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La culpa de la ruina de los agricultores no la tiene la clase obrera

Fuentes: Rebelión

1.- El capitalismo es un sistema de producción que se sostiene fundamentalmente en dos clases sociales, los dueños del capital, los capitalistas, y los dueños de la fuerza de trabajo, los obreros. En el mercado de trabajo los obreros venden su mercancía, la fuerza de trabajo, a los capitalistas. Ambas clases sociales son irreconciliables, pues el capitalista lo que quiere es comprar las mercancías lo más barato posible para tener el máximo beneficio, lo que resulta más factible cuando en el mercado de trabajo hay una abundante oferta de fuerza de trabajo; mientras que el obrero lo que quiere es que su fuerza de trabajo tenga el mayor precio posible, es decir, ganar buenos salarios: dos objetivos incompatibles, antagónicos, el del capital y el trabajo.

2.- La agricultura, como la industria o la banca, etc., está sometida a las leyes tendenciales del capitalismo; por ejemplo, no escapa de la ley de la concentración y centralización de capitales. Esta se fundamenta en la ruina de los pequeños agricultores que venden sus propiedades a capitalistas, monopolios y latifundistas: Este proceso de desposesión de la tierra se acelera con la modernización de la producción agraria. A partir de la segunda mitad del siglo XX se produce un desplazamiento de ingentes masas de trabajadores del campo a la ciudad, muchos de ellos campesinos que han perdido sus medios de producción. Este proceso continúa en la actualidad por la falta de alternativas laborales en los pueblos, que sufre especialmente nuestra juventud.

3.- Algunas organizaciones patronales agrarias representativas de pequeños y medianos agricultores que sufren en propias carnes las consecuencias de las leyes tendenciales del capitalismo, toman partido del lado de los sectores más reaccionarios del campo extremeño. En este orden de cosas hay que destacar varias cuestiones:

4.- Aquellas no quieren ver que la quiebra económica de los agricultores no es una consecuencia de los salarios de los obreros agrícolas, no son estos quienes aniquilan económica y productivamente a la pequeña y mediana propiedad agrícola, son las políticas de la Unión Europea y del gobierno de España que sumisamente las aplica. Algunas de estas organizaciones han malogrado parte de su credibilidad entre el pequeño campesinado con la fotografía que simbolizaba el sometimiento a los dictados del gobierno de España; su presidente, empujado por el deseo del protagonismo e influencia aceptó los designios del ejecutivo de Pedro Sánchez, renunciando a la lucha y a la rebeldía contra la Unión Europea, entidad supranacional al servicio de las grandes multinacionales y de los países industrializados del Norte europeo.

5.- En el espacio político señalado se mueve el sindicato campesino La UNIÓN. Contrariamente a lo que dicen los sindicatos de trabajadores del campo extremeño y las estadísticas del desempleo de nuestra región, este sindicato agrario actúa como punta de lanza de las demás organizaciones patronales del campo insistiendo en la falta de mano de obra en la agricultura extremeña, y propone como solución desplazar a contingentes de trabajadores sudamericanos que según dicen, son los que mejor se adaptan a las circunstancias laborales de nuestro campo.

6.-Aquel sindicato patronal no propone una política de alianza de clases de jornaleros y pequeños productores agrícolas que destaque la necesidad de una verdadera reforma agraria, que mejore de los precios de los productos agrarios y de los salarios, que desarrolle y evite el vaciamiento del mundo rural, con más y mejor sanidad, educación y servicios públicos, inversiones en infraestructuras físicas, políticas de empleo que hagan posible la vuelta de familias del mundo urbano al rural, sino que se suma a la plegaria general clasista de sectores empresariales que centran su alegato en que la gente no quiere trabajar y prefiere cobrar el paro, el subsidio de desempleo u otras ayudas sociales, o que se pierden profesiones y cosechas.

7.- El convenio colectivo del campo regula la mayoría de las condiciones laborales, salarios, horas, horas extraordinarias, desplazamientos, etc. En esta negociación, las organizaciones patronales, hasta ahora con fuerza para ello, logran que los convenios sean los más favorables a sus intereses, incluso una vez aprobados ofrecen serias resistencias a su aplicación concreta. La UNIÓN es incapaz de considerar que con unas condiciones laborales más favorables que las actuales habría más trabajadores disponibles para el campo, así como que los convenios colectivos hay que aplicarlos en su integridad.

8.- La lucha de clases a lo largo de la historia pone de manifiesto que las mejoras salariales no van a depender de la buena voluntad de los empresarios agrícolas, sino de la fuerza sindical de los obreros del campo. Es difícil imaginar patronos filantrópicos o paternalistas que cuando sus ingresos superan ciertas expectativas redistribuyan parte de estos entre sus obreros, o disminuyan los precios de los bienes y servicios para que las clases trabajadoras puedan vivir mejor. Esto no es óbice para que grandes empresas difundan bondades que tienen con sus empleados que no dejan de ser falacias propagandísticas que no superan un mínimo de verdad, pero necesarias para mantener la supremacía ideológica del capital.

9.- Pero a la vista está lo que se da con frecuencia y se permite en algunos sectores y actividades: el obrero trabaja gratuitamente para el empresario algunas horas más de las que se establecen en los convenios o se firman en los contratos. Muchos trabajadores manuales e intelectuales lo saben por experiencia, la necesidad para hacer frente a las obligaciones materiales, a veces, obliga a trabajar calladamente un exceso de horas por encima del convenio o contrato que no pagan los patrones.

10.- La única manera que tiene la clase obrera de terminar con la explotación laboral y avanzar en las mejoras de sus condiciones laborales es acabando con el capitalismo. La historia de la humanidad está plagada de luchas y revoluciones de las clases subalternas, esclavos, siervos y campesinos que liquidaron los sistemas de dominación esclavista y feudal que precedieron al capitalismo, al igual que el proletariado finiquitará a un sistema que lleva en su seno la desigualdad, la pobreza y la injusticia social. Para ello es necesaria una fuerte organización, independiente y alejada de los sindicatos del régimen que en vez de defender los intereses de los trabajadores son genuflexos ante las patronales.

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