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Los conflictos se extienden en Nigeria

Fuentes: Rebelión

Desde el pasado mes de diciembre Nigeria viene asistiendo a una sucesión de conflictos que están poniendo al gigante africano al borde de un peligroso precipicio. La violencia protagonizada por el grupo islamista Boko Haram, un nuevo desastre ecológico provocado por las multinacionales extranjeras en la costa este, y la brutal represión del estado a […]

Desde el pasado mes de diciembre Nigeria viene asistiendo a una sucesión de conflictos que están poniendo al gigante africano al borde de un peligroso precipicio. La violencia protagonizada por el grupo islamista Boko Haram, un nuevo desastre ecológico provocado por las multinacionales extranjeras en la costa este, y la brutal represión del estado a la reciente huelga general convocada por sindicatos y otras organizaciones sociales del país, vuelven a situar a Nigeria en una difícil situación, donde los peligros de enfrentamientos interétnicos, religiosos o de otra índole se extienden por doquier cada día que pasa.

Nigeria muestra una compleja y en cierta medida antagónica realidad. Mientras que su riqueza petrolera y en otros recursos naturales le sitúa entre los países más ricos, cerca el setenta por ciento de su población tiene que vivir con ?menos de dos dólares al día?, y con un estado incapaz de ?satisfacer las necesidades elementales de la mayor parte de su población?. La desigual distribución de la riqueza, la corrupción, las crisis políticas y sociales y el proceso neoliberalizador de los distintos gobiernos han conducido, entre otros factores, a Nigeria a esa triste realidad, que le convierte en ?uno de los más pobres del mundo y con la mayor población pobre de África?.

Los atentados que han empañado de sangre las pasadas navidades son una muestra más de que el grupo armado Boko Haram tiene cada vez una mayor capacidad operativa y una mayor sofisticación, al tiempo que demuestra que puede atacar cuando y donde quiere. Tras el anunciado desmantelamiento por parte del gobierno uno años antes, cuando detuvo a cientos de supuestos militantes y acabó con la vida de su máximo dirigente Mohammed Yusuf, esta formación islamista ha venido dando muestras de su recuperación.

Desde el año 2010 se han sucedido los ataques contra instalaciones gubernamentales (cuarteles, checkpoints), prostíbulos, bares, funcionarios locales y federales, tanto militares como civiles, e incluso cada vez con más frecuencia contra la comunidad cristiana y sus iglesias. Por lo general durante ese año estas acciones han tenido lugar en el norte del país, en ciudades como Maiduguri, sin embargo durante el pasado año Boko Haram ha extendido su radio de acción, con importantes ataques en la capital Abuya (en mayo atacó un bar repleto de gente mientras el presidente Goodluck Jonatahan tomaba su cargo; en junio atacó el cuartel general de la policía federal y en agosto la sede de Naciones Unidas)

El gobierno viene desde hace tiempo aplicando una política represiva, deteniendo indiscriminadamente a supuestos sospechosos y atemorizando a la población local (buena parte de las tropas proceden de otras regiones del país), lo que no hace sino incrementar el apoyo que grupos islamistas como Boko Haram pueden recibir en la región.

Al igual que en el resto del país, la injusticia social, la pobreza, la percepción de que Occidente es el impulsor de esa corrupción endémica que acompaña a los gobiernos centrales nigerianos y que asola a la población, son algunas de las raíces para entender dicho auge. A ello evidentemente se une la política gubernamental, las diferencias entre norte y sur (con la percepción de los primeros que están totalmente marginados de la riqueza del país), así como las disputas en torno a los resultados de las elecciones del pasado abril, que dejaron cientos de muertos en las calles de Nigeria.

Si Boko Haram continúa ampliando su zona de operaciones y se expande hacia el sur puede que la ?línea imaginaria? que divide a cristianos y musulmanes acabe saltando por los aires y se generalice una guerra inter-religiosa. Además, la aparición de los ataques suicidas y las posibles relaciones (formales o ideológicas) del grupo con formaciones como al Qaeda del Magreb Islámico o el somalí Al-Shabaab añaden más incertidumbre al futuro inmediato de Nigeria. Junto a ello además encontramos la decisión del gobierno central de militarizar aún más el conflicto.

La huelga general y la posterior represión gubernamental es otro conflicto que amenaza con poner en jaque al gobierno central. La decisión de éste eliminar un subsidio para la compra de combustible ha sacado a la calle a miles de personas por todo el país, y algunos observadores ven en este movimiento, tal vez prematuramente, un reflejo de lo que ha ocurrido en el norte de África durante 2011.

En esta ocasión el detonante ha sido la citada eliminación que ha paralizado al país y que puede llegar a cerrar las explotaciones petrolíferas. Y es en este momento cunado la mayor parte del país ha podido constatar esa corrupción endémica que afecta a las elites políticas, militares y empresariales de Nigeria, y que tienen una especial incidencia en el sector petrolífero.

Las reformas económicas de corte neo-liberal han permitido unas cifras macroeconómicas que sitúan a Nigeria entre los estados con un notable crecimiento económico. Sin embargo, la fotografía real nos muestra unas enormes tasas de pobreza y desempleo, una escasa esperanza de vida al nacer y con constantes conflictos laborales, al tiempo ?que tensiones y conflictos violentos de carácter inter-étnico e intra-comunitario adquieren dimensiones muy preocupantes?.

Al igual que en otros lugares, en Nigeria no es ?la economía la que se ha politizado, sino que ha sido la política la que se ha economizado?. La militarización y privatización de la política han constituido una de las caras de esa política de reformas en el país, y que unido todo ello a la ya citada corrupción endémica, sigue apostando por ?privilegiar la acumulación capitalista a costa del bienestar de la población?.

Las llamadas cuatro Cs (crisis, corrupción, conflictos y contradicciones sociales) son la marca de las citadas reformas neoliberales en Nigeria. Y contra esa realidad se han lanzado a las calles los principales sindicatos nigerianos, así como otros movimientos y colectivos políticos y sociales, que se han encontrado con la violenta respuesta gubernamental que hasta ahora ha costado la vida de varias personas.

Además, es más que evidente el claro posicionamiento de los actuales dirigentes nigerianos a favor de las líneas impulsadas por el FMI, y en ese sentido destacan las declaraciones del gobernador del Banco Central del país, que ha señalado ante las movilizaciones y protestas populares, que ?la gobernabilidad no es un concurso de popularidad. Si el gobierno decide hacer algo que cree beneficioso para la población, a pesar de que sea a través de medidas severas, debe seguir adelante, independientemente de su popularidad?.

El poder nigeriano se ha mostrado incapaz de asegurar a su población el acceso igualitario a la ciudadanía, la representación política, o los servicios sociales y materiales básicos para cualquier persona. La sucesión de los conflictos citados unidos a todo ese otro abanico de enfrentamientos que se suceden en el delta del Níger o en otras regiones del país, y que sólo entre 1999 y 2010 ha costado la vida de más de 15.000 personas sitúan ante un peligroso precipicio a este gigante africano.

Tal y como señalaba un académico local, Nigeria es la imagen de ¿un gobierno rico, ciudadanos pobres, sin progreso, repleto de conflictos y sometido a las contradicciones de las imposiciones neo-liberales?

Txente Rekondo. Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)