Traducido del frances para Rebelión por Carmen García Flores.
La deuda constituye desde la segunda mitad del siglo XIX la piedra angular de la dominación extranjera en Túnez; en este sentido es un dato fundamental de su historia contemporánea. Y juega aquí un papel antinacional, antidemocrático y antisocial.
Esta dominación ha terminado por empujar a las clases populares a la revuelta. No les hizo falta más que 29 días para conseguir la caída del dictador, garante de la estabilidad del orden capitalista, y ahora se debe terminar con el propio régimen de dominación para poder disponer libremente de sí mismos y liberar su propio futuro.
Pero, dos años después de la huida del dictador, la tarea se revela tan compleja como difícil, especialmente por la debilidad de la conciencia de clase de los oprimidos, la quiebra de las organizaciones revolucionarias, la virulencia del enemigo de clase y la importancia de los intereses económicos y estratégicos en juego que sobrepasan ampliamente el marco de Túnez.
La deuda casa bien con la dominación colonialista
La deuda constituye uno de los pilares del régimen de dominación. Es el cuchillo en el cuello que obliga a Túnez a someterse a los intereses del capital globalizado y de las finanzas mundiales. Destruir el mecanismo de la deuda constituye, pues, una de las labores revolucionarias esenciales en el camino hacia la superación del orden establecido de dominación capitalista.
1864-1881: la deuda como requisito previo para la colonización
La revuelta popular de 1864 contra la decisión del Bey de doblar los impuestos, y la feroz represión que le siguió, agravaron los problemas de tesorería del estado del Bey. Tras haber conducido a Túnez a la ruina, el régimen beylical se vuelve hacia los acreedores extranjeros, especialmente franceses, para financiarse.
En 1869, los acreedores extranjeros, aprovechándose de la primera crisis de la deuda en Túnez, establecieron una «Comisión financiera» tripartita (francesa, italiana e inglesa) que sometió las finanzas del estado a su control directo.
1881-1956: la colonización, un régimen de dominación, de explotación y de pillaje
Bastó medio siglo para que Túnez cayera, como un fruto maduro, entre las manos del imperialismo francés. La deuda fue el principal instrumento económico de este proceso colonial.
Desde 1881 hasta 1956, el Estado francés se apropió de Túnez a cuenta del capital francés. La administración colonial que se estableció pasa a tener una misión esencial: el mantenimiento por la fuerza armada del orden colonial, la ordenación territorial local y la organización de la sociedad según las necesidades de la explotación y el pillaje capitalista. El coste financiero del régimen colonial recayó enteramente sobre Túnez. La sociedad colonizada pagó los gastos de su propia explotación.
Fracaso del proceso de descolonización 1956-1987: Tentativa de transición nacionalista democrática
El nuevo estado, salido de un largo proceso histórico en el que se combina la lucha política, incluso armada, y las negociaciones, se centra en «el establecimiento de la soberanía nacional»: promulgación del Código del estatuto personal [2] en 1956, proclamación de la república en 1957, emisión de la moneda nacional en 1958, creación del BNT (Banco, Nacional de Túnez) y del dinar y promulgación de una Constitución en 1959, evacuación de la base militar francesa de Bizerta en 1963, promulgación de la ley llamada de «la evacuación agrícola» en 1964 [3], y adopción de medidas económicas de inspiración socialista.
Esta voluntad manifiesta de independencia supuso a menudo una fuente de tensiones más o menos violentas con el estado francés. En primer lugar, con la creación del BNT y el dinar; después, con la demanda de retrocesión de los territorios agrícolas de los que los colonos se habían apropiado en masa bajo el régimen colonial. La manera en la que se reguló esta cuestión ilustra bien los límites de las reivindicaciones nacionalistas del poder local pequeño-burgués. En efecto, frente a la demora, incluso el rechazo, del Estado francés en complacer a Bourguiba éste último terminó por aceptar las condiciones francesas: comprar progresivamente las tierras tunecinas con el dinero de la deuda que el Estado francés acordó. Las tensiones perduran en febrero de 1958, cuando el ejército francés lanza un ataque aéreo sobre la ciudad fronteriza de Sakiet Sidi Youssef en represalia contra el apoyo de los tunecinos a los combatientes argelinos del FLN. El balance fue de 75 muertos y 148 heridos entre los civiles, entre los que había una docena de estudiantes de una escuela primaria. Finalmente, la crisis del verano de 1961 por la base naval militar que el Estado francés mantuvo en Bizerta, se transformó en un conflicto armado que supuso la muerte de un millar de personas, especialmente de civiles tunecinos, y la evacuación de esta base por el ejército francés el 15 de octubre de 1963.
A pesar de estas tensiones, el Estado tunecino jamás se cuestionó la sumisión de Túnez a la antigua metrópolis colonial. Estas relaciones dominante/dominado son rebautizadas como «relaciones de amistad y cooperación»: por un lado el Estado francés proporciona la ayuda económica y financiera y por otra parte el Estado tunecino solicita esta ayuda para las necesidades del desarrollo nacional.
Bourguiba siempre sostuvo la idea de que Túnez no podría desarrollarse sin la ayuda financiera y económica de Francia y de Occidente en general. En su pensamiento, mantener «relaciones estrechas» con la antigua metrópoli colonial, incluso reforzarlas, no era contradictorio con el desarrollo de la descolonización. Esto es lo que explica el hecho de que, a pesar de su voluntad manifiesta de independencia nacional, se fuera poco a poco acomodando a la tutela del Estado francés.
Tras la independencia de 1956, la deuda adopta una nueva forma. Ya no es gestionada directamente por el Estado colonial, sino que se convierte en responsabilidad del Estado nacional/postcolonial. A partir de una herramienta de explotación colonial en provecho del capital francés, la deuda se transforma en una supuesta herramienta para financiar el desarrollo. Esta legitimación fue asegurada en gran parte por la «economía del desarrollo», que a menudo ha servido de cobertura ideológica al neocolonialismo.
Según esta teoría, Túnez sufre una enfermedad crónica debido a la falta de ahorro local. Y por ello es incapaz de financiarse su propio desarrollo. La deuda se presenta como el remedio ideal al mal del «subdesarrollo».
Entre 1956 y 1987 el coste de la deuda resulta soportable; las transferencias financieras netas [4] sobre la deuda supusieron para Túnez unos cinco mil millones de dinares. En fin, la deuda a lo largo de este periodo jugó un papel económico excesivamente limitado, y por consiguiente no pesó mucho sobre la naturaleza de la financiación global de la economía local. Pero su papel político consistía sobre todo en conservar la economía tunecina en la órbita de la de Francia.
Durante los años sesenta y sobre todo durante los setenta, el proceso de «transición nacional democrática» comenzó a mostrar signos evidentes de estancamiento. Esta tendencia se confirmó más tarde, suscitando al mismo tiempo las tensiones sociales y acelerando las derivas dictatoriales y la degeneración burocrática del estado burguibista: represión violenta de la primera tentativa de amenaza de huelga general nacional en 1978, adopción de una política de austeridad neoliberal; precintado de la central sindical obrera en 1985, etc.
La crisis se transformó, durante la segunda mitad de la década de los ochenta, en el fracaso del sistema, bajo los efectos combinados de sus propias contradicciones, inherentes a la naturaleza de clase pequeño-burguesa de un país bajo dominación imperialista y bajo las presiones que ejercía la mundialización capitalista neoliberal.
Frente a este fracaso, la burguesía local tira la toalla y cede el control a las instituciones financieras internacionales (FIF) y a la Comisión Europea. En el nuevo contexto de la mundialización capitalista neoliberal, el capital global usa armas económicas en su guerra contra los pueblos del Sur, pero también, cada vez más, contra los del Norte. La deuda se convierte en una herramienta económica y política principal de dominación, de pillaje y de explotación a escala planetaria.
El período que se extiende desde enero de 1984 (revuelta del pan) hasta el 7 de noviembre de 1987 (golpe de estado de Ben Alí) fue determinante para la evolución económica de Túnez durante el cuarto de siglo siguiente. El fracaso del modelo capitalista dependiente y planificado por un Estado-patrón no tuvo respuesta. Una posición rentista y un endeudamiento exterior apoyados por una orientación económica semi-liberal, permitieron a este modelo conocer durante los años setenta una relativa prosperidad. Pero su crisis global mostró los límites del sistema y la incapacidad de la burguesía local y de su burocracia de Estado para romper los lazos de dominación.
Durante este periodo de crisis abierta del régimen, el papel de las clases populares y más particularmente de la clase obrera no fue decisivo. Fue también el caso de las organizaciones políticas de la izquierda. La burguesía local pudo pues, trocar con las fuerzas imperialistas su mantenimiento en el poder, contra la poca soberanía nacional que había sido arrancada tan duramente desde 1956.
El mantenimiento del régimen capitalista dependiente en Túnez, y su reestructuración en provecho de las transacciones y de la financiación internacional, necesitó la ampliación y profundización del carácter dictatorial del régimen que fue posible gracias al golpe de Estado de 1987.
1987-2010: la recolonización de Túnez
Aprovechándose del fracaso de la transición nacionalista democrática, los IFI y la Comisión Europea impusieron la dictadura de los mercados en Túnez: austeridad para las clases populares y provecho máximo para el capital mundial y sus auxiliares locales. Concretamente, esto significa la capitulación política de la burguesía local, la reapropiación colonial de toda la economía tunecina y la sangría del cuerpo social. En los últimos 23 años, Ben Alí fue el perro guardián de esta economía.
Desde el plano económico, la reestructuración capitalista neoliberal de la economía local permitió una ampliación sin precedentes de la esfera de la economía colonial. De las 8107 empresas [6] activas en los sectores de la industria y los servicios en 2011, aproximadamente el 51% estaban bajo el control directo del capital mundial. En el 21,3% de estas empresas, el capital provenía del extranjero al 100% y empleaban el 35% del conjunto de activos ocupados en los dos sectores. El capital francés estaba ampliamente a la cabeza con el 42% de las empresas totalmente extranjeras que operaban en Túnez, seguido del capital italiano con el 26,4%. Les seguían los capitales alemán (6,4%) y belga (5,9%). Estos cuatro poseían el 81% del capital extranjero que operaba en Túnez en la industria y los servicios. Su especialización era la sub-contrata, especialmente en las actividades textiles y relacionadas con el cuero y las actividades mecánicas y eléctricas. Esta economía colonial, orientada casi exclusivamente hacia el mercado exterior, realizó el 63,4% del valor total de las exportaciones llamadas «tunecinas» en el curso de los siete primeros meses de 2012. Túnez es un asunto jugoso para el capital extranjero: costes de explotación reducidos al máximo y beneficios eximidos al 100% de impuestos, con libertad de su traspaso total hacia el país de origen.
Las condiciones de existencia, de estabilidad y de extensión de la economía colonial en Túnez son la causa de los graves problemas políticos, económicos, sociales, culturales y medioambientales. Para ocultar este drama social y ecológico, se han puesto en práctica muchos subterfugios, maquillajes y estratagemas.
Primeramente, la propaganda del régimen alaba los méritos de una economía dinámica, abierta y que realiza una media de crecimiento del 5% desde el comienzo de la contrarrevolución capitalista neoliberal en 1987. Este discurso, que focaliza los resultados en términos de competitividad, de apertura y de crecimiento económico, ha sido difundido en el exterior por los representantes de los intereses imperialistas, especialmente la Comisión europea y los IFI.
Asimismo, la propaganda del régimen dispuso de redes para difundir la imagen de un país estable, serio y moderno. Esto fue facilitado por la débil protesta social del régimen, el apoyo casi incondicional de la burocracia sindical durante la dictadura, la aceptación por la casi totalidad de la oposición política de la perspectiva de una transición democrática lenta y negociada del poder político, y finalmente la imagen de un país estable, que cada año recibe millones de turistas europeos, en una «región de riesgo». Por último, la gravedad de la crisis social y medioambiental es astutamente ocultada por las estadísticas falsificadas, y por un discurso oficial que proclama su adhesión a los derechos humanos y a las adquisiciones sociales (educación, sanidad, vivienda, derechos de la mujer…).
Cuando Ben Alí tomó el poder en 1987, Túnez tenía una deuda de aproximadamente cinco mil millones de dinares; cuando fue derrocado, la deuda ascendía a treinta mil millones. Los flujos financieros totales a título de deuda, que transitaron a través de una administración local corrupta supusieron ciento cincuenta mil millones de dinares [7] ¿Para qué sirvió todo este dinero?
La deuda sirve exclusivamente a los intereses de la economía colonial, que se asegura los flujos suficientes de divisas extranjeras [8] para garantizar, especialmente, el pago del servicio de la deuda, la financiación de la repatriación de los dividendos sobre el mercado local, el pago de las infraestructuras y de las importaciones de equipamientos y las materias primas necesarias para el buen funcionamiento de esta economía y la financiación del poder despótico.
Entre 1987 y 2010, la transferencia financiera neta, solo a título de deuda a medio y largo plazo fue negativa en más de siete mil millones de dinares. En otra palabras, Túnez ha pagado más de lo que ha recibido. Ha sido exportador neto de capitales de préstamos. En consecuencia, el Estado se ha visto obligado a reservar una parte que no cesaba de crecer, de sus ingresos fiscales para pagar el servicio de la deuda.
Este endeudamiento no mejoró las condiciones de vida de la gran mayoría de los tunecinos, y la fortuna colosal acumulada por el clan Ben Alí en 23 años de poder demuestra que se efectuaron importantes malversaciones con la complicidad de ciertos acreedores.
La carga financiera de esta deuda la soportan solo las clases trabajadoras, a pesar de que no están obteniendo ningún beneficio de ella. La regresión de Túnez desde el puesto 78 en el año 1993 al 94 en el año 2011 en la clasificación mundial del IDH ,[9] lo confirma. Aunque el aspecto más manifiesto de esta regresión social es, sin duda alguna, la extensión de la pobreza [10], especialmente por el empeoramiento de la crisis del empleo [11] y por la erosión del poder adquisitivo de las masas populares.
Este tendencia a la precariedad contrasta con el crecimiento sustancial de los ingresos del capital, dopados por un sistema que combina liberalismo económico, dictadura política y enriquecimiento rápido e ilícito de un cierto número de familiares vinculados con la cúpula presidencial.
La crisis social se agrava a partir de 2008, por las repercusiones de la crisis financiera internacional. Los precios de los productos de consumo corriente conocen en ese periodo una subida significativa, acentuada además por los efectos desastrosos de la política de austeridad y la sumisión de los servicios a la lógica de los mercados.
Esta situación desencadena varios movimientos sociales, un poco por todo el país, especialmente en algunas ciudades de la cuenca minera de Gafsa, sobre todo en la ciudad de Redeyef donde la sublevación popular duró más de seis meses a pesar de la feroz represión. Los acontecimientos de la cuenca minera de 2008 debilitaron la dictadura y prepararon el terreno para la revolución que comenzó en Sidi Bouzid dos años después.
La revolución se nutre también de la crisis política, resultado de 23 años de dictadura. A lo que hay añadir una desviación mafiosa del poder bajo el impulso de clanes constituidos alrededor de las dos familias Ben Alí y Trabelsi. Pero para las clases desheredadas y especialmente para la juventud, empobrecidas, marginadas y humilladas por este poder, ¡la hora de la liberación había llegado!
17 diciembre 2010-25 febrero 2011: la primera revolución tunecina
El 17 de diciembre de 2010, un drama personal prendió la mecha. Las masas desheredadas hicieron «una irrupción violenta en el dominio donde se regulaban sus propios destinos», cogiendo magistralmente de improviso al poder político, a sus socios comanditarios extranjeros y a la élite local. La primera revolución tunecina se pone en marcha.
Esta no es la primera vez que las masas populares se agitan en Túnez [12] pero es la primera vez en su historia en la que los tunecinos todos juntos, unidos en un movimiento revolucionario, piden y consiguen la caída del poder [13].
Esta revolución no es la consecuencia de una crisis económica cualquiera. La economía local había experimentado un crecimiento económico de 3,7%, y esto a pesar de una coyuntura económica mundial desfavorable, especialmente en la zona euro, principal socio económico de Túnez. Es sobre todo la vuelta de tuerca de la economía colonial que sobreexplota a la sociedad, roba sus recursos naturales y repatria la totalidad de sus ganancias.
Sólo un poder despótico es capaz de imponer tal régimen a su pueblo. La ideología sola no es suficiente. Aquí, como decía Gramsci, «el poder no dirige, domina, reina de forma absoluta».
Con la caída de Ben Alí, la economía colonial pierde un aliado estratégico. Pero ella no espera desposeerse de sus intereses ¡faltaría menos! Para las fuerzas imperialistas, urge contener el proceso revolucionario gracias al mantenimiento de estructuras y de mecanismos de la dominación. Dicho de otro modo, ¡de la dictadura!
Nuevamente la deuda es la herramienta ideal para mantener sujeto a Túnez. ¡Con la soga al cuello es más fácil sofocar cualquier intento de ruptura con el orden dominante! Para confundir las pistas, consiguen no solamente derivar toda la responsabilidad de la crisis a Ben Alí y a su clan, sino, sobre todo, consiguen presentarse como el «salvador supremo» de Túnez. Durante más de dos decenios, el poder despótico sirvió como cortina de humo, detrás del cual operaba tranquilamente la economía colonial. Después de la revolución, este poder se ha convertido en su chivo expiatorio.
La primera medida política de la contrarrevolución fue el mantenimiento del gobierno del dictador y el control directo del Banco Central por los IFI. La misma noche de la huida de Ben Alí, un alto responsable del Banco Mundial, ex ministro de Ben Alí, es nombrado a toda prisa desde Washington. El decreto de su nombramiento se publica en el periódico oficial el 17 de enero de 2011 ¡junto al decreto que instaura el toque de queda en Túnez! [14] Enseguida, afirma que «Túnez pagará su deuda […] en plazo [15] » . Para el imperialismo se trata de maniobrar rápidamente para evitar que la caída de Ben Alí no se transforme en un derrocamiento del régimen. Después de parchear la herramienta política, la contrarrevolución usa el arma financiera para sofocar la revolución; la deuda actúa como un cuchillo en su garganta.
Durante el año 2012, año que se ha considerado el signo de la «transición democrática» y de la «realización de las reivindicaciones de la revolución» el gobierno ha desviado 2500 millones de dinero público, a través de los presupuestos del Estado, para pagar la deuda de Ben Alí. En ese mismo tiempo, no ha dedicado más de 700 millones al desarrollo regional, 1200 millones a la sanidad pública, 800 millones al empleo y la formación profesional y 600 millones a asuntos sociales.
Todos los gobiernos que se han sucedido en el poder desde el 14 de enero, incluso los que han salido de las elecciones del 23 de octubre, han considerado el pago de la deuda de Ben Alí como un asunto primordial. La ANC (Asamblea Nacional Constituyente), salida también de las mismas elecciones, a su vez, permitió que una quinta parte del presupuesto de los ingresos del Estado se destinaran al pago de la deuda.
Reconocer la deuda del dictador, decidiendo seguir con su pago, constituye un acto antinacional, antidemocrático y una complicidad de hecho con su dictadura. Proseguir con su pago mantiene al Estado en la lógica del ajuste estructural y de la mundialización capitalista neoliberal. Además, el hecho de pagar esta deuda priva a Túnez de medios financieros preciosos, en un momento muy crítico de su historia, y agrava su deuda externa. En efecto, Túnez no tiene con qué pagar la deuda, por lo que debe asumir más deuda. Los nuevos préstamos corresponden exactamente al montante del servicio de la deuda pública y son la causa de un déficit presupuestario record, del 6,6% del PIB.
Al aceptar el pago de la deuda de Ben Alí, la burguesía local demuestra que persiste en su capitulación frente a la burguesía mundial. De manera general, la política económica y social del gobierno actual (salido de las elecciones, dirigido por el partido islamista Ennahda) está en la línea del gobierno de Essebsi (febrero-diciembre 2011) y no ha hecho más que seguir la postura de Ben Alí ; para probarlo:
-
Por una parte, se siguen las negociaciones con la UE, para lograr rápidamente una «zona de libre comercio completa y profunda». Estas negociaciones se inscriben en un nuevo proyecto imperialista europeo [16], que insiste en reforzar lo que se comenzó con Ben Alí en 1995. Esta zona de libre comercio es una respuesta directa a la revolución a la que pretende cortar de raíz. Y, como en 1995, estas negociaciones se llevan a cabo a espaldas del pueblo tunecino.
-
Por otra parte, al seguir las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FIM) en cuanto a «reformas estructurales exhaustivas» [17], el gobierno de Ennahda se muestra muy cooperativo. Aquí también, bajo total secreto. Pero ciertos signos no engañan: aumento sustancial del precio de los hidrocarburos, devaluación del dinar, que pierde más del 10% de su valor frente al dólar estadounidense y al euro, amplio programa de privatizaciones, en otras palabras, un nuevo plan de ajuste estructural y un nuevo plan de austeridad, que son aún más completos y profundos.
Después de 1956, la burguesía local ha intentado, a pesar de su debilidad y del estado general de Túnez, sacar provecho del retroceso a nivel planetario del colonialismo, y del surgimiento del bloque del Este, para completar el proceso de descolonización. Desde el 14 de enero de 2011, se niega a apoyarse en la revolución, y el balance catastrófico de Ben Alí, para intentar liberarse, aunque sea un poco, del acoso imperialista.
Lo que es diferente de 1987, es que esta vez han sido las clases trabajadoras las que se han lanzando contra el régimen. La burguesía local que no tenía ya proyecto para Túnez, está además falta de ideología actualmente. El discurso nacionalista y democrático que hacía de hoja de parra para ocultar las vergüenzas del poder de Ben Alí y disimular su naturaleza antidemocrática y antinacional, no le puede ser de ninguna ayuda, al quedar desacreditado a los ojos de las masas populares. Entonces, voluntaria o involuntariamente, los intereses capitalistas acuden a la ideología religiosa para legitimarse y salvaguardar el régimen.
Frente al fracaso del proyecto burgués de transición nacional democrática, la capitulación definitiva de la burguesía local y la necesidad de abrir perspectivas viables, la alianza política de fuerzas revolucionarias y la continuación y profundización del proceso revolucionario son indispensables para que Túnez se deshaga definitivamente de este régimen. Las clases trabajadoras y la juventud nos han abierto el camino de la revolución, ahora nos toca a nosotros esclarecer el camino que conduce hacia la libertad.
Las fuerzas imperialistas no tienen más respuesta a las aspiraciones del pueblo tunecino que la austeridad y el libre mercado, como la medicina popular de otros tiempos, que tenía como remedio universal sangrar al paciente, ¡a veces hasta la muerte! Así como la medicina ha avanzado y ha dado la espalda a la práctica destructiva de la sangría, la sociedad tunecina debe tomar un nuevo camino para romper con el orden establecido.
De inmediato es primordial, para abrir perspectivas reales ante el proceso revolucionario, luchar para:
-
La suspensión inmediata del pago de la deuda exterior pública acumulada bajo el régimen del a lictadura (con congelación de intereses);
-
La puesta en marcha de una auditoría de esta deuda, que deberá asociar a representantes de la sociedad civil y a expertos internacionales independientes, para permitir aclarar cuál es el destino de los fondos prestados, las circunstancias que rodean la conclusión de los contratos de préstamo, la contrapartida de estos préstamos (las condicionalidades) así como sus impactos medioambientales, sociales y económicos.
-
La anulación de la deuda odiosa que determinará la auditoría de la deuda.
-
La mejora de manera considerable de la condición femenina con la prohibición por ejemplo de la poligamia, el repudio y la regulación del derecho al divorcio de las mujeres.
-
El artículo primero de esta ley, que estipula que solo los nacionales tienen el derecho de poseer la tierra, convierte en ilegales las propiedades de los colonos extranjeros en Túnez. Bourguiba, así, echaba un pulso a De Gaulle, con el fin de acelerar la venta de estas tierras al Estado tunecino.
-
El saldo de las entradas netas del capital de los préstamos es el resultado de los préstamos nuevos (cuotas en positivo) menos el pago del servicio de la deuda (cuotas en negativo).
-
El dinar vale actualmente 0,5 euros.
-
De 10 empleados o más.
-
Alrededor de cien mil millones de dólares americanos.
-
El dinar tunecino es una moneda local, no canjeable en el exterior.
-
Índice de desarrollo humano elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
-
El actual gobierno provisional reconoce una tasa del 25% de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza, a pesar de que la dictadura pretendía hacer creer que la pobreza no sobrepasaba al 3.8% de los tunecinos.
-
Túnez conoce una tasa de paro persistente alrededor del 15%, a la que se añade una fenomenal extensión del subempleo que afecta a alrededor del 60% de los activos ocupados.
-
La última revuelta, conocida como «la revuelta del pan» tuvo lugar en 1984.
-
Además de la caída del dictador, la revolución consigue la prohibición del partido en el poder (RCD) y la derogación de la Constitución.
-
¡Aún en vigor!
-
Conferencia de prensa del 21de enero de 2011.
-
«Estrategias en materia de comercio y de inversiones para el Sur del Mediterráneo después de las revoluciones de la Primavera árabe», ver http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?pubRef=-//EP//TEXT+TA+P7-TA-2012-0201+0+DOC+XML+V0//FR.
-
http://www.imf.org/external/french/np/sec/pn/2012/pn1296f.htm
Fathi Chamkhi es profesor universitario y experto económico en el desarrollo, titular del premio internacional Alfonso Comin 2012, portavoz de la asociación RAID (ATTAC/CADTM TUNISIE) y militante en favor de la anulación de la deuda de Túnez contratada bajo la dictadura.