Ignoramos como finalizarán los procesos de apertura y petición de democracia que se están dando en el norte de África y que han tenido su epicentro en las movilizaciones populares tunecinas y egipcias. Si sabemos ya que aunque en la primera racha Alí y Mubarak han sido derribados, los gobiernos occidentales han establecido el correspondiente […]
Ignoramos como finalizarán los procesos de apertura y petición de democracia que se están dando en el norte de África y que han tenido su epicentro en las movilizaciones populares tunecinas y egipcias. Si sabemos ya que aunque en la primera racha Alí y Mubarak han sido derribados, los gobiernos occidentales han establecido el correspondiente cordón sanitario (aplicando el dicho «perro no come carne de perro» o el certero aunque fuese apócrifo «son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta» atribuido unas veces al presidente Franklin Delano Roosevelt y otras a su secretario de Estado Cordell Hull) que les permita: vender un lavado de cara, esconder la basura bajo la alfombra, poner cara de contrición al destaparse horrendas violaciones de derechos humanos -conocidas desde siempre por sus cancillerías- , apelar a la mesura, contención y responsabilidad nacional, buscarle un retiro dorado a los sátrapas… y volver a iniciar una partida nueva que no ponga en riesgo el control de los poderosos, la usurpación de las riquezas por una minoría cuyo único pecado reprobable es el de ser demasiados rudos a la hora de aplicar el proceso de acumulación capitalista insaciable que se está ejecutando al alimón en la mayoría de los países, España incluida.
Aunque sigamos la evolución de todas las protestas que recorren los pueblos de mayoría musulmana del Norte de África y Próximo Oriente y veamos encarnarse en ellas -consciente o inconscientemente- la sempiterna lucha de clases, el grito desesperado de los humillados, relegados, ofendidos y burlados cuando no tienen ya nada más que perder en un modelo social que los excluye, los tira a la basura y no les deja ni siquiera las migajas que consuelan a los explotados de la otra orilla del Mediterráneo, estamos muy pendientes -por cuestión sentimental- de lo que pasa en Túnez.
Hace varios años tuvimos la suerte de convivir, allí en Túnez, y aquí en España, con un grupo de amigos y amigas que nos abrieron casa y corazón; una amalgama de profesores, estudiantes, profesionales liberales, campesinos… con los que compartíamos historia: habitaban el valle de la Medjerda, a unos 100 km. de la capital y descendían de moriscos expulsados tras el decreto de 1609. Sus antepasados procedían de Aragón y Castilla, con una notable presencia de los que lo hacían de Toledo y alrededores y estaban tan apegados a su origen que en muchos pueblos crearon dos barrios, el de los Andaluces (aunque se empleaba como gentilicio genérico) y el de los Tagarines («thaghrî» o «habitante de las fronteras», reservado para designar a los oriundos de Aragón).
Paseando por campos que parecían trasladados desde las Alpujarras o Teruel, nos hablaron con orgullo del poema compuesto por Muhammad Rabadán, de Rueda de Jalón en 1603, del poema escrito en español en 1627 por Ibrahim Taibili, llegado a las tierras desde Toledo, con el nombre de Juan Pérez o nos enseñaron a buscar las similitudes con el castellano en palabras que aún usaban. Nuestras despedidas siempre supieron a amistad.
Al estallar la revuelta retomamos los contactos. Gracias a internet hemos palpado -a través de los distintos intercambios- la mezcla de esperanza y miedo que los envolvía. Esperanza en un futuro mejor y miedo a que al final su lucha les sea arrebatada porque los poderosos de siempre, los que acuden sin falta en auxilio del vencedor, terminen apropiándose de una revolución que antes reprimieron, luego no ampararon y ahora intentan usurpar.
La primera noticia nos llegó mediado enero. La mandaba un querido amigo al que llamaremos Sami1. En ella decía:
«Hola Juan:
Estoy muy contento de haber recibido tu e-mail. La revolución en Túnez ha sido la respuesta propicia a la desigualdad, la represión, la falta de libertad… ¡y a los robos HISTÓRICOS de la familia presidencial!
Necesitaremos años para llegar a limpiar el país porque muchos miembros de esta familia y sus secuaces, que han participado en el empobrecimiento de toda la sociedad, siguen ejerciendo sus oficios dentro de los aparatos del Estado y siguen aterrorizando a todos.
Hasta hoy hemos vivido en total inseguridad, no hay policía en las provincias. Por ejemplo, en nuestra ciudad los miembros del ejército sólo se dedican a proteger los edificios gubernamentales y los ciudadanos estamos sujetos a los ataques de ladrones y bandidos que, en este contexto encuentran una ocasión inmejorable para saquear. Por ello nos hemos organizado para defender nuestros hogares y cada noche, mayores y jóvenes, velamos para proteger el barrio.
El grado de corrupción es horrible Juan. No existe jefe o responsable de grado medio o superior que, en el Estado o las distintas empresas, no haya colaborado con los hermanos de Leila -la esposa de Ben Alí- en robar al país.
Aquí se rumorea que han atesorado una cantidad equivalente a miles de millones de euros, que después de la fuga se encontraron millones en su palacio o que hay centenares de agentes de la policía presidencial dispuestos a alborotar, saquear, crear el caos… Estas son las medidas de Ben Alí para vengarse de su pueblo.
¡Los tunecinos no hemos cometido ningún error pidiendo libertad! La que andaba equivocada haciéndonos rehenes del dictador era la historia. Lo que está pasando ahora en Egipto (el escrito llegó antes de los últimos acontecimientos ) es idéntico a lo que ha sucedido en Túnez pero la violencia del Estado es aún más obvia.
Aquí confiamos en que el tsunami tunecino llegará a otros países y seguirá derribando tiranos.
Un abrazo. Tu fiel amigo Sami
SI POR UN RAYO DE SOL NADIE LUCHA, NUNCA A DE VERSE LA OSCURIDAD VENCIDA. VIVA LA REVOLUCIÓN. VIVA LA LUCHA. VIVA TÚNEZ
Al texto lo acompañaban dos fotografías. La primera es un gran cartel en francés «Des pans entiers de l’economie tunisienne aux mains d´une seule famille» (en traducción libre: «Áreas de la economía tunecina en manos de la misma familia»). Bajo el título las efigies de Ben Alí y su segunda esposa Leila Trabelsi orladas por una red de flechas en las que aparecen una mezcolanza de hijas, hermanas y bancos, compañías, monopolios… En la segunda, una niña da una flor a un militar. Sólo los separa un tanque y una cerca con alambre de espino.
Una semana después al presidente del Colectivo Prometeo Juan García Ballesteros, que había contactado con otros sectores intentando reunir más piezas del puzzle, le llegaba otra carta. Su interlocutor (pongamos Ahmed2) narraba:
«Estimado sr. Ballesteros:
¿Qué tal? Agradecemos muchísimo el e-mail remitido. En estos momentos estamos en pleno combate contra los fieles del régimen tiránico y su corrupto partido RCD.
Esta noche, la gente de nuestra ciudad, al igual que las de otras regiones del país, se prepara para defender los establecimientos educativos. Se ha corrido la voz de que existe un plan infernal que pretende quemar centros educativos y generar un clima de caos y violencia que perjudique nuestra lucha.
La situación es muy crítica. Los alumnos de Bachillerato llevan más de veinte días sin clases, se suceden las huelgas, el miedo se extiende… Se ven claramente los intentos de robar los frutos de la revolución, pero todo el mundo estamos atentos ante este tipo de conspiraciones y luchamos para no volver atrás.
Cada día y en cada rincón, intentamos sensibilizar a la gente de su importancia, del papel que juegan para proteger sus derechos conquistados, su ciudad, para que no se dejen engañar por la porquería del RCD.
Buenas noches. Ahmed
Por desgracia, es lógico el recelo de nuestros amigos, su miedo a verse nuevamente estafados, a que les bajen del tren de sus propias vidas y los conviertan, pisoteando la dignidad recuperada, otra vez en esclavos, aunque ahora usen el almíbar de señuelo.
La inquietud latente explicaría el éxodo de inmigrantes tunecinos hacia la isla italiana de Lampedusa ¡Qué ironía! Los nuevos odiseos desembarcando en un lugar que comparte nombre con el escritor -Giuseppe Tomasi di Lampedusa- que mejor describió los temores a los que se enfrentan hoy los tunecinos, a los que se han enfrentado todos los revolucionarios del mundo cuando, tras la convulsión, los hasta ayer amos proclaman acatar -todos juntos y ellos los primeros- la nueva vía democrática, los banqueros asienten, las Bolsas suben, Israel admite, los militares saludan e Hillary Clinton echa chiribitas y sonríe mientras el edecán lee su párrafo preferido, el pensamiento de Fabricio, príncipe de Salina, tras conversar con el advenedizo que aprovechará la situación revolucionaria:
«…lo que dice este individuo es precisamente lo opuesto a la verdad. Compadece a la cantidad de chicos inocentes que la palmarán y en cambio serán muy pocos…los que se necesiten para redactar el parte de la victoria en Nápoles ( léase El Cairo ) o en Turín ( léase Washington), lo mismo da… ¿Qué sucederá entonces? Habrá negociaciones, algunos intercambios de disparos prácticamente inocuos y después todo seguirá igual pese a que todo habrá cambiado». (Il gatopardo )
También añadiría luz a la crónica que el periodista del New York Times, Thomas Fuller, dedicó el 14 de febrero a los problemas del día a día:
«panaderos que amenazan con no hacer baguettes…abogados que piden independencia judicial…mineros desempleados durmiendo en los vestíbulos de la sede central de la compañía de fosfatos pidiendo trabajo… Un mes después de que los tunecinos echaran a su autoritario presidente, muchos están descubriendo que esa puede haber sido la parte más fácil»
Cuando los dirigentes occidentales lanzan la proclama oficial de alegría por la liberación de los pueblos pisando la alfombra que tapa los cadáveres creados por sus protegidos, cuando con voz compungida proclaman el deseo de encontrar en la nueva situación interlocutores políticos válidos, ocultando que, hasta hace un mes compartían, mesas camillas, viajes lúdico-políticos pagados por los anfitriones, visiones económicas, e incluso Internacionales con los partidos de Alí y Mubarak, los tunecinos tiemblan pues conocen el poderío de las fuerzas que pretenden reconvertir la situación con la aquiescencia de los palmeros de siempre
En las próximas semanas seguiremos leyendo cartas selladas en Túnez. Puede que sean tristes, pero las de ahora las saboreamos con el regusto de quien acaba de ver a un amigo del alma dando una lección magistral que nos ha hecho preguntarnos con sana envidia:
«Si la calidad de una democracia se mide por el grado de transparencia en las cuentas de los servidores públicos y hoy fingen escandalizarse por el grado de rapiña al que llegaron los gobernantes de Túnez y Egipto los mismos que hasta ayer callaban, ¿nos llevaríamos los españolitos de a pie una sorpresa igual de desagradable si un día tuviésemos la oportunidad de conocer las verdaderas cuentas de quienes dicen representarnos?»
Juan Rivera Reyes, Colectivo Prometeo de Córdoba
Notas:
1 No hemos querido utilizar los nombres verdaderos pues en muchos sectores populares se mantiene, se respira, el miedo a una involución. Si ésta se produjera, saben que vendría impuesta a sangre y fuego.
2 Idem nota 1
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