(Del Editor: El martes el Presidente Obama llego a un acuerdo sobre los impuestos con los republicanos que extendió por dos años los recortes en todos los niveles de la era de Bush.) Por allá por 2001, el ex presidente George W. Bush cometió un engaño. Él quería aprobar una irresponsable reducción de impuestos, principalmente […]
(Del Editor: El martes el Presidente Obama llego a un acuerdo sobre los impuestos con los republicanos que extendió por dos años los recortes en todos los niveles de la era de Bush.)
Por allá por 2001, el ex presidente George W. Bush cometió un engaño. Él quería aprobar una irresponsable reducción de impuestos, principalmente en beneficio de los norteamericanos más ricos. Pero existían reglas en el Senado que impedían ese tipo de irresponsabilidad. Así que el Sr. Bush evadió esas reglas haciendo que la reducción de impuestos fuera temporal, de manera que todo caducara el último día de 2010.
El plan, por supuesto, era regresar más tarde y hacer la cosa permanente, sin que importara el impacto en el déficit. Pero eso nunca sucedió. Así que aquí estamos, casi al final de 2010 y nada resuelto.
Los demócratas han tratado de obtener un compromiso: dejar que caduquen las reducciones de impuestos para los ricos, pero extender las reducciones para la clase media. Sin embargo, los republicanos no quieren saber nada de eso. Ellos han hecho filibusterismo contra todos los intentos de los demócratas por separar las reducciones de impuestos que benefician principalmente a un grupo muy pequeño de norteamericanos ricos de las que ayudan principalmente a la clase media. Es todo o nada, dicen ellos: todas las reducciones de impuestos de Bush deben ser prorrogadas. ¿Qué deben hacer los demócratas?
La respuesta es decir que no. Si la intransigencia del Partido Republicano significa que los impuestos aumentan al final de este mes, así sea.
Piensen en la lógica de la situación. En esos momentos, los republicanos se consideran chantajistas exitosos que tienen todas las de ganar. El presidente Obama, consideran ellos, no se atrevería a presidir sobre un amplio aumento de los impuestos mientras la economía esté deprimida. Y por tanto, ellos creen que él cederá a sus exigencias.
Pero aunque es malo aumentar los impuestos mientras el desempleo es alto, hay cosas peores. Y una mirada fría y calculadora a las consecuencias de ceder ante el Partido Republicano sugiere ahora que decir no y dejar que caduquen en fecha las reducciones de impuestos de Bush es el menor de dos males.
Tengan en cuenta que los republicanos quieren hacer permanentes esas reducciones de impuestos. Pudieran aceptar una prórroga de dos o tres años -pero solo porque creen que eso crearía las condiciones para una extensión permanente más adelante. Y puede que tengan razón: si el chantaje de la reducción de impuestos funciona ahora, ¿por qué no va a funcionar después?
Sin embargo, Estados Unidos no puede darse el lujo de hacer permanentes esas reducciones. Estamos hablando de casi $4 mil millones de ingresos perdidos solo durante la próxima década; en los próximos 75 años, la pérdida de ingresos sería del triple del déficit proyectado de la Seguridad Social. Así que ceder a las exigencias republicanas significaría arriesgarse a una gran crisis financiera -una crisis que pudiera ser resuelta solo haciendo reducciones gigantescas en el gasto federal.
Y no estamos hablando de programas gubernamentales que a nadie le interesan; la única manera de recortar lo suficiente el gasto como para pagar a la larga por las reducciones de impuestos de Bush, sería desmantelar grandes sectores de la Seguridad Social y de Medicare.
Así que el costo potencial de ceder ante las exigencias republicanas es alto. ¿Y cuáles son los costos de dejar que caduquen las reducciones de impuestos? En verdad, dejar que aumenten los impuestos en una economía deprimida haría daño, pero no tanto como muchos parecen pensar.
Hace unos pocos meses, la Oficina Presupuestaria del Congreso emitió un informe acerca del impacto de varias opciones para los impuestos. Una prórroga de dos años a las reducciones de Bush disminuiría la tasa de desempleo el año próximo entre 0,1 y 0,2 por ciento, en comparación con lo que sucedería si se permitiera que caducaran las reducciones de impuestos; el efecto sería del doble en 2012. Esas son cifras significativas, pero no enormes -de seguro no lo suficiente para justificar la retórica apocalíptica que se escucha acerca de lo que sucederá si se permite que caduquen las reducciones según lo programado.
¿Y qué de la confianza? He sido escéptico acerca de lo que se asegura de que los déficits presupuestarios hacen daño a la economía hasta a corto plazo, porque socavan la confianza en la solvencia a largo plazo del gobierno. Yo he argumentado que los países avanzados tienen un gran margen de acción fiscal. Pero cualquier cosa que haga permanentes las evidentemente irresponsables reducciones de impuestos, es más probable que envíe a los inversionistas una fuerte señal que dice; «No somos realmente un país avanzado; somos una república bananera». Y eso no puede ser bueno para la economía.
Por último, pero no menos importante, si los demócratas se rinden ahora ante los chantajistas, se enfrentarán a más exigencias en el futuro. Mientras que los republicanos crean que el Sr. Obama hará cualquier cosa para evitar el dolor a corto plazo, tendrán todos los incentivos para seguir tomando rehenes. Si el presidente pone en peligro el futuro fiscal de Estados Unidos por evitar un incremento de los impuestos, ¿qué concederá para evitar el cierre del gobierno?
Así que el señor Obama debiera trazar una línea en la arena, aquí mismo, en este instante. Si los republicanos resisten y aumentan los impuestos, él debe decir la verdad a la nación y denunciar el intento de chantaje por lo que es.
Si, permitir que aumenten los impuestos es arriesgado políticamente. Pero la rendición también sería riesgosa -en especial para un presidente a quien los electores están comenzando a ver como un hombre demasiado tímido como para mantenerse firme. Ahora es su momento para demostrar que no tienen razón.