El próximo 9 de enero tendrá lugar el referéndum de independencia en el sur de Sudán, y si logra el voto favorable del 60% de la población (algo que la mayoría de los analistas coinciden en que sucederá), el continente africano aportará el nuevo estado de Sudán del Sur al puzzle estatal mundial. La consulta […]
El próximo 9 de enero tendrá lugar el referéndum de independencia en el sur de Sudán, y si logra el voto favorable del 60% de la población (algo que la mayoría de los analistas coinciden en que sucederá), el continente africano aportará el nuevo estado de Sudán del Sur al puzzle estatal mundial.
La consulta independentista es el fruto del Acuerdo General de Paz (CPA) que en 2005 puso fin a la guerra entre el norte y sur del actual Sudán, y que ya entonces, con el respaldo de la llamada comunidad internacional, fijaba un plazo para dicha convocatoria que tendrá finalmente lugar estos días.
Son muchas las fuentes que apuntan a la actitud colonialista de los británicos como punto de partida del conflicto moderno que ha vivido Sudán en las últimas décadas. Estos, gobernaron el norte y el sur como dos entidades separadas, pero sin materializar la creación de dos estados independientes, y como apunta un profesor retirado de Malakal, «el sufrimiento de los sureños se creó en la época colonial».
En los últimos momentos de la época colonial y tras la independencia, la población del sur percibe la nueva situación como el cambio del dominio europeo por el árabe, y mayoritariamente optaron por la lucha en busca de un mejor acuerdo. Desde el norte, se recibieron ya entonces un sinfín de promesas (desarrollo parejo de ambas regiones, «sistema autónomo en el sur») que se fueron quedando en papel mojado, una actitud que han ido repitiendo los diferentes líderes norteños a la largo de estos años.
Pero la élite del norte fue más allá, y no dudaron en inundar el sur con profesores árabes, junto a clérigos musulmanes, comerciantes, policías y militares, con el claro propósito de hacer de Sudán del Sur una provincia más, al tiempo que se arabizaba e islamizaba la región.
Con el paso de los años, y con las dirigentes guerras habidas, los dirigentes de Jartum han utilizado el mal llamado «problema del sur» en sus pugnas internas por el poder, y los llamamientos a la «unidad» de Sudán han venido de la mano de «soluciones» militares y maniobras para desestabilizar el sur.
Por ello no debe extrañar que las calles del sur estén llenas de carteles con eslóganes como «La unidad a la fuerza es esclavitud»,»La separación trae la paz» o «El referéndum es la oportunidad de oro para tu total independencia».
El proceso post-referéndum no va a estar exento de dificultades. Tanto a nivel interno como de cara a las relaciones entre norte y sur, sin olvidar tampoco las reacciones que puedan darse entre los principales actores extranjeros, más pendientes de sus propios intereses que de los de las poblaciones locales.
En clave interna, los retos que deberá afrontar el nuevo estado de Sudán del Sur son muchos y muy importantes, algunos además dependen en buena medida de los acuerdos con el norte, sobre todo en la gestión y reparto de las riquezas petrolíferas que mayoritariamente se encuentran en el sur. Como señalan los líderes independentistas, el referéndum es el comienzo de un nuevo camino que deberemos asfaltar entre todos. Aspectos simbólicos (el nombre del país), las relaciones con el conjunto del continente africano, el desarrollo de sectores básicos como alimentación, educación e infraestructuras, serán algunos de los retos más inminentes.
Probablemente en el nuevo escenario que se generará a partir del próximo domingo, las relaciones entre norte y sur serán las que más peso condicionador puedan presentar. Asuntos como la delimitación de las fronteras entre ambos estados, sobre todo los que afectan a Abyei, Kordofan sur y el Nilo Azul, zonas todas ellas muy ricas (petróleo, agua, oleoductos) y altamente militarizadas, donde los dirigentes del norte no han dudado en utilizar la baza tribal para provocar enfrentamientos y dificultar el proceso. Hay que recordar además, que el día del referéndum, en Abyei tendrá lugar otra votación para decidir si integrarse en el sur o permanecer en el norte, pero la falta de entendimiento ha obligado a aplazarlo.
Otro aspecto clave será la situación que tendrán que afrontar los ciudadanos del sur en el norte y viceversa. En el primer caso la minoría sureña que permanece en el norte puede tener serias dificultades tras las declaraciones de los dirigentes de Jartum de aplicar la sharia en caso de separación.
También habrá que ver las negociaciones en torno al reparto y control de las riquezas petrolíferas (entre el 82 y 95% de los pozos se encuentran el sur, pero de momento la única vía de exportación pasa por el norte); la posición del nuevo estado del sur en torno a los acuerdos sobre el agua que tienen Sudán y Egipto; la división de la deuda que a día de hoy tienen Sudán (una amenaza que el norte utiliza para condicionar el futuro independiente del sur); los acuerdos que permitan la movilidad de los grupos de pastores; o temas como la moneda, los acuerdos internacionales y la seguridad y desmilitarización de algunas zonas.
La reacción de terceros actores también hay que tenerla en cuenta. Por un lado nos encontramos con el temor ya manifestado por algunos dirigentes africanos ante el precedente que se puede dar tras la independencia de Sudán del Sur. Ya en 1993, cuando Eritrea logro su independencia, se oyeron quejas similares, y es que muchos estados africanos no quieren no oír hablar de un cambio de las actuales fronteras en el continente, herencia de una disposición colonialista que en muchos casos ha sido uno de los motivos de guerras y enfrentamientos más crueles de las últimas décadas.
Esos líderes temen que las reivindicaciones nacionales de Somalilandia, del Sahara Occidental, de Casamance, Cabinda o Zanzíbar se reactiven o ganen aún más fuerza, y todo ello lleve a una alteración sustancial de las actuales fronteras africanas. Poco o nada dicen esos mismos líderes del derecho a la libre determinación de los pueblos anteriormente mencionados, ya que de aplicarse dicho derecho verían seriamente mermados sus privilegios actuales algunos de los estados afectados.
La actitud de la llamada comunidad internacional también tendrá su peso. Si bien es cierto que ésta ha impulsado el acuerdo de paz y el referéndum, habrá que ver la posición de cada uno de los principales actores a la hora de afrontar sus propios intereses. China, India, Rusia, EEUU y algunos estados europeos llevan tiempo «invirtiendo» en la industria del petróleo o en agricultura, y todo hace indicar que su posición se basará en ese balance hacia sus ganancias, aunque oficialmente no será nada fácil que alguno de ellos se oponga al resultado final.
Una posible «víctima colateral» la encontramos en Darfur. Las negociaciones de paz en esta zona han fracasado, tras la ausencia de los principales grupos rebeldes, y la situación se ha venido deteriorando en las últimas semanas. Enfrentamientos entre rebeldes y tropas de Jartum, se han visto acompañados de luchas entre partidarios y detractores del proceso de Doha en los campos de refugiados.
Desde Darfur algunas fuentes manifiestan su temor a que tras el referéndum, este conflicto pase a segundo plano, o se presente como una ?guerra de baja intensidad? asumible por la comunidad internacional. Otros apuntan que la creación de un nuevo estado puede dar impulso también a las demandas secesionistas de Darfur, con fuertes raíces históricas (fue incorporado a Sudán en 1916) y sociales (discriminación y opresión de las élites norteñas).
La historia de Sudán del Sur ha estado caracterizad en las últimas décadas por la colonización, la explotación, la marginación y el engaño con falsas promesas por parte de diferentes «poderes extranjeros», primero los británicos, posteriormente las fuerzas anglo-egipcias y finalmente las élites del norte.
En los últimos años, desde Jartum se ha declarado la jihad contra el sur, se ha intentado implantar la sharia en todo el país, sin respetar las diferencias que existían, se ha desarrollado una marginación económica y política hacia el sur, apostado por políticas de división, se han incumplido la mayoría de los acuerdos y se ha implantado una cultura de impunidad de los dirigentes del norte. Con esos datos, «¿a quién le quedan ganas de permanecer unidos?», se preguntan los sureños.
Los partidarios de la independencia, no obstante, apuntan que la separación está inspirada más allá de esas quejas y realidades discriminatorias para su pueblo, y que no desean una separación como «fruto de la frustración y desesperanza».
En ese sentido han señalado que «nosotros, el pueblo de Sudán del Sur, para la conservación de la vida humana, la libertad y la dignidad, ahora y para la posteridad, declaramos nuestra separación de Sudán, y establecemos de esta manera la República de Sudán del Sur, donde los derechos inalienables son el fundamento y serán permanentemente protegidos y promovidos».
Desde Sudán del Sur se manda un claro mensaje de esperanza «que se sepa en todo el mundo que una república de la libertad y la igualdad nace en el continente africano. Que se sepa que esta república es sinónimo de libertad y está en contra de la tiranía, nacional o extranjera. Que se sepa que nuestra nación ha nacido!».
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
http://www.gara.net/paperezkoa/20110108/241912/es/A-puertas-nacimiento–nuevo-Estado
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