Rechazamos la violencia y nos solidarizamos con sus víctimas. Por eso nos alegramos de que los arrantzales de Bermeo y del resto de lugares hayan regresado junto a sus seres queridos sanos y salvos. Por eso manifestamos nuestra opción por la palabra y el diálogo. Por eso nos declaramos contra las violencias estructurales que condenan […]
Rechazamos la violencia y nos solidarizamos con sus víctimas. Por eso nos alegramos de que los arrantzales de Bermeo y del resto de lugares hayan regresado junto a sus seres queridos sanos y salvos. Por eso manifestamos nuestra opción por la palabra y el diálogo. Por eso nos declaramos contra las violencias estructurales que condenan a poblaciones enteras a la miseria. Por eso preferimos indagar en las causas e ir a la raíz de los problemas antes de adjetivar las consecuencias y repartir títulos de «piratas» o «delincuentes» a diestro y siniestro.
Somalia, un país con más de tres mil kilómetros de costa y que en su origen estuvo poblado por nómadas, pastores y pescadores, alcanzó la independencia en 1960, tras el abandono de las tropas británicas e italianas. Una red tejida por la herencia colonial, la corrupción de sus dirigentes y el papel que las diferentes potencias le han obligado a jugar, ha imposibilitado su desarrollo. Cuando hace dieciocho años dejó de sobrevivir como Estado, su población de diez millones de habitantes fue lo que menos importó a la comunidad internacional. Más del 70 por ciento no tiene acceso al agua potable. La desnutrición afecta al 17 por ciento de la infancia. Somalia tiene más de 400.00 desplazados internos. La pesca artesanal era uno de los escasos métodos de supervivencia de su población.
Esta situación de colapso político dejó un vacío que aprovecharon barcos europeos, estadounidenses y chinos principalmente para verter residuos tóxicos y radioactivos. La magnitud del desastre salió a la luz cuando, en 2005, un tsunami depositó en las playas y costas somalíes bidones corroídos y otras muestras de estos residuos. Según el enviado de la Naciones Unidos en Somalia Ahmadou Ould-Abdallah, la porquería tóxica acumulada en pocos días por la catástrofe marina provocó úlceras, cánceres, náuseas y malformaciones genéticas en recién nacidos y, al menos, 300 muertos. » Somalia está siendo utilizada como vertedero para desechos peligrosos desde comienzos de los años 90, y continuó siéndolo con la guerra civil desatada en ese país. La basura es de muy diversas clases. Hay desechos radioactivos de uranio, la basura principal, y metales pesados como cadmio y mercurio. También hay basura industrial, desechos de hospital, basuras de sustancias químicas y lo que se desee nombrar » declaró Nick Nuttall, portavoz del Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas. Después, sin más, se cerró el capítulo. A día de hoy no se ha juzgado ni menos condenado a nadie por estos crímenes. África se ha convertido en el basurero radioactivo de los desechos generados por los países ricos.
Además de los residuos contaminantes aparecieron numerosos barcos pesqueros que empezaron a faenar en las aguas territoriales de Somalia sin ninguna licencia. La pesca ilegal, además de los ingentes ingresos que sacan de Somalia, ha arrasado los caladeros del país dejando totalmente desamparadas a las ya paupérrimas comunidades de pescadores. Esquilmaron las reservas pesqueras de un país que no tenía medios para proteger sus costas.
Esta suma de maldiciones llevó a un grupo de somalíes pescadores a tratar de constituir un cuerpo autodenominado «Guardacostas voluntarios de Somalia» para vigilar la costa e intentar que los barcos dejaran de faenar ilegalmente o al menos que pagarán impuestos. Posteriormente comprobarían que el secuestro y la petición del rescate resultaba más eficaz. Este es el origen de los llamados «piratas». Señores de la guerra locales también se han interesado por una necesidad reconvertida en negocio para unos pocos.
Ante esta situación, las autoridades de los países que actúan en aguas somalíes han encontrado una solución: embarcar militares en sus navíos. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea tienen destacado en el Índico todo un arsenal de guerra. La Unión Europea aprobó la operación Atalanta en diciembre 2008 contra la piratería somalí con el envió de 6 a 10 buques de guerra para «garantizar la seguridad» en el Golfo de Adén. Está a la orden del día la presencia de mercenarios dentro de los pesqueros. El Ministerio de Defensa español anunció con orgullo que España va a ser la «Nación Marco» o sea, que va ha liderar la formación y adiestramiento de 2000 policías somalíes. ¿Para impedir que barcos europeos, estadounidenses y chinos principalmente puedan verter residuos tóxicos y radioactivos en esas mismas costas en las que existe ese vacío de poder? No, más bien para seguir permitiendo lo que los somalíes viven como un saqueo de lo nada que tienen. ¿Esto es lo que necesita Somalia, guardacostas para proteger los intereses de España y Europa? En vez de ayudar a Somalia a salir de la pobreza con la implantación de infraestructuras económicas, se monta una policía para asegurar la variedad culinaria de los restaurantes de las metrópolis. Luego es fácil llamar piratas a los que buscan su parte de todo este botín. Si la metrópoli realmente estuviera interesada en que deje de ser un infierno para el pueblo somalí su supervivencia diaria, pondría su esfuerzo en la construcción de un Estado que garantice la dignidad de su población. Y no en aumentar el número de hombres armados en defensa de intereses situados a muchos miles de kilómetros.
Rechazamos la violencia, por eso denunciamos su origen. Porque violencia también es condenar a la población somalí al basurero del olvido. Y mientras robarles hasta el futuro.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.