Hay dos posiciones desde las que la juventud saharaui afronta el conflicto con Marruecos. Los hijos de huidos de la guerra, y nacidos en el exilio, que viven en los campamentos de refugiados; o quienes permanecen en los territorios ocupados del Sahara Occidental, nacidos directamente bajo el régimen opresor de Marruecos. En este último caso, […]
Hay dos posiciones desde las que la juventud saharaui afronta el conflicto con Marruecos. Los hijos de huidos de la guerra, y nacidos en el exilio, que viven en los campamentos de refugiados; o quienes permanecen en los territorios ocupados del Sahara Occidental, nacidos directamente bajo el régimen opresor de Marruecos. En este último caso, ya en las escuelas se les adoctrina y enseña que el Sahara forma parte de Marruecos. Cursan asignaturas de historia marroquí, aunque después en sus casas, los padres les introduzcan en conocimientos históricos sobre el Sahara. En los campamentos o en los territorios ocupados, los jóvenes saharauis coinciden en algo, ha señalado Hammada Saleh, miembro de la Liga de Estudiantes Saharauis en el estado español, quien ha participado en las jornadas internacionalistas del sindicato Acontracorrent: «su causa es justa -un Sahara libre- y piensan que lo van a conseguir».
«Los jóvenes en los territorios ocupados sufren todo tipo de represión; pero lo que ocurre está silenciando». Es más, «se trata de una gran cárcel a cielo abierto», afirma el activista. «Marruecos es un país muy nacionalista («Dios, Patria y Rey»)…En cada metro te encuentras con una bandera…Y toda la simbología» ¿Qué ocurre en el Sahara Occidental? «Dado que allí se cuestiona la presencia de Marruecos, la obsesión por los símbolos nacionales resulta todavía más potente». Hammada Saleh denuncia que en los territorios ocupados no es posible manifestarse por la «liberación» (término que prefiere al de «independencia») del Sahara; sólo se puede salir a la calle para gritar «¡Viva el rey!».
Los activistas de Equipe Media Sahara trabajan con empeño en romper el bloqueo mediático mediante vídeos y comunicados. En el presente mes de mayo han denunciado que continúan las detenciones arbitrarias y las «intimidaciones violentas» de la policía marroquí contra los activistas saharauis, «a pesar de la Resolución 2152 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, emitida el 29 de abril de 2014, que subraya la importancia de mejorar el respeto de los derechos humanos en el Sahara Occidental». «Nada ha cambiado».
En los últimos comunicados han hecho visible, por ejemplo, la situación del activista saharaui Ghali Zogham, de 30 años, quien fue «brutalmente golpeado por la policía y las fuerzas auxiliares marroquíes, tras haber izado la bandera de la República Árabe Saharaui Democrática al tejado de un inmueble». Según el comité saharaui de defensa de los derechos humanos en Esmara, los policías rodearon a Zogham y le propinaron tanto patadas como golpes con porras y piedras, en la cabeza y la espalda. El resultado, según la familia de Zougham, heridas en la cabeza y fractura en la pelvis y el fémur izquierdo.
El 11 de mayo, según otro comunicado de Equipe Media, Mohamed Baber fue detenido en casa de un amigo en el barrio Douirat, en el Aaauín ocupado. Testigos presenciales aseguran que los policías golpearon al detenido, quien a continuación fue conducido a la prefectura donde fue torturado. Dos días después Mohamed Baber ingresó en prisión por orden del juez de instrucción, por los cargos de «formación de banda criminal para cometer un crimen contra personas y robo de dinero, además de entorpecer la circulación». Es la misma acusación que se formuló contra Abdaselam Loumadi y Abdel Mouttalib Sarir, dos activista detenidos en enero y febrero después de participar en una manifestación. Otra denuncia correspondiente al 15 de mayo: «Tras la manifestación organizada por la Coordinadora de asociaciones saharauis, las fuerzas de ocupación dirigidas por el comisario Mohamed Ait Omar y por Mohamed Laalji atacaron a los manifestantes y practicaron detenciones». «Mohammed Azat, de 17 años, fue secuestrado por la policía tras los ataques; los policías le llevaron al río Essaguia, donde le torturaron y le dejaron abandonado».
La casuística sería interminable: «El 13 de mayo, en el barrio de El Fateh, una patrulla de la policía marroquí detuvo al militante saharaui Lehmad Mohamed porque llevaba una camiseta de la selección argelina de fútbol. Los policías quisieron forzarle a afirmar que era marroquí. Al negarse, le condujeron en furgoneta hacia Gdaim Izik, en las afueras del Aaiún, donde sufrió torturas».
En la sesión de las jornadas internacionalistas de Acontracorrent dedicada a las luchas juveniles en los pueblos del Norte de África, Hammada Saleh corrobora las informaciones de Equipe Media: «La presencia militar en el Sahara Occidental es abrumadora, pero se lucha día a día contra la ocupación». «El estado policial responde a que saben perfectamente que los saharauis no quieren a Marruecos en su territorio, y menos a su rey». Mediante la proyección de un vídeo, traslada la idea de una presencia muy numerosa de policías de paisano en los territorios ocupados, además de los cuerpos de antidisturbios, «que graban a los manifestantes siempre a escondidas, incluso desde las casas y edificios».
En 1991 el periodista francés Gilles Perrault publicó «Nuestro amigo el rey», libro que sacudió conciencias al revelar el entramado de terror que subyacía al régimen de Hasan II. «Fueron los años de plomo», confirma Hammada Saleh. Con Mohamed VI, hijo de Hasan II y actual monarca, se habla de «apertura», pero, para los saharauis, «la diferencia es que antes de mataba directamente a la gente, mientras que ahora se la tortura y encarcela». Para Marruecos, remata, «el Sahara Occidental es una cuestión nacional e inviolable».
La Campaña Internacional por la Libertad de los Presos Políticos ha pedido al régimen de Marruecos que libere a todos los presos políticos saharauis, en la actualidad 73, que se encuentran encarcelados «por manifestarse pacíficamente a favor de la libertad y la autodeterminación de su pueblo». Los activistas, afirman fuentes de la Campaña, han sido condenados y encarcelados «tras juicios que han llevado a término tribunales carentes de jurisdicción, que no garantizan el derecho a la tutela judicial efectiva, el derecho a la defensa y a un juez independiente». Además, se denuncian las «condenas a penas irracionales, como la cadena perpetua por parte de un tribunal de excepción, como es el tribunal militar marroquí».
Ponen el ejemplo de Yahia Mohamed el Afed, activista por los derechos humanos que lleva 6 años cumpliendo condena (sobre un total de 15) en el centro penitenciario de Aït Melloul, en el sur de Marruecos. «Todo por un delito que no ha cometido». La Campaña explica que, debido a las condiciones en que está cumpliendo la condena, y al trato denigrante que recibe en la prisión, Yahia Mohamed el Afed está realizando la segunda huelga de hambre. A causa de esta acción reivindicativa, «su salud empeora por momentos, y actualmente corre peligro su vida».
En los campos de Tinduf (suroeste de Argelia) viven jóvenes saharauis de tercera generación que nunca han conocido su país. «En medio del desierto, y con miserias de todo tipo», relata Hammada Saleh en las jornadas de Acontracorrent. «Lo importante, ahora, es liberar el territorio, luego se verá la forma de estado», añade. Pero lo cierto es que buena parte de la juventud «está pidiendo la vuelta a las armas; de hecho, existe mucha energía acumulada ante el sufrimiento y la injusticia que se observa en sus hermanos de los territorios ocupados». Hammada Saleh rescata de los anales un hecho esencial: la rúbrica del alto el fuego entre Marruecos y el Frente Polisario en 1991, al amparo de Naciones Unidas, y la determinación de convocar un referéndum, al año siguiente, que el reino alauita ha ido postergando.
El del Sahara es, asimismo, «un conflicto olvidado, que a la comunidad internacional (sobre todo, Estados Unidos, España y Francia) no le interesa resolver». ¿Por qué razón? «Mohamed VI es un rey con mucho poder, que controla a las puertas de Europa aspectos como la inmigración, el tráfico de drogas o el terrorismo». Y esto se utiliza como herramienta de chantaje.
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