Durante el último decenio, los EEUU han ido extendiendo discretamente en África su secreto imperio de inteligencia en un marco de rivalidad geopolítica con China
Un libro, recientemente publicado, de Susan Williams titulado White Malice: The CIA and the Covert Recolonization of Africa [Malicia blanca: la CIA y la colonización encubierta de África] nos recuerda que las probables consecuencias de dicha recolonización serán desastrosas.
El libro de Susan Williams actualiza un estudio anterior publicado por Philip Agee, Ellen Ray,William Schaap y Luis Wol, titulado Dirty Work 2: The CIA in Africa [Trabajo sucio 2: La CIA en África]. La autora se centra especialmente en los vínculos entre Ghana y el Congo entre 1957, y el golpe de Estado en Accra de 1966, así como en las estrechas relaciones entre los primeros jefes supremos Kwame Nkrumah y Patrice Lumumba, quien fuera asesinado. También en otros temas candentes.
La profunda penetración de la CIA en África se hacía evidente en el aparente reclutamiento llevado a cabo por parte de la CIA de Barack Obama padre*, un protegido de Tom Mboya, un anticomunista y procapitalista de Kenia que fuera representante africano en la Confederación Internacional de Sindicatos Libres (ICTFU), que recibía fondos secretos de la CIA por medio de la AFL-CIO. Los EEUU intentaban preparar a Mboya para reemplazar al primer ministro keniano Jomo Kenyatta al que se consideraba más izquierdista (para más detalles se puede consultar el libro de Gerald Horne, Mau Mau in Harlem: The U.S. and the Liberation of Kenya, Nueva York, Palgrave McMillan, 2009 [Los Mau Mau en Harlem: : los EEUU y la Liberación de Kenia]. Fue enviado a la Universidad de Hawai. en el marco de un intercambio, estudió luego economía en Harvard, pero su carrera se truncó cuando Mboya fue asesinado en 1969.
Susan Williams señala que la CIA generalmente se ha especializado en el «asesinato y el derrocamiento de gobiernos electos, en sembrar conflictos entre grupos políticos y en la corrupción de políticos, sindicalistas y representantes de los países ante la ONU», unas estrategias clandestinas y coercitivas que se han aplicado en África. Algunas otras estrategias se han basado en formas de «soft power»: el padrinazgo y la infiltración secreta en establecimientos educativos, en empresas artísticas, literarias y en otras organizaciones centradas en África».
«Todas estas formas de actuación secreta”, declaró Frank Church, el demócrata de Idaho que presidió la investigación de la comisión especial del Senado sobre los abusos de la CIA, “no eran sino una cobertura semántica para cometer crímenes, coaccionar, chantajear, corromper, difundir mentiras y cosas aún peores».
Sin embargo, pese a las revelaciones de la investigación del Senado el autor reprocha la «estrecha focalización» de dicho organismo que ha «descuidado negligentemente la operaciones de la CIA en otras partes de África», más allá del Congo. Del mismo modo, las conclusiones de este organismo «se han visto debilitadas por el hecho de apoyarse en testimonios de agentes de la CIA».
La laboriosa autora exploró los archivos de Austria, Bélgica, Ghana, Países Bajos, Portugal, Sudáfrica, Gran Bretaña, Naciones Unidas y también, desde luego, de los EEUU, de modo que amplia la investigación del Congreso de la década de 1970. Sin embargo, sostiene con razón que «los informes publicados en 2017-2018 en virtud de la ley sobre la recopilación de informes sobre el asesinato de JFK contienen una enorme cantidad de información que no se halla en otra parte […] pero que ha sido profundamente expurgada». No obstante, el presidente Biden ha aplazado la publicación de otros informes, por el momento
Aunque los líderes anteriormente mencionados hayan desempeñado un papel destacado en la creación de una solidaridad, no se puede decir lo mismo de las centenas de «afroestadounidenses», por retomar el término con el que se los identifica. Franklin Williams, antiguo dirigente de la NAACP, fue el enviado a Ghana por los EEUU en 1966 cuando Nkrumah fue derrocado y había fuertes sospechas de su complicidad [Pauli Murray una supuesta heroína del movimiento en contra de las leyes segregacionistas Jim Crow en los EEUU fue considerada por un eminente especialista en Ghana “algo más que una baza involuntaria» del imperialismo estadounidense].
La autora dirige igualmente su dedo acusador hacia Horace Mann Bond, padre de otro de los héroes de los derechos civiles: Julian Bond. Algunos intelectuales como, por ejemplo, el novelista Richard Wright y el premio Nobel nigeriano Wole Soyinka fueron aparentemente herramientas involuntarias de la CIA. Incluye asimismo en este círculo de iniquidad a Barack Obama padre (pero lo hace llegar a esas costas en 1962 aunque el presidente nació en 1961).
El imperialismo estadounidense se ha apresurado a aislar y a marginar a quienes, como Paul Robeson, eran prosocialistas y partidarios de una verdadera independencia de África: hubo una profunda penetración en prácticamente todos aquellos sectores de opinión que no formaban parte de su órbita. A fines de la década de 1930 Paul Robeson había sido la punta de lanza de la creación del Consejo de Asuntos Africanos, que a mediados de los 50 se tuvo que disolver debido al acoso del gobierno y fue reemplazado por el Comité Estadounidense de África, el Instituto Afroestadounidese, la Sociedad Estadounidense de Cultura Africana, que si se analizan con los mismos criterios que los usados para señalar a los llamados «frentes comunistas», se podría considerar a estos grupos «frentes de la CIA» (pese al loable trabajo realizado, en particular, por el APECA).
Hasta los precursores del Black Power tenían sus límites, por ejemplo, en 1961 cuando en un impresionante episodio que está filmado la escritora Maya Angelou y otras personas entraron en el edificio de Naciones Unidas en Manhattan para protagonizar una acalorada protesta contra la complicidad de los Estados Unidos en el asesinato del congoleño Patrice Lumumba. Hasta aquí todo era muy militante. Sin embargo, eligieron excluir al camarada más íntimo de Robeson, el dirigente del partido comunista estadounidense Ben Davis, por razones anticomunistas – no mencionadas por la autora – aunque eran sus camaradas en el mundo entero quienes que trataban de preserva la soberanía congoleña y la vida de Lumumba, algo que esos neoyorquinos – al margen de sus buenas intenciones -eran incapaces de hacer. Pero, dado que la autora escribe taxativamente que «está comprobado que el presidente Eisenhower había autorizado el asesinato de Lumumba», la ira de los manifestantes se hallaba bien justificada.
Ese panafricanismo era bilateral: Amilcar Cabral padre fundador de Guinea Bissau, asesinado de manera vil en 1973, evocaba con emoción el funesto destino de los afroamericanos, especialmente luego de la revuelta de agosto de 1965 en Los Angeles, un grito de angustia contra el terror policial : «Estamos con los negros de los Estados Unidos de América», proclamó, “estamos junto a ellos en las calles de Los Angeles y cuando se les priva de toda posibilidad de vivir, sufrimos con ellos».
También había dirigentes sindicales de AFL vinculados a la «CIA», por ejemplo Irving Brown y Jay Lovestone cuya perversidad continúa perturbando la imaginación.
Al recordar al primer especialista estadounidense sobre Angola, el llorado John Marcum, al que «apoyaba financieramente la CIA», Williams demuestra que a menudo va mucho más allá del vínculo Ghana-Congo.
Esta nación del suroeste de África desempeñó un papel determinante en la política regional y continental cuando, en el momento de la independencia en 1975, el régimen invitó a tropas cubanas para que garantizasen su soberanía frente a la posibilidad de una intervención militar de la Sudáfrica del apartheid ayudada por la CIA. Estas tropas permanecieron hasta fines de la década de 1980 y garantizaron la libertad de Namibia en 1990 y de la propia Sudáfrica en 1994.
¿Porqué el imperialismo estadounidense estaba tan decidido a impedir la autodeterminación de África? En parte para apoderarse de los enormes recursos del continente: diamantes, uranio y oro de Sudafricana; petróleo en Angola, etc. Se trataba. Asimismo. de garantizar mano de obra barata, especialmente en la industrializada Sudáfrica, a los fabricantes de automóviles y a los fabricantes de neumáticos estadounidenses, entre otros. Y también se trataba en parte de perturbar a una izquierda africana a que se consideraba demasiado afín a Moscú y a sus aliados.
Lamentablemente, puede que nunca lleguemos a conocer la dimensión de los fraudes a los que recurrió la CIA para alcanzar sus diabólicos objetivos. El hijo de Robeson sospecha que su padre estuvo sometido a “la técnica del lavado de cerebro MKUltra», que incluye el uso de drogas, pero los «expedientes relacionados con el MKUltra fueron destruidos en 1973», precisa la autora.
Deberíamos igualmente saber más sobre la oficina que busca «desencadenar la amnesia por conmoción cerebral». Deberíamos saber también algo más acerca de muchos «suicidios», todos ellos con una metodología similar: todos “cayeron desde algún balcón de algún rascacielos de New York”. Sin embargo, la autora merece nuestro agradecimiento más sincero por su infatigable trabajo que ha salvando una historia que se debe conocer mejor y que contribuirá al fracaso final del imperialismo estadounidense en el asediado continente.
Gerald Horne es titular de la cátedra Moors de Historia y Estudios Afroamericanos en la Universidad de Houston. Su investigación se ha centrado en cuestiones de raza en una variedad de relaciones que incluyen el trabajo, la política, los derechos civiles y la guerra. Obtuvo su doctorado en Historia en la universidad de Columbia y su doctorado en derecho en la universidad de California, Berkeley. Ha escrito 17 libros, entre ellos Black & Brown : Africans and the Mexican Revolution, 1910-1920 (New York University Press, 2005)- Se puede contactar con él en [email protected].
Traducido del inglés al francés por Olinda (Arrêt sur info).
(*) 18 de junio de 1934. Fallecido el 24 de noviembre de 1982 (a la edad de 48 años). Distrito de Rachuonyo, Nyang’oma Kogelo, en la Kenia británica, Nairobi.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.