Esta semana, el Partido Republicano nominará oficialmente a Mitt Romney como su candidato a la presidencia de Estados Unidos. Romney llegará a la convención de su partido en Tampa, Florida, donde 2 mil 286 delegados lo impulsarán para que cumpla con su propósito de derrotar al presidente Barack Obama en las urnas el próximo mes […]
Esta semana, el Partido Republicano nominará oficialmente a Mitt Romney como su candidato a la presidencia de Estados Unidos. Romney llegará a la convención de su partido en Tampa, Florida, donde 2 mil 286 delegados lo impulsarán para que cumpla con su propósito de derrotar al presidente Barack Obama en las urnas el próximo mes de noviembre.
Mucho se ha escrito sobre las dotes de Romney como hombre de empresa, como gobernador de su estado, e incluso sobre su exitosa gestión en la organización de los Juegos Olímpicos de Invierno en el año 2002. Pero, con sus vacilaciones, él mismo se ha encargado de poner en evidencia sus limitaciones para dirigir un país cuyo poderío económico, hasta ahora, no tiene paralelo, y cuya hegemonía militar lo ha convertido en el más temido. Basta recordar los ocho años del gobierno de George W. Bush para entender por qué es también el más odiado en las naciones que han sufrido los embates de su política externa, sobre la cual Romney ha demostrado una ignorancia supina.
Hay un aforismo que se repite en tiempos electorales sobre la imposibilidad de que un presidente se relija cuando el desempleo rebasa 7 por ciento y la economía no crece. Hoy, el desempleo ronda 8 por ciento y la economía crece muy lentamente. Son las razones por las que los republicanos apuestan a que Obama fracasará en su intento por relegirse. Sin embargo, como escribió Rana Foroohar en la revista Time, estos tiempos son diferentes
. Desde que Reagan derrotó a Jimmy Carter en su intento por relegirse cuando el desempleo superaba 7 por ciento, la complejidad de un mundo más integrado ha modificado esas premisas. La crisis económica por la que atraviesan algunos países europeos no se ha constreñido a Europa, es uno de los factores que han lastrado el crecimiento económico de Estados Unidos. Otro ha sido la sistemática oposición de la bancada republicana en el Congreso a que el gobierno gaste más, por ejemplo en infraestructura y ayuda social, para apuntalar el crecimiento y el empleo. Romney y su compañero de fórmula, Paul Ryan, cuyas ideas sobre la libre empresa están incluso más a la derecha de las que proclamó la dupla ultraconservadora Reagan-Thatcher, han repetido hasta el cansancio que Obama no ha cumplido con dar a la economía el dinamismo necesario.
Sin embargo, parece que los electores se han percatado de que Obama no es del todo responsable por ello. En una encuesta realizada por la organización PEW, 50 por ciento confía más en este gobierno, que mal que bien salvó al país de una crisis mayor, que en alguien que no ha sido capaz de explicar cómo piensa promover el desarrollo económico, como es el caso de Romney.
Faltan casi tres meses de campaña y pueden suceder muchas cosas. Por lo pronto, el Partido Republicano tendrá su gran celebración esta semana, y en ella hará cera y pabilo de Obama. Habrá que ver la respuesta a esa gran puesta en escena sobre la ansiada revancha conservadora en contra del primer presidente negro en la historia de Estados Unidos.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/08/27/opinion/017a1pol