A veces hay que decir obviedades porque de resultar las cosas tan obvias, acaban por no nombrarse y ganan la categoría de «normal» cuando deberían escandalizarnos.
Salvo el presidente de Ruanda, Paul Kagame, y su régimen, todo el mundo reconoce que Ruanda apoya por completo a la milicia del M-23 que ocupa parte de la República Democrática del Congo (RDC), habiendo desencadenado un conflicto que machaca a cientos de miles de personas. De la misma manera, nadie niega que el propio ejército ruandés ocupa territorio congoleño y actúa en él de manera violenta.
Esta guerra, sin duda, tiene notables diferencias con la de Ucrania: la europea alcanza unos niveles militares y tecnológicos descomunales y representa un peligro geopolítico que podría desencadenar un conflicto mundial mientras que en «la guerra del M-23» el poder del armamento utilizado es mucho más limitado y las consecuencias de un mantenimiento en el tiempo del conflicto difícilmente superaría los límites de la región de los Grandes Lagos.
El pasado martes, durante una rueda de prensa conjunta con el presidente de la RDC, Félix Tshisekedi, de visita en París, el presidente francés Macron decía:
Je l’ai redit au président Kagame dans un échange récent, doit cesser son soutien au M23 et retirer ses forces du territoire congolais ; l’urgence est à la désescalade. (Reiteré al presidente Kagame en un intercambio reciente, debe dejar de apoyar al M23 y retirar sus fuerzas del territorio congoleño; lo urgente es reducir la tensión)
como una manera de dejar claro que no permanece pasivo frente a este conflicto y que «mueve» sus influencias con su gran amigo Paul Kagame. Vaya, que el presidente francés «se había puesto serio» con el ruandés, no fuera a creer el presidente de la RDC, cuyos recursos corteja Francia al igual que el resto del mundo, que no sabía estar en su sitio.
Y aquí empiezan las obviedades, porque mientras Macron «abronca» al líder de Ruanda envía, junto a sus socios, miles de millones de dólares en armamento contra Vladimir Putin, líder de Rusia. Y mientras Francia y la Unión Europea imponen durísimas sanciones económicas a Rusia -incluso con daños para sus propias economías y las de sus pueblos- firman «estrechos acuerdos» comerciales con Ruanda que fortalecen a su régimen.
Porque hablábamos de diferencias entre la guerra de Ucrania y la del M-23 pero hay una similitud en lo más importante de cualquier guerra: el impacto humano. Y en la RDC la violencia del M-23 y Ruanda ha provocado la huida de cientos de miles de personas que ya de por sí vivían en la miseria, refugiados que ningún país del mundo acoge o recibe con los brazos abiertos, sino que caen extenuados en campamentos inhumanos donde muchas de estas personas mueren o son bombardeadas o son violadas o perseguidas. Y esos territorios afectados por esa guerra promovida por Ruanda sufren muerte, desolación y se hunden más aún en un futuro interminable de miseria.
Y todo ello nos lleva a dos grandes obviedades que deberían escandalizarnos, cuando no avergonzarnos, por muy obvias que sean:
– Que la vida de cualquier ucraniano vale mucho más que la de cualquier congoleño
– Y que mientras la guerra de Ucrania compromete el poder, la riqueza y el bienestar de nuestro mundo desarrollado, la guerra que se libra en el este de la RDC lo aumenta, al mantener débil, mísero y desestabilizado un territorio que es presa de nuestra codicia.
Es obvio, es indecente.
Fuente: https://elcongoenespanol.blogspot.com/2024/05/la-obviedad-de-por-que-unas-personas.html