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El legado de Thomas Sankara está vivo en el Sahel

Fuentes: Tricontinental [Imagen: Thomas Sankara en la ONU]

Burkina Faso ha estado atrapado en el subdesarrollo neocolonial durante casi toda su historia postindependencia. ¿Podrá el gobierno de Ibrahim Traoré seguir los pasos de Thomas Sankara y cambiar este rumbo?

En los meses posteriores al golpe de Estado de 1987 en Burkina Faso, que acabó con la vida del presidente Thomas Sankara, serigrafistas de Uagadugú, la capital, comenzaron a producir masivamente camisetas con su rostro estampado. La imagen pronto se difundió por todo el país. Blaise Compaoré, exministro de Justicia de Sankara, gobernó el país hasta 2014. Desde un inicio se sospechó que había orquestado el asesinato, pero no fue sino hasta 2021–2022 que los tribunales burkineses lo declararon culpable. Para entonces ya se había refugiado en Costa de Marfil, donde sigue prófugo. Durante todo su mandato, Compaoré se presentó como seguidor de Sankara, un legado político del que no podía permitirse renegar.

Habiendo ingresado al ejército a los 20 años, Compaoré se convirtió en un estrecho camarada de Sankara y participó en el golpe de Estado de 1983 que lo llevó al poder.  Para quienes no comprendían el poder de la riqueza en un país extraordinariamente pobre, no era previsible que terminaría traicionando a su mentor (solo dos años mayor que él). Compaoré procede de la provincia de Oubritenga, que tiene las tasas de pobreza más altas del país. El proyecto de Sankara buscaba desmantelar el legado colonial de Burkina Faso, comenzando por renombrar al país, que pasó de ser la República del Alto Volta a Burkina Faso, “la tierra del pueblo íntegro”. Compaoré había formado parte de esa lucha. Sin embargo, las ambiciones personales a veces resultan difíciles de entender y suelen convertirse en el flanco débil que explotan los servicios de inteligencia extranjeros.

La política de Burkina Faso ha estado marcada durante mucho tiempo por golpes de Estado, en 1966, 1974, 1980, 1982, 1983, 1987, 2014 y 2022, aunque no existe nada particular en el país que explique esa frecuencia. Desde 1950, al menos 40 de los 54 países de África han experimentado un golpe de Estado, desde el derrocamiento de la monarquía egipcia en julio de 1952 por los Oficiales Libres (liderados por Gamal Abdel Nasser) hasta el golpe de Estado de agosto de 2023 en Gabón, encabezado por el general Brice Oligui Nguema. Un golpe de Estado es solo la manifestación externa de la estructura neocolonial en la que existen estados como Burkina Faso y Gabón. El colonialismo, particularmente en su variante francesa, nunca permitió que el Estado se desarrollara más allá de su aparato represivo ni la formación de una burguesía nacional económica y culturalmente independiente del capital occidental. La ausencia de un Estado desarrollista y de una burguesía independiente significó que las élites de estos países actuaran como intermediarias. Permitieron que empresas extranjeras extrajeran la riqueza nacional, recibieron un modesto pago por ese servicio e impidieron la formación de un genuino proceso político democrático, incluida la democratización de la economía a través de sindicatos. Esta era la trampa neocolonial.

Los países atrapados en esta dinámica no tienen espacio político para superar fácilmente sus realidades de clase internas y su falta de soberanía frente al capital extranjero. Con escasas oportunidades de sustento, muchxs jóvenes de pequeños poblados y zonas rurales se incorporan al ejército. Es en las fuerzas armadas donde pueden analizar las dificultades que atraviesan sus países y, como en el caso de Sankara, gestar ideas progresistas.

La ruptura de Sankara con la historia colonial de su país en 1983 le permitió poner en práctica varias de estas ideas: redistribución de la tierra para fomentar la soberanía alimentaria; nacionalización de los recursos para combatir el saqueo extranjero; alineamientos militares regionales para defenderse de la injerencia imperialista; rechazo de la ayuda exterior que socavaba la soberanía nacional; y el impulso de la unidad nacional y la emancipación de las mujeres. Durante cuatro años, su gobierno llevó adelante este programa revolucionario mientras desafiaba el régimen de deuda y austeridad del Fondo Monetario Internacional. Hasta que fue asesinado.

Discurso de Thomas Sankara en la ONU el 4 de octubre de 1984

Es importante recordar que Blaise Compaoré fue derrocado en 2014 por un levantamiento popular encabezado por habitantes de los non-lotissements [asentamientos informales], movimientos juveniles y otras fuerzas civiles. Ese era el ánimo predominante. Pero la revuelta no logró consolidar el poder y los frutos de la lucha fueron a parar a un débil gobierno civil, grupos militares rivales y, en algunas zonas de Burkina Faso, a facciones de Al Qaeda envalentonadas tras la destrucción del Estado libio en 2011 a manos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Cumplir el mandato de las protestas populares de 2014 fue el objetivo declarado del golpe militar de enero de 2022 del Mouvement patriotique pour la sauvegarde et la restauration [Movimiento Patriótico por la Salvaguardia y la Restauración], MPSR, un grupo de oficiales comprometidos con el legado de Sankara. El MPSR fue dirigido inicialmente por el teniente coronel Paul-Henri Damiba y, tras su derrocamiento en septiembre de 2022, por el capitán Ibrahim Traoré. Parecía, así, que se estaba presenciando la resurrección de la ruptura sankarista.

Desde el Instituto Tricontinental de Investigación Social presentamos nuestro más reciente dossier: El Sahel busca soberanía (agosto de 2025). Investigado y redactado por nuestro equipo panafricano, ofrece un análisis histórico de la situación política no solo de Burkina Faso, sino también de Mali y Níger, hoy unidos como la Alianza de Estados del Sahel (AES). La palabra “soberanía” en el título define nuestro planteamiento: por más elecciones que hayan celebrado estos países en el pasado, estas no profundizaron el potencial democrático en sus sociedades ni fortalecieron sus economías frente a la influencia extranjera. Los tres Estados de la AES son ricos en minas de oro y Níger en particular posee yellowcake de uranio (concentrado del mineral de alta calidad). Sin embargo, ninguno ha logrado controlar plenamente sus recursos o instituciones económicas, subordinadas como han estado al sistema monetario francés y a las corporaciones occidentales.

No hace falta una dictadura política abierta para asfixiar la soberanía de un país como Burkina Faso: Compaoré ganó elecciones con el 100% de los votos en 1991, el 90% en 1998 y el 80% en 2005 y 2010, pero estos resultados fueron flagrantemente antidemocráticos. El MPSR, que retoma el proyecto de Sankara y el espíritu de las protestas de 2014, es mucho más democrático que el sistema que eligió a Compaoré.

El levantamiento de 2014 en Burkina no solo surgió de los non-lotissements, sino también de los clubes nocturnos. En 2013, el artista de reggae Sams’K Le Jah (Karim Sama) y el rapero Smockey (Serge Bambara) fundaron Le Balai Citoyen [La Escoba Ciudadana], un movimiento de base cuyo nombre evocaba las campañas de limpieza cívica de Sankara y su compromiso por barrer a la vieja élite y al capital extranjero. En los clubes nocturnos del país, Sams’K Le Jah enarbolaba el legado de Sankara con estas palabras:

Sankara, Sankara, mi presidente,

Sankara, Sankara, de Burkina.

Llegó como un hombre íntegro para construir y dignificar África.

Tu sacrificio supremo, le dio sentido a mi vida.

Tu sangre es la savia que nutre para siempre nuestra esperanza de un África digna.

Fuente: https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/boletin-burkina-faso-neocolonialismo/