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Túnez

Venezuela en la Qasba

Fuentes: Rebelión

Mientras escribimos estas líneas, a las 23 horas, el helicóptero militar -«nuestro irritante amigo verde», como lo llama Ainara- vuelve a sobrevolar el tejado de nuestra casa. Hace dos horas, una amiga nos ha llamado desde el centro para decirnos que la policía estaba disparando con fuego real sobre los manifestantes en la avenida Bourguiba; […]

Mientras escribimos estas líneas, a las 23 horas, el helicóptero militar -«nuestro irritante amigo verde», como lo llama Ainara- vuelve a sobrevolar el tejado de nuestra casa. Hace dos horas, una amiga nos ha llamado desde el centro para decirnos que la policía estaba disparando con fuego real sobre los manifestantes en la avenida Bourguiba; hemos escuchado claramente una ráfaga a través del aparato. El hospital Charles Nicole nos ha confirmado por teléfono, en efecto, quince heridos, cuatro ellos de bala*. También en Qasserine la jornada ha acabado con duros enfrentamientos, incendios y heridos por arma de fuego. En la Qasba ocupada, por el contrario, a estas horas de la noche reina la calma.

Ha sido un día intenso, emocionante, muy frío y cegadoramente soleado. En el nuevo mundo árabe insurrecto, consciente de su unidad, Libia, Egipto, Yemen, Bahrein, Túnez e Iraq han continuado sus batallas, con diferente intensidad y resultado. Entre tanto, el bombardeador de Pakistan, mientras bombardeaba Pakistan, hablaba de democracia. Y los defensores del ser humano en Venezuela, mientras defendían el ser humano en Venezuela, elogiaban al tirano libio.

– Es el mundo al revés -dice Rami, militante de izquierdas, muy triste-. Los criminales invasores de países se pronuncian a favor del pueblo libio y los exportadores de médicos y solidaridad se pronuncian a favor de su verdugo.

Es una frase que demuestra ingenuidad, pero con esa ingenuidad podría haber hecho grandes cosas en el mundo árabe la América Latina que invoca al Libertador. Aquí en la Qasba las cosas están muy claras y todo el mundo debe saberlo. Son muchos, muchísimos, los carteles que declaran el rechazo de cualquier forma de injerencia exterior: «No a un gobierno sumiso al extranjero», «no a la intervención francesa y estadounidense», «no a la libertad y democracia de importación», «Túnez libre de toda conjura exterior»; y en una denuncia aún más concreta de la mano que intenta mover la cuna: «Ben Ali, los que te pusimos, seguimos aquí». Pero son también muy claras en la Qasba las referencias a ese impulso que, más allá de las diferencias locales, teje una nueva conciencia panárabe y anticolonial en torno a la idea de democracia. Muchos carteles ofrecen un montaje fotográfico en el que se suceden los rostros de Ben Ali, Mubarak y Gadafi tachados con una cruz y a continuación un espacio vacío con un signo de interrogación: «¿quién será el siguiente?». Cualquiera que en estos momentos se atreva a apoyar a alguno de los dictadores de la región, desde Europa, EEUU o América Latina, se ganará la reprobación más absoluta y definitiva de todos los árabes, de Mauritania al Golfo. Ese es el impulso muy «venezolano» que ha despertado a esta gente y que hay que tener en cuenta, como factor global, por encima de cualquier análisis nacional. De hecho, un joven que aún no se ha enterado pasa exhibiendo una camiseta con la cara de Chávez estampada sobre un grito blanco: revolución y democracia.

En Venezuela pasaron 9 años entre los muertos del Caracazo y la revolución democrática que dignificó a los venezolanos. Ojalá aquí sean menos, pero a veces asombra el parecido. En la Qasba todas las reivindicaciones se han reducido prácticamente a una, que incluye todas las demás: «asamblea constituyente». Son hoy al menos 100.000 personas las que lo reclaman, apretadas entre el ministerio del Finanzas y la sede del Primer Ministro y esparcidas como espuma por toda la explanada, hasta las escaleras del Palacio Municipal. Nunca en la primera ocupación de la Qasba hubo tanta gente; sólo el 14 de enero reunió quizás tal multitud. Hay personas de todas las edades y de toda condición, mujeres veladas y mujeres desmelenadas, estudiantes, intelectuales, barbudos, pueblerinos, niños. Asombra una vez más la rapidez con que se han apropiado de conceptos muy complicados y el refinamiento con que los tratan en sus conversaciones. Escucho, por ejemplo, una discusión entre una joven grande y un poco pedante, un estudiante también joven, un jurista y una mujer pequeñita, velada, muy vivaz, que ha enronquecido de tanto gritar.

La pedante defiende un punto de vista relativamente general dentro de los partidos en el gobierno provisional y un sector del sindicato UGTT: la idea de que no hay bastante conciencia política en el pueblo como para exponerse al peligro de una asamblea constituyente.

– Corremos el riesgo de encontrarnos con una mayoría reaccionaria y una constitución peor que la de ahora.

La velada vivaz se exalta, protesta, dice que hay mucha más conciencia de la que se cree y que además se va adquiriendo sobre la marcha, en la lucha cotidiana. Al joven estudiante no le gusta mucho la gritona, pero no tiene más remedio que darle la razón. Dice que esa jerarquía en los niveles de conciencia sólo ha servido tradicionalmente para que, de la misma manera que en la escala social hay capitalistas y clases bajas, en los sistemas políticos hubiese dirigentes esclarecidos y pobres diablos ignorantes a los que había que orientar y dirigir.

– Hay un deficit de conciencia que hace inviable la revolución -insiste la pedante.

El estudiante se vuelve entonces hacia la persona que tiene más cerca y le pregunta:

– ¿Sabe usted lo que es una asamblea constituyente?

– El acto fundacional de una nueva legitimidad -responde el desconocido-. Una reunión de personas elegidas por el pueblo y encargadas de redactar una nueva constitución.

– ¿Lo ves?- espeta el joven a la pedante. – ¿Hay o no hay conciencia?

A continuación interviene el jurista para explicar la diferencia entre un régimen presidcncial y un régimen parlamentario. Muchas voces citan ejemplos particularmente abominables del primero, como Francia o los EEUU, y discuten luego sobre prioridades, procesos de reforma y la nueva ley electoral. Les dejo mientras increpan todos a una -incluida la velada vivaz- a un hombre alto y cano, muy serio, que insiste en que la única forma política específicamente árabe ha sido el «califato».

La plaza vuelve a ser una de las plazas más hermosas del mundo. Es bueno que haya pantallas, pero es bueno que haya paredes en las que dejar una huella. ¿Cuánto durarán esta vez? No pueden quedarse para siempre y no se les puede echar. No pueden marcharse y no pueden ganar. Son muchos; serán más, pero chocan contra el límite de su propia espontaneidad, que defienden contra cualquier intromisión institucional. Por su parte, la dirección de la UGTT, la única fuerza que podría inclinar la balanza, no quiere saber nada de la protesta de la Qasba y apuesta por consolidar los logros, aceptar el gobierno de transición y trabajar a largo plazo. Invocan, pues, el realismo. Pero los límites del realismo los imponen ellos, que son los que tienen el poder de determinar la realidad.

Para mañana se ha convocado una manifestación delante de la sede central del sindicato en la que se exigirá la dimisión de su secretario general. Se habla ya de un Congreso Excepcional para elegir una nueva dirección. Realismo quiere decir ajustarse a la realidad, pero la realidad aún se puede cambiar.

Eso es quizás lo que indican los disparos de la policía y lo que quieren evitar. Vuelve la tensión.

«El exceso de miedo mata el miedo», declaraba hoy un cartel en la Qasba. La lucha sigue un día más.

Nota

* Hoy, sábado por la mañana, se confirma una víctima mortal: Mohamed Al-Hannashi, de 17 años.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.