Traducido del francés para Rebelión por Caty R.
Expresidenta de la ONG Survie, que lucha contra la «Francáfrica» y sus desmanes en los Estados africanos, Odile Tobner es autora de varios libros sobre África. En esta entrevista se pronuncia sobre la caída del dictador Blaise Compaoré, entre otros asuntos. Según ella, la lucha no ha hecho más que empezar. Y los burkineses deben permanecer vigilantes para que las potencias imperialistas y los patronos de las multinacionales no roben al pueblo su victoria.
Odile Tobner
¿Cómo recibió el derrocamiento y la huida a Costa de Marfil de quien dirigió Burkina Faso con mano de hierro durante 27 años?
Con una gran admiración por los ciudadanos burkineses que tuvieron la valentía de enfrentarse con las manos desnudas a la fuerza de intimidación de un Estado despótico -hubo varias decenas de víctimas- y realmente han sido ellos los que han hecho retroceder al poder demostrando de lo que es capaz un pueblo orgulloso. Al mismo tiempo la huida sin gloria del que traicionó a Thomas Sankara y urdió su asesinato es sin duda gozosa.
¿Cree que existen semejanzas entre la Revolución Burkinesa y la Primavera Árabe que llevó al cambio del poder en Túnez y en Egipto?
Se alude, con razón, a la Primavera Árabe, las situaciones que se engloban en esa denominación son específicas. Burkina puede tener muchas similitudes con Túnez. Existe una población con una auténtica conciencia política capaz de movilizarse por el bien común con determinación. Se hablará del «Octubre Burkinés», símbolo fuerte que recuerda al octubre ruso de 1917, y que viene a redimir el octubre de 1987 del asesinato de Sankara.
¿Compaoré se quedará refugiado en Marruecos, deberán forzarle a volver a Burkina para responder de sus actos o se unirá a Laurent Gbagbo en la Corte Penal Internacional?
La moral y la dignidad exigen que Compaoré responda de sus actos ante la justicia de su país y ante la justicia internacional. Pero sus influyentes protectores le ahorrarán esa suerte, en cambio disfrutará un exilio dorado de dictador venido a menos. Los franceses se encargan de proteger a quien les ha servido bien, ya que ha conservado Burkina Faso y Costa de Marfil en su órbita. Compaoré disfrutará de la impunidad mientras el poder sobre las instituciones internacionales esté en manos de ciertos países. Por otra parte, Costa de Marfil no pudo darle refugio finalmente porque está muy implicado en las desgracias de los marfileños. Al igual que Mobutu, se encuentra en Marruecos.
Se habla del general Gilbert Diendéré, que dirigió el asesinato de Sankara y fue el jefe de la Seguridad de Blaise Compaoré hasta la caída del dictador, ¿podrá volver el país a su camino con una persona semejante, siempre omnipresente en el ejército?
Algunos imaginan todas las intrigas que se van a producir en torno a los nuevos dirigentes, pero cuando se manifiesta el poder del pueblo es difícil imponer soluciones sin su consentimiento. La lucha no ha terminado, no ha hecho más que empezar, para que Burkina tenga un Gobierno que trabaje por el bien de la población.
¿Qué pasará en las elecciones? ¿Los sankaristas tienen alguna oportunidad?
Volvemos a la política de los políticos con sus juegos de ambiciones y alianzas. Pero el pueblo será el árbitro si mantiene el derecho de vigilancia y el control en la celebración de las elecciones, si elige a representantes desinteresados y devotos de su causa.
¿Se puede temer una posible rebelión procedente de Costa de Marfil, donde Compaoré se refugió en primer lugar antes de su partida a Marruecos?
Obviamente se puede contemplar todo. El poder de Costa de Marfil seguramente no es indiferente a lo que ocurre al vecino, al que además está estrechamente vinculado. Pero ya tiene bastante con mantener el orden en su casa. Hemos visto que prudentemente se ha librado de Compaoré para no disgustar a una gran parte de su población.
¿Cuáles cree que deben ser las prioridades de las autoridades responsables de la transición de Burkina Faso?
En primer lugar hay que dar garantías a las aspiraciones de la población. Simbólicamente el Gobierno provisional ha reabierto el expediente de Sankara que Compaoré mantuvo siempre herméticamente cerrado. Esperemos que la investigación no quede en estado simbólico, sino que sea eficaz y concluyente. Pienso que la población también espera grandes cambios económicos, un auténtico desarrollo en la independencia. Y eso será todavía más difícil. La presión popular debe mantenerse firme.
Francia participó activamente sacando del país al presidente derrocado y llevándolo a Yamoussoukro. A partir de esta maniobra, ¿no existe el riesgo de que Francia controle entre bambalinas los acontecimientos y robe la victoria a las masas populares de Burkina faso?
Ciertamente la presencia de Francia es muy visible, en primer lugar por sus fuerzas militares estacionadas en territorio burkinés, lo que le concede un peso sobre los acontecimientos. Y seguramente Francia hará todo lo que pueda para mantener su influencia sobre el Gobierno de Burkina. Si no le gusta un líder puede suscitar que aparezcan opositores entre la clase política que le pongan en aprietos. Es lo que pasa en todos los países ahora que las redes del poder son mundiales. Pero enfrente están los pueblos, que saben lo que viven y lo que no quieren. Hay que contar con ellos. Aunque Francia, con bastante lucidez, desaconsejó a Compaoré la reforma constitucional, expresó abiertamente su deseo de que le dejasen terminar su mandato. Pero ha tenido que doblegarse a la presión popular.
¿El derrocamiento de Blaise Compaoré, principal peón de Francia en la CEDAO, augura el fin de la Francáfrica ya anunciado por Nicolás Sarkozy y recordado por François Hollande durante la campaña electoral tras la que se convirtió en presidente de Francia?
Eso sería demasiado simple. Pero es una señal de la voluntad de los pueblos africanos de decidir su propia suerte. La caída de Compaoré se ha acogido en los países del África francófona con entusiasmo y ha preocupado mucho a los poderes que parecen más fuertes. Los movimientos de protesta se atreven a levantarse en El Chad, en Togo. La represión es brutal, como de costumbre, pero llegará un momento en que será incapaz de mantener sometida a la mayoría de la población. Burkina ha demostrado que el cambio es posible.
Thomas Sankara en la ONU, 4 de octubre de 1984
«Se puede matar a un hombre, pero no las ideas», le gustaba repetir a Thomas Sankara (asesinado en 1987). Y los movimientos sankaristas regresan con fuerza al escenario político burkinés e incluso más allá. ¿Se puede esperar que las ideas del predecesor de Compaoré sobre el final de la Francáfrica, el impago de la deuda… se traduzcan en hechos?
A Thomas Sankara le bastaron algunos discursos y cuatro años en el poder para definir y poner en marcha la política capaz de emancipar a los pueblos colonizados y empobrecidos: gestión rigurosa, economía, sobriedad, autonomía, concienciación, las claves de la prosperidad colectiva e individual. También es necesario un convencimiento colectivo e individual para aproximarse a ese ideal. Hay momentos privilegiados en los que la utopía se concreta, donde una dinámica funciona, pero para eso hace falta un pueblo unido y resuelto.
Desde el principio de la Revolución Burkinesa no se oye a los intelectuales africanos, ¿adónde se han ido?
Escuchemos, las grandes alegrías son silenciosas.
¿Qué enseñanzas deberían aprender los demás pueblos africanos en general de la Revolución de Burkina Faso?
Que todo es posible. Solo hay que dar el primer paso.
En el fondo, ¿cuál es el problema de África, la longevidad en el poder o lo que hacen los gobiernos, sean cortos o largos?
Es un problema universal. Pero la experiencia demuestra a menudo que el genio es breve y la necedad durable más que lo contrario.
A partir del ejemplo burkinés se han oído llamamientos a la alternancia en otros países. Camerún, República Democrática del Congo, Togo, Argelia, Angola… ¿Pero África no necesita más bien alternativas que simples alternancias que se pueden resumir en cambiar a Blaise Compaoré por Compaoré Blaise?
Por supuesto. Raramente existe una democracia real y a menudo lo que hay son democracias de fachada. Los pueblos no deben dejarse engañar por las democracias de fachada para sustituir a las dictaduras desacreditadas.
La ONG Survie, de la que fue presidenta, está reconocida por su lucha contra la Francáfrica. Expulsado Compaoré, ¿podría decirnos cómo han funcionado las redes ocultas de Burkina Faso y Francia durante 27 años?
Tuve el honor de ser la presidenta de Survie de 2005 a 2011. El presidente actual es Fabrice Tarrit. Lo oculto, por definición, está escondido y nadie puede alardear de conocerlo. Lo que se puede constatar son los hechos, las señales, las mentiras, las contradicciones que traicionan pedazos de la realidad escondida que se puede intentar desvelar. Por ejemplo, ¿por qué los políticos franceses que siempre tienen en la boca la «democracia» y «los derechos humanos» se juntan con dictadores criminales?
Survie acaba de publicar un libro con un título muy evocador, Francáfrica, la familia recompuesta. Diplomacia, ejército, empresas. ¿Qué justifica esta recomposición de la asfixiante familia francafricana y qué cambios se esperan sobre el terreno?
La influencia de Francia en África siempre es obvia. Las modalidades de dicha presencia evolucionan, por supuesto, y uno de los factores más dañinos de esa presencia ha sido el terrible estancamiento de los países del África francófona. Durante decenios nada ha cambiado, ni los jefes de Estado ni las infraestructuras. Forzosamente todo se ha deteriorado. Sobre el terreno vienen hoy a injertar eso que se presenta como la lucha contra el terrorismo y en su nombre se implanta una auténtica recolonización. También económicamente hay un expolio de los países. Volvemos a las grandes empresas concesionarias de principios del siglo XX. Superexplotación de recursos mineros y agrícolas, infraequipamientos públicos, escuelas, hospitales, carreteras, todo eso crea situaciones explosivas.
Odile Tobner es profesora de francés, escritora y viuda del escritor Mongo Beti, con quien compartió su vida y su lucha. Con él dirigió, de 1978 a 1991, la revista bimestral Peuples Noirs, peuples Africains. Colaboró en la elaboración del Dictionnaire des Littératures de langue française de J. P. de Beaumarchais, D. Couty y A. Rey (Bordas, 1984). También es coautora, con Mongo Beti d el Dictionnaire de la négritude, (L’ Harmattan, 1989) y en 2007 publicó su último libro, Du racisme français Quatre siècles de Négrophobie (El racismo francés, cuatro siglos de «negrofobia»), ed. Les Arènes. Desde 1993 dirige la «Librairie des peuples Noirs», fundada por Mongo Beti, en Yaoundé, Camerún. Desde 2005 hasta 2011 fue la presidenta de la asociación «Survie», que denuncia la «Francáfrica» (el pacto neocolonial que mantiene los vínculos de las excolonias francesas de África con Francia) y es editora de su revista mensual Billets d’Afrique.
Fuente: http://www.michelcollon.info/La-morale-et-la-dignite-voudraient.html?lang=fr