La historia de Afganistán tiene muchos capítulos. Primero fue el centro de la ruta de la seda y luego el escenario de conflictos armados. Ahora comenzó el más reciente, con la elección del presidente Ashraf Ghani en septiembre de 2014. En su visita el jueves 26 al Consejo de Relaciones Exteriores, un centro de investigación […]
La historia de Afganistán tiene muchos capítulos. Primero fue el centro de la ruta de la seda y luego el escenario de conflictos armados. Ahora comenzó el más reciente, con la elección del presidente Ashraf Ghani en septiembre de 2014.
En su visita el jueves 26 al Consejo de Relaciones Exteriores, un centro de investigación independiente con sede en Nueva York, el exministro de Economía afgano se refirió a sus planes de desarrollo y destacó el papel que la región del Cáucaso, así como Pakistán y China, pueden desempeñar en la transformación del país.
«En los próximos 25 años, Asia se convertirá en la mayor economía continental del mundo. Lo que sucedió en Estados Unidos en 1869, cuando se integró el ferrocarril continental, es muy probable que suceda en Asia en los próximos 25 años. Sin Afganistán, Asia central, Asia meridional, Asia oriental y Asia occidental no se conectarán», afirmó.
«Nuestra meta es llegar a ser un país de tránsito para el transporte, las transmisiones de energía, los gasoductos y la fibra óptica», dijo.
Ghani heredó un país que exhibe las cicatrices de más de una década de ocupación de tropas estadounidenses, un millón de jóvenes desempleados y un floreciente tráfico del opio.
Afganistán ocupa uno de los lugares más bajos en el último Índice de Percepción de la Corrupción que elabora la organización Transparencia Internacional, superado solo por Corea del Norte, Somalia y Sudán.
De sus 30,5 millones de habitantes, 36 por ciento vive en la pobreza, mientras que las presiones derivadas de sus vecinos devastados por la guerra, como Pakistán, amenazan con sumir nuevamente en el extremismo religioso a este país sin salida al mar.
Pero este panorama sombrío oculta las semillas del futuro de Afganistán, que son sus vastos yacimientos de metales y minerales, abundantes recursos de agua y enormes extensiones de tierras de cultivo que atraen a inversionistas de todas partes.
El diario The New York Times citaba un memorando interno del Departamento de Defensa de Estados Unidos en 2010 cuando se refirió a Afganistán como la «Arabia Saudita del litio», un ingrediente esencial en la producción de baterías y productos relacionados.
El país está listo para convertirse en el mayor productor mundial de cobre y hierro en la próxima década y, según algunas estimaciones, tendría reservas minerales sin explotar por un valor cercano al billón (millón de millones) de dólares.
El territorio afgano es de primera clase en términos geopolíticos, ya que es una puerta de enlace entre Asia y Europa.
Mientras que el gobierno comienza el lento proceso de reconstrucción tras la guerra, mira, en primer lugar, hacia sus vecinos en busca de un mutuo beneficio económico.
La integración regional
En Nueva York, Ghani explicó que la mayor parte de lo que Afganistán espera producir en la próxima década serán cosas pesadas, algo que exige una red ferroviaria sólida.
«En tres años esperamos estar llegando a Europa en un plazo de cinco días… En tres años, podríamos tener 70 por ciento de nuestras importaciones y exportaciones a través del Caspio», aseguró.
En febrero, el Banco Asiático de Desarrollo (BAD) y el gobierno afgano firmaron acuerdos por valor de 130 millones de dólares para «financiar un nuevo enlace vial que abrirá un corredor comercial de este a oeste con Tayikistán y más allá».
«Hasta la fecha, en el marco del programa de Cooperación Económica Regional de Asia Central, se invirtieron 2.600 millones de dólares en proyectos de transporte, comercio y energía, de los cuales 15 están en curso y 10 ya concluyeron», indicó a IPS el director de la institución financiera para Afganistán, Thomas Panella.
El sector del transporte representó 22 por ciento del producto interno bruto del país durante la ocupación de Estados Unidos, impulsado principalmente por la presencia de las fuerzas extranjeras.
Ahora, el sector está en retroceso, pero probablemente salga adelante de nuevo con la ayuda financiera del BAD, que hasta 2013 había invertido 1.900 millones de dólares en la red vial y 31 millones adicionales en cuatro aeropuertos regionales de Afganistán, que desde entonces duplicaron su tráfico anual.
En total, el BAD aprobó 3.900 millones de dólares en préstamos, subvenciones y asistencia técnica para Afganistán desde 2002.
China, que ya invirtió en una de las mayores minas de cobre del país y en el sector del petróleo de Afganistán, prometió 330 millones de dólares de ayuda, que Ghani aseguró se utilizará exclusivamente para reforzar la infraestructura y «mejorar la viabilidad».
Tanto China como India, la primera por el sector público y la segunda a través de empresas privadas, realizaron aportes «importantes» a la economía incipiente, según Ghani, quien agregó que los estados del Golfo y Azerbaiyán también forman parte de la «estrategia de consorcio» que adoptó como marco para sacar a su país de sus problemas.
«Una idea muy neoliberal»
Pero el camino hacia los proyectos de extracción y de obras de infraestructura promete estar lleno de obstáculos.
Anand Gopal, un experto en la política afgana y autor del libro No Good Men Among the Living (No hay hombres buenos entre los vivos), sostiene que «solo una muy poderosa fracción de la élite local y de la comunidad internacional se benefició de la… ayuda exterior».
«Si se fija en las escuelas o en las clínicas que fueron financiadas por la comunidad internacional, verá que estas instituciones están en un estado de deterioro… que los señores de la guerra locales se quedaron con su parte y que esta ayuda incluso les dio poder, al ayudarles a construir una base de apoyo», afirmó.
Aunque la ayuda ahora se redujo, el sistema que permitió que se llenaran los bolsillos de los poderosos y las élites políticas no podrá desmantelarse fácilmente, añadió.
«La mentalidad aquí no está orientada hacia la comunidad, sino… hacia el desarrollo de las industrias privadas y los contratistas privados», dijo Gopal.
«Cuando se tiene un estado incapaz de generar sus propios ingresos y totalmente dependiente de la ayuda extranjera para hacer viables estos proyectos», lo lógico «sería nacionalizar los recursos naturales y utilizarlos como base de los ingresos para el desarrollo la economía», observó.
En cambio, este enorme potencial cae en manos de las empresas chinas y demás. «Es una idea muy neoliberal. Privatizar todo y esperar que los beneficios se filtren» hacia el resto de la población, añadió.
«Pero, como hemos visto en todo el mundo, no se filtran hacia los de abajo. De hecho, las personas que se supone que deben recibir la ayuda no son las que la obtienen y, en el proceso, mucha gente se enriquece», subrayó.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2015/03/afganistan-sera-el-nuevo-horizonte-para-la-cooperacion-sur-sur/
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Álvaro Queiruga