Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El mundo entero contempló la pasada semana, mientras todas las almas decentes se sentían sobrecogidas, el verdadero rostro de la respuesta de la OTAN a la Primavera Árabe. Un prisionero indefenso de edad avanzada se esforzaba en mantener su dignidad en medio de una remolino de salvajes ululantes, uno de los cuales llegó incluso a empujarle un cuchillo por el recto. Esos son, al desnudo, los yihadistas de Europa y EEUU. En pocos minutos de gozosa bestialidad filmada, la rabiosa jauría deshizo todas y cada una de las imágenes empaquetadas del proyecto «humanitario» de la OTAN en el Norte de África: un horror y revelación indeleblemente grabados en la conciencia global a través de los propios teléfonos celulares de las bestias.
Casi ocho meses de incesantes bombardeos de las fuerzas aéreas de las naciones que acumulan el 70% del gasto mundial en armamento, culminaron en la carnicería de la violación en grupo de Moamar Gadafi, su hijo Mutasim y su jefe de estado mayor en las afueras de Sirte. Las bandas armadas de la OTAN estuvieron exhibiendo los maltrechos cadáveres durante días en Misrata, la ciudad que anteriormente cumplió su promesa de «limpiar las pieles negras» perpetrando la masacre y dispersión de 30.000 residentes de piel más oscura de la cercana Tawurgha, antes de deshacerse de los cuerpos en un lugar que se desconoce.
Las secciones más cuerdas de la maquinaria de operaciones psicológicas de EEUU -incluidos sus colaboradores en los medios dominantes- estaban sin duda tan horrorizados como cualquier ser humano ante la insistencia de los yihadistas libios en revelarle a todo el planeta de forma tan gráfica el carácter bestial de la «revolución». Los meses de chorreo, ad nauseam, de informes de prensa acerca del júbilo casi universal en Trípoli y otros lugares ante las «victorias» de los rebeldes -siempre bajo la cobertura de las bombas de la OTAN- tenían ahora mucho sentido. ¿Quién sino aquellos en búsqueda del martirio inmediato manifestarían malestar ante el triunfo yihadista de la OTAN con fanáticos asesinos como esos deambulando por las calles?
La Oficina de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y Amnistía Internacional se sintieron obligadas a pedir que se investigara la muerte de Gadafi, como si las circunstancias inmediatas no fueran ya terriblemente evidentes para cualquiera que tuviera ojos y oídos. Aunque el propio dominio de EEUU sobre las Naciones Unidas, que propiciaron la operación de cambio de régimen de la OTAN, asegurará que las potencias neocoloniales escapen de cualquier responsabilidad legal por los resultados, el mundo ve aún a los verdugos, de forma correcta, como monstruos conchabados con Washington, Londres y Riad. Barack Obama y Hillary Clinton, que pusieron su pulgar hacia abajo ante Gadafi justo unos días antes de su muerte, aparecen como los déspotas macabros de un coliseo romano, desenmascarándose en la carnicería de los gladiadores libios. Sus manos y encías «rezuman sangre», una impresión imperecedera en la opinión mundial decente.»
El ataque contra Libia empezó como un intento desesperado de Occidente y de la realeza del Golfo Pérsico para aporrear a su manera la peligrosa dinámica (para ellos) de la Primavera Árabe. Los «rebeldes» (llamados ahora, disparatadamente, el gobierno «revolucionario») son su gente, al igual que los «muyahaidines» afganos fueron los soldados de a pie de los saudíes y de Washington a partir de 1979 a través de los ochenta y más allá (para los saudíes). Ahí reside la certeza de un catastrófico «contragolpe». Como el científico político del Trinity College, Vijay Prashad, señala: «Trípoli puede parecerse pronto al Kabul de 1996, un lugar de matanzas en masa entre señores de la guerra rivales».
Los yihadistas libios se decantan mucho más por sus colegas de Arabia Saudí y Qatar que por Occidente. La Primavera Árabe ha envalentonado y aterrado al mismo tiempo a los richachones despóticos del Golfo Pérsico, que tienen sus propias agendas en el mundo árabe que no necesariamente están en consonancia con las de EEUU y Europa (lo mismo se aplica para Pakistán y otros lugares de la región). Todos los reaccionarios no son iguales. Los monarcas ricos del petróleo están luchando para preservar su propia hegemonía y van a causarle a Washington al menos tantos problemas como el complaciente Gadafi que se propusieron derrocar al comienzo de la Primavera Árabe.
Pero eso es secundario. Como siempre, los imperialistas estadounidenses no pueden resistir la tentación de extralimitarse. John Pilger escribe: «Con Libia asegurada, está en marcha una invasión estadounidense del continente africano». No es en absoluto cierto que Libia vaya a permanecer «segura» o bajo dominio estadounidense. Y la ofensiva sin cuartel de Obama por el sur -centrada ahora en el este y el centro de África, aunque pronto se generalizará- tendrá lugar con las imágenes aún frescas de la desaparición de Gadafi en las mentes de decenas de millones de africanos que fue grabada por los teléfonos móviles. Puede que Obama crea que las fotos envían el mensaje de que la resistencia es inútil, pero es probable que tenga el efecto contrario. Como dijo el presidente venezolano Hugo Chavez de los estadounidenses: «Lo más lamentable es que en su determinación por dominar el mundo… están arrasándolo todo.»
Glen Ford es editor ejecutivo de Black Agenda Report.
Fuente: http://blackagendareport.com/content/butchering-gaddafi-america%E2%80%99s-crime