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Costa de Marfil

Acabar con la «Françafrique»

Fuentes: Viento Sur

Alassane Ouattara ha decidido lanzar una ofensiva armada para conquistar el poder contra Laurent Gbagbo que se proclamó también presidente. En el momento de escribir estas líneas, la situación es confusa y no se sabe si Gbagbo aceptará rendirse a pesar de los bombardeos realizados por el ejército francés. La facilidad y la rapidez con […]

Alassane Ouattara ha decidido lanzar una ofensiva armada para conquistar el poder contra Laurent Gbagbo que se proclamó también presidente. En el momento de escribir estas líneas, la situación es confusa y no se sabe si Gbagbo aceptará rendirse a pesar de los bombardeos realizados por el ejército francés.

La facilidad y la rapidez con la que las Fuerzas Nuevas de Ouattara -llamadas ahora Fuerzas Republicanas de Costa de Marfil (FRCI en francés)- basadas en el norte, han logrado apoderarse del conjunto del país con excepción de Abidjan, se explica por varios factores. De una parte, el suministro de gran cantidad de armas y de vehículos nuevos por Burkina Faso y Nigeria, que han puesto a su disposición instructores militares. De otra parte, la infiltración en las grandes ciudades de comandos de los FRCI, que ha sido una táctica exitosa.

Enfrente, la situación militar del campo Gbagbo era mucho más crítica. La mayor parte de los soldados no habían cobrado su paga desde marzo. El trabajo de zapa y de reclutamiento emprendido por los emisarios de Ouattara y de las embajadas occidentales hacia los oficiales superiores del ejército marfileño fiel a Gbagbo ha sido un éxito si se juzga, durante la ofensiva, por el importante número de defecciones o de adhesiones con armas y bagajes al campo de Ouattara. Contrariamente a lo que puede ser dicho o escrito por los defensores de la guerra en las metrópolis occidentales, la intervención del ejército de Ouattara está lejos de ser una simple formalidad, indolora para la población, que permitiría instalar la democracia y la estabilidad en el país.

En cuanto a Sarkozy, que apoya con benevolencia las peores mascaradas electorales de Bongo en Gabon, de Eyadema en Togo o de Sassou Nguesso en el Congo Brazzaville, implicado en decenas de miles de muertos, que apoya militarmente a las dictaduras del Tchad y Centroáfrica, se ha erigido súbitamente en defensor de la democracia en Costa de Marfil. No ha dejado de envenenar la situación y de empujar al campo de Ouattara a la guerra a través del dirigente de Burkina Faso, Blaise Compaoré.

La progresión de las FRCI a través del país ha dado lugar a crímenes de guerra. En Duékoué, el Comité Internacional de la Cruz roja ha señalado más de 800 muertos. En San Pedro, el segundo puerto del país, y en Daloa otras exacciones han sido cometidas por los elementos armados de Ouattara.

En Abidjan los partidarios de Gbagbo, si bien son minoritarios y están aislados, no dejan de resistir. Provienen esencialmente de la Guardia Republicana y del Centro de Mando de las Operaciones de Seguridad. El caos que reina en la capital económica permite los pillajes y las agresiones contra los civiles, llevadas a cabo tanto por los elementos de los dos campos como por jóvenes que se aprovechan de la situación.

El ejército francés ha reforzado su dispositivo Licorne que cuenta ya con más de 1.600 soldados. Si el objetivo oficial era permitir la evacuación de los residentes occidentales, juega desde el comienzo un papel de apoyo logístico de las FRCI. A la demanda de Ouattara, debido a las dificultades que éste encuentra en Abidjan, el ejército francés y la Onuci proceden a bombardeos sobre las posiciones de los partidarios de Gbagbo, todo esto, evidentemente, en nombre de razones puramente humanitarias.

Costa de Marfil a sangre y fuego.

El 5 de abril por la noche, informaciones contradictorias anunciaban sucesivamente la rendición de Gbagbo y luego su rechazo a negociar. Sin embargo, aunque es probable que Alassane Ouattara logre instalarse en el sillón presidencial, la situación no se va por ello a estabilizar. Los numerosos mercenarios armados hasta los dientes esencialmente venidos de la vecina Liberia, que conoció de 1989 a 2002 una guerra civil de una extrema violencia, pueden tras la derrota de Gbagbo quedarse entregados a sí mismos, apareciendo el riesgo de que saqueen los pueblos que atraviesen.

Además, las FRCI podrían ejercer represalias contra los partidarios de Gbagbo incluso si el entorno de Ouattara lo niega, sin convencer, vistas las violaciones masivas de los derechos humanos en la ofensiva.

En fin, la situación de guerra que prevalece ha destruido los lazos sociales y todo el mundo se ha refugiado en su comunidad, donde los conflictos antiguos han sido reavivados particularmente sobre las cuestiones agrarias que jamás han sido realmente arregladas.

En este conflicto, ninguno de los dos campos puede invocar el apoyo de la población. Ni un periodista o corresponsal ha podido constatar, en las ciudades conquistadas por Ouattara, movimientos o concentraciones populares de alegría o de satisfacción. En cuanto a los llamamientos del campo Gabagbo a los jóvenes patriotas y al pueblo, han sido poco escuchados.

Este conflicto seguirá siendo lo que siempre ha sido, una lucha sin tregua entre los dos representantes del capitalismo marfileño que no han dudado en poner el país a sangre y fuego para instalarse en el poder.

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

Fuente: http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=3808