2010, año bisagra. 17 países africanos de 53 se preparan para conmemorar el 50 aniversario de su acceso a la independencia nacional e internacional. 50 años desde que salieron del yugo colonial para hacer un salto hacia lo desconocido. Cuando observan la febrilidad que reina en todos los países comprometidos en los preparativos del cincuentenario, […]
2010, año bisagra. 17 países africanos de 53 se preparan para conmemorar el 50 aniversario de su acceso a la independencia nacional e internacional. 50 años desde que salieron del yugo colonial para hacer un salto hacia lo desconocido.
Cuando observan la febrilidad que reina en todos los países comprometidos en los preparativos del cincuentenario, los pueblos tienen muy buenas razones para pedir a los dirigentes, actuales y antiguos, lo que la independencia ha aportado al conjunto de los ciudadanos, desde el campesino al jefe de Estado.
El año 2010 no debería, en buena lógica, dar ocasión a manifestaciones jubilosas. Debería aprovecharse para reflexionar sobre la manera de evitar la reedición de los numerosos fracasos que caracterizan a estos 50 años. ¡Cuántos muertos, cuántos refugiados, cuándos desenraizados!
Decimos a los africanos que no bastaba con reclamar la independencia en 1960, con denunciar el yugo colonial. Porque los pueblos «liberados» cayeron de un día para otro bajo el yugo, todavía peor, de los dictadores autóctonos, de los partidos únicos depredadores.
No bastaba con autoproclamarse «nacionalistas» para, después de la independencia, dedicarse a rebeliones, a secesiones, a golpes de Estado, a la negación de la democracia, a la violación de los sagrados derechos de los compatriotas, a la privatización de los recursos nacionales y del patrimonio público, a la negación del desarrollo. Esto es, al mal gobierno.
Es deplorable que los sucesores de los colonizadores, en lugar de pensar en el desarrollo del país y en el progreso de los ciudadanos, hayan profesado y profesen un culto solemne y jubiloso al poder personal. Fuente de inestabilidad de las instituciones.
¿Para qué ha servido la independencia? Es una pregunta que se hacen, desamparados, millones de ciudadanos africanos que en 1960 aplaudieron los discursos de los primeros líderes llegados al poder en el alba de la independencia.
En este años bisagra, está más que indicado que las autoridades beninesas, burkineses, camerunesas, centroafricanas, congoleñas (de RDC y RC), gabonesas, marfileñas, malgaches, malienses, mauritanas, nigerianas, nigerinas, senegalesas, somalíes, chadianas y togolesas, pidan perdón a sus pueblos por las promesas no cumplidas desde hace 50 años. Por la pobreza y el subdesarrollo que han instalado.
En lugar de dilapidar los pocos recursos disponibles para organizar fiestas de las que sólo disfrutarán, sólo un día, la nomenklatura y las autoridades de los 17 países, se deberían inaugurar por ejemplo, en honor de los pueblos, un hospital del cincuentenario, una universidad del cincuentenario, una carretera rural del cincuentenario. En suma, un patrimonio de interés colectivo que sobreviva a las generaciones y a las épocas… Ya es hora de pensar en pasar esta página desastrosa, en favor de un África nueva y próspera. Es el desafío del siglo XXI.
Traducción de Ramón Arozarena para Fundación Sur.