexto jurídico actual permiten la celebración de elecciones libres y transparentes. Tras el decorado pluralista, el régimen de Ben Ali hace de todo para amordazar al pueblo tunecino y a las fuerzas democráticas. La policía política reina en la sociedad por medio del terror. La justicia está subordinada al poder y se utiliza constantemente para reprimir a los opositores, sindicalistas, militantes de los derechos humanos, etc., garantizando siempre la impunidad total a los torturadores y a los mafiosos de la «familia real». Las actividades de los partidos de oposición, de las asociaciones independientes y de cualquier otra organización o persona insumisas al régimen del general se prohíben, a menudo por la fuerza. La libertad de expresión se burla por sistema, los medios de comunicación están controlados meticulosamente y los periodistas están obligados al silencio so pena de verse despedidos, amenazados, presentados ante la justicia o incluso agredidos. Últimamente, los esbirros de Ben Ali han organizado un golpe de Estado contra el comité ejecutivo, elegido democráticamente, del Sindicato Nacional de los Periodistas Tunecinos, la policía ha cerrado por la fuerza la sede del sindicato y hasta llegó a agredir a su presidente, Neji Bghouri.
En semejantes condiciones, las palabras de Ben Ali sobre las «elecciones libres y transparentes que consolidarán los logros democráticos de Túnez» no son más que una superchería.
Para engañar a la opinión pública internacional sobre la auténtica voluntad del pueblo tunecino y sus fuerzas democráticas, los «pequeños goebbels» de Cartago no carecen de medios -y financiación, en su mayor parte sacada de las arcas del Estado y de los organismos públicos-: campañas de telegramas de «apoyo a la candidatura de Ben Ali y de reconocimiento hacia su buena gestión» enviados casi a diario por las organizaciones políticas, asociativas, culturales, rurales, deportivas, patronales e incluso sindicatos títeres cuyo único papel es el de servir de decorado pluralista y moderno a Ben Ali y su banda; artículos publicitarios comprados en los periódicos extranjeros por intermedio de la Agencia Tunecina de Comunicación Exterior (ATCE) y retomados en los medios locales a bombo y platillo como «testimonios de los avances de Túnez gracias a la política vanguardista del presidente»; premios y medallas de organizaciones extranjeras, a menudo creadas para la ocasión, que alaban «¡el apoyo constante que concede Ben Ali a las causas humanitarias y a los derechos humanos en Túnez y en todo el mundo!». Decididamente, los aprendices de brujo del gran gurú del 7 de noviembre no se detienen ante nada para maquillar la situación de Túnez bajo Ben Ali, para hacer que se crea que existe un «consenso absoluto» en torno al presidente y que su perpetuación a la cabeza del Estado «responde a una aspiración popular general».
¿Esas elecciones son legales?
El arsenal jurídico que regula las elecciones presidenciales (y también las legislativas) está hecho a medida para asegurar a Ben Ali la presidencia de por vida. La candidatura a las presidenciales está sometida a condiciones «constitucionales» que sólo Ben Ali puede satisfacer. Para evitar que haya una candidatura única y aparentar una competición democrática, el régimen, en vez de enmendar la constitución y la ley electoral para eliminar las condiciones prohibitivas y establecer un marco jurídico favorable a la celebración de auténticas elecciones democráticas largamente reivindicadas por el movimiento democrático, recurre, en cada proceso electoral desde 1999, a «leyes constitucionales excepcionales», leyes «de usar y tirar» que cambian cada vez y establecen condiciones «light» para, supuestamente, «consolidar el pluralismo político y el avance democrático» al permitir presentarse a otros candidatos; obviamente, esas condiciones se elaboran cuidadosamente para que no se puedan reemplazar los candidatos designados por Ben Ali. También hay que señalar que el ministro del Interior, que además es el director de la campaña electoral de Ben Ali y su partido, es quien controla legalmente la organización de esas elecciones. La administración está totalmente al servicio del partido en el poder. En resumen, cuando un pueblo no es libre, no puede haber elecciones libres. El próximo octubre el dictador se «autoelegirá».
¿Quién se beneficia del crimen?
Esta mascarada electoral no beneficia en nada al pueblo tunecino, privado de su libertad y de todos sus derechos fundamentales, sino más bien a un puñado de familias que rodean a Ben Ali (los Ben Ali, los Trabelsi, los Matri, los Mzabi, los Oukil, los M’hiri, los Mabrouk, etcétera) quienes han puesto la mano, con la ayuda del dictador y bajo su protección, sobre una gran parte de las riquezas del pueblo. El propio Ben Ali ha amasado, según la Forbes, una fortuna evaluada en 2007 en 5.000 millones de dólares. La democracia es la enemiga más temible de todos esos saqueadores que temen ser denunciados, juzgados o removidos del poder. Por eso no quieren una prensa libre, ni una justicia independiente, ni elecciones democráticas. En la actualidad, con la crisis económica mundial y sus repercusiones sociales, el empeoramiento de la dictadura y su aislamiento cada vez más flagrante, el envejecimiento de Ben Ali que plantea la cuestión de su sucesión, el poder se vuelve cada vez más represivo, el carácter policial del Estado cada vez es más evidente. Incluso quienes ponen ilusión en las próximas elecciones reconocen que el contexto actual es más sombrío comparado con todos los anteriores. No hay que olvidar que Ben Ali y su banda gozan de la protección y el apoyo de los gobiernos occidentales, Francia, Estados Unidos, Italia, etcétera. En Túnez, más de 3.000 empresas extranjeras participan en el saqueo del país y en la explotación de su pueblo. Esas empresas, que en su mayoría prohíben a los trabajadores tunecinos sus derechos más elementales, necesitan una dictadura que «mantenga el orden» para que ellas puedan explotar a fondo a sus trabajadores. Recuerde que Sarkozy saludó en 2007 «los pasos de Ben Ali en materia de democracia». Últimamente, Berlusconi felicitó a su amigo «el demócrata Ben Ali». Los gobiernos occidentales sólo quieren un poder que sirva a sus egoístas intereses en Túnez y en la región. La democracia en Túnez no sólo tiene al régimen de Ben Ali como enemigo, sino también a las potencias imperialistas occidentales, cómplices y protectoras del general.
Sin embargo, hay partidos que llaman a la participación
Si los resultados de las elecciones se conocen de antemano, si es el propio Ben Ali quien escoge a sus competidores (por otra parte, uno de ellos no ha cesado, incluso durante la presentación de su candidatura, de elogiar a Ben Ali), si no hay ninguna garantía de la transparencia de esas elecciones, cualquier participación se vuelve inútil, políticamente sólo puede servir como decoración pluralista de la dictadura. Nosotros llamamos al boicot de esta mascarada y a seguir en la lucha por un auténtico cambio democrático. Dicho cambio sólo puede ser obra del pueblo tunecino, organizado en torno a un programa político que ataque a los fundamentos de la dictadura y promueva una asamblea constituyente que siente las bases de una república democrática. En la actualidad, la celebración de elecciones libres exige, en primer lugar, que se ponga fin a la presidencia de por vida, ¡Ben Ali tiene que irse! En segundo lugar, se deben eliminar todos los obstáculos a la libertad de candidaturas. En tercer lugar, hay que dar libertad al pueblo para que pueda escoger libremente a sus representantes. Todos los candidatos que se presentan por decisión de Ben Ali no cumplen ninguna de esas exigencias, se presentan al lado de Ben Ali y no contra él, ¡y lo único que hacen es apoyarle, lo sepan o no!
¿Las elecciones legislativas son diferentes de las presidenciales?
Las elecciones legislativas no difieren en nada de las presidenciales. Se desarrollan en el mismo contexto político y jurídico. Se sabe de antemano que el RDC, el partido de Ben Ali, ganará el 75% de los escaños. El 25% restante, como de costumbre, será distribuido por el palacio a los demás partidos del decorado «a cada uno según su grado de lealtad». Hay que saber que la libertad de candidatura también está ausente en las elecciones legislativas, la administración a sueldo de Ben Ali incluso filtra las listas presentadas por los partidos reconocidos y sobre todo las de aquellos que observan una línea más «radical» hacia el régimen; algunas de las listas que presentan se rechazan con pretextos absurdos. Las campañas electorales de sus partidos se impiden de mil maneras e incluso se prohíben por la fuerza. Estos candidatos no disponen de ninguna cobertura mediática y los spots televisivos que les garantiza la ley en las cadenas públicas se difunden en los horarios donde hay menos espectadores, eso si no son simplemente anulados por decisión de la dirección de la cadena. Y esto no es más que una simple muestra de lo que soportan durante las elecciones los auténticos partidos de oposición reconocidos (los partidos no reconocidos no tienen derecho a presentarse, ni siquiera en las listas independientes).
En resumen, todo está hecho para que el partido de Ben Ali conserve su hegemonía absoluta en la cámara de los diputados, en la que los miembros son «elegidos»; la otra cámara, la de los consejeros, está formada por miembros nombrados por el «presidente de la república». De todas formas el poder legislativo, debido a la composición de sus instituciones, las funciones que le concede la Constitución y el contexto político general, no desempeña más que un papel ínfimo en la vida política y sólo sirve de fachada institucional a la dictadura autocrática de Ben Ali.
¿Cree que habrá una participación masiva?
El pueblo tunecino no concede ninguna importancia a esas elecciones. Le son indiferentes. No representan ningún reto para la población. El pueblo sabe que su voto no tiene ningún peso y que los resultados se conocen de antemano. Además, el pueblo no espera nada de Ben Ali salvo, seguramente, una acentuación de la represión, del desempleo, la marginación, la degradación de los servicios públicos, la profundización de las diferencias entre ricos y pobres y entre las regiones… La crisis económica pesa mucho sobre las masas populares, numerosas empresas han cerrado, los precios se han disparado, los servicios públicos se deterioran cada vez más… Frente a esta situación, los jóvenes sólo tienen un «sueño», la «harga» (viajar clandestinamente hacia Europa) con el riesgo de perecer a lo largo del Mediterráneo o de terminar en los centros de detención que les esperan en la otra orilla. La droga, el crimen, sobre todo el robo, se han convertido en azotes de la sociedad, y sobre todo de los jóvenes. Para los trabajadores, los funcionarios, los pequeños agricultores… cada vez es más difícil vivir dignamente, a menudo se ven obligados a buscar un segundo empleo fuera de su ocupación principal. Sin embargo, las señales de miseria y empobrecimiento cada vez son más evidentes. El año pasado, el levantamiento de la cuenca minera (en la provincia de Gafsa, al sur de Túnez) contra el desempleo, la miseria y la corrupción, se reprimió salvajemente; al menos cuatro jóvenes murieron a manos de la policía y hubo decenas de heridos; cientos de jóvenes, sindicalistas y otros activistas del movimiento fueron arrestados, torturados y llevados ante los tribunales que los condenaron a penas duras después de simulacros de procesos. Los principales dirigentes del movimientos contestatario, jóvenes y sindicalistas la mayoría, todavía se pudren en prisión en condiciones lamentables.
¿Existe un recurso contra Ben Ali?
Ningún dictador se ha ido por sí mismo. En 53 años de «independencia» los tunecinos sólo han tenido dos presidentes-dictadores y un único partido en el poder. La única vía para el cambio es que el pueblo tunecino tome las riendas de su destino y se levante contra sus opresores.
¿Hay alguien a quien le gustaría elegir, aparte de usted, naturalmente?
A todos los tunecinos y tunecinas sin excepción. Incluso a Ben Ali si se remendase la virginidad.
Taoufik Ben Brik es un periodista tunecino nacido en 1960 en Jerissa. Destacado crítico del presidente de Túnez, Abidine Ben Ali, ha publicado numerosos artículos (y colecciones de artículos en libros), que describen las difíciles condiciones económicas del país, la corrupción política y la falta de libertad de expresión. En el año 2000 fue acusado de publicar información falsa. Le han detenido varias veces y su familia también ha sido objeto de acoso como una forma de amenaza para impedirle hablar contra el régimen. Entre sus obras destacan: Chronique du mouchard (2001) y Une si douce dictature, Chroniques tunisiennes 1991-2000 (2000).