La guerra no se ve, ni se oye, ni huele en las calles de este país. A pesar de que se cumplió el noveno aniversario de la guerra estadounidense en Afganistán -la más larga en la historia de este país- ese conflicto no está en el centro de la atención pública, a menos que uno […]
La guerra no se ve, ni se oye, ni huele en las calles de este país. A pesar de que se cumplió el noveno aniversario de la guerra estadounidense en Afganistán -la más larga en la historia de este país- ese conflicto no está en el centro de la atención pública, a menos que uno sea veterano, familiar de algún soldado, o un político que de pronto se siente obligado a visitar a los miles de heridos física y mentalmente como resultado de una invasión a un país que -desde tiempos de Gengis Khan- ha sido conocido como el «cementerio de los imperios».
No hubo ninguna declaración ni acto oficial para marcar el noveno aniversario, y la mayoría de los medios tampoco resaltaron el hecho.
El 7 de octubre de 2001 Estados Unidos realizó una serie de ataques aéreos sobre Afganistán. Nueve años después nadie es capaz de apostar que los objetivos iniciales de esta guerra estén más cerca de cumplirse. De hecho, hay indicios de que Washington acepta propuestas para una negociación indirecta con el talibán.
Herencia de Bush asumida por Obama
Para el presidente Barack Obama la coyuntura actual determinará si su estrategia será efectiva al llegar las cerca de 30 mil tropas más que decidió enviar, elevando el total a unos 100 mil. Con esto ya pasa de ser una guerra que heredó de George W. Bush a una que ahora es su responsabilidad.
Por ahora, se registra el nivel más alto de bajas estadounidenses y de otras fuerzas de la OTAN desde 2001; hasta la fecha más de mil 220 militares estadounidenses han muerto (unos 2 mil de las fuerzas del OTAN en total). Unos 120 militares estadounidenses murieron en julio y agosto, y más en los primeros ocho meses de 2010, que el total de 2009; mientras tanto se han multiplicado los ataques contra ellos.
A la vez, la filtración en julio de decenas de miles de documentos oficiales secretos en el sitio Wikileaks, reveló la matanza de cientos de civiles por fuerzas de la OTAN encabezadas por Estados Unidos en incidentes que no se habían reportado, la creciente intensidad de la contraofensiva del talibán, y la creciente preocupación entre el mando militar de que Pakistán se está volviendo parte cada vez más peligrosa del conflicto.
Por otro lado, hoy el presidente del Comité de Servicios Armados del Senado, Carl Levin, emitió un informe con los resultados de una investigación de un año elaborada por el comité que reporta sobre un número de contratistas de seguridad privada en Afganistán que han canalizado sus fondos estadounidenses a jefes paramilitares y caudillos afganos.
Éstos, según Levin, «están vinculados a asesinatos, secuestros, sobornos y actividades protalibán y anticoalición (OTAN)». Subrayó que «muy frecuentemente nuestra dependencia de contratistas de seguridad privada en Afganistán ha fortalecido a los jefes de guerra e interlocutores de poder operando fuera del control del gobierno afgano. Hay pruebas significativas de que algunos de los contratistas de seguridad trabajan incluso contra nuestras fuerzas de la coalición, creando la misma amenaza para la que fueron contratados para combatir». Indicó que según las cifras del Pentágono existían 26 mil trabajadores contratistas de seguridad privada operando en Afganistán, casi todos afganos y todos armados.
«Con el número más alto de muertes civiles y militares este año y con la fracasada reciente elección, queda claro que la estrategia militar del gobierno de Obama está fracasando. Los estadounidenses no pueden gastar más sangre y tesoro….», afirmó Paul Kawija Martin, director de políticas de Peace Action, una de las agrupaciones antiguerra más grandes de Estados Unidos, señalando que debería haber un giro en la estrategia hacia soluciones políticas y diplomáticas.
Una encuesta de CNN a finales de septiembre registró que casi 6 de cada 10 estadounidenses se oponen a la guerra (cerca de 90 por ciento la apoyaba en octubre de 2001). Peor aún, sólo 20 por ciento de demócratas -el partido de Obama- apoya la guerra. Sólo 44 por ciento opina que las cosas proceden bien para Estados Unidos en Afganistán, de 55 por ciento que opinaba eso en marzo de este año.
Y no hay consenso, y mucho menos afirmaciones oficiales, de que la estrategia actual generará algún fruto positivo para Estados Unidos. Con la reducción de apoyo popular en casa, cada vez menos respaldo en el ámbito internacional (las tropas de Holanda ya fueron retiradas y serán seguidas por las de Canadá), con la situación interna de Afganistán en caos y un gobierno no sólo corrupto sino con poca legitimidad, y con todo indicando que Pakistán representa un grave problema sin solución visible en la batalla contra el talibán y Al Qaeda, el décimo año de esta guerra no augura bien para Washington.
Fuente: http://www.socialismo-o-barbarie.org/medio_oriente_nuevo/101011_afpak_a_comienzaanio10.htm#gani