Al mismo tiempo que la Casa Blanca presentó la semana pasada un análisis moderadamente optimista sobre la guerra en Afganistán, una serie de informes y testimonios, además de las declaraciones de altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos, indican que la situación de seguridad es grave, los talibanes conservan una gran capacidad ofensiva, Pakistán no […]
Al mismo tiempo que la Casa Blanca presentó la semana pasada un análisis moderadamente optimista sobre la guerra en Afganistán, una serie de informes y testimonios, además de las declaraciones de altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos, indican que la situación de seguridad es grave, los talibanes conservan una gran capacidad ofensiva, Pakistán no colabora, y aumentan las discrepancias con el presidente afgano Hamid Karzai.
El mensaje que dio Barak Obama fue contradictorio. Por un lado, los objetivos se están logrando pero, al mismo tiempo, la situación podría revertirse. Además, Washington comenzará a retirar sus tropas en julio de 2011 de forma «responsable». Pero cuántos efectivos y en qué plazo, dependerá de las circunstancias. El objetivo es traspasar totalmente las responsabilidades de seguridad al ejército y la policía afganos en 2014.
El presidente Obama ordenó en diciembre de 2009 incrementar las tropas en 30.000 efectivos; fue una decisión controvertida que adoptó luego de serias tensiones con sus altos mandos militares. El compromiso al que llegaron fue enviar más tropas a la vez que anunciar la salida para julio de 2011. En el curso de este año diversos jefes de las fuerzas armadas, incluyendo al general David Patraeus, comandante de la OTAN y de las tropas de Estados Unidos en Afganistán, además de arquitecto de la ofensiva, han cuestionado de forma directa o indirecta la idea de salir en 2011.
Seguridad
Según la nueva revisión estratégica elaborada por el Pentágono, la seguridad se ha incrementado en las provincias de Kandahar y Helmand, en el sur del país; la ofensiva de los talibanes ha sido detenida; al-Qaida ha recibido serios golpes en la frontera con Pakistán; y la estrategia de eliminar selectivamente a los jefes militares de los talibanes está dando resultado. Sin embargo, dos informes realizados por dieciséis agencias de inteligencia del gobierno estadounidense ponen en cuestión que sea posible ganar la guerra si no se cuenta con la colaboración de Pakistán. Asimismo, hay un aumento de la actividad de la insurgencia en el noreste, norte y oeste del país, donde la OTAN ha tenido menos actividad.
Otro informe del Center for American Progress indica que la política de contrainsurgencia que sigue Estados Unidos en Afganistán es equivocada y no sirve para defender sus intereses estratégicos en la región.
A la vez, miles de documentos hechos públicos por Wikileaks muestran que, pese a que desde 2001 Estados Unidos ha invertido 300.000 millones de dólares en este país, los talibanes son más fuertes, el gobierno de Karzai sigue siendo débil y las fuerzas de seguridad afganas son incapaces de controlar la situación sin la ayuda exterior. El ejemplo de Iraq, donde desde hace unos meses no es posible formar gobierno y la violencia se incrementa, pone en duda que 2011, e inclusive 2014, sean fechas en las que Afganistán sea un país estable. Estados Unidos se retiró este año parcialmente de Iraq anunciando que la misión se había cumplido. El caso afgano empieza a parecerse demasiado al iraquí.
La cuestión pakistaní
La revisión estratégica no entra en dos cuestiones claves: la relación con el presidente afgano Hamid Karzai y el papel de Pakistán en la lucha contra la insurgencia. Frente a las acusaciones de corrupción y de fraude electoral que ha recibido desde diversos organismos, incluyendo el gobierno de Estados Unidos, Karzai mantiene posiciones cada vez más críticas hacia Washington. Diversas fuentes indican que el presidente está tratando de negociar con líderes talibanes con el fin de proteger su posición. A la vez, con las críticas a la OTAN busca ganar legitimidad entre una población cada vez más opuesta a las acciones militares que impactan sobre los civiles. Pero su mayor problema es que la mayor parte de los ciudadanos ven al gobierno como «moral y políticamente ilegitimo» según el Afghanistan Analysts Network.
Respecto de Pakistán, tanto los informes de inteligencia como las opiniones filtradas desde el Pentágono indican que Islamabad no colabora lo suficiente para controlar que la zona fronteriza con Afganistán no sea usada como retaguardia por los talianes. Pese a los 2.000 millones de dólares que Washington entrega anualmente en ayuda al desarrollo y armamento, Pakistán no solamente no es un aliado fiable sino que además en Washington hay serios temores sobre el control último de las armas nucleares pakistaníes.
La situación política de ese país no es sencilla. Dentro de las fuerzas armadas hay diversas posiciones con respecto a Afganistán, pero la principal preocupación es la confrontación geopolítica con la India. Pakistán tiene su propia visión regional y el acercamiento en los últimos años de Washington a Nueva Dehli agudiza las reticencias a cooperar con Estados Unidos en Afganistán. Por otro lado, sectores del gobierno y el aparato de seguridad consideran que si Pakistán guarda una distancia podría tener un papel relevante en futuras negociaciones entre Kabul, Washington y los talibanes. Estos últimos, a la vez, son una carta para defender sus intereses contra la India, que está invirtiendo y teniendo una fuerte influencia en Afganistán.
Entre dos fuegos
Pese al optimismo de la revisión de Obama, la situación en las provincias del norte, como Kunduz, Sar-i-Pul y Takhar, es grave y complicada en la medida en que no se trata sólo de los talibanes, sino que también operan otros grupos armados (conocidos como arbekais) teóricamente orientados a proveer seguridad pero que mayormente se dedican al narcotráfico, secuestros y robos en las poblaciones locales. Por su parte, los talibanes continúan sus ataques a centros de reclutamiento de la policía y a las autoridades locales con el fin de atemorizar a todos los que pretendan colaborar con el gobierno de Karzai y las fuerzas extranjeras.
La población local se encuentra entre varios fuegos, especialmente porque el gobierno es en general inoperante para protegerla al tiempo que los talibanes agitan la carta nacionalista contra la intervención extranjera. El New York Times informó la semana pasada de que las organizaciones humanitarias internacionales no pueden desempeñar su labor debido a la proliferación de grupos armados al tiempo que el Comité Internacional de la Cruz Roja afirmó que la desprotección de los civiles es cada vez mayor en este país y que el acceso a las víctimas se encuentra en el nivel más bajo de los últimos 30 años.
Las razones de la guerra
El problema de fondo de la revisión estratégica es que se mantiene la ambigüedad sobre el objetivo de la guerra. Si el fin es restarle una base operativa a al-Qaida, como ha indicado el presidente Obama, entonces la guerra es muy cuestionable porque ésta es una «marca» terrorista que opera en y desde Somalia, Alemania, España o los mismos Estados Unidos.
Si la guerra es para derrotar a los talibanes y evitar que impongan su modelo de sociedad, entonces se trata de construir un tipo de Estado y sociedad diferente de la que quiere imponer ese grupo. En este caso, que el presidente Obama ha rechazado, Estados Unidos se sumergiría en un complejo proyecto cultural, histórico y antropológico de construcción de la nación que iría contra la etnia mayoritaria de los pastunes. De todos modos, ¿dónde se traza la línea divisoria entre vencer a los talibanes y no querer imponer un modelo político?
Otra posibilidad es que la guerra siga por inercia mientras se encuentra una buena explicación para marcharse y poder justificar las vidas que se han perdido y los recursos que se han gastado. El analista ruso Víctor Sevestyen escribió hace pocas semanas que Estados Unidos y la OTAN deben recordar que desde que la ex URSS decidió abandonar Afganistán en 1986 hasta que se completó la retirada en 1989 murieron 15.000 soldados soviéticos.
La salida de las tropas, de todos modos, no se producirá en julio de 2011. La Casa Blanca ha ido desplazando esta fecha, centrándose más en 2014. Hace pocos días el secretario de Defensa Robert Gates dijo que la mayor parte de las fuerzas permanecerán en Afganistán luego de esa fecha ya que en realidad se trata de «un proceso de años».
Negociación de Paz
Pero mientras Washington previsiblemente alargará la fecha de salida, sus principales aliados parecen decididos a retirarse. Gran Bretaña, Alemania, Italia, Canadá, y Polonia han anunciado, con diferentes énfasis, que comenzarán a salir de Afganistán en 2011. Francia y España, por su lado, parecen dispuestas a permanecer. Pero si las salidas se materializan, se producirán fisuras dentro de la OTAN.
En los últimos meses ha aumentado la expectativa de una negociación de paz pero no está claro con quien se negociaría. Además, dada la complejidad de esta guerra, sólo podrá ocurrir en fases en las que se vayan integrando los actores internos, los regionales (como India, China y Rusia) y extra regionales (Estados Unidos y algunos aliados de la OTAN), así como los multilaterales (Naciones Unidas). Pero entre tanto, el peligro es que la lógica de infligir una derrota a los talibanes para luego negociar agrave el conflicto y destruya las débiles posibilidades de negociación.
Mariano Aguirre es director del Centro Noruego de Construcción de la Paz con sede en Oslo.
Fuente: http://www.rnw.nl/espanol/article/afganistan-una-salida-cada-vez-mas-distante
rCR