La conmoción generada por la demostración de poder chino en Tianjin y Beijing, primero a nivel diplomático y luego a nivel militar, fue enorme. La realidad, innegable ya, es que China es uno de los grandes referentes mundiales actuales y que la transición de sus excepcionales capacidades económicas a otras dimensiones se está acelerando de forma contundente. Lo que Xi Jinping anunció es que, a partir de ahora, esta China tendrá una mayor presencia en la gobernanza de los asuntos globales.
Pero la transformación de China en las últimas décadas no debería haber sorprender tanto. Es asombrosa, sí, considerando que ha completado en muy poco tiempo un camino que a otros países les llevó siglos, pero lo verdaderamente anormal fha sido su estado de decadencia.
Durante casi 18 de los últimos 20 siglos, China ha sido la principal economía mundial en términos de PIB (ajustado a precios históricos comparativos). Desde la dinastía Han (siglos II a. n.e. – siglo II), pasando por la dinastía Tang (siglos VII-X), la dinastía Song (siglos X-XIII) y, especialmente, las dinastías Ming y Qing (hasta el siglo XVIII), China fue la mayor economía del mundo. Según las estimaciones del historiador Angus Maddison, hasta alrededor de 1820, China representaba aproximadamente un tercio de la riqueza mundial. Solo perdió claramente esta posición hegemónica tras la Revolución Industrial en Europa y las Guerras del Opio (mediados del siglo XIX).
Otro mito es el científico. El bioquímico británico Joseph Needham necesitó una enciclopedia completa de 27 volúmenes para inventariar las contribuciones científicas y tecnológicas de la antigua China al mundo, destacando en las matemáticas, la astronomía, la medicina, la física y la ingeniería. Needham desmintió la idea, aún extendida, de que la ciencia es un producto exclusivamente occidental.
De igual manera, China fue históricamente una gran potencia militar, pero no una potencia imperial global como Roma o Gran Bretaña. Su poderío militar estaba vinculado sobre todo a la protección de su territorio, con momentos de gran innovación y dominio en Asia. Su relevancia histórica es más defensiva que expansionista: la mayor parte de su gasto y despliegue militar se destinó a resistir invasiones externas en lugar de a conquistar el extranjero. China aportó inventos clave al arte militar mundial (pólvora, brújula, ballestas avanzadas, cohetes primitivos). Pero también es relevante a nivel conceptual. El Arte de la Guerra de Sun Zi probablemente goza de mayor impacto global que el propio Vom Kriege de Clausewitz.
Esta trayectoria histórica y cultural es de gran relevancia hoy en día al analizar China e incluso para predecir su rumbo. En primer lugar, porque estos parámetros son sin duda indispensables para profundizar en un análisis imparcial de lo que China representa, pero también del futuro previsible de la política china, en la medida en que sus líderes son muy conscientes de este contexto histórico; en segundo lugar, porque debería inculcarnos una modestia elemental al tratar con este país. Lo anormal no es que China exija hoy una participación en la gobernanza global proporcional a lo que representa, sino que se le niegue porque tiene suficiente poder para decir que no. Y, finalmente, debemos sopesarlo todo cuando el hipotético afán conspirativo de desplazar a Estados Unidos y Occidente de la hegemonía global se argumenta precisamente como coartada para defenderla con capa… y espada.
Lo lógico y racional no es negarle a China un papel significativo en la actualización y adaptación de un orden instaurado hace ochenta años, cuando el mundo actual se ha alterado notablemente. Ni los aranceles ni el aumento del gasto militar impedirán que lo que fue normal durante siglos acabe por materializarse finalmente. A menos que China, internamente, vuelva a extraviarse. Influir sustancialmente desde el exterior, por un medio u otro, será cada vez más difícil. Eso a pesar de que la gran ruptura de la China actual con todo ese pasado es una alargada interdependencia que contrasta marcadamente con aquel internamiento voluntario dentro de la Gran Muralla, un abandono del mundo exterior que precisamente desencadenó la pérdida de su primacía global. En verdad, y para siempre, aprendieron la lección.
Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China
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