La enorme fuga de cables diplomáticos de EE.UU. difundida por el sitio web WikiLeaks probablemente sea un embarazo no solo para Estados Unidos, sino para muchos de sus aliados, en especial los países árabes como Arabia Saudí, los cuales no han criticado públicamente a Irán mientras secretamente desean un ataque norteamericano para evitar que Teherán […]
La enorme fuga de cables diplomáticos de EE.UU. difundida por el sitio web WikiLeaks probablemente sea un embarazo no solo para Estados Unidos, sino para muchos de sus aliados, en especial los países árabes como Arabia Saudí, los cuales no han criticado públicamente a Irán mientras secretamente desean un ataque norteamericano para evitar que Teherán llegue a tener una bomba nuclear.
Sin embargo, más allá de los diplomáticos sonrojados y de las hipocresías reveladas, el verdadero embarazo debiera ser el hecho de que, a pesar del inmenso y enormemente caro aparato de inteligencia mantenido por Estrados Unidos (tal como se detalla en la reciente serie de The Washington Post «Top Secret America»), un modesto soldado de primera clase y un oscuro sitio web fueron capaces de acceder y publicar decenas de miles de documentos oficiales, incluyendo algunos de los secretos mejor guardados de la nación más poderosa de la Tierra. ¿De qué sirven más 16 agencias de inteligencia en las cuales el gobierno de Estados Unidos despilfarró $80,1 mil millones de dólares?
La pregunta es especialmente adecuada en momentos en que reducir el déficit se ha convertido en Washington en una obsesión casi dominante, aunque testaruda. La opinión ortodoxa, tal como la expresan los expertos del establishment y se refuerza por medio de los informes de varias comisiones oficiales y no oficiales, es que Estados Unidos necesita «tomar algunas decisiones difíciles» y hacer «un doloroso sacrificio compartido» para evitar una amenazante catástrofe fiscal.
La realidad detrás de estas palabras y de importantes informes de comisiones que suenan tan sensatas es que el dolor y el sacrificio que contemplan serán compartidos principalmente por la clase media en retroceso, el creciente número de millones de desempleados, los pobres, los ancianos y los enfermos. Si llegan a buen término, las políticas defendidas por los halcones del déficit en ambos partidos políticos -para no mencionar al grotesco «Tea Party»– será a expensas de una mayor desintegración de la infraestructura física ya en decadencia del país (carreteras, puentes, edificios gubernamentales, diques, represas), un continuo decrecimiento en la calidad de la educación pública, una creciente inaccesibilidad a la educación superior y el colapso de lo poco que queda de la red de seguridad social de la nación.
Sin embargo, lo que nunca han contemplado la opinión ortodoxa ni los «serios» comentaristas, analistas y decisores de política es la enorme e inadecuada distribución de recursos que implican no solo los estratosféricos desembolsos para la inteligencia (en especial a juzgar por los resultados en asuntos claves como el 11/9, las armas de destrucción masiva en Irak, y ahora WikiLeaks), sino también en el presupuesto militar, mucho más inflado.
Como señaló el estudioso Chalmers Johnson, quien falleció la pasada semana, Estados Unidos tiene unas 700 bases militares en todo el mundo. Esta vasta extensión de poderío militar norteamericano tiene un costo astronómico. Estados Unidos gasta en su aparato militar tanto como todos los demás países en conjunto. Sin embargo, ¿qué provecho tiene todo este caro despliegue militar para Estados Unidos como nación y para el norteamericano promedio como individuo? Al igual que en la inteligencia -y en realidad en la medicina norteamericana- los resultados no justifican los gastos.
Considérense las dos ruinosas y aparentemente interminables guerras -Afganistán e Irak- en las que ha estado inmiscuido Estados Unidos durante casi una década. A pesar de al menos decenas de miles de vidas afganas e iraquíes perdidas, más de 5 000 norteamericanos y soldados de la OTAN muertos, y un gasto no menor de $1 billón de dólares, Irak aún está envuelto en la violencia y carece de un gobierno funcional, mientras que en Afganistán el Talibán ha demostrado ser tan fuerte como problemático y corrupto el gobierno de Hamid Karzai, apoyado por EE.UU.
Mientras tanto Estados Unidos, la nación que se da el lujo de extravagantes gastos militares y de inteligencia, no puede encontrar el dinero para estimular la economía o para pagar a todos sus bomberos, policías y maestros. Los que (todavía) no han perdido su trabajo viven bajo el constante temor de perderlo y por tanto perder su seguro de salud pagado por su patrono (cada vez más raro y costoso).
De esta manera, el mayor déficit que enfrenta hoy Estados Unidos no es monetario, sino un déficit de liderazgo e imaginación, la imaginación para concebir diferentes prioridades y cambios reales en los valores que determinan cómo distribuir la incalculable riqueza de esta nación generosa.