Traducido para Rebelión por Mariola y Jesús María García Pedrajas
A la vista de la brutal destrucción y muerte inflingida a Libia por el bombardeo implacable de la OTAN/EEUU, las declaraciones de «preocupaciones humanitarias» como motivos para la intervención se pueden descartar fácilmente como una treta imperialista descaradamente engañosa en la búsqueda de un «cambio de régimen» en ese país.
Hay pruebas innegables de que, al contrario de las manifestaciones de protesta espontáneas, desarmadas y pacíficas en Egipto, Túnez y Bahréin, la rebelión en Libia ha sido alimentada, armada y orquestada en gran parte desde el extranjero, en colaboración con grupos de la oposición expatriados y sus aliados locales dentro del país. Es más, las pruebas muestran que los planes para un «cambio de régimen» en Libia se trazaron mucho antes de que la insurgencia empezara de hecho en Bengasi; esto tiene todas las características de una guerra civil bien orquestada [1].
Es muy tentador buscar la respuesta a la pregunta de «¿por qué un cambio de régimen en Libia?» en el petróleo/energía. Aunque el petróleo es sin duda una preocupación, se queda corto como explicación satisfactoria ya que las principales compañías petroleras occidentales ya estaban fuertemente involucradas en la industria libia del petróleo. De hecho, desde que Gadafi cedió a la presión de EEUU y el Reino Unido en 1993 y estableció relaciones económicas y diplomáticas «normales» con estos y otros países occidentales, grandes compañías petroleras de EEUU y europeas cerraron acuerdos bastante lucrativos con la empresa Petrolera Nacional de Libia.
Por lo tanto, la respuesta a la pregunta de «por qué las potencias imperialistas quieren deshacerse de Gadafi» tiene que ir más allá del petróleo, o las risibles «preocupaciones humanitarias.» Quizás la pregunta se puede responder mejor a la luz de las siguientes preguntas: ¿por qué estas potencias imperialistas quieren derrocar también a Hugo Chávez de Venezuela, Fidel Castro (y/o su sucesor) de Cuba, Mahmoud Ahmadinejad de Irán, Rafael Correa Delgado de Ecuador, Kim Jong.il de Corea del Norte, Bashar Al-assad de Siria y Evo Morales de Bolivia? O, ¿por qué derrocaron a Mohammad Mossadeq de Irán, Jacobo Arbenz de Guatemala, Kusno Sukarno de Indonesia, Salvador Allende de Chile, los sandinistas en Nicaragua, Jean-Bertrand Aristide en Haití y Manuel Zelaya en Honduras?
¿Qué tiene en común Gadafi con estos líderes nacionalistas/populistas? La pregunta es por supuesto retórica y la respuesta es obvia: lo mismo que ellos, Gadafi es culpable de insubordinación al padrino proverbial del mundo: el imperialismo de EEUU, y sus aliados. Lo mismo que ellos, ha cometido el pecado capital de desafiar al desenfrenado reinado del capital global, de no seguir las «directrices» económicas de los que capitanean las finanzas globales, es decir, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial del Comercio (OMC); a su vez de rehusar unirse a las alianzas militares de EEUU en la región. También como otros líderes nacionalistas/populistas, propugna programas de protección social (o estado del bienestar) – no para las grandes corporaciones, como es el caso en los países imperialistas, sino para la gente necesitada.
Esto significa que la agenda criminal de los Sres. Obama, Cameron, Sarkozy, y sus aliados cómplices de derrocar o matar al Sr. Gadafi y otros «insubordinados» proponentes de los programas de protección social en el extranjero, es esencialmente parte de la misma agenda funesta de desmantelamiento de tales programas en sus países. Mientras que la forma, el contexto y los medios de destrucción pueden ser diferentes, las rondas de incansables ataques contra el nivel de vida de los pueblos libio, iraní, venezolano y cubano, son esencialmente lo mismo que los ataques igualmente brutales contra las condiciones de vida de los pobres y la clase trabajadora en EEUU, Reino Unido, Francia y otros países capitalistas degenerados. De manera sutil (pero inconfundible) todos son parte de una guerra de clases unilateral que está teniendo lugar a escala global – si se lleva a cabo por medios militares y bombardeos, o a través de procesos aparentemente «no violentos» con medios legislativos o judiciales, no supone una diferencia sustancial en lo que se refiere a la naturaleza de las rondas de ataque contra la vida o los medios de subsistencia de la gente.
En sus esfuerzos para consolidar el reinado del gran capital a nivel mundial, los que capitanean las finanzas globales usan una variedad de métodos. El método preferido es normalmente no militar, es decir, las estrategias neoliberales de Programas de Ajuste Estructural, llevadas a cabo por los representantes del gran capital disfrazados de dirigentes elegidos, o por las instituciones multilaterales como el FMI y la OMC. Esto es lo que está pasando actualmente en las economías atormentadas por el déficit y la deuda de Estados Unidos y Europa. Pero si un país como Libia (o Venezuela o Irán o Cuba) no acepta la agenda neoliberal de «ajustes estructurales,» o deslocalizaciones y privatizaciones, y de permitir que su sistema financiero esté ligado a la red del cartel financiero global, entonces se embarcan en la opción militar para llevar a cabo la agenda neoliberal.
Los poderosos intereses del capitalismo global no parecen sentirse cómodos con que se desmantele la economía del New Deal, la de las reformas socialdemócratas y los programas de protección social en los países capitalistas centrales mientras que la gente en países más pequeños, menos desarrollados, como Libia, Venezuela o Cuba, disfrutan de robustos programas públicos de protección social tales como educación gratuita o fuertemente subsidiada y asistencia sanitaria. De hecho, los guardianes de los mecanismos del mercado a nivel mundial han sido siempre intolerantes ante cualquier intervención «indebida» del gobierno en los asuntos económicos de cualquier país del mundo. «Las economías reglamentadas,» declaró el Presidente Harry Truman en un discurso en la Baylor University (1947), eran el enemigo de la libre empresa, y «al menos que actuemos, y actuemos contundentemente,» afirmó, esas economías reglamentadas se convertirían «en el modelo del nuevo siglo.» Para ahuyentar el peligro, Truman argumentó que «el mundo entero debería adoptar el sistema estadounidense.» El sistema de libre empresa, prosiguió, «puede sobrevivir en Estados Unidos solo si se convierte en un sistema mundial» [2].
Antes de que fuera devastada por la destrucción y guerra civil orquestada por el imperialismo, Libia tenía el nivel de vida más alto de África. Usando estadísticas de las Naciones Unidas, Jean-Paul Pougala de Dissident Voice informa,
«El país se encuentra ahora en el puesto 53 del índice HDI [Índice de Desarrollo Humano, por sus siglas en inglés], en mejor posición que ninguno de los demás países africanos y también que la más rica y apoyada por Occidente Arabia Saudita….Aunque los medios se refieren con frecuencia a un desempleo juvenil de un 15 a un 30 por ciento, no mencionan que en Libia, a diferencia de otros países, todos tienen su subsistencia garantizada…El gobierno proporciona a todos los ciudadanos atención médica gratuita y ha conseguido una gran cobertura en las áreas de salud más básicas….La esperanza de vida se elevó a 74,5 años y es ahora la más alta de África…La tasa de mortalidad infantil descendió a 17 muertes por 1000 nacimientos y no es ni de lejos tan alta como en Argelia (41) y también más baja que en Arabia Saudita (21).
«El UNDP [Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, por sus siglas en inglés] certificó que Libia ha hecho también ‘un progreso significativo en la igualdad de genero,’ particularmente en los campos de la educación y la salud, mientras que aún queda mucho por hacer en la representación en la economía y la política. Con un ‘índice de desigualdad de genero’ relativamente bajo el UNDP sitúa al país en el Informe de Desarrollo Humano 2010 respecto a la igualdad de genero en la posición 52 y así muy por delante de Egipto (situado en el 108), Argelia (70), Túnez (56), Arabia Saudita (128) y Qatar (94)» [3].
Es verdad que después de resistir las demandas egocéntricas y presiones onerosas de las potencial occidentales durante más de treinta años, Gadafi cedió en 1993 y abrió la economía libia al capital occidental, llevó a cabo una serie de reformas económicas neoliberales, y otorgó lucrativos acuerdos de inversión/negocio a las principales compañías petroleras de Occidente.
Pero de nuevo, como el padrino proverbial, el imperialismo de Europa/EEUU requiere subordinación total, incondicional; una conformidad poco entusiasta y reticente con la agenda global del imperialismo no es suficiente. Para ser considerado un «aliado» real, o un verdadero «estado cliente,» un país tiene que otorgarle a EEUU el derecho a «guiar» su economía, geopolítica y políticas extranjeras, es decir, básicamente renunciar a su soberanía nacional. A pesar de algunas concesiones económicas desde principio de los 90s, Gadafi fracasó en la crítica prueba de «conformidad total» con los diseños imperialistas en la región.
Por ejemplo, se resistió a sumarse a la alianza militar patrocinada por EEUU/OTAN en la región. Libia (junto con Siria) son las únicas dos naciones mediterráneas y los únicos estados árabes que quedan que no se han subordinado a los diseños de EEUU y de la OTAN para el control de la Cuenca del Mediterráneo y Oriente Medio. Tampoco han participado Libia (o Siria) en las patrullas navales y ejercicios en el mar Mediterráneo de la Operation Active Endeavor de la OTAN, que se inició hace casi diez años, ni es un miembro de la asociación militar de la OTAN Diálogo Mediterráneo, que incluye a la mayoría de los países de la región: Israel, Jordania, Egipto, Túnez, Argelia, Marruecos y Mauritania [4].
Para disgusto del imperialismo estadounidense, el libio Gadafi también rehusó unirse al Mando para África de EEUU (AFRICOM), diseñado para controlar los valiosos recursos en África, salvaguardar el comercio y los mercados de inversión en la región, y contener o expulsar a China del Norte de África. «Cuando EEUU creó AFRICOM en 2007, unos 49 países refrendaron la carta militar de EEUU para África pero un país rehusó: Libia. Tal acto traicionero por parte del líder de Libia Muamar Gadafi plantaría inevitablemente la semilla para un futuro conflicto más adelante en 2011.» [5].
Lo que es más, promoviendo proyectos de comercio, desarrollo e industrialización a nivel local, nacional, regional o africano, a Gadafi se le veía como un obstáculo para las estrategias de las potenciales occidentales de proyectos de comercio y desarrollo sin restricciones a nivel global. Por ejemplo, la Libia de Gadafi desempeñó un papel de liderazgo en «conectar todo el continente [africano] por teléfono, televisión, emisiones de radio y otras aplicaciones tecnológicas como la telemedicina y la educación a distancia. Y gracias al puente de radio WMAX, se proporcionó una conexión a bajo costo que se hizo disponible en todo el continente, incluyendo las áreas rurales» [3].
La idea de lanzar un sistema panafricano de una red avanzada tecnológicamente de telecomunicaciones empezó a principios de los 90s, «cuando 45 naciones africanas establecieron RASCOM (la Organización Regional Africana de Comunicaciones por Satélite, por sus siglas en inglés) de forma que África tuviera su propio satélite y rebajar drásticamente los costes de comunicación en el continente. En ese tiempo las llamadas telefónicas a y desde África eran las más caras del mundo debido a la tasa anual de 500 millones de dólares que se embolsaba Europa por sus satélite como INTELSAT por las conversaciones telefónicas, incluyendo aquellas que se realizaban dentro del país…..Un satélite africano solo cuesta un único pago de 400 millones de dólares y el continente ya no tenía que pagar un alquiler anual de 500 millones de dólares» [3].
En la búsqueda de financiación para el proyecto, las naciones africanas frecuentemente pedían la asistencia del FMI y el Banco Mundial. Mientras las promesas vacías de estos gigantes financieros se prolongaron durante 14 años,
«Gadafi acabó con las fútiles súplicas a los ‘benefactores’ occidentales con sus exorbitantes tasas de interés. El líder libio puso 300 millones de dólares sobre la mesa; el Banco Africano de Desarrollo añadió otros 50 millones de dólares y el Banco de Desarrollo del África Occidental 27 millones de dólares adicionales – y así es como África consiguió su primer satélite de comunicaciones el 26 de diciembre de 2007.
«China y Rusia imitaron la idea y compartieron su tecnología y ayudaron a lanzar satélites para Sudáfrica, Nigeria, Angola, Argelia y un segundo satélite africano fue lanzado en julio de 2010. El primer satélite de fabricación totalmente autóctona y manufacturado en suelo africano, en Argelia, está programado para 2020. El satélite aspira a competir con el mejor en el mundo, pero a un coste diez veces inferior, un verdadero reto.
«Así es como un gesto simbólico de unos meros 300 millones de dólares cambió la vida de un continente entero. La Libia de Gadafi costó a Occidente, no solo la pérdida de 500 millones de dólares al año sino los miles de millones en deuda e intereses que el préstamo inicial generaría durante los años siguientes y de forma exponencial, de ese modo ayudando a mantener un sistema oculto para saquear el continente.» [3].
Los arquitectos de las finanzas globales, representados por los gobiernos imperialistas de Occidente, también veían a Gadafi como a alguien que les estropeaba los planes en el área de la banca y el dinero internacional o global. Las fuerzas del capital global tienden a preferir un mercado global uniforme, contiguo y sin fronteras a múltiples mercados soberanos a los niveles local, nacional, regional o continental. La Libia de Gadafi no solo ha mantenido la propiedad pública de su propio banco central, y la autoridad para crear su propia moneda nacional, sino que ha trabajado también asiduamente para establecer un Fondo Monetario Africano, un Banco Central Africano, y un Banco de Inversiones Africano.
Los 30.000 millones de dólares del dinero libio congelados por la administración Obama pertenecen al Banco Central de Libia, los cuales
«habían sido destinados a la contribución libia a tres proyectos clave que añadirían los toques finales a la Federación Africana – el Banco Africano de Inversión en Sirte (Libia), el establecimiento en 2011 del Fondo Monetario Africano con sede en Yaoundé (Camerún)…, y el Banco Central Africano radicado en Abuja, Nigeria, el cual cuando empiece a imprimir dinero dará la estocada final al franco CFA [la moneda francesa] a través del cual París ha sido capaz de mantener sometidos a algunos países africanos durante los últimos cincuenta años. Es fácil entender la ira francesa contra Gadafi.
«Se espera del Fondo Monetario Africano que sustituya totalmente las actividades en África del Fondo Monetario Internacional el cual, con solo 25.000 millones de dólares, fue capaz de poner al continente entero de rodillas y hacerlo tragar privatizaciones cuestionables como la de forzar a los países africanos a pasar de monopolios públicos a privados. No es sorprendente por lo tanto que el 16-17 de diciembre de 2010, los africanos de forma unánime rechazaran los intentos por parte de países occidentales de unirse al Fondo Monetario Africano, afirmando que estaba abierto solo a las naciones africanas» [3].
Las potencias occidentales también ven a Gadafi como un obstáculo a sus estrategias imperialistas por otra razón: por interponerse en el camino de las políticas de un siglo de antigüedad de «divide y vencerás.» Para contrarrestar los incansables esfuerzos de Gadafi para establecer los Estados Unidos de África, la Unión Europea intentó crear la Unión para el Mediterráneo. «África del Norte tenía que ser separada de alguna manera del resto del continente, usando el viejo y gastado cliché racista de los siglos XVIII y XIX, el cual afirmaba que los africanos de origen árabe eran más evolucionados y civilizados que el resto del continente. Este intento fracasó porque Gadafi rehusó tragárselo. Pronto entendió cual era el juego cuando solo un puñado de países africanos fueron invitados a unirse al grupo mediterráneo sin informar a la Unión Africana, pero invitando a todos y cada uno de los 27 miembros de la Unión Europea.» Gadafi también rehusó tragarse otras agrupaciones promovidas/inspiradas por el imperialismo en África tales como ECOWAS, COMESA, UDEAC, SADC y el Gran Magreb, «que nunca vio la luz del día gracias a Gadafi, que entendió lo que estaba pasando» [3].
Gadafi se ganó aún más la ira de las potencias Occidentales por realizar extensos acuerdos comerciales y de inversión con los países del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), especialmente con China. Según el Ministerio de Comercio de Beijing, los contratos de China en Libia (anteriores a la demolición controlada del país por parte del imperialismo) no son menos de 50 grandes proyectos, implicando contratos que exceden los 18.000 millones de dólares. Incluso una lectura superficial de los informes estratégicos del Mando para África de EEUU (AFRICOM) muestra que uno de las ideas centrales de su misión es la contención de China. «En efecto, de lo que estamos siendo testigos aquí,» señala Patrick Henningsten, «es del alba de una nueva Guerra Fría entre las potencias euro-estadounidenses y China. Esta nueva guerra fría mostrará muchos de los mismos elementos de la larga y extensa confrontación EEUU-URSS que vimos en la segunda mitad del siglo XX. Tendrá lugar en lugares alejados como África, Sudamérica, Asia Central y a través de antiguos puntos calientes como Corea y Oriente Medio» [5].
Es obvio (de esta breve discusión) que el pecado de Gadafi por el que ha sido puesto en el corredor de la muerte del imperialismo consiste en gran medida en los retos que representaba para el libre reinado del capital occidental en la región, en su negativa a ceder la soberanía de Libia para convertirse en otro «estado cliente» incondicional de las potencias occidentales. Su salida del poder está por lo tanto diseñada para eliminar todas las «barreras» a la movilidad sin restricciones del capital euro-estadounidense en la región, instalando un régimen más maleable en Libia.
La salida del poder de Gadafi serviría a otro objetivo adicional de las potencias euro-estadounidenses: acortar o arruinar la Primavera Árabe haciendo descarrilar sus protestas pacíficas, conteniendo sus revoluciones no violentas y saboteando sus aspiraciones de autodeterminación. Pronto, tras ser cogidos por sorpresa por los gloriosos levantamientos de Egipto y Túnez, las potencias imperialistas (incluyendo el mini-imperialismo sionista en Palestina) se embarcaron en un «control de daños.» En la búsqueda de su objetivo, adoptaron tres estrategias simultáneas. La primera estrategia fue un desganado «apoyo» a los levantamientos en Egipto y Túnez (por supuesto, una vez que se convirtieron en imparables) para controlarlos – de ahí que el control militar siguió a la marchas de Mubarak de El Cairo y de Ben Alí de Túnez. La segunda estrategia de contención ha sido el apoyo y el fomento de ofensivas brutales contra otros levantamientos espontáneos en países gobernados por «regímenes clientes,» por ejemplo, en Bahréin y Arabia Saudita. Y la tercera política de sabotaje de la Primavera Árabe ha sido promover la guerra civil y el caos orquestado en países tales como Libia, Siria e Irán.
En sus estadios tempranos de desarrollo, el capitalismo promovió naciones-estado y/o soberanía nacional para liberarse a sí mismo de las restricciones de la iglesia y el feudalismo. Ahora que los imperativos de un capital financiero global sumamente avanzado pero degenerado requieren movilidad sin estorbos en un mundo uniforme y sin fronteras, la soberanía nacional es considerada problemática – especialmente el lugares como Libia, Irán, Siria, Venezuela, Bolivia y otros países que no están gobernados por «estados cliente» del imperialismo. ¿Por qué? Porque la movilidad global sin obstáculos del capital requiere acabar con los programas estatales de protección social y estado del bienestar; significa acabar con las propiedades de dominio público o las empresas del sector público y ponerlas bajo la propiedad privada del libertino capital global.
Esto explica por qué los medios corporativos, los expertos en política y otros portavoces del imperialismo hablan cada vez más de la «responsabilidad de proteger» de las potencias occidentales, con lo que quieren decir que estas potencias tienen la responsabilidad de proteger a los ciudadanos libios (o iraníes, o venezolanos o sirios o cubanos o….) de sus gobernantes «dictatoriales» instigando cambios de régimen y promoviendo la «democracia» en ese lugar. Significa además que, en la búsqueda de ese objetivo, las potencias imperialistas no deberían verse constreñidas por las «limitaciones» de la soberanía nacional porque, argumentan, «los derechos democráticos universales son más importantes que las consideraciones de soberanía nacional.» De una forma notoriamente selectiva, este uso utilitario de la «responsabilidad de proteger» no se aplica a las naciones o pueblos gobernados por los estados clientes del imperialismo tales como Arabia Saudita y Bahréin. [6].
Esto significa también que la guerra imperialista contra pueblos y estados tales como Libia y Venezuela es esencialmente parte de la misma guerra de clases contra los pueblos y estados en el corazón de la bestia, es decir, en EEUU y Europa. En cada caso y lugar, ya sea en casa o en el extranjero, ya sea en Libia o California o Wisconsin o Grecia, la ofensiva de la incansable guerra de clases global es la misma: eliminar garantías de subsistencia, o programas de protección social, y redistribuir los recursos nacionales o globales a favor de los ricos y poderosos, especialmente los poderosos intereses creados del capital financiero y el capital militar.
Es incuestionable que el capitalismo global ha unido así el destino y fortunas de la inmensa mayoría de la población mundial en una lucha cada vez más intensa por la subsistencia y la supervivencia. Nadie puede predecir cuando esta mayoría de la población mundial (la clase media, media-baja, los pobres y la clase trabajadora) se dará cuenta de que sus luchas aparentemente separadas por la supervivencia económica son esencialmente parte de la misma lucha contra los mismos enemigos de clase, los guardianes del capitalismo mundial. Una cosa está clara, sin embargo: solo cuando lleguen a esa comprensión liberadora, unirán fuerzas en un levantamiento global a través de las fronteras contra las fuerzas del capitalismo mundial, y buscaran administrar sus economías de forma independiente frente a los imperativos de beneficio de la producción capitalista – solo entonces podrán liberarse de los grilletes del capitalismo y controlar su futuro en un modo de producción, distribución y consumo coordinado, centrado en la gente.
Ismael Hossein-Zadeh, autor de The Political Economy of U.S. Militarism (La política económica del militarismo de EEUU) (Palgrave-Macmillan 2007), es profesor de economía en la Drake University, Des Moines, Iowa, EEUU.
Notas
1. Michel Chossudovsky, «When War Games Go Live: Staging a ‘Humanitarian war’ againts ‘SOUTHLAND’ Under an Imaginary UN Security Council Resolution 3003,» (Cuando los juegos de guerra se convierten en realidad: ensayando una ‘guerra humanitaria’ contra ‘LA TIERRA DEL SUR’ bajo una resolución imaginaria 3003 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas) Global Research: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=24351
2. D.F. Fleming, The Cold War and Its Origins (La Guerra Fría y sus orígenes) (New York: Double Day, 1961), p. 436.
3. Jean-Paul Pougal, » Why the West Wants the Fall of Gaddafi? » (¿Por qué Occidente quiere la caida de Gadafi?) Dissident Voice : http://dissidentvoice.org/2011/04/why-is-gaddafi-being-demonized/
4. Rick Rozoff, » Libyan Scenario for Syria: Towards a US-NATO ‘Humanitarian Intervention’ directed against Syria? » (Escenario libio para Siria: ¿hacia una ‘intervención humanitarian de EEUU/OTAN dirigida contra Siria?) Global Research : http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=24562
5. Patrick Henningsten, » WEST vs. CHINA: A NEW COLD WAR BEGINS ON LIBYAN SOIL ,» (OCCIDENTE FRENTE A CHINA: UNA NUEVA GUERRA FRÍA EMPIEZA EN SUELO LIBIO) 21 ST Century Wire : http://21stcenturywire.com/2011/04/12/2577/
6. Para una discussion en profundidad e informativa sobre este tema ver (1) F. William Engdahl, «Humanitarian Neo-colonialism: Framing Libya and Reframing War-Creative Destruction Part III,» (Neo-colonialismo humanitario: incriminando a Libia y reconstruyendo la guerra – Destrucción creativa Parte III) Global Research: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=24617; (2) Marjorie Cohn, «The Responsibility to Protect – The Cases of Libya and Ivory Coast,» (La Responsabilidad de Proteger – los casos de Libia y Costa de Marfil) Counter Punch: http://www.counterpunch.org/cohn05162011.html
Enlace artículo original: